Fragmento del relato de François Mauriac.
Thérése -una mujer que envenenó a su marido años atrás- va a visitar a un psiquiatra
Traducción de M. Bosch Barret (con ligeras variaciones).
Editado por Planeta en su colección Obras selectas de Premios Nobel 1988
Les Adieux. James Tissot (1871)
- Hace usted mal en fiarse de nuestras palabras. ¡Qué capacidad de mentira desarrolla en nosotros el amor! Tome usted las cartas de Azevedo que me devolvió cuando rompimos (Azevedo es un amante que tuvo Thérése una vez que la familia intentó encubrir el envenenamiento de su marido. Thérése se fue a vivir a Paris y allí inició una vida extraña para una mujer de provincias). Pasé una noche entera delante de ese paquete. ¡Cuán ligero me parecía! Había creído necesitar una maleta para contener toda aquella correspondencia... y pensar que toda ella cabía en un sobre grande... Lo puse ante mí. Al pensar en la cantidad de sufrimiento que aquel sobre representaba (se va usted a burlar de mí), sentí un sensación tan extraña de respeto y temor a un mismo tiempo (estaba segura, le hace a usted reír)..., que no me atreví a leer ninguna. Al final me decidí a abrir la más terrible; me acordaba de aquel día de angustia en el que la había escrito en el Cap Ferrat, era agosto; un simple azar me libró del suicidio aquella noche... Pues bien: al cabo de tres años cuando estaba por fin totalmente curada, aquella carta temblaba de nuevo entre mis dedos... Y puede creerme, doctor: me pareció tan anodina que creí que me había equivocado... Pero no, no podía dudar de que eran realmente aquellas líneas las que escribiera tiempo atrás, casi al borde de la muerte. Entre mis esfuerzos por aparentar desenvoltura se delataba inequívocamente la preocupación por disimular mi horrible dolor, como hubiera disimulado una llaga de mi carne, por pudor, para no causar lástima, ni asquear al hombre amado... Son cómicas, ¿no cree usted, doctor?..., todas esas astucias que no salen nunca bien.... Yo había creído que esta indiferencia afectada daría celos a Azevedo... Todas las demás cartas estaban concebidas como ésta. Nada menos natural, menos espontáneo, que los ardides del amor. Pero no le enseño a usted nada nuevo, ése es su oficio... lo sabe usted mejor que nadie; cuando se ama nunca se deja de urdir combinaciones, cálculos, previsiones con tal insistente torpeza, que debería acabar por enternecer al que es objeto del amor, en lugar de irritarle, como ocurre siempre.
A veces oigo el trueno (es un sonido de pandero pulsado por las manos de una niña).
Desgraciadamente vibra la piel del cordero.
A veces quiero recordar el sueño (materia de mis avisos y de mis ruegos) y acudir a un libro de nombres extraños para sonsacarme a fuerza de estudio la raíz de mi neurastenia.
Defiendo que soy muy feliz, muy, muy feliz (pero es como el trueno que no tiene como imagen la fuerza de Zeus sino la de la niña con pandero).
A veces siento en mí el entusiasmo que me podría empujar a la rabia pero creo que fui un niño dotado para ser adulto.
Hoy he sido consciente del ardor sin necesidad de abrasarme en el camino.
Canta ahora un hombre que parece subvertir la esencia del blues sólo que todo ha sido subvertido tantas veces que apenas me escandaliza el punteo ni su voz más bien suave.
Parece como si ya no me importara el beneficio del amor.
Quiero probar esta frase otra vez: defiendo que soy muy feliz.
En un sueño reciente decidía capar a su hijo mayor. También morí de nuevo.
El dodecaedro mantiene todos los lados en perfecta lisura.
También: hay una burbuja haciendo equilibrios sobre mi ligamento falciforme.
Merodea en estos días de junio la sensación agria de la naranja. No viene a cuento, lo sé, y aún así reverbera la ausencia en forma de mariposas blancas.
Juego de la pelota.
Melisma cadencioso como tela ligera movida por brisa.
En la madrugada de ayer corrió aire.
En las primeras horas de la noche de hoy se escuchaba la conversación entre una anciana y una joven sentadas en un poyete frente a mi ventana. Yo transcribía una historia que podría ser buena.
Disculpadme, sólo una vez más: defiendo que soy muy feliz.
Desgraciadamente vibra la piel del cordero.
A veces quiero recordar el sueño (materia de mis avisos y de mis ruegos) y acudir a un libro de nombres extraños para sonsacarme a fuerza de estudio la raíz de mi neurastenia.
