Viene del paisaje blanco, oscura, sin aliento; viene desnuda y desgarrada por animales con garras; apenas gime. Le ha curado las heridas y ella, siempre en silencio, se ha ido a su rincón y se ha quedado dormida.
La noche tiene ecos de luna creciente, exclama el ciego de ceguera blanca que no hace mucho la veía. Lo ha vuelto a repetir, la noche tiene ecos de luna creciente. Al callar ha escuchado el silencio y ha pensado en el pentotal sódico. Dormitando en la lechosidad en que se ha convertido su mundo, ensueña la verdad.
Una gata araña el cristal.
El joven se ha dado cuenta de que la historia ha terminado. Está sentado en el borde su cama con la lámpara de mesa encendida. Sobre la mesa de estudio el Harrison. En el cenicero una pava. Aún no sabe que podrá seguir viviendo.
Apoyada en el pretil de puente. La risa mece su cabello. Pasta el caballo. Se acerca desde la ría una tormenta.
Sin haber cumplido los cinco meses ha sentido el dolor físico por primera vez. Se lo ha infligido su padre porque le ha despertado su llanto en la madrugada. Su padre ha llegado hasta su cuna y ha empezado a pellizcarle por todo el cuerpo mientras le grita, ¡Ahora vas a llorar con razón, cabrón! ¡Ahora vas a llorar con razón!
La rosa no es necesariamente frágil.
¡Aquella goleta que abría las aguas del mar con una elegancia tan refinada que la espuma del mar recordaba a las babas de Venus!
La soledad es un libro.
El hombre escuchaba una conversación en la terraza de un chiringuito de playa, en el sur, donde el calor y el Levante; era una conversación entre dos amigas; ambas eran universitarias y acababan de descubrir que en el sol se producen terribles tormentas.
Cuando por la noche se escucha la caída del agua por tuberías de mala calidad, entre muros de pajizo, en bloques de casas para pobres, el hombre del insomnio clama en silencio por el fin del mundo.
El erotismo le sigue pareciendo fruto prohibido, obra de un diablo hermoso. ¡Oh, Lucifer, cómeme el coño!
El personaje le preguntó al autor por qué ponía como ilustración a sus últimos textos, escenas del viejo Japón. El autor le besó.
La noche tiene ecos de luna creciente, exclama el ciego de ceguera blanca que no hace mucho la veía. Lo ha vuelto a repetir, la noche tiene ecos de luna creciente. Al callar ha escuchado el silencio y ha pensado en el pentotal sódico. Dormitando en la lechosidad en que se ha convertido su mundo, ensueña la verdad.
Una gata araña el cristal.
El joven se ha dado cuenta de que la historia ha terminado. Está sentado en el borde su cama con la lámpara de mesa encendida. Sobre la mesa de estudio el Harrison. En el cenicero una pava. Aún no sabe que podrá seguir viviendo.
Apoyada en el pretil de puente. La risa mece su cabello. Pasta el caballo. Se acerca desde la ría una tormenta.
Sin haber cumplido los cinco meses ha sentido el dolor físico por primera vez. Se lo ha infligido su padre porque le ha despertado su llanto en la madrugada. Su padre ha llegado hasta su cuna y ha empezado a pellizcarle por todo el cuerpo mientras le grita, ¡Ahora vas a llorar con razón, cabrón! ¡Ahora vas a llorar con razón!
La rosa no es necesariamente frágil.
¡Aquella goleta que abría las aguas del mar con una elegancia tan refinada que la espuma del mar recordaba a las babas de Venus!
La soledad es un libro.
El hombre escuchaba una conversación en la terraza de un chiringuito de playa, en el sur, donde el calor y el Levante; era una conversación entre dos amigas; ambas eran universitarias y acababan de descubrir que en el sol se producen terribles tormentas.
Cuando por la noche se escucha la caída del agua por tuberías de mala calidad, entre muros de pajizo, en bloques de casas para pobres, el hombre del insomnio clama en silencio por el fin del mundo.
El erotismo le sigue pareciendo fruto prohibido, obra de un diablo hermoso. ¡Oh, Lucifer, cómeme el coño!
El personaje le preguntó al autor por qué ponía como ilustración a sus últimos textos, escenas del viejo Japón. El autor le besó.
21h 11m
Desde la mañana me lo decía, Has de hacerlo. No puedes abandonar al tercer día. ¿Qué coño construyó dios al tercer día? Debe haber sido la niebla, un impulso muy primario que te obliga a permanecer más atento que cuando brilla el día y es diáfano. La mente debe decir que de cualquier bruma densa puede salir el mal que acabará contigo.
Iba ascendiendo. Iba llegando hasta Las Dos Rocas que es mi límite, el lugar donde se levanta un muro invisible que me impide seguir adelante. Aunque fueran sólo tres pasos.
He soñado al descender con una vida idílica, una puta visión de un puto mundo feliz. El sueño no debe de haber durado más diez segundos. Diez segundos para un sueño suelen ser demasiados.
