Érase una vez un joven que se enamoró de la desnudez y del mar. Fue tanto su enamoramiento que se fue a vivir a una isla y en la isla encontró una cala y en la cala una cueva que se hallaba en la ladera de un monte que iba a morir al mar. El joven se dedicó la primera mañana a recoger paja y piedras y con ellas se hizo un lecho. La paja la cubrió con una vieja tela que siempre llevaba consigo. Era una tela que tenía bordado el árbol del Mundo. Era una tela de color azul. En un rincón -cerca de la boca de la cueva- hizo un hogar donde poder cocinar su alimento. Todo su alimento era arroz integral y té. El joven volvió a salir y recogió leña que amontonó al fondo de la cueva. Su equipaje era un saco de dormir, una muda, dos camisetas, dos pantalones -uno corto y otro largo-, un jersey, un chubasquero, dos pares de zapatillas, un tubo de dentífrico, un cepillo de dientes, un botiquín de primeros auxilios, un espejillo, un cuaderno, dos plumas y dos tinteros -uno de tinta azul y otro verde-, dos libros: La Biblia de Jerusalem y la Historia Natural de Plinio, un bidón para el agua, una navaja, una cuchara de madera, un manojo de velas, un telar para hacer pulseras de hilo, hilos de varios colores, tabaco de liar, papelillos y cerillas. El joven dejó la ropa dentro de la mochila, fue sacando los demás enseres y los distribuyó por el espacio de la cueva que tendría unos seis metros desde la entrada hasta el fondo por cuatro metros de pared a pared. Cuando hubo terminado de hacer la distribución bajó -por un sendero- hasta la cala. El día se había hecho corto y ya era la tarde. Una tarde de septiembre, en una isla del mediterráneo. El joven desnudo era bello porque lo bello de los jóvenes es su juventud. Tenía los cabellos largos y castaños. Su piel estaba bronceada. Sus ojos eran grandes, oscuros. Su boca se dibujaba nítida. Su torso era muy delgado. Su sexo se aposentaba cálido entre sus muslos; unos muslos que como fuste de columna empujaron con delicadeza las aguas del mar. El joven se bañó. La cala miraba a poniente. Antes de que anocheciera se acercó a las ruinas de una casa donde había un pozo. Sacó agua. La vertió en el bidón y volvió a su cueva. La primera noche cayó y un mundo de estrellas cubrió la naturaleza: el joven cocinaba su arroz, las olas lamían la arena, una brisa dulcísima interpretaba sonidos en árboles, matorrales, caminos y piedras. Tras cenar dedicó un rato a su labor de artesanía y fabricó en su rudimentario telar seis pulseras de hilo. Fumó un cigarrillo en la entrada de la cueva, intuyendo el mar -la luna era nueva-, buscando las constelaciones que conocía, afinando su oído para ubicar a la cigarra que cantaba.
Para quien quiera saber
el alma se me ha descompuesto en varias ocasiones
Magníficas descomposiciones, todo hay que decirlo
Con unos olores sutiles a pie de atleta
y unos dolores que inmovilizan el giro
Para quien quiera saber
el alma se corrompe si el cuerpo no la alimenta
Quisiera cantar melismas gratos
o agitar como trovador el aire con mi zanfoña
Quisiera ver el último torbellino del maelström y ser yo quien cae hacia el abismo y escucharme cantar desafinado como ya hizo Joao Gilberto cuando innovó la samba con la bossa nova y al introducir acordes de jazz creyeron los puristas que el buen señor desafinaba
Para quien quiera saber
el alma a veces se fagocita;
a veces el alma no se atreve
y cae dormida, desmembrada como la otra tarde en la que mis dedos recorrieron las teclas como si fueran las de un piano, en realidad eran las de un piano y me resultó precioso cómo sonaba el gran ser
Para quien quiera saber
voy vestido de blanco
y he recorrido el camino con la cabeza alta, mirando al frente y así he visto los colores de esta tarde ya en la agonía de la primavera; en el cielo las nubes; en el aire los insectos; en el suelo pisadas, huellas, rastros, pistas de bicicletas.
