Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Un fraile y una monja de Cornelius van Haarlem. 1591
Un fraile y una monja de Cornelius van Haarlem. 1591

La historia de las ideas. La hermeneútica. Fluir entre las distintas épocas. Que lo interesante sea la interpretación de los hechos no la novedad. La calma del discurso. Las fuentes -que como auténticos manantiales originan los grandes ríos del pensamiento- como soporte puro de una argumentación -sin juicios de valor sobre ellas. Expuestas desnudas. Sin necesidad de transparencia sino de confianza (porque lo opuesto a la confianza es la transparencia)- con valor en sí mismas. Como ejemplo: acudir al encuentro de dos mundos en la idea del amor cortés.

Provengo, como Olmo Z, de las grandes ciudades de Europa del Oeste (si quieres conocer algo más de Olmo cliquea sobre su nombre resaltado en verde). Por mi sangre -en su componente pneumático- corre el espíritu de la Escuela de Traductores de Toledo y adopto para mí la idea del fantasma como origen del pensamiento. Los mitos de cada época corresponden a los fantasmas de su imaginación. El fantasma de la imaginación actual es el control del mundo mediante la ciencia cuantitativa. Lo interesante no es la novedad de esa idea sino a partir de qué interpretación de los pasados fantasmas del pensamiento se ha llegado al fantasma presente.

Lo antropológico no es el ser sino los hechos de ser.

Sostengo que no hay que atacar furiosamente idea ninguna sino relacionarla con las ideas de su mismo ámbito objetual y a partir de ese encuentro hacer una crítica y llegar, si se quiere, a la corporalidad -mediante la escritura, el habla o cualquier otro modo de expresión- de los fantasmas que generaron esas ideas. Porque en el pensamiento aún actúan como fantasmas las ideas. Corporeizarlas sería -utilizando la analogía sanguínea- añadir a su pneuma sus sustancias materiales (hematíes, leucocitos, plasma, proteínas, etc...).

Al mirar los rostros cubiertos por el temor al contagio, acude a mí aquel viejo fantasma del pope búlgaro Bogomil que apareció en el siglo X de nuestra era y que retomó los fantasmas de Mani. El bogomilismo consideraba al adversario de Dios, Satán, como creador del mundo visible e inspirador del Antiguo Testamento; también Bogomil predicaba el encratismo o abandono del matrimonio y la abstención de mantener relaciones sexuales para no perpetuar la creación malvada del Demonio... nosotros, el Ser Humano con instintos de Mono.

Así devenimos entre fantasmas y materializaciones. Ensimismados, como si tiempo y espacio fueran las únicas vibraciones que somos capaces de captar. Enmascarados. Siempre con el temor de la muerte a cuestas sin llegar a aceptar -con la sonrisa del que se sabe vencido de antemano- que nacer es empezar a morir. 

Ensayo

Tags : Reflexiones Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/10/2020 a las 17:55 | Comentarios {0}


The windowing system as a (hyperstatic) problem de Andreas Breunig 2019
The windowing system as a (hyperstatic) problem de Andreas Breunig 2019
Me encuentro lejos de las palabras mascarilla, pandemia, enfermedad, contagio, confinamiento, ciencia, política.

Tengo razones bien fundamentadas para asegurar que el miedo es una de las armas que el poder ha utilizado más para someter a los ciudadanos/súbditos/plebe.

La enfermedad y el contagio.

Por eso camino por los montes y escudriño en la lejanía la aparición de un zorro. Me importa el zorro. Probablemente porque no me encuentro en deuda con él.

Otra de las grandes armas del poder es la utilización de la deuda (el impuesto es un tipo de deuda). El miedo a la deuda. La sacralidad de la deuda. Somos en tanto que adeudamos. Somos en tanto que otros fueron y porque fueron les debemos lo que somos.

Ideas concebidas. Ideas que se aposentan en nuestros cerebros -tabulas rasas- en los años de formación.

Deconstruir entonces. Aprender a deconstruir. Quizá también destruir. Destrucción de sistemas de valores. Quizá deconstruir antes de destruir para que tras la destrucción partamos hacia una construcción.

El hombre es un ser que construye.

El hombre no ha construido los mundos. Ni tan siquiera ha hecho la división de los mundos. El mundo en tanto en cuanto ámbito de todos los ámbitos (Heidegger desde Marcus Gabriel). 

Hay que atacar el sistema democrático liberal para que caiga por su propio peso. Porque el sistema democrático liiberal se ha convertido en un sistema mediocrático (Enrique Dussel)

Tengo doloridas las yemas de los dedos. Parece este dolor una metáfora de lo que sufro al pensar y al traducir lo pensado  a la escritura. Que lo sepáis: escribir duele. ¿Porque nunca se escribe lo que se ha pensado? ¿Porque en las transcripciones/traducciones de unas formas a otras de expresión se va mutando -aunque sea levísimamente- el origen?

La lucha entonces es no dejarse caer en el abatimiento y no concluir, ¡Nunca! ¡Nunca!, que se está bien como se está. Si el poder nos quiere temerosos -siempre nos ha querido al pueblo temeroso- tenemos que levantarnos y rechazar los miedos que pretendan inculcarnos/inocularnos.