Ya en casa he tenido el impulso de volverme loco y ponerme a dar gritos y saltos y derramar muchas lágrimas y desnudarme y salir a la terraza mientras me hacía una paja ante el mundo y luego, sí, luego echarme un cubo de agua helada encima. Lo ensoñaba. Ensoñaba al diablo del super-ego poniéndoseme de rodillas y rogándome que desistiera de semejante falta de control. Eso era el día que derivaba hacia la tarde como el dormir inquieto que se tiene tras haber comido mucho.
Iba ascendiendo. Iba llegando hasta Las Dos Rocas que es mi límite, el lugar donde se levanta un muro invisible que me impide seguir adelante. Aunque fueran sólo tres pasos.
He soñado al descender con una vida idílica, una puta visión de un puto mundo feliz. El sueño no debe de haber durado más diez segundos. Diez segundos para un sueño suelen ser demasiados.
Ya en casa he tenido el impulso de volverme loco y ponerme a dar gritos y saltos y derramar muchas lágrimas y desnudarme y salir a la terraza mientras me hacía una paja ante el mundo y luego, sí, luego echarme un cubo de agua helada encima. Lo ensoñaba. Ensoñaba al diablo del super-ego poniéndoseme de rodillas y rogándome que desistiera de semejante falta de control. Eso era el día que derivaba hacia la tarde como el dormir inquieto que se tiene tras haber comido mucho.
21h 40m
De la angustia de no estar loco me ha salvado una película. El arte, el ajedrez y la literatura me salvan a menudo (el cine actual es esencialmente literario), son mis hospitales o mejor mis casas de reposo. Un cuadro me puede procurar un efecto calmante; una música me puede hacer reír; una poesía lírica me hace amar más de cuanto yo sepa amar jamás; un ensayo maestro me hacer ver que aún puedo llegar un poco más lejos; una partida de ajedrez me eleva cuando la entiendo. También el perro con el que vivo me hace estremecer de emoción cuando soy consciente de que para él siempre es presente.
Quisiera ser siempre presente. Quisiera ser perro.
Quisiera ser siempre presente. Quisiera ser perro.
19h 59m
Esta inquietud que siento no es por el hombre que hoy me miraba camino del encargo que me había hecho mi tía sino por el hecho en sí del encargo: tenía que recoger una urna funeraria donde depositar los restos de su hermana. Cualquier objeto relacionado con la muerte me inquieta. No quiero que la muerte me ronde cerca. La inquietud es por la muerte no por el hombre. Luego he pensado si el hombre que me miraba camino de la recogida de la urna funeraria sería -o podría ser- un esclavo de las Moiras (no en el sentido de las parcas romanas) y así diría si no sería este hombre un esclavo de mi destino o del destino que ellas tienen reservado para mí. Sólo recuerdo del hombre sus ojos negros y su tez pálida.
Realizado el encargo y depositadas las cenizas de la hermana de mi tía en la urna tras haber sido incinerada en el crematorio del cementerio de la Almudena, me ha vuelto la inquietud al ver al mismo hombre a la puerta del crematorio con sus mismos ojos negros y su misma chaqueta azul marino con botonadura metálica. Fumaba un cigarrillo y parecía sonreír.
De vuelta a mi casa he tenido una taquicardia, he cerrado la puerta con doble cerrojo y me he acostado inquieta, con sudores fríos como si el hombre de los ojos negros y la chaqueta azul marino con botonadura metálica estuviera detrás de la puerta de mi dormitorio dispuesto a sonreírme una vez más.
Creo haber tenido una pesadilla. He babeado mientras dormía. Estoy agotada y tengo ganas de escupir.
Realizado el encargo y depositadas las cenizas de la hermana de mi tía en la urna tras haber sido incinerada en el crematorio del cementerio de la Almudena, me ha vuelto la inquietud al ver al mismo hombre a la puerta del crematorio con sus mismos ojos negros y su misma chaqueta azul marino con botonadura metálica. Fumaba un cigarrillo y parecía sonreír.
De vuelta a mi casa he tenido una taquicardia, he cerrado la puerta con doble cerrojo y me he acostado inquieta, con sudores fríos como si el hombre de los ojos negros y la chaqueta azul marino con botonadura metálica estuviera detrás de la puerta de mi dormitorio dispuesto a sonreírme una vez más.
Creo haber tenido una pesadilla. He babeado mientras dormía. Estoy agotada y tengo ganas de escupir.
21h 26m
Voy a telefonear a mi esposo. Nunca viviré con él y siempre será mi esposo. Será un esposo a lo divino. Un esposo lejano al que no quiero tener cerca de mí. Es algo que él no entiende. A veces me dice, La escasez de ti me mata. Yo le diría, La escasez de mí mantiene nuestro amor. Para que un amor sea verdaderamente grande ha de ser escaso. No se lo diré nunca. No lo entendería. Es una pena que también él piense tanto con la polla. Y aún así a veces tiene instantes de lucidez y me dice, Tampoco yo viviría contigo. O, La soledad es la única manera digna de vivir. O, Me importa un pito que apenas follemos. Siempre por teléfono. Y cuando me dice cosas así, yo esbozo una sonrisa muda y mi mirada se vuelve tierna.
