El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember
124
Me acuerdo de la arena ardiente en los largos días de verano y del vendedor que pasaba con una cesta por la playa mientras gritaba, Hay patatas fritas calentitas. Me acuerdo que a mí me sonaba raro que un reclamo fuera, haciendo el calor que hacía, que las patas estuvieran calentitas.
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Me acuerdo de las rodajas de coco. Los días nublados cuando la bandera era amarilla o roja y nosotros surfeábamos las olas sin tabla.
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Me acuerdo de aquellos días en los que el estudio del campeonato del mundo de ajedrez entre Mijail Thal y Mijail Botvinik contribuyó a animarme a seguir viviendo.
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Me acuerdo de Pilar la primera vez que se metió un éxtasis, tirada junto a un radiador, diciéndome, Déjame morir así.
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Me acuerdo de las tardes en las que, sobre la mesa verde, escribí mis primeros cuentos.
129
Me acuerdo del domingo en el que accedí a ir a buscar a unos amigos de Gregorio de un colegio de huérfanos ciegos. Gregorio también era ciego. Serían unos cinco o seis. Yo tenía trece años. Jamás he visto nada más salvaje. Parecía un grupo de chicos furiosos que se desmadraban por primera vez. El no ver los hacía inmunes. Yo era su responsable. Mi cojera no me hacía inmune. Recuerdo las miradas reprobatorias de unos viajeros en el metro cayendo sobre mí.
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Me acuerdo de Gregorio Sánchez, el ciego; fue el que me inoculó para siempre el veneno de escribir.
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Me acuerdo del primer cigarrillo. Un Chesterfield sin filtro de mi madre. Fue en Luanco. Al levantarme me caí rodando por la ladera del monte.
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Me acuerdo de las noches de agosto en las que le leía la Biblia a Iñaki. Le gustaban las historias de ese dios terrible.
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Me acuerdo de las madrugadas en las que me tenía que levantar porque los dolores de espalda me impedían estar tumbado. Tendría diecisiete años. Iba a la cocina. Me hacía un café con leche. Me tomaba una aspirina y hasta que hacía efecto leía Rayuela. Esa novela tenía el poder de hacerme olvidar el dolor.
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Me acuerdo de una noche en mi casa de Paseo Imperial. Tenía mucha fiebre. Estaba leyendo El evangelio según Jesucristo. Dormí. Soñé que pasaba la noche conversando con Jesucristo y María Magdalena en el Gólgota. Al despertar estaba sentado en el borde de mi cama.
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Me acuerdo de Krista guardándose el chocolate que le enviaba su madre desde Austria y que sólo compartía con Tao, su novio. Cati, Luis y yo no lo probamos. Eran los tiempos del hambre en Menorca.
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Me acuerdo del vagabundo Antonio que fue acogido por una antigua meretriz, Carmen, que ejerció su profesión en Túnez, que era amiga de una bruja, María, que vivía en un sótano de la casa situada en la esquina de las calles Lagasca con Don Ramón de la Cruz. Cuando María murió, le dejó la casa a Carmen y Carmen recogió a Antonio de la calle. Nos conocimos paseando a nuestros perros. Fuimos grandes amigos. Quería follarme como fuera. Tan sólo llegamos a ver revistas de Tom de Finlandia juntos mientras nos fumábamos un join, como decía él.
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Me acuerdo de la risa incontenible que nos entró a César y a mí en un semáforo por una imagen sexual. Estábamos en el coche de su padre, un Renault 5 blanco.
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Me acuerdo de Julia. Siempre me acuerdo de Julia. Esta vez está apoyada en la puerta verde del colegio, por la tarde. Viene a recogernos.
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Me acuerdo de Patricia, Esperanza, Dayrein, Fernando, Alfredo y yo que dimos, sin saberlo, en un lupanar creyendo que era un bar. La conversación con la madame es para no olvidar. Estábamos cerca de Puerto Plata en la República Dominicana.
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Me acuerdo de la inmensa felicidad que sentía al ser guionista de una serie mala, muy mala, se llamaba Paraíso, que transcurría en El Caribe. Hasta allí me fui a escribir. Bajo las palmeras. Allí conocí a uno de mis mejores amigos, Fernando.
141
Me acuerdo de los jejenes. Me acuerdo de Lillo que además de actor había sido comisario de la brigada político social. En Río San Juan.
142
Me acuerdo del manglar de Río San Juan. El barrio haitiano de Río San Juan. La casa de unos antiguos miembros de la OAS cuya terraza terminaba en el mar. Decían ser exiliados.
143
Me acuerdo de las cenas pantagruélicas con Fernando en un restaurante gallego de la calle Marqués de Zafra.
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Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2021 a las 01:40 | {2}