También es virus el miedo.

Reflexionaré más. Reflexionaré hasta reventar. Reflexionaré hasta que se me envenene de vejez el pensamiento si es que alguna vez se me envenena porque soy ingenuo y en la ingenuidad se encuentra la llave de la rebelión.

Rebelarse es reflexionar. De la reflexión a la rebelión.

La decadencia de Occidente está llegando a su cenit. Ayudemos a que se derrumbe de una vez... y para siempre.

Ensayo

Tags : Reflexiones Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/10/2020 a las 20:40 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


XX
     El viento entonces. El viento son recuerdos. Del viento han llegado. El brillo del sol sobre las aguas. La risas que se escuchan a lo lejos. Manos suaves en la espalda de la muchacha que mientras hace una felación ora. La juventud que vuelve. La juventud que se mantiene.

     Donjuan ha estado fuera varios días. Ha vuelto agotado, con las orejas gachas como si supusiera que su ausencia me iba a enfurecer. Como si yo no supiera que por el aire de estas selvas el aroma de las perras en celo estaba soliviantando su carácter de natural tranquilo. Viene herido Donjuan. Habrá peleado por preñar. Habrá peleado por cumplir con el imperativo de la especie. Podría haber muerto, habría muerto si hubiera sido necesario. La llamada. La llamada de la preñez es como una peste que aprieta las ganas de todas las células eucariotas. Dividirse. Perdurar. Transmitirse. Morir.

     Ventolera. Una noche de luna llena. Entra su luz blanca por la abertura de la cueva. Cae la luz sobre el rostro de T. y es mi cabeza quien se interpone entre ellos y es mi boca la que se acerca a la boca de T. y muerde sus labios. T. me abraza con sus brazos fuertes y me aprieta contra su torso. Nuestras vergas se encuentran empalmadas. Yo tomo la suya con mi mano izquierda y subo y bajo su tallo hasta que con una delicadeza que me extenúa me susurra que todavía no, que le bese, que lo apriete, que me pegue a él como si fuéramos la noche y el día. Nos perseguimos en el lecho hecho a base de hierbas y briznas. T. huele a toro y  luna. Yo huelo a árbol y miel. ¡Qué estruendoso el gemido de dos hombres que se comen las pollas! ¡Qué fuerza sus alientos al enrojecer! ¡Qué briosas sus nalgas! ¡Qué tensos sus músculos! ¡Viriles, las mandíbulas se aferran al cuello del otro y quisiéramos sorbernos las sangres!

     Han pasado los días. T. ha quedado disuelto en una pregunta que me hago cuando anochece. Y así han pasado los días. No siempre se puede escribir del deseo y su cumplimiento.

     La Era Moderna empieza con el Descubrimiento/Conquista de América por los españoles en 1492. Ginés de Sepúlveda fue el que, a partir de sus conocimientos filosóficos (había entre otros estudiado a Aristóteles en la Universidad de Alcalá de Henares) arguye mediante categorías que los indios no tienen alma y por lo tanto pueden ser tratados como animales y ser obligados a trabajar en las minas hasta matarlos.
Esta consideración de ser animales excluía por su propia categoría -la animalidad- la devoción. Los indígenas sí devocionaban -me permito el neologismo- y entre todas las cosas rendían culto a la Madre Tierra -a Pachamama- a la cual para poder alimentarse de ella ellos la alimentaban a su vez. Por eso cuando los conquistadores los obligan a expoliar a la Madre Tierra vaciándola de su oro y de su plata sin ofrecerle nada a cambio, los indios sienten que les están obligando a violar -en su literalidad- a su propia madre. Es decir la Edad Moderna se inicia mediante el Crimen de violación de la Madre.
Cualquier ética sabe que todo aquello que se basa en un crimen acarreará grandes sufrimientos.

     Volveré a T. sólo que desde hace días, al anochecer, el crimen de violación de la Madre Tierra me impide escribir con alegría un acto puro de la naturaleza.
Cerámica griega
Cerámica griega

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/10/2020 a las 17:10 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches. Federico Madrazo. 1853
Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches. Federico Madrazo. 1853

XIX
     He de llegar al fondo de la cuestión. Pensar que si todo es rápido... Recuerdo el pensamiento de Macbeth el traidor, Si todo terminara una vez hecho/ sería conveniente acabar pronto. Sueño un encuentro que se rompió hace años. Sueño que las gatas me hablan en francés a propósito de hacerse un viaje al País de la Maravillas para conocer a mister Cheshire. Pronuncian mister casi como si fuera mystère y yo les respondo que el misterio es haberme convertido en un señor mayor y cascarrabias. Ríen las gatas, ladran los perros, aúllo yo.

     A veces Euphosine y Aglaya nos acompañan en el paseo. Se suben a los árboles. Nos miran imponentes. Donjuan y Hamlet las miran envidiosos de no poder trepar tan alto. Yo camino ensimismado. Hago oídos sordos al mundo que me rodea como si quisiera llegar más allá de mi propia realidad, hacia algún lugar en el que la conformación de seres que fui se encuentra con la conformación de seres que hoy soy para evocar en ese encuentro una sensación de continuidad del ser.