Defiendo que soy muy feliz, muy, muy feliz (pero es como el trueno que no tiene como imagen la fuerza de Zeus sino la de la niña con pandero).
A veces siento en mí el entusiasmo que me podría empujar a la rabia pero creo que fui un niño dotado para ser adulto.
Hoy he sido consciente del ardor sin necesidad de abrasarme en el camino.
Canta ahora un hombre que parece subvertir la esencia del blues sólo que todo ha sido subvertido tantas veces que apenas me escandaliza el punteo ni su voz más bien suave.
Parece como si ya no me importara el beneficio del amor.
Quiero probar esta frase otra vez: defiendo que soy muy feliz.
En un sueño reciente decidía capar a su hijo mayor. También morí de nuevo.
El dodecaedro mantiene todos los lados en perfecta lisura.
También: hay una burbuja haciendo equilibrios sobre mi ligamento falciforme.
Merodea en estos días de junio la sensación agria de la naranja. No viene a cuento, lo sé, y aún así reverbera la ausencia en forma de mariposas blancas.
Juego de la pelota.
Melisma cadencioso como tela ligera movida por brisa.
En la madrugada de ayer corrió aire.
En las primeras horas de la noche de hoy se escuchaba la conversación entre una anciana y una joven sentadas en un poyete frente a mi ventana. Yo transcribía una historia que podría ser buena.
Disculpadme, sólo una vez más: defiendo que soy muy feliz.
Sigue yendo. Aunque le duelan las piernas. Aprieta el calor. Se derrite la contemplación de la represa. Ve una carpa casi en la superficie de las aguas sucias, muy sucias de la represa. El matorral seco. La hierbas han perdido su verdor y ahora son ya espigas marrones, invierno invertido.
Camina inconsolablemente en el camino de ida que asciende. Camina primero por el muro de contención de la represa. El sol aplasta su cabello. El sol quema la piel de sus rodillas. Camina como si algo le fuera en ello. Camina como si al final de ese caminar hubiera algo. Luego es la humedad de la represa bajo el sol del verano y los insectos que enloquecen con las sustancias químicas de su sudor, sobre todo del sudor que rodea sus ojos. Algunos se meten en sus ojos. Quisieran beber directamente el líquido del cristalino. Pero camina. Asciende. Rompe a sudar de inmediato y sigue y busca una respiración que impida que el desfallecimiento llegue demasiado pronto. ¿Para qué demasiado pronto? Porque sabe que no hay nada. No va a haber nada. Sólo caminar bajo la furia de un sol que ha encontrado vía libre para quemar la tierra. Y avanza y encara la primera cuesta tendida y adopta una posición que ya conoce porque hace mucho tiempo que día tras día realiza el mismo acto abortado, el acto de ir a ninguna parte para volver desde ninguna parte. Aspira el olor de la tierra ardiente. Descubre algún reptil en la roca. Advierte la maniática laboriosidad de las hormigas. Sonríe siempre que ve al escarabajo y husmea la señal del jabalí. Bebe agua fresca sentado en un roca que forma parte de un muro derruido. Sigue ascendiendo. Ni la más mínima brizna de aire. Sabe que tiene que seguir. Sabe que no puede no seguir aunque al final no haya nada. Sabe que nunca habrá nada. Sólo tierra quemada. Ardor de meseta. Día largo. Y así un día y otro día. Poniéndole ganas y algo de tristeza tonta. Sabe que un día recordará las ascensión inútil de los días de verano cuando el sol clamaba su poderío y su piel se ennegrecía; sabe que siente un orgullo miserable por esa constancia de hacer algo para nada, dispuesto a caer desmayado si fuera necesario y sin ningún premio a cambio. Porque ni siquiera sabe ser perro. Sólo sabe ir todas las tardes a darse un paseo por el infierno.
