Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
El riesgo es una palabra de origen incierto. Dice Corominas que es probable que tenga el mismo origen que el castellano risco 'peñasco escarpado', antiguamente riesco , por el peligro que corre el que transita por estos lugares o el navegante que se acerca a un escollo; también viene a ser 'lugar quebrado y fragoso'; a sus significados se añade en época medieval, los sentidos de combate, conflicto, división, discordia.

El riesgo es vivir plenitud. El riesgo de vivir nos llevará, inevitablemente, a peñascos escarpados y a escollos que apenas sobresalen de las aguas oscuras del mar y por lo mismo, vivir pleno, se convierte, en algunos momentos, en combate contras las ideas implantadas, en conflicto con el mundo interior y exterior, en división y ruptura, en enconada discordia con la Idea de vivir.

Escribe Schopenhauer en sus Complementos al Libro Primero. Capítulo 17. Sobre la necesidad metafísica en el hombre: Ningún ser, salvo el hombre, se sorprende de su propia existencia. La sorpresa por esta existencia teñida además de dolor, miseria y muerte impele al hombre a trascender, a buscar la metafísica. Continúa más adelante Schopenhauer: ...nunca ha faltado gente que se ha afanado en fundar su sustento en esa necesidad metafísica del hombre y explotarla lo mejor posible. Por eso en todos los pueblos hay monopolistas y administradores generales de esa necesidad: los sacerdotes. Para asegurar su oficio por todas partes necesitaron obtener el derecho a inculcar a los hombres desde muy temprano, antes de que el juicio despertara de su sueño matutino, es decir, en la primera infancia, sus dogmas. Pues en ese momento todo dogma bien inculcado, por absurdo que sea, se adhiere para siempre. [...]
Entiendo por metafísica todo supuesto conocimiento que vaya más allá de la posibilidad de la experiencia, es decir, más allá de la naturaleza o del fenómeno dado de las cosas y que ofrezca una explicación sobre lo que está detrás de la naturaleza y la hace posible.
[...]
En los pueblos civilizados encontramos dos tipos de metafísica que se distinguen en que una tiene su confirmación en sí misma (la filosofía) y la otra la tiene fuera de sí (la religión). [...] En cambio para la mayoría de los hombres [...] existen exclusivamente los sistemas metafísicos del segundo tipo.

El riesgo es vivir construyendo un sistema que permita admitir, en sí, la existencia del dolor, la miseria y la conciencia de la muerte. Es decir una filosofía que tenga la -y vuelvo a las palabras de Schopenhauer- obligación de ser verdadera en su propio y estricto sentido en todo lo que dice, pues se dirige al pensamiento y a la convicción. En cambio una religión, destinada a la multitud innumerable, [...], tiene sólo la obligación de ser verdadera en un sentido alegórico.  Y en la alegoría -continúo yo- no hay riesgo.

El riesgo de no saber amar y construir el amor: el riesgo de no saber vivir y construir la vida; el riesgo de aventurar pensamientos que conduzca a la aceptación humilde y compasiva de que somos seres finitos y contingentes; el riesgo absoluto de mirar un árbol y ver sólo un árbol.

Riesgo, risco, escollo, vida.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/11/2013 a las 16:23 | Comentarios {0}


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Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/11/2013 a las 19:51 | Comentarios {4}


El primer hombre. Albert Camus. Editado por Tusquets. Traducción Aurora Bernárdez.


El primer hombre
 “... porque había nacido en una tierra sin abuelos y sin memoria, donde la aniquilación de los que le habían precedido era aún más absoluta y la vejez no encontraba ninguno de los auxilios de la melancolía que recibe en los países civilizados; él, como el filo de una navaja solitaria y siempre vibrante, destinada a quebrarse de un golpe y para siempre, la pura pasión de vivir enfrentada a la muerte total, él sentía hoy que la vida, la juventud, los seres se le escapaban, sin poder salvar nada de ellos, abandonado a la única esperanza ciega de que esa fuerza oscura que durante tantos años lo había alzado por encima de los días, alimentado sin medida, igual que las circunstancias más duras, le diese también, y con la misma generosidad infatigable con que le diera sus razones para vivir, razones para envejecer y morir sin rebeldía”.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/11/2013 a las 10:19 | Comentarios {0}


