¿Vendrá la luz y dirá? Entre la oscuridad, pregunta.
O será en la mañana o mientras conduce por una carretera de montaña que se inicia en un hoyo y luego se eleva.
No tendrá razón (principios de razón) e intuirá que la historia de víctimas históricas que ahora se cuenta de las mujeres, no es cierta (la historia nunca es cierta). Porque la especie siempre es injusta con sus individuos (y si los individuos tienen nombres más aún).
Es cierto: a través del cristal esmerilado ve a la mujer ducharse. Y su silueta y sus movimientos y su cabello mojado le resultan belleza opaca.
No se atreve a girar un poco más rápido.
Piensa: ¿esta crítica a la victimización de la mujer es rencor o es intuición de idea?
También piensa: esta idea que se aposenta lentamente, dulcemente se diría, ¿es claridad? Y piensa: ¿No es más cierto que la relación entre las mujeres y los hombres ha sido -y es- equilibrada? Que no se puede coger como ejemplo la conducta animal de unos machos para hacerla extensiva a todos los hombres. Y también: que la literatura enseña más de las relaciones entre mujeres y hombres que la historia. No entre la sociedad y las mujeres. No.
Al principio miraba la ducha de la mujer tras el cristal esmerilado con cuidado, escondiéndose él, más como espía que como observador. Entonces, un día, pensó: Ella podría bajar la persiana. Ella debe saber que cuando la luz incide sobre un cristal esmerilado permite la visión aunque borrosa de dentro. Y miró de frente, sin visillos de por medio. Miró fumando un cigarrillo. Lo más cerca posible del cristal esmerilado. Y pensaba: Si un día me dijera, ¿Usted me mira mientras me ducho? ¿No le da vergüenza?, respondería, No siento vergüenza ninguna. ¿Cómo me va a avergonzar disfrutar de la belleza?
Escuchado cuando he ido a por el pan (hace diez minutos). Una mujer vieja, pintarrajeada como una puerta.
Mujer vieja:
¡Mierda de sol que no me deja ver el móvil!
Glosa:
¿No sería más sensato (incluso sabio) decir: mierda de móvil que no se ve con el sol?
Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación. Libro Tercero. Del mundo como representación. Segunda consideración. La representación independientemente del principio de razón: la idea platónica: el objeto del arte. Editado por Akal, 2011. Traducido por Rafael-José Díaz Fernández y Mª Montserrat Armas Concepción
Laocoonte y sus hijos (detalle)
La angustia de Laocoonte se produce cuando las serpientes Caribea y Porce emergen de las aguas y devoran a sus hijos. Laocoonte se lanza a luchar contras las serpientes y también resulta devorado. Este hecho luctuoso ocurre durante la guerra de Troya y lo cuenta Virgilio en la Eneida.
§ 46
Es evidente que Laocoonte, en el célebre grupo escultórico, no grita, y la sorpresa general, siempre recurrente, que esto causa proviene de que, en su situación, todos gritaríamos. Así lo exige también la naturaleza, pues en el dolor físico más agudo y en la angustia corporal más intensa, cuando ésta se presenta de manera súbita, toda reflexión, que en otras circunstancias podría aconsejarnos una resignación silenciosa, queda enteramente suprimida de la conciencia, y la naturaleza se desahoga gritando; con los gritos expresa a la vez el dolor y la angustia, llama a quien pueda salvarla y espanta al agresor. Ya Winckelmann echó en falta la expresión del grito, pero en su deseo de justificar al artista hizo realmente de Laocoonte un estoico que no consideraba acorde con su dignidad gritar secundum natura, añadiendo al dolor la inútil coacción de reprimir su exteriorización. Por eso, Winckelmann ve en Laocoonte el espíritu probado de un gran hombre que se enfrenta a su martirio y trata de reprimir la expresión de sus sensaciones y ahogarla dentro de sí; no prorrumpe en grandes gritos, como ocurre en Virgilio, sino que sólo se le escapan suspiros de angustia. Lessing criticó esta opinión de Winckelmann en su Laocoonte: sustituyó la razón psicológica por la puramente estética: la belleza, es decir, el principio del arte antiguo, no admite la expresión del grito. Lessing añade otro argumento: un estado totalmente pasajero e incapaz de prolongarse no debe ser representado en una obra de arte inmutable. [...]
No puedo menos de sorprenderme de ver cómo hombres tan reflexivos y perspicaces se han esforzado tan penosamente y han ido a buscar tan lejos razones insuficientes, argumentos psicológicos y hasta fisiológicos para explicar un asunto cuya razón está muy próxima y es evidente para el espectador imparcial. [...]