Camina inconsolablemente en el camino de ida que asciende. Camina primero por el muro de contención de la represa. El sol aplasta su cabello. El sol quema la piel de sus rodillas. Camina como si algo le fuera en ello. Camina como si al final de ese caminar hubiera algo. Luego es la humedad de la represa bajo el sol del verano y los insectos que enloquecen con las sustancias químicas de su sudor, sobre todo del sudor que rodea sus ojos. Algunos se meten en sus ojos. Quisieran beber directamente el líquido del cristalino. Pero camina. Asciende. Rompe a sudar de inmediato y sigue y busca una respiración que impida que el desfallecimiento llegue demasiado pronto. ¿Para qué demasiado pronto? Porque sabe que no hay nada. No va a haber nada. Sólo caminar bajo la furia de un sol que ha encontrado vía libre para quemar la tierra. Y avanza y encara la primera cuesta tendida y adopta una posición que ya conoce porque hace mucho tiempo que día tras día realiza el mismo acto abortado, el acto de ir a ninguna parte para volver desde ninguna parte. Aspira el olor de la tierra ardiente. Descubre algún reptil en la roca. Advierte la maniática laboriosidad de las hormigas. Sonríe siempre que ve al escarabajo y husmea la señal del jabalí. Bebe agua fresca sentado en un roca que forma parte de un muro derruido. Sigue ascendiendo. Ni la más mínima brizna de aire. Sabe que tiene que seguir. Sabe que no puede no seguir aunque al final no haya nada. Sabe que nunca habrá nada. Sólo tierra quemada. Ardor de meseta. Día largo. Y así un día y otro día. Poniéndole ganas y algo de tristeza tonta. Sabe que un día recordará las ascensión inútil de los días de verano cuando el sol clamaba su poderío y su piel se ennegrecía; sabe que siente un orgullo miserable por esa constancia de hacer algo para nada, dispuesto a caer desmayado si fuera necesario y sin ningún premio a cambio. Porque ni siquiera sabe ser perro. Sólo sabe ir todas las tardes a darse un paseo por el infierno.
1.- Que hoy es viernes y transitan por el espacio los neutrinos. A los neutrinos no les importa la escasez. Al animal sí. La Conspiración no estriba en la escasez sino en generar la necesidad. La Conspiración es espejismo de escasez.
2.- Un hombre no salió de su valle y conoció el mundo entero. Dicen que un clásico tiene como base hacer universal lo que es local (apoyar este teoría con ejemplos literarios). ¿Por qué el empeño del viaje? No hablo de la existencia del aventurero. Hablo de la exigencia actual de ser viajado. No todo el que viaja aprende del viaje. La Conspiración se alimenta de la superficialidad de los actos al envolverlos con la apariencia de la profundidad. Sólo por el hecho de realizar el acto, éste te unge de cierta cualidad inherente a él.
3.- El viajar en la actualidad se podría comparar al ready made en el arte.
4.- Duchamp convertido en agente de viajes.
5.- ¿Quién se plantea que viajar es en muchas ocasiones un sucedáneo de huir? Sólo que este huir -viajar- al estar organizado implica la vuelta. Viajar se convierte así en un deseo insatisfecho -no volver- y la insatisfacción genera consumo.
6.- La Conspiración consiste también en generar deseos abortados. La frustración que genera domestica al hombre.
7.- No existen los paraísos ni los infiernos. La Tierra es un limbo entre extremos.
8.- P. me ha dicho esta mañana: ¡Cómo me gustaría que mi trabajo fuera sacar dinero del Banco todos los días! De esta frase podría nacer todo un estudio sobre manipulación y conspiración. La posesión es la piedra angular de la Conspiración. Y no deja de ser alimentada.
2.- Un hombre no salió de su valle y conoció el mundo entero. Dicen que un clásico tiene como base hacer universal lo que es local (apoyar este teoría con ejemplos literarios). ¿Por qué el empeño del viaje? No hablo de la existencia del aventurero. Hablo de la exigencia actual de ser viajado. No todo el que viaja aprende del viaje. La Conspiración se alimenta de la superficialidad de los actos al envolverlos con la apariencia de la profundidad. Sólo por el hecho de realizar el acto, éste te unge de cierta cualidad inherente a él.
3.- El viajar en la actualidad se podría comparar al ready made en el arte.
4.- Duchamp convertido en agente de viajes.
5.- ¿Quién se plantea que viajar es en muchas ocasiones un sucedáneo de huir? Sólo que este huir -viajar- al estar organizado implica la vuelta. Viajar se convierte así en un deseo insatisfecho -no volver- y la insatisfacción genera consumo.
6.- La Conspiración consiste también en generar deseos abortados. La frustración que genera domestica al hombre.
7.- No existen los paraísos ni los infiernos. La Tierra es un limbo entre extremos.
8.- P. me ha dicho esta mañana: ¡Cómo me gustaría que mi trabajo fuera sacar dinero del Banco todos los días! De esta frase podría nacer todo un estudio sobre manipulación y conspiración. La posesión es la piedra angular de la Conspiración. Y no deja de ser alimentada.
Ensayo
Tags : Ensayo sobre La Conspiración Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/06/2017 a las 17:57 | {0}
1.- No ha sido al amanecer. Entiendo el compromiso de Alth. con la muerte. Cuenta que un día a la edad de nueve años caminaba con una carabina por algún bosque francés. Disparó a una tórtola. No la alcanzó y entonces sintió el deseo -probablemente vehemente- de dirigirse la carabina contra su vientre. Lo hizo. No llegó a dispararse aunque estuviera convencido de que no había ninguna bala en la recámara. Luego resultó que había una. ¿Quién había puesto aquella bala? Él no. De eso estaba seguro. Sintió entonces un sudor frío. El pánico de la muerte.
