Suite Fernando 03. César Delgado. Técnica mixta/papel 70x50 cms. 1987
Voy a creer en Mayo. Lo juro. Creeré en Mayo aunque me cueste tanto creer y jurar. Voy a creer en Mayo como se cree en la gravidez de la Tierra o como se espera la recompensa tras un gran esfuerzo. Voy a creer en Mayo por la amistad, por la grandeza y la miseria de estar vivo, porque la espera quizá se convierta en esperanza y por si los ciclos de los astros me esconden el regalo.
Voy a creer en Mayo porque tú lo deseas y me alientas cada tarde y cada tarde te quedas preocupado, como José Agustín Goytisolo se preocupaba de Jaime Gil de Biedma y le escribía boleros para devolverle al mundo.
Lo voy a hacer porque al hacerlo me acompañas en ese deseo y, aunque no estoy convencido de nada, voy a creer que una energía como la tuya lanzando ráfagas de aliento a una energía como la mía, le insufla la fuerza suficiente para llegar hasta Mayo y no arrastrándose, no pidiendo la hora, sino con ese último esfuerzo que en ocasiones propicia la victoria. Y así puedo decirte que llegaremos hasta Mayo y que será un mes de renuevos y luces claras y que nos sentaremos en la terraza de tu casa, junto a tu mujer y con tus hijos danzando sus vidas y brindaremos por el trago pasado y sonreiremos por el futuro y someteremos nuestras vidas a la más dura crítica de que seamos capaces para no caer, en lo posible, en los mismos errores y me acompañarás hasta el coche y me sonreirás una vez más y te agradeceré de nuevo tus desvelos y tu confianza y tu entrega y tu paciencia y los hermosos años de amistad que nos llevamos.
Ya ves, amigo, ya creo en Mayo.
Voy a creer en Mayo porque tú lo deseas y me alientas cada tarde y cada tarde te quedas preocupado, como José Agustín Goytisolo se preocupaba de Jaime Gil de Biedma y le escribía boleros para devolverle al mundo.
Lo voy a hacer porque al hacerlo me acompañas en ese deseo y, aunque no estoy convencido de nada, voy a creer que una energía como la tuya lanzando ráfagas de aliento a una energía como la mía, le insufla la fuerza suficiente para llegar hasta Mayo y no arrastrándose, no pidiendo la hora, sino con ese último esfuerzo que en ocasiones propicia la victoria. Y así puedo decirte que llegaremos hasta Mayo y que será un mes de renuevos y luces claras y que nos sentaremos en la terraza de tu casa, junto a tu mujer y con tus hijos danzando sus vidas y brindaremos por el trago pasado y sonreiremos por el futuro y someteremos nuestras vidas a la más dura crítica de que seamos capaces para no caer, en lo posible, en los mismos errores y me acompañarás hasta el coche y me sonreirás una vez más y te agradeceré de nuevo tus desvelos y tu confianza y tu entrega y tu paciencia y los hermosos años de amistad que nos llevamos.
Ya ves, amigo, ya creo en Mayo.