Tengo el sueño de la madrugada
Hay un herido
El amo anda escondido por los montes
Alguien empieza a hilar
Todo lo dicho era cierto
el alma se me ha descompuesto en varias ocasiones
Magníficas descomposiciones, todo hay que decirlo
Con unos olores sutiles a pie de atleta
y unos dolores que inmovilizan el giro
Para quien quiera saber
el alma se corrompe si el cuerpo no la alimenta
Quisiera cantar melismas gratos
o agitar como trovador el aire con mi zanfoña
Quisiera ver el último torbellino del maelström y ser yo quien cae hacia el abismo y escucharme cantar desafinado como ya hizo Joao Gilberto cuando innovó la samba con la bossa nova y al introducir acordes de jazz creyeron los puristas que el buen señor desafinaba
Para quien quiera saber
el alma a veces se fagocita;
a veces el alma no se atreve
y cae dormida, desmembrada como la otra tarde en la que mis dedos recorrieron las teclas como si fueran las de un piano, en realidad eran las de un piano y me resultó precioso cómo sonaba el gran ser
Para quien quiera saber
voy vestido de blanco
y he recorrido el camino con la cabeza alta, mirando al frente y así he visto los colores de esta tarde ya en la agonía de la primavera; en el cielo las nubes; en el aire los insectos; en el suelo pisadas, huellas, rastros, pistas de bicicletas.
Tengo el sueño de la madrugada
Hay un herido
El amo anda escondido por los montes
Alguien empieza a hilar
Todo lo dicho era cierto
Sobre el Exilio interior hablaba y una muy querida lectora me comentó que lo hice extrañamente. Escribir como se habla, era lema de la preceptiva de Juan de Valdés. Hay días en los que construyo el relato sobre varias fuentes. Imagina, querida, que tengo sobre mi mesa varios libros y en mi mente bulle una idea -por ejemplo exilio interior-; esos libros alimentan esa idea y como si invocara el espíritu de las palabras, se produce una sinergia entre las páginas que señalo al azar y la idea que quiero desarrollar. Así a veces construyo el relato. Me parece forma adecuada a la vida: azar escrito, dedo que señala, confluencias.
Supongamos la palabra paganus que en su significado original quiere decir: habitante de un pago. Cómo luego va derivando hasta su significado de infiel se debe a causas absolutamente ajenas al origen. ¿Si no hubiera triunfado el cristianismo en la Roma partida se habría llegado a ese significado último? ¿Si San Agustín no hubiera optado por un latín cercano a la gentes, el latín que se habla en su tiempo, desdeñando el latín clásico o puro, querría significar hoy pagano infiel?
Dicen que las lenguas romances provienen del latín llamado vulgar. Grandes lingüistas rechazan esa idea e incluso se preguntan a qué se refieren -quienes defienden esa idea- con el adjetivo vulgar.
También hay quienes defienden la españolidad de los Sénecas, Marcial, Lucano. Como si España ya fuera esencia, substancia en los tiempos de la Roma Imperial. Exuberancia cordobesa, dicen.
Hoy construyo sobre retazos. No quiero tejer urdimbre que una los párrafos (por eso establezco entre ellos un doble espacio en blanco). Sin embargo creo que un hilo invisible (o inasible) los une. Un hilo que yo desconozco como desconocía la estrecha unión que entre la altura del diapasón chino y mi estado de ánimo existía el domingo 12 de junio de 2016.
Hoy construyo deconstruido.
Hay algo de ausencia en la construcción y restos de tartesos.
Supongamos la palabra paganus que en su significado original quiere decir: habitante de un pago. Cómo luego va derivando hasta su significado de infiel se debe a causas absolutamente ajenas al origen. ¿Si no hubiera triunfado el cristianismo en la Roma partida se habría llegado a ese significado último? ¿Si San Agustín no hubiera optado por un latín cercano a la gentes, el latín que se habla en su tiempo, desdeñando el latín clásico o puro, querría significar hoy pagano infiel?