2.- Sudamos frío ante la idea de morir. El alimentar la muerte (buscar los alimentadores de muerte a lo largo de la historia escrita y no escrita, por ejemlo cerámica funeraria china) es uno de los grandes temas de La Conspiración. La religiones soteriológicas que ofrecen paraísos o infiernos, trascendencias de este cuerpo que sin embargo se arraiga a la tierra como la raíz de la más humilde planta...
3.- No ha sido al amanecer cuando he sentido la pulsión de un pájaro, la esencia del trigo, la vacuidad de la acuarela japonesa, la vibración del éter, la nostalgia de aquella boca que susurró en algún momento palabras tendres o saber, positivamente, que es mejor la palabra malla que la palabra leggins. Estas sensaciones que no han sido al amanecer atacan de frente La Conspiración.
4.- También el paseo de la tarde y sentir un rechazo que provoca ganas de vomitar cuando leo que se sigue juzgando a personas por jugar cómicamente con las imágenes de las religiones.
5.- Recuerda, ¡Oh, tú, anarquista mío!, que los símbolos, perdón, Los Símbolos, son una de las armas más sutiles de La Conspiración. Fíjate que cuando paseas por lugares sin asfalto, sin tendidos eléctricos, sin largas alamedas, ni ríos encauzados al atravesar la ciudad, todo símbolo pierde su poder. Basta un cobijo, algo de alimento y la suficiente agua para ser una persona.
6.- No ha sido al amanecer sino mucho antes cuando he descubierto que la muerte no es más que un símbolo alimentado desde el miedo. Urge desmontar la conspiración de la muerte. Urge un desfile de muertos por las ciudades. Urge vaciar los silos (ahondar en la idea de que la posibilidad de almacenar alimentos está en la base del principio de Conspiración).
7.- No ha sido al amanecer sino mucho antes cuando he descubierto el misterio del café con un poco de leche. Ese sabor me entrega una satisfacción que viene de muy lejos, de laderas del África o del Sudamérica. Frutos rojos. Frutos tostados. Es la mañana. Canta el pájaro. Siempre los pájaros. Y de repente Bach.
2.- Sudamos frío ante la idea de morir. El alimentar la muerte (buscar los alimentadores de muerte a lo largo de la historia escrita y no escrita, por ejemlo cerámica funeraria china) es uno de los grandes temas de La Conspiración. La religiones soteriológicas que ofrecen paraísos o infiernos, trascendencias de este cuerpo que sin embargo se arraiga a la tierra como la raíz de la más humilde planta...
3.- No ha sido al amanecer cuando he sentido la pulsión de un pájaro, la esencia del trigo, la vacuidad de la acuarela japonesa, la vibración del éter, la nostalgia de aquella boca que susurró en algún momento palabras tendres o saber, positivamente, que es mejor la palabra malla que la palabra leggins. Estas sensaciones que no han sido al amanecer atacan de frente La Conspiración.
4.- También el paseo de la tarde y sentir un rechazo que provoca ganas de vomitar cuando leo que se sigue juzgando a personas por jugar cómicamente con las imágenes de las religiones.
5.- Recuerda, ¡Oh, tú, anarquista mío!, que los símbolos, perdón, Los Símbolos, son una de las armas más sutiles de La Conspiración. Fíjate que cuando paseas por lugares sin asfalto, sin tendidos eléctricos, sin largas alamedas, ni ríos encauzados al atravesar la ciudad, todo símbolo pierde su poder. Basta un cobijo, algo de alimento y la suficiente agua para ser una persona.
6.- No ha sido al amanecer sino mucho antes cuando he descubierto que la muerte no es más que un símbolo alimentado desde el miedo. Urge desmontar la conspiración de la muerte. Urge un desfile de muertos por las ciudades. Urge vaciar los silos (ahondar en la idea de que la posibilidad de almacenar alimentos está en la base del principio de Conspiración).
7.- No ha sido al amanecer sino mucho antes cuando he descubierto el misterio del café con un poco de leche. Ese sabor me entrega una satisfacción que viene de muy lejos, de laderas del África o del Sudamérica. Frutos rojos. Frutos tostados. Es la mañana. Canta el pájaro. Siempre los pájaros. Y de repente Bach.
Ensayo
Tags : Ensayo sobre La Conspiración Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/06/2017 a las 13:35 | {0}
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/06/2017 a las 13:18 | {2}