establecieron una curiosa teoría vinieron a decir que cervantes no sabía lo que hacía al escribir el quijote es decir que cervantes no tenía un soporte intelectual bien estructurado o como se dice ahora lo de tener la cabeza bien amueblada parece ser que cervantes era un estúpido que tuvo suerte una suerte en forma de iluminación poética poética en el sentido amplísimo de todos los eruditos que alientan las palabras hasta sus últimas consecuencias y más allá de sus últimas consecuencias haciendo en instancia n que la palabra se vuelva vaga como la libélula de rubén darío si se me permite la intromisión del nicaragüense hablando del retrasado mental miguel de cervantes saavedra que no sabía lo que hacía intelectualmente hablando cuando escribía línea a línea borrón tras borrón la más alta novela de todas las épocas que en el mundo han sido lo que me lleva a pensar dos posibilidades o bien que lo mejor para ser un magnífico poeta es ser un absoluto imbécil o que eruditos como menéndez pelayo y tantos otros son tan imbéciles como para calificar de tal a cervantes no sé si me he explicado correctamente porque luego aparece una de esas mentes escasas en el mundo con nombre y apellidos que a continuación escribo y que son américo castro que escribe un libro en el que demuestra que la base teórica de cervantes al escribir su quijote no era en absoluto escasa más bien todo lo contrario porque estuvo en italia cuando se escribían las primeras poéticas la del pinciano por ejemplo y se estudiaba a aristóteles y su poética que aunque no sea nada del otro mundo siempre en su único afán clasificador sí fue tomada como del otro mundo por éstos que se dedican a enmendarle la plana a los artistas sobre su forma de utilizar su arte sin que ellos sepan utilizarlo en modo alguno porque si nos pusiéramos a criticar la prosodia del tal menéndez pelayo acabaríamos por ponerle un cero en redacción aunque quizá exagere pero por qué no voy a tener derecho yo a exagerar si ellos lo hacen sin ton ni son en fin lo que decía de américo castro que el buen hombre y hombre bueno para demostrar que cervantes no era un absoluto ignorante se pone a expurgar todas las citas que aquí y allá salpican su obra en donde pone de manifiesto sus tendencias estilísticas las cuales curiosamente se enlazan con todas las poéticas de su mundo y etcétera que para leerlo todo recomiendo el pensamiento de cervantes que es un libro asaz ameno y que destierra para siempre el adjetivo de memo del acervo de cervantes no sé si lo he dicho ni si lo he dicho bien porque sea como sea o bien se demuestra que no hace falta ninguna tener una base teórica para aplicar un concepto práctico o bien que los que tienen una cabeza barrocamente amueblada de teorías teoremas poéticas léxicos estudios comparativos etimologías historiografías y no sé cuántas ías más no les sirve para nada a la hora de recibir en semejante cabeza amueblada a un escritor tan sin par como el ingenioso don miguel de cervantes
Ni siquiera sabía por qué se había puesto a ladrar. Más allá, no sabía qué era ladrar. La manada se había alejado y la ventisca era densa, cada vez más densa. No sabía de dónde había salido. Si antes de aquello (ladraba aquello porque no sabía qué era) había habitado una casa donde unos niños pequeños jugueteaban con él y un hombre alto se empeñaba en domesticarlo con una correa y un collar y ya por la noche se tumbaba en una cama para perros y él, graciosamente, sacaba la cabeza por fuera de la camita (hecho que resultaba cómico a los niños) y se ponía bocarriba como si fuera un humano con hocico y cuatro patas.
El viento helador. La nieve dura como pedrisco. El paisaje confuso. El instinto le avisaba que la soledad no es buena. Entonces recordaba unos versos que un hombre vociferaba en una esquina cada vez que él pasaba y que su mente perruna había memorizado como su olfato conocía los olores de la hembra en celo, de la caza o de la muerte. Recordaba también el nombre del autor de aquellos versos y mientras buscaba a la manada y empezaba a sentir hambre y ladraba sin saber muy bien qué era eso, iba recordando, una vez y otra, el poema: A ti te ocurre algo/ yo entiendo de estas cosas/ hablas a cada rato/ de gente ya olvidada/ de calles lejanísimas/ con farolas a gas/ de amaneceres húmedos/ de huelgas de tranvías/ cantas horriblemente/ no dejas de beber/ y al poco estás peleando/ por cualquier tontería/ yo que tú arrancaba/ a que me viera el médico/ pues si no un día de éstos/ en un lugar absurdo/ en un parque o en un bar/ o entre las frías sábanas/ de una cama que odies/ te pondrás a pensar/ a pensar a pensar/ y eso no es bueno nunca/ porque sin darte cuenta/ te irás sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena//. Perro, cuando terminaba de recordar el último verso del poema y antes de que volviera a su mente el primero, se ponía a aullar, como un cachorro recién parido que buscara en su aullo el alimento de la madre, o algo menos estético, aullaba para pedir auxilio a los suyos, a su manada, a su especie, a sus otros, o a otro hombre aunque no fuera su dueño, ni tuviera niños graciosos que juguetearan con él los sábados por la mañana.
La ventisca de nieve (¿o era hielo?) arreciaba. El paisaje se iba haciendo más y más difuso y de repente, el perro de dio cuenta de que su pelo era también blanco y así era invisible, como sus ladridos que se confundían con el crujir de las ramas eran inaudibles, como sus huellas que se cubrían nada más hollarse, desaparecían a su paso. Y de repente se fue sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena// y se tumbó de miedo y se murió de frío.
