Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


Grafismo japonés 1920-1930 nº 8
Grafismo japonés 1920-1930 nº 8

XXVII
     Miro las primeras nieves. Me quiero acordar de algo. Una mirada entre la gente. Una gran avenida. No aseguro que sea este el recuerdo. No sé ni si existe o es más bien una ilusión cinematográfica, el símbolo del azar en la gran ciudad, dos seres que no se conocen y que por una serie de avatares fortuitos acaban encontrándose en un lugar importante para ellos y para los espectadores pero se encuentran sin andar buscándose, cada uno buscaba a otro. Esa ausencia en la sala de cine y tras la gran pantalla. Lluvia pienso -y siento-, los asfaltos brillan, el olor del frío. Lejos de la ciudad ahora, en una casa de campo. Podría ser feliz en ese momento. No sé muy bien. Se lo digo en ocasiones a Hamlet, cuando camina turbado y noto en sus orejas que la duda le atenaza, sean cuales sean las lealtades de Hamlet, aquello que ha violar en su código, la medida de la traición. Se lo digo en esas ocasiones. Le digo: es cierto que hay un hilo conductor de la existencia y también que hay zonas de la existencia de una independencia aterradora con respecto al hilo al que se encuentra enhebrada. Planetas exógenos, justo en el límite de un sistema, a punto de no pertenecer a él. Entonces, aquel día, en la casa de campo, en un día helador. Dentro se asan los corderos. Soy joven. Ella es joven. Somos todos jóvenes. En una meseta. Lejos de las Cícladas. Muchos años después. El primer intento de ser uno más.

     No volveré a ver el mar. Cuando me asalta ese pensamiento es cuando más siento que el tiempo tiene un fin. Luego voy a la panadería y allí se encuentra C. una muchacha panadera. No tendrá más de veinticinco años. Tiene un cuerpo redondo y una cara redonda. Su cara me recuerda en ocasiones a la luna. Es coqueta. Se viste para un mozo, M., -que a veces viene a casa para hacer alguna chapuza-, con descaro y muestra su generoso canalillo en los días calurosos del verano y en los inviernos se ciñe mucho el mandil generando con sus apreturas una especie de lección de la curva en el cuerpo femenino. Es grato no ser el sujeto de su atención. Es grato que ella no me atienda en absoluto como macho sino como a abuelillo  porque eso convierte mi mirada en pura. Admiro desde lejos, desde el horizonte -como se admira el perfil de una costa al que se va a perder de vista y no se va a volver a ver jamás-.

     Existencias hilvanadas -o enhebradas-. La existencia de la casa de campo. Asado el cordero. Sacamos un buen vino. Yo siempre estaba de invitado. Es más difícil recibir que dar. La deuda siempre es más difícil. La casa de campo. Los primeros años. Ella y yo jóvenes. Sentí el deseo de compartir mi vida con ella. Decir Ella, es decir Un Mundo. El Otro siempre es Un Mundo. Decidimos compartir mundos. Se lo digo a Hamlet del que sospecho que está valorando la posibilidad de escaparse. Le digo lo que acabo de escribir: si vas a por Otro, vas a por un Un Mundo. Hamlet me mira. Cierra los ojos. Hamlet no había nacido cuando ocurrieron los hechos de la casa de campo.

     
     Aquella existencia de la casa de campo pertenece a una de las zonas que se encuentran en el límite del hilo conductor de una existencia. Se podría calificar de exoexistencia. Todo es vago. Ligeras luminarias. Hubo manglar y luciérnagas. Hamlet duerme.
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/12/2020 a las 18:07 | Comentarios {0}


Orfeo y Eurídice de Pedro Pablo Rubens. 1636-1638
Orfeo y Eurídice de Pedro Pablo Rubens. 1636-1638
     Hoy se va a quedar ahí. Por diciembre, digamos. Por la espuma. Sí, sí, el cielo estaba hermoso. Bandadas de nubes. El sol... a mi espalda, el sol, digo, se estrellaba contra los amarillos de las hierbas altas, moribundas, y rebotaba en un cielo añil, un cielo de nubes añiles como algunos cielos de van Gogh, como algunas de sus nubes... ese mundo que existe... ese mundo de tierra, matorral y bosques de encinas... existe en este día de diciembre... diciembre. Oigo fuera a los cachorros. Todo para crecer. Hoy se va a quedar ahí. Porque hubo un tiempo también de extrañas pasiones, búsquedas, un día lejos, muy lejos, parece que hace siglos y fue casi ayer... eso del tiempo... lo que viene siendo. Son los primeros días fríos... será eso... que son los primeros días fríos... En la tarde, cuando declinaba el sol, me he quitado el gorro, el gorro gris, el de los inviernos -probablemente perfeccionado térmicamente-, me lo he quitado, digo, en el camino; el frío es dichoso; la respiración del frío, en un lugar alto como en La Montaña Mágica con Castorp, se apellidaba Castorp... el sanatorio para enfermos tuberculosos, Ese frío. Esa exhalación del calor interno... lo leve del vaho... Hoy se va a quedar en esa contemplación, cuando luchaba por venir a mi cabeza, a mi memoria, el nombre de la mujer, de madame... madame Cau... Hoy se va a quedar ahí, minucioso, una contabilidad, alguna forma de contar sean números o historias... Termina el otoño... en el adviento he visto la declinación de la luz cuando caía... en estos tiempos que llegan más allá de los primeros cristianos, donde los paganos... cuando los paganos... la noche más larga, el renacer del Sol... en lo alto, desde hace un tiempo, os saludo... Noche y Día... como amigos os saludo... no sois dioses... sois amigos... Voy a beber agua... aquí, en mi rincón, en un lugar del mundo... En el último tramo del camino siempre refresca. Estoy convencido que, bajo la roca, las aguas freáticas se encuentran muy cerca, y pienso que si hubiera un corrimiento de tierras  o un desprendimiento, haría falta muy poco para que nos encontráramos suspendidos ante un abismo, como si estuviéramos en la parte exterior de la cúpula de San Pedro y al fondo viéramos no la cruz en sus tres dimensiones sino un inmenso lago negro, de aguas a las que nunca les dio la luz... Hoy... madame Cauchat... Clawdia... Clawdia... Hoy se va a quedar ahí, ahora, ahí...

Ensayo

Tags : Reflexiones Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/12/2020 a las 19:35 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


Alegoría del triunfo de Venus (También titulado: Venus, Cupido, La Locura y el Tiempo. E incluso: El descubrimiento de la lujuria). Angelo Bronzino ca. 1540
Alegoría del triunfo de Venus (También titulado: Venus, Cupido, La Locura y el Tiempo. E incluso: El descubrimiento de la lujuria). Angelo Bronzino ca. 1540

XXVI
     Mi sobrino viene. M. le ha contado nuestra relación. Le pregunto si viene por eso o si aprovecha la visita para ponerme al corriente. Mi sobrino está serio. Parece sentirse herido. Sólo le digo, No tengo que darte explicación alguna y si eso es lo que buscas sal por esa puerta y no vuelvas hasta que dejes de buscar gilipolleces. Sonríe mi sobrino y me dice, Viejo verde. Yo le doy una palmada en la espalda y me voy a hacer un café mientras él sirve dos copas de cognac.

     La soledad es una esposa recta. No tiene el don del cariño y tampoco se le espera. Algunas mañanas me tira de la cama y hace que me mire desnudo en el espejo mientras ella ríe por su lozanía. Porque la soledad siempre es joven. Yo soy viejo y me agrada serlo siempre y cuando sea capaz de valerme por mí mismo y controle mis achaques con mis manos.

     Me aboca a la belleza. Observo las luces quebradas del atardecer o el contraposto de una escultura de Miguel Ángel, la gracia del movimiento en el mármol... La pietá... una de ellas. Camino por el mundo, cogido de su mano. Airosa siempre ella. Todos estamos solos, limitados por nuestra membrana. Leves acercamientos. Nunca estuve en un sistema venoso ajeno.

     Me susurra en sueños teorías del tiempo. Me succiona la verga con su boca universal. Calla. Se acurruca. Se marcha algunos días y entonces siento la compañía de mi sobrino o de M. o de las gatas o de los perros o de dos pajarillos que hoy volaron a mi vera durante unos metros, felices, ajenos a mí, no tanto yo a ellos.

     Mi sobrino se envuelve en su bufanda y se marcha más calmado. Cuesta entender que ningún ser humano tiene dueño. Si sólo consiguiera mostrarle esa posibilidad... tan sólo ésa.

     Estamos solos, amor, tan solos. Vamos. Hoy no conseguirás que me mire en el espejo. Vamos a dormir, joven amante, eternamente joven, siempre renovada...
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/11/2020 a las 19:36 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


María Magdalena en éxtasis. Caravaggio. 1610
María Magdalena en éxtasis. Caravaggio. 1610

XXV*
     Las flores mueren pronto...

     El viaje de las energías...

     La Vía Láctea imaginada como un gran chorro de flujo de la diosa...

     Benditos los pobres porque ellos sabrán saborear un trozo de pescado...

     No imagino muerte mejor que conocerla...

     Se diluye el sueño. El monte ahíto de animales. Me enseña el coño y canta melismas o gime Aleluya. Luego grita, ¡Job, Job, Job!..

     Derretidos los polos ya no merece la pena pedir un helado de crema...

     A veces, en la madrugada -en la Alta Madrugada- Hamlet sueña con una perra que se llamara Ofelia...

     Ya llego, Muerte, a tu seno. Acógeme con el amor que tantas mujeres me brindaron, cuyas copas me ofrecieron y de las cuales yo libé como zángano en la primavera de una pradera...

     Retoza mi soledad y se enorgullece de tenerme prieto a su alrededor...

     Ya no volverán las golondrinas...

     Vi la corza en la carretera. Derraparon sus pezuñas. Volvió al bosque. Estaba viva...

     ¡Aprendendamos las trece lecciones sobre la Tiranía!..

     Aglaya maúlla bajo la casulla de un viejo zar...

    Los misterios del espacio/tiempo. La histología. Mirarnos a los ojos Euphosine y yo y sentir en los suyos el conocimiento carnal, hondo, de ser el uno en la otra, más que uña y carne, almohadilla y garra...

     ¡Dadme el amanecer para que pueda exclamar en la noche: la tarde está tan bonita!..

     La estilográfica de madera. Loza. Papel con notas. Prisma. Nocturno. Donjuan...
....................................................

* Este epígrafe XXV  de las Memorias -si así puedo llamar estos textos de Isaac Alexander aunque también podría definirlos como Apuntes o Momentos- son fieles al propósito del autor porque los puntos suspensivos corresponden a la continuación del texto que Isaac ha tachado con tan sólo una línea como si quisiera, tachando de forma tan leve, poder volver a leerlos para, si fuera el caso, recuperar algo de lo escrito. No lo hizo.
He de reconocer que varias de las continuaciones merecerían haberse recuperado pero ¿quién soy yo, simple compilador, para dar a la luz lo que el autor abortó?

 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/11/2020 a las 13:45 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


La cena en Emaus de Rembrandt. 1629
La cena en Emaus de Rembrandt. 1629

XXIV
 
     Canto a los colores quebrados de la tarde y porque canto sigo vivo a pesar de mis años, a pesar de la tarde; canto apoyado en mi cayado viejas canciones de amor y guateque y cuando canto esas viejas canciones huelo el cabello de S. a sus quince años -yo con dieciséis- mientras giramos el uno alrededor del otro en un salón antiguo, bisoños nosotros en todo para el amor; canto la vida que ha pasado; canto la dignidad de haber vivido; canto por el camino en donde la soledad parece absoluta; canto para no molestar a los pájaros con mi silencio porque ellos cantan y hasta el parpar del pato, a esa hora de la tarde, es canto.

     Ya queda poco de cabeza despejada y dedos ágiles; queda poco para que llegue el día en el que la pereza venza a la diligencia y me quede sentado en la butaca observando desde el interior cómo el luciente farol se esconde tras el monte desde el que yo, hasta entonces, le había despedido y había esperado que apareciera por el lado contrario la nevada luz de la noche a la que saludaba con las manos juntas e inclinada la cerviz. Y luego descendía. Y luego dormitaba. Sueño de un hombre viejo que ha sido feliz.
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/11/2020 a las 20:19 | Comentarios {0}


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