Rima
Va a explicarle el dulce de leche, dice con la voz en susurro, con esa forma de hablar con la que no se puede mantener una conversación larga; va a explicarle la nostalgia por no haber sido ingeniero en el proyecto del Curiosity y también, esta vez sonriendo como si la sonrisa fuera el salvavidas, la pasarela o la forma indestructible de una verdad sin heridas, le hablará sobre la imposibilidad de ser lo que no se es; va a pensar la llanura de nuevo y la emoción que sintió cuando vio que la cuerda que podía provocar una catástrofe se recogió en sí misma como el alma al quedar dormida; va a explicarle la dulzura del picante, el amargo sabor de un dulce a destiempo y la acidez que subyacía en el agrio sabor del chocolate; no hay combate, querida, le dirá; no hay ese silencio que rugirá más tarde; no hay la balacera en el mar ni la voz tronante de gaucho.
Hay nostalgia en lo que nunca fue porque no sólo se siente nostalgia de lo pasado también se siente de lo inexistido... dulce de leche, le explicará y quizás -como elemento que ambienta la edad- el llanto de un niño, el sueño de un perro, la desnudez casi completa del arce japonés. Le explicará más tarde, en la alta madrugada, despierto de improviso, despertándola a ella, con cierta premura, le explicará, os digo, la piel de la nostalgia, sus germinaciones. Le hablará de la mirada del grupo de ingenieros -del que él nunca formó parte- cuando veía elevarse el cohete que conducía al Curiosity a las rojas tierras de Marte y las lágrimas de uno de ellos al tener que separarse de su vehículo-laboratorio, con sus miles de piezas, sus miles de simulaciones y los miles de litros de café que supuso. Esa nostalgia, le explicará con la luz apagada, de algo que él nunca vivió y conoce, paso a paso, minuto a minuto cómo fue.
Y así terminará explicándole que podría sentir nostalgia de cualquier cosa: nostalgia de la vida del ballenero. Nostalgia de la última carrera del atleta. Nostalgia de la soledad del farero. Nostalgia del perfumista la tarde que entró en la droguería la que sería su amor meses más tarde. Compró un agua de colonia fresca y barata y desde el primer momento le fascinaron sus labios y el volumen de sus caderas. Nostalgia de la última luz en el desierto del Mohabe. Nostalgia de lanza clavada en el costado de la gacela. Porque sentía, le explicará en esa hora en que la luz no puede ser encendida, que se puede haber sido todo, habiendo sido algo; porque pensaba, le explicará, que ser algo es poder abarcarlo todo, llegar a todo, poder construir una representación de todos y cada uno de los seres orgánicos e inorgánicos de este universo: ser estrella entonces, nostalgia de luz, si quieres; ser trozo de piedra alrededor de un planeta; ser litio en expansión; confluir con un paramecio siendo tú ameba; ser junco y tener nostalgia de haber sido la última mañana de su último otoño.
Dulce de leche, le dirá, me moriría por un poco de dulce de leche y se intentará quedar dormido entre los brazos de ella que tan sólo le habrá acariciado y le habrá dicho: estabas soñando, duerme.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2013 a las 23:39 | Comentarios {4}


Ha llegado al final del sueño. Ha sonado el despertador. La gata ha ensayado sus uñas en la colcha.
Piensa: toda filosofía, toda tendencia metafísica, toda trascendencia tiene como base sine qua non el estómago lleno (abundando en unas palabras que Lorca pronunció).
Ahora va a hacerlo: se pone delante del espejo y se sonríe.
Déjale besarte y que el cielo caiga sobre los hombros del Titán; déjale la ilusión de los hombres que miran las estrellas como si fueran resquicios de luz en el infinito oscuro.
Piensa: verse desnuda es recordar la tierra.
El salmón le dijo al viejo bardo: ¡Pobre de ti, viejo insensato, que no has sabido conocer en mí a esta náyade de las aguas, a la sin par hija del Mar!

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/11/2013 a las 10:21 | Comentarios {3}


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