El viento helador. La nieve dura como pedrisco. El paisaje confuso. El instinto le avisaba que la soledad no es buena. Entonces recordaba unos versos que un hombre vociferaba en una esquina cada vez que él pasaba y que su mente perruna había memorizado como su olfato conocía los olores de la hembra en celo, de la caza o de la muerte. Recordaba también el nombre del autor de aquellos versos y mientras buscaba a la manada y empezaba a sentir hambre y ladraba sin saber muy bien qué era eso, iba recordando, una vez y otra, el poema: A ti te ocurre algo/ yo entiendo de estas cosas/ hablas a cada rato/ de gente ya olvidada/ de calles lejanísimas/ con farolas a gas/ de amaneceres húmedos/ de huelgas de tranvías/ cantas horriblemente/ no dejas de beber/ y al poco estás peleando/ por cualquier tontería/ yo que tú arrancaba/ a que me viera el médico/ pues si no un día de éstos/ en un lugar absurdo/ en un parque o en un bar/ o entre las frías sábanas/ de una cama que odies/ te pondrás a pensar/ a pensar a pensar/ y eso no es bueno nunca/ porque sin darte cuenta/ te irás sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena//. Perro, cuando terminaba de recordar el último verso del poema y antes de que volviera a su mente el primero, se ponía a aullar, como un cachorro recién parido que buscara en su aullo el alimento de la madre, o algo menos estético, aullaba para pedir auxilio a los suyos, a su manada, a su especie, a sus otros, o a otro hombre aunque no fuera su dueño, ni tuviera niños graciosos que juguetearan con él los sábados por la mañana.
La ventisca de nieve (¿o era hielo?) arreciaba. El paisaje se iba haciendo más y más difuso y de repente, el perro de dio cuenta de que su pelo era también blanco y así era invisible, como sus ladridos que se confundían con el crujir de las ramas eran inaudibles, como sus huellas que se cubrían nada más hollarse, desaparecían a su paso. Y de repente se fue sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena// y se tumbó de miedo y se murió de frío.
Dice Mao en sus Pensamientos: No temas los pesares ni la muerte.
¡Oh, Mao, yo te preguntaría! ¿Cómo se puede no temer? Lo preguntaría con la humildad de un hombre cuyos pesares me aterran y cuyo terror no es activo, no es un temor generado por mí mismo sino más bien, te diría, Mao, un temor sobrevenido. Porque hoy es 11 de octubre y mañana será 12 de octubre y pasado mañana será 13 de octubre. Y yo sé, en mi pobre mente, en mi mente seca, que no importa lo que sea mañana, no se puede tener terror de lo que aún no ha sido. No se puede tener miedo del 13 de octubre, pongamos por caso, si estamos a 11.
Yo sé Mao que en tu gran Revolución Cultural verdeaste las tierras yertas de la China toda y China se convirtió en un vergel forestal; sé también que se realizaban los abortos con acupuntura y que las muchachas que abortaban salían sonrientes tras la aspiración indolora. La Aspiración Indolora podría haber sido el nombre de otra de tus grandes empresas y también sé que un anónimo (valga la paradoja) señor Wang tenía a su disposición -en los años 60 del pasado siglo- legumbres y verduras a poco precio y también zapatos de suela de fieltro por menos de 4 dolares (al cambio de la época) y una docena de huevos no pasaban de los 30 centavos ¿Sería así, Mao, como un hombre dejaba de tener temor por sus pesares? ¿Sería porque los pesares del hombre tan sólo estaban basados en el precio de las cosas y siendo lo precios bajos los pesares serían pocos y pagables?
¿Sería, oh Mao, que los pesares del hombre sólo anidaban en su mente burguesa y que una vez realizada la extirpación de semejante aborto del pensamiento, el pesar se disolvía en una gran mente proletaria, amante de las legumbres y hortalizas, de las suelas de fieltro y las aspiraciones indoloras?