Antes de cualquier investigación psicológica y fisiológica sobre si Laocoonte en su situación gritaría o no (cuestión a la que yo respondería de manera absolutamente afirmativa), hay que empezar declarando que la acción del grito no puede ser representada en el grupo [escultórico] que nos ocupa por la sencilla razón de que su representación cae fuera del dominio de la escultura. No se puede representar en mármol a un Laocoonte que grita; a lo sumo se le podría haber representado abriendo la boca e intentando gritar sin resultado, un Laocoonte cuya voz se ahoga en su garganta, vox faucibus haesit (Virgilio, Eneida, 2, 774). La esencia, y por consiguiente, también el efecto del grito en el espectador consiste exclusivamente en el sonido, y no en estar con la boca abierta. Este último fenómeno, inseparable del grito, ha de estar motivado y justificado por el sonido que lo ha producido; entonces es aceptable y hasta necesario como característica de la acción, aunque perjudique la belleza. Pero sucede que en las artes plásticas la representación del grito es totalmente extraña e imposible; además, la condición del grito, esa abertura violenta de la boca que trastorna las facciones y el resto de la expresión, sería realmente incomprensible; pues entonces, y al precio de muchos sacrificios, tendríamos ante nosotros el medio, mientras que el fin, es decir, el grito mismo, junto con su efecto en el ánimo, quedaría inexpresado. Es más: se produciría de este modo el espectáculo siempre ridículo de un esfuerzo fracasado.
§ 46
Es evidente que Laocoonte, en el célebre grupo escultórico, no grita, y la sorpresa general, siempre recurrente, que esto causa proviene de que, en su situación, todos gritaríamos. Así lo exige también la naturaleza, pues en el dolor físico más agudo y en la angustia corporal más intensa, cuando ésta se presenta de manera súbita, toda reflexión, que en otras circunstancias podría aconsejarnos una resignación silenciosa, queda enteramente suprimida de la conciencia, y la naturaleza se desahoga gritando; con los gritos expresa a la vez el dolor y la angustia, llama a quien pueda salvarla y espanta al agresor. Ya Winckelmann echó en falta la expresión del grito, pero en su deseo de justificar al artista hizo realmente de Laocoonte un estoico que no consideraba acorde con su dignidad gritar secundum natura, añadiendo al dolor la inútil coacción de reprimir su exteriorización. Por eso, Winckelmann ve en Laocoonte el espíritu probado de un gran hombre que se enfrenta a su martirio y trata de reprimir la expresión de sus sensaciones y ahogarla dentro de sí; no prorrumpe en grandes gritos, como ocurre en Virgilio, sino que sólo se le escapan suspiros de angustia. Lessing criticó esta opinión de Winckelmann en su Laocoonte: sustituyó la razón psicológica por la puramente estética: la belleza, es decir, el principio del arte antiguo, no admite la expresión del grito. Lessing añade otro argumento: un estado totalmente pasajero e incapaz de prolongarse no debe ser representado en una obra de arte inmutable. [...]
No puedo menos de sorprenderme de ver cómo hombres tan reflexivos y perspicaces se han esforzado tan penosamente y han ido a buscar tan lejos razones insuficientes, argumentos psicológicos y hasta fisiológicos para explicar un asunto cuya razón está muy próxima y es evidente para el espectador imparcial. [...]
Antes de cualquier investigación psicológica y fisiológica sobre si Laocoonte en su situación gritaría o no (cuestión a la que yo respondería de manera absolutamente afirmativa), hay que empezar declarando que la acción del grito no puede ser representada en el grupo [escultórico] que nos ocupa por la sencilla razón de que su representación cae fuera del dominio de la escultura. No se puede representar en mármol a un Laocoonte que grita; a lo sumo se le podría haber representado abriendo la boca e intentando gritar sin resultado, un Laocoonte cuya voz se ahoga en su garganta, vox faucibus haesit (Virgilio, Eneida, 2, 774). La esencia, y por consiguiente, también el efecto del grito en el espectador consiste exclusivamente en el sonido, y no en estar con la boca abierta. Este último fenómeno, inseparable del grito, ha de estar motivado y justificado por el sonido que lo ha producido; entonces es aceptable y hasta necesario como característica de la acción, aunque perjudique la belleza. Pero sucede que en las artes plásticas la representación del grito es totalmente extraña e imposible; además, la condición del grito, esa abertura violenta de la boca que trastorna las facciones y el resto de la expresión, sería realmente incomprensible; pues entonces, y al precio de muchos sacrificios, tendríamos ante nosotros el medio, mientras que el fin, es decir, el grito mismo, junto con su efecto en el ánimo, quedaría inexpresado. Es más: se produciría de este modo el espectáculo siempre ridículo de un esfuerzo fracasado.
Invitados
Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/05/2013 a las 11:47 | {0}Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo) 1936. Escrito por Antonio Machado. Editado por Clásicos Castalia. 1985. Edición de José María Valverde.
Pag. 65
Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: "Nadie es más que nadie". Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre.
Así hablaba Mairena a sus discípulos. Y añadía: "¿Comprendéis ahora por qué los grandes hombres solemos ser modestos?".
Antonio Machado y sus mundos
Invitados
Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/05/2013 a las 13:56 | {0}Invitados
Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/05/2013 a las 17:42 | {0}
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
Cuentecillos
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/05/2013 a las 10:09 | {0}