     Es otoño. La soledad se vuelve parda y hermosa. Ayer por la noche al mirar al cielo sin luna disfruté de Marte, espléndido en su anaranjamiento, tan lejos, quizás a 60 millones de kilómetros de mí. Elipsis del alma, pensé. Ausencias, pensé. Felicidad de haber estado acompañado, pensé. Pensé también en M. y recordé -como decía la canción de Silvio Rodríguez- su breve cintura debajo de mí, aunque en el caso de M. su cintura estuviera encima porque a M. le gusta mandar en los movimientos de sus caderas; porque a ella le gusta que mis ojos se fijen en el vaivén de sus senos mientras mi verga entra en ella y ella juguetea conmigo como Aglaya juguetea con una ardilla a la que dejará escapar viva y sin apenas daño. Volverá M. y no seré yo quien le diga a mi sobrino que ella y yo nos tomamos de las manos y caminamos hacia el bosque como si fuéramos amantes nuevos que pasean sin necesidad de decirse nada por las viejas calles de la más antigua democracia moderna, Venecia.

     Añoro el mar. Guerrear contra las olas. El mar me recuerda a mi padre. ¡Oh, mi padre siempre a cuerpo gentil! ¡Las manos de mi padre! ¡La elegancia de su crawl rompiendo las aguas del mar Adriático! Añoro la elegancia. ¿He escrito ya esta añoranza?
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/10/2020 a las 14:08 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


David de Michelangelo Buonarotti 1501-1504
David de Michelangelo Buonarotti 1501-1504
XVIII
     Las Cícladas de nuevo. Aquella primavera -¿era finales de mayo?-. Probablemente transcurrida una semana desde nuestra llegada a la cala. Conocimos a P., un joven que siempre caminaba desnudo y calzaba unas sandalias que a todos nos recordaban a las aladas sandalias del dios Hades, dios de los infiernos, dios de los ladrones, dios de los vagabundos.

     Descripción de T. (recuerdo de un recuerdo, probable idealización): rizos de oro coronan su cabeza; unos rizos largos que casi llegan a la categoría de tirabuzones; su frente es ancha, despejada; sus arcos superciliares son los más bellos que he visto jamás y se diría que en ellos el arquitecto que los conformó, hizo la entrada perfecta a la catedral de sus ojos -como el maestro Mateo realizó el Pórtico de la Gloria para adentrarse en la Catedral de Compostela-; sus ojos de un verde otoñal, grandes y algo rasgados que parecen sonreír siempre que te miran están protegidos por unas pestañas largas y tupidas de un negro que contrasta con el castaño de sus cejas y el rubio de sus rizos; su nariz griega; sus labios carnosos como duraznos y sus dientes blancos como el interior de las conchas de las ostras; fuerte su cuello; hombros anchos; un pecho poderoso de pezones pequeños y unos brazos algo largos llenos de vida y fibra que desembocan en las manos elegantes de un joven que nunca trabajó con ellas; su cintura sin grasa; sus nalgas firmes que ejercen la función de capiteles corintios de unas piernas delgadas y hermosas como palas de trirremes griegas que terminan en unos pies delicados, de largos dedos y uñas perfectas. T. es más hermoso que una mujer porque es tan hermoso como ellas y como un hombre. T. es la pura juventud en la que aún no se he terminado de dividir para siempre el sexo (hermafroditismo).

     Una mañana me levanto al alba en nuestra cueva. Él duerme. Está desnudo. Su falo está enhiesto; está circuncidado; su glande es más bonito que un fresón y menos rojo; sus testículos son pequeños y redondos, mayor el izquierdo. Su vello púbico tiene iridiscencias rojizas a la luz de la primera mañana. Me excitan el cuerpo y el alma de T.

     Nadamos T. y yo juntos, acompasados, a lo largo del acantilado. Hemos bautizado nuestra cala. La llamamos Cala Nos porque es nuestra y nos mantiene constantemente húmedos. Nadamos a crawl hasta la oquedad que da entrada a la cueva lacustre. Buceamos, uno detrás del otro por el pasadizo subacuático que lleva hasta la cueva; llevamos atada a la cintura una redecilla donde almacenar las lapas con las que luego haremos un arroz. Somos felices porque nada nos duele e ignoramos el dolor que ya tuvimos. Somos libres de besarnos en las bocas si queremos. Aún no queremos.
Llegamos hasta el ara de piedra que en el centro del lago se levanta. Él hace de sacerdote. Yo de víctima sacrificial. Levanta sobre mi estómago la navaja que lleva para separar las lapas de la roca del acantilado, pronuncia unas palabras mistéricas y cuando va a hundir su filo en mi ombligo, se detiene, aparta el arma y me lo besa.

     No se me puede olvidar hablar de P.; las hierbas de P.; las enseñanzas de P. 
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2020 a las 14:25 | Comentarios {0}


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