La mañana ha roto, dice la canción, también dice que los pájaros hablan. A mi espaldas el viento serrano de este 11 de octubre de 2010 entra a raudales por la ventana abierta y yo, de espaldas, acudo a ti Mao Tse Tung, líder chino del que no quedan más que un reguero de árboles, un libro rojo, unas cuantas purgas y una sensación de olvido, para que ilumines mi miserable cabeza burguesa y aspires, sin dolor, mis temores ante mis pesares.
¡Oh, Mao, yo te preguntaría! ¿Cómo se puede no temer? Lo preguntaría con la humildad de un hombre cuyos pesares me aterran y cuyo terror no es activo, no es un temor generado por mí mismo sino más bien, te diría, Mao, un temor sobrevenido. Porque hoy es 11 de octubre y mañana será 12 de octubre y pasado mañana será 13 de octubre. Y yo sé, en mi pobre mente, en mi mente seca, que no importa lo que sea mañana, no se puede tener terror de lo que aún no ha sido. No se puede tener miedo del 13 de octubre, pongamos por caso, si estamos a 11.
Yo sé Mao que en tu gran Revolución Cultural verdeaste las tierras yertas de la China toda y China se convirtió en un vergel forestal; sé también que se realizaban los abortos con acupuntura y que las muchachas que abortaban salían sonrientes tras la aspiración indolora. La Aspiración Indolora podría haber sido el nombre de otra de tus grandes empresas y también sé que un anónimo (valga la paradoja) señor Wang tenía a su disposición -en los años 60 del pasado siglo- legumbres y verduras a poco precio y también zapatos de suela de fieltro por menos de 4 dolares (al cambio de la época) y una docena de huevos no pasaban de los 30 centavos ¿Sería así, Mao, como un hombre dejaba de tener temor por sus pesares? ¿Sería porque los pesares del hombre tan sólo estaban basados en el precio de las cosas y siendo lo precios bajos los pesares serían pocos y pagables?
¿Sería, oh Mao, que los pesares del hombre sólo anidaban en su mente burguesa y que una vez realizada la extirpación de semejante aborto del pensamiento, el pesar se disolvía en una gran mente proletaria, amante de las legumbres y hortalizas, de las suelas de fieltro y las aspiraciones indoloras?
La mañana ha roto, dice la canción, también dice que los pájaros hablan. A mi espaldas el viento serrano de este 11 de octubre de 2010 entra a raudales por la ventana abierta y yo, de espaldas, acudo a ti Mao Tse Tung, líder chino del que no quedan más que un reguero de árboles, un libro rojo, unas cuantas purgas y una sensación de olvido, para que ilumines mi miserable cabeza burguesa y aspires, sin dolor, mis temores ante mis pesares.
¡Cuán tierno es el corazón de la alcachofa y cuán ásperas sus primeras hojas!
Trastorno bipolar.
Y también:
Una ruina es una cosa que conserva lo esencial y ya no sirve para nada (definición de un arquitecto portugués)
Y también:
Causón: (Reg. Palencia) Enfermedad rápida, sin causa aparente, típica de los niños, que se va como vino.
Y también:
Devolver todo lo que debo./ Devolver por ejemplo las ausencias/ que surgieron sin advertirlo/ o aquellos accesos de ira/ bajo una luna, en alguna costa,/ cuya orografía he olvidado.../ Me gustaría tanto/ devolverlo todo...
Y también:
Hay autores a los que ama más por sus admiradores que por sí mismos. Le pasa con Kafka y con Musil.
O:
Preguntó el maestro: ¿Se podría componer un personaje que reacciona por "lo que va a ser" y no por "lo que ha sido"?
Respondió el muchacho: Cristo.
O:
Le dijo el amigo mientras recorrían la carretera a la vuelta de un fin de semana junto al mar, Cuando hablas, parece que estás enfadado con el mundo.
Trastorno bipolar.
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Una ruina es una cosa que conserva lo esencial y ya no sirve para nada (definición de un arquitecto portugués)
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Causón: (Reg. Palencia) Enfermedad rápida, sin causa aparente, típica de los niños, que se va como vino.
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Devolver todo lo que debo./ Devolver por ejemplo las ausencias/ que surgieron sin advertirlo/ o aquellos accesos de ira/ bajo una luna, en alguna costa,/ cuya orografía he olvidado.../ Me gustaría tanto/ devolverlo todo...
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Diario
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2010 a las 19:41 | {0}