Dicen que las lenguas romances provienen del latín llamado vulgar. Grandes lingüistas rechazan esa idea e incluso se preguntan a qué se refieren -quienes defienden esa idea- con el adjetivo vulgar.
También hay quienes defienden la españolidad de los Sénecas, Marcial, Lucano. Como si España ya fuera esencia, substancia en los tiempos de la Roma Imperial. Exuberancia cordobesa, dicen.
Hoy construyo sobre retazos. No quiero tejer urdimbre que una los párrafos (por eso establezco entre ellos un doble espacio en blanco). Sin embargo creo que un hilo invisible (o inasible) los une. Un hilo que yo desconozco como desconocía la estrecha unión que entre la altura del diapasón chino y mi estado de ánimo existía el domingo 12 de junio de 2016.
Hoy construyo deconstruido.
Hay algo de ausencia en la construcción y restos de tartesos.
Esa era la idea. Esta mañana. De repente el tiempo desaparece. También la idea. También el gran poeta hebreo Judá Ha-Leví. Era esta mañana. Intentaba poner en orden la idea. Recuerdo que todo empezó con la palabra enigma (porque Clara Janés hacía referencia al enigma de la vida en su discurso de aceptación del sillón U en la Real Academia de la Lengua). Me fui a los diccionarios. Aún me voy a veces a los diccionarios. Como si todavía pudiera hacer algo con el tiempo que me queda. A veces lo intento. Te juro que a veces lo intento. Esforzarme (pero me tiran mucho las ideas de William Blake y de los ranters. Las ideas anarquistas me tiran mucho. También a veces me tira mucho la sensación de fracaso y esa otra idea de que quizá sea razonable no haber llegado a ningún sitio. A lo mejor soy en la literatura como en el ajedrez: pura imprecisión). De ahí, a lo mejor, la idea del exilio interior. Pienso ahora en el médico y ministro de Alfonso VI, el judío Yoseb b. Ferrusiel que era conocido con el afectuoso nombre de mio Cidiello. El domingo por la tarde me ocurrió un estado de ánimo que quizá sea origen de este deseo matutino de escribir sobre el exilio interior; el domingo por la tarde sentí -como a veces siento, con una gravedad sin la más mínima pizca de humor- que nunca sabría de mi vida y al mismo tiempo que tenía este sentimiento, de inmediato, como geiser, surgía otro que me decía, ¿Qué vida? ¿De quién esa vida? Y el domingo por la tarde me iba hundiendo. Iba sintiendo una tristeza que podría compararse con el sonido fundamental de la cosmología musical china, el llamado hwang-tchong . Al parecer este sonido había sido fijado en la época clásica por una norma sagrada de un pie de 0,2328m. El sonido de este tubo representa el primer diapasón conocido. Era un la sostenido (366 vibraciones dobles). Este la sostenido era yo el domingo por la tarde. Este la sostenido era una profunda dejación de mí, esa tarde. Luego cometí un error. O quizá fue un acierto. Porque en eso consiste el exilio interior: no estar en ti nunca. Haberte desterrado de ti mismo. Aunque ese ti mismo sea una invención, una construcción o como diría el bueno de Schopenhauer una representación de algo que podrías ser; eso que aquí en occidente se denomina Yo. Digo entonces que el domingo ya en la noche, de vuelta del paseo que hago como un adicto por los bosques que circundan el lugar que habito, cometí ese error o ese acierto. Así quizá se construyen las tragedias. O los olvidos. Yo hay noches en las que me ahogo. Sé que ese ahogarse es tan irreal o tan patético como la exultatio alegre o el simple pasar y cuando estoy así he aprendido a recluirme, a solazarme en ello porque sé que no es bueno compartir el ahogamiento -la representación del ahogamiento-. Quizá también de ese hundirse; de ese no respirar bien surgiera el título Exilio interior que adorna un nuevo texto probablemente lleno de imprecisiones que ahora tú, mi querido lector, estás leyendo. Como no conocemos las jardyas del inventor del género, el famoso ciego de Cabra -siglo X- ni de los primeros que tras él lo perfeccionaron, así yo tampoco conozco la tierra que de mí habito. Porque no es tierra mía. Es tierra de exilio. Me atemoriza adentrarme en ella. Me atemoriza no ser bien recibido porque un exiliado, un refugiado, seamos claros, nunca es bien recibido, es -por decirlo así- condición sine qua non del exiliado. El exiliado ha de sentirse lejano de su tierra y de la tierra que habita. Exiliarse en sí mismo es el más triste y desolador de los exilios. No te recibes a ti en una tierra que es tuya y que no sientes como tal. Eso era esta mañana. He de decir que los presagios se han ido cumpliendo como el amor de las doncellas que toman a su madre como confidente o como la primitiva lírica. Y ha tenido que ser en la madrugada (yo que todas las noches quiero acostarme pronto para levantarme temprano y aparentar ser una persona respetable y responsable y que noche tras noche me acuesto no antes de las tres de la madrugada, observando a un ser que no reconozco el cual hace cosas que yo no haría jamás si estuviera en mi tierra, en mi tierra interior
asséntose en tierra, tollióse el capiello,
en la mano derecha príso su estaquiello...
