Fueron estos días fríos. Pensó: descaradamente y como un profesor a la antigua gritó: ¡Manipular descaradamente! o Engañar descaradamente. ¿por qué le abrió la cabeza a la vieja? y aunque sintió que aquello era descabellado (que admite un gran número de sustantivos), saltó el murete, corrió hacia la vieja y le hundió la piedra en la cabeza. Le vieja dijo, como en un rezo, Me ha matao y cayