Autor Miguel Hernández
Encarnación:
A solas vengo a manar,
como una fuente de enojos,
por la raíz de los ojos
un pequeño y largo mar.
En este quieto lugar
me quejaré quietamente,
y ante el silencio presente
que el agua puebla y mitiga,
la queja que yo no diga
la dirá por mí la fuente.
Quéjate ya, corazón,
de par en par malherido,
ciervo de muerte vestido
y de desesperación.
Aquí mi queja y su son
compañera transparente
ha encontrado de repente,
y entre fatiga y fatiga,
la queja que yo no diga
la dirá por mí la fuente.
Quiero deshogar el pecho,
donde mi vida se ahoga
oprimida de una soga
que el amor de esparto ha hecho.
Corazón insatisfecho,
en los pulsos de mi frente
tu movimiento se siente,
y como a quejas me obliga,
la queja que yo no diga
la dirá por mí la fuente.
Suena el silencio a lamento
sobre el agua descubierta,
que tiene rota la puerta
de su eterno nacimiento.
Suena a cristal triste el viento,
y mi corazón vehemente
suena cristalinamente,
y como el agua se amiga,
la queja que yo no diga,
la dirá por mí la fuente.
No quisiera, corazón,
fuente de sangre violenta,
quejarme más, porque aumenta
con mi queja mi pasión.
Pero aunque de un empujón
se fuera con la corriente
el acento adoleciente
que mi sentimiento abriga,
la queja que yo no diga
la dirá por mí la fuente.
Que ya no sueño.
Sólo son pesadillas
las que me tengo
Como si fueras espuma, verte. Trasladarme a un lugar donde todo sea espuma y al serlo todo saber entonces que te estoy viendo. Que seas espuma. Todas las espumas.
Si fueras toda la espuma que en el mundo ha sido tendría la seguridad, sabría que algo de ti hay en ella (quizá no todo, quizá tan sólo una pompa de una espuma que se hinchó por un soplo de mistral).
A esto me dedico. Te imagino siendo leve, tú que tanto me pesas. Hoy imagino que eres espuma, mañana serás pluma y dentro de un tiempo ni éter. Vacío puro. Vacía.
Vuelo hacia ti sin alas. Con la imaginación vuelo. Con las ganas.
En el cielo rojo de esta tarde de mayo; sobre la cresta de los gallos; en la mísera lágrima de un déspota; hay en los destellos de una memoria frágil y en los dedos que se alaban por ser prestidigitadores; hay en todos esos instantes un aluvión de ti. No sé si te volveré a ver porque la vida sorprende cuando menos te lo esperas y quizás antes de que acabe estas letras haya muerto o me haya convertido en otro víctima de una dolencia cerebral. Eso tiene la vida, te escribo, a ti que un día me secreteaste el misterio del movimiento de los océanos. Eso tiene.
Ahora he de cerrarme en mí mismo, no drogarme en absoluto, mantener el control ante todo, serenarme frente a la vasta extensión roja; ahora he de cruzarme de brazos, cerrar, quizá los ojos e intentar que la mente se serene como cuando en un momento de nervios la mano de la amada coge la tuya y ese simple movimiento atempera la carrera de la sangre por la venas y anuncia que el látigo del corazón sólo es latido.
Vuelo hacia ti sin alas. Con la imaginación vuelo. Con las ganas.
Saluda a lo que haya de ser. En el saludo podría quedar un resto de cortesía. El saludo no tendría por qué ser una muestra de alegría o de esperanza. Podría perfectamente ser un saludo donde se refleje toda la angustia existencial, un saludo que inquiriera ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Por qué apenas tengo recuerdos?
Saluda con la fe ciega en un gesto. Saluda porque sabe que es eso lo que siempre se ha hecho. Hasta a las tumbas abiertas se saluda. Saluda mientras ve los campos alfombrados de flores silvestres y sabe que son flores de un día (quizá tan sólo flores de unas horas), alimento de vacas, sostén de abejas, grandes depósitos de libaciones. Saluda sin la frente alta. Saluda con mandalas no siendo propio de su cultura semejante forma sagrada de conectar con el mundo. Saluda y se sienta y al sentarse siente el gran cansancio de llevar tantos años vivo. Saluda porque ha sido vencido y ya no le quedan fuerzas para mantener quietas las manos.
La noche no debió ser grata. Un monstruo, seguramente una de las Erinias, arañó su espalda y al despertar se ha encontrado los restos de sangre y de pellejo. Su sangre y su pellejo.
¿Deberá correr el destino de Ifigenia?
¿Saludará con una banderita blanca?
¿Saludará a la nada desde un lugar que no es nada para el cómputo en eones del destino?
¿Saludará sin llorar? ¿Saludará sin dejarse arrastrar por la perversión de la sensibilidad que se convierte en sensiblería? ¿Saludará sin ser cursi? ¿Saludará con cortesía? ¿Saludará con cortesía?
Esos han sido los mimbres del día. El esfuerzo, de nuevo, ha tenido que ver con la indulgencia. Se apacigüe el mundo suyo. Llegue la noche a su cenit. Se envuelva el rocío en niebla. Le asalte por fin la estación del ardor.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/05/2022 a las 19:15 | {0}