en la mano derecha príso su estaquiello...
hasta que una fuerza, probablemente mundana, me lleva a la cama y me mece hasta el sueño la idea de ser Odiseo. Busco mi patria, mi Ítaca, de vuelta de una guerra que jamás será escrita por Homero. ¡Ay, mi Ítaca! ¡Ay, Penélope! ¡Esperadme que ya muero!) cuando este exilio se escribe desde un interior extraño. La noche ha refrescado. La ausencia tiene nombre.
Los brazos ardían. Estaba tan lejos. No era la orilla. Era el límite. A veces, pensó. Luego pensó más alto, Una más. Los brazos se mueren. Lo intentó de nuevo. Sólo una más. Lo intentó de nuevo como el recién nacido que respira por vez primera tras su existencia de pez. No había más cadencia. El sol y una nube estaban fuera. Lo sabía. Una y otra vez lo sabía mientras le ardían los brazos en su vuelta al largo. Inspirar, pensó. Inspirar, volvió a pensar. ¿Qué es avanzar?, se preguntaba en mitad de la nada tras toda una vida vivida. Quizá fuera música. No se detuvo pero recordó algo, palabra tras palabra, exactamente cómo lo había escrito Athanasius Kircher [...] Así es como nace la admirable sinfonía del mundo; la sinfonía en la que la Tierra concuerda con la Luna, la Tierra celestial, el Agua con Mercurio y Venus, el Aire con Júpiter y Venus, el Fuego con el Sol y Marte, las piedras con Saturno, los metales con Júpiter, los zoófitos con Marte, los insectos con el Sol, las aves con Venus, los anfibios con Mercurio, y los cuadrúpedos con la Luna. Todo concuerda con todo en una maravillosa simpatía, ora entre ellos, ora con el alma racional, cuya enéada está compuesta de los cinco sentidos exteriores y los cuatro interiores: el común, el imaginativo, el apetitivo y el racional. Estos son completados por el Intelecto como décimo, de la misma manera que la otra, la enéada más pura, que comprende los nueve órdenes de ángeles, se convierte en la imagen completa de los ángeles y de Dios por la adición de la décima fuente, a saber, el Padre supremo de todo. Suya es la triple operación, de semejantes consonancia y armonía: la acción del mundo inferior con la naturaleza; de los cielos con los sentidos; y de los Ángeles con el intelecto. Aparece en la tétrada a través del simple poder del alma; en la enéada a través de los nueve sentidos, cinco corporales y cuatro incorpóreos; y en la icosihéptada (27) alcanza la idea de la consumación de todas las cosas, hasta que por medio de la intelección se convierte en Todo y así, braceando, ardiendo, sucumbido en las aguas, sin límite ni orilla, una respiración tras otra hasta el éxtasis, hasta la consunción, hasta el último adiós (ardidos los brazos, las lágrimas confundidas con el agua y la emoción, sin límite conocido).
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
Cuentecillos
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Cuento
Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/06/2016 a las 12:36 | {0}