Le contaré mi día. Él me contará el suyo y si todo va bien me preguntará algo erótico o quizá calle y se sumerja en esas tristezas que a veces le amordazan la boca y le dejan sin palabras de amor.
Quizá cuando le cuente suba el tono al pintar al hombre de los ojos negros, torvos. Por una coquetería mía o por tenerle atado corto. Que sufra un poco. Que se preocupe. Sé que sufrirá. Sé que se preocupará. Provocar esas emociones es una prueba más de mi amor por él.
Le contaré mi día. Él me contará el suyo y si todo va bien me preguntará algo erótico o quizá calle y se sumerja en esas tristezas que a veces le amordazan la boca y le dejan sin palabras de amor.
Quizá cuando le cuente suba el tono al pintar al hombre de los ojos negros, torvos. Por una coquetería mía o por tenerle atado corto. Que sufra un poco. Que se preocupe. Sé que sufrirá. Sé que se preocupará. Provocar esas emociones es una prueba más de mi amor por él.
17h 40m
Porque no soy, enfermo. Porque soy perro me genera ansiedad la noche de fin de año con los humanos lanzando petardos. ¿Cómo se puede defender la premisa positivista del progreso continuo si año tras año las generaciones de humanos hacen una y otra vez las mismas idioteces?
Aún así: bendigo desde mi atalaya el reflejo plateado por el sol.
Aún así: he de tomar como una admonición que tanto Sábato como Borges como Galdós quedaron ciegos y quisieron seguir viviendo.
18 h 03 m
Fue en otro tiempo. En el cubículo de una casa que fuera antaño convento de monjas. Un tragaluz como única salida al mundo. Como única ventilación. Días duros y pesados de los cuales queda una canción de amor Algo contigo en la versión de Calamaro y una tarde calurosa en la habitación de una pensión de la calle Zorrilla frontera con el Congreso de los Diputados.
Yo ya sabía entonces que el jardín del ángel era uno de los círculos del infierno. No así mi amante. Juntos caminábamos por las calles del Madrid de los Austrias -aquella vieja estirpe de reyes/nigromantes- sin querer saber que todo terminaría ese verano y que como todo lo que termina tendría un final largo y sórdido.
A veces la vida se viste de luto sin poder evitar que en mitad del sepelio surja, grácil y serena, la risa de una mujer.
Yo ya sabía entonces que el jardín del ángel era uno de los círculos del infierno. No así mi amante. Juntos caminábamos por las calles del Madrid de los Austrias -aquella vieja estirpe de reyes/nigromantes- sin querer saber que todo terminaría ese verano y que como todo lo que termina tendría un final largo y sórdido.
A veces la vida se viste de luto sin poder evitar que en mitad del sepelio surja, grácil y serena, la risa de una mujer.
18h 32m
El tiempo ni da ni quita razones. Lo que hace el tiempo es generar distancias que impiden saber si aquellas razones eran o no razonables. La música de entonces. El amor que arrasaba. Los dolores inmensos. Las grandes esperanzas. Pasado el tiempo ni son todas las músicas entonces ni se entiende aquella tierra quemada del amor ni el dolor dejó una huella indeleble ni las esperanzas, claro, fueron tan grandes.
21h 33m
Por aquel tiempo soñaba lo que ahora vivo: una casa, un amigo, una mujer. Y aunque la escasez sea una constante quizás ésta sea una buena medida del vivir.
...como la luz en las calles del pueblo por la noche que las llena de rincones negros como las cegueras negras. Lugares de misterio. Lugares para las manos.
Mucho antes de mí, durante una guerra, un muchacho francés que trabaja en la policía alemana y una muchacha judía hija de un sastre. Ella se llama France, él Lucien. Amores imposibles. Paisajes pirenaicos.
...quien realmente crea el espejismo del Yo es la literatura.
Fue en aquel tiempo -el tiempo del sexo en la habitación de la pensión de la calle Zorrilla- cuando se abrió el abismo y comenzó a lanzar delgados hilos de lava que se convirtieron en una erupción colosal un 16 de noviembre tras ocho años de desangrarse de a poquitos, breves ensoñaciones ardientes, líquidas lágrimas de fuego... apenas nada más...
...como la luz en las calles del pueblo por la noche que las llena de rincones negros como las cegueras negras. Lugares de misterio. Lugares para las manos.
Mucho antes de mí, durante una guerra, un muchacho francés que trabaja en la policía alemana y una muchacha judía hija de un sastre. Ella se llama France, él Lucien. Amores imposibles. Paisajes pirenaicos.
...quien realmente crea el espejismo del Yo es la literatura.
Fue en aquel tiempo -el tiempo del sexo en la habitación de la pensión de la calle Zorrilla- cuando se abrió el abismo y comenzó a lanzar delgados hilos de lava que se convirtieron en una erupción colosal un 16 de noviembre tras ocho años de desangrarse de a poquitos, breves ensoñaciones ardientes, líquidas lágrimas de fuego... apenas nada más...
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Narrativa
Tags : Aforismos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/01/2020 a las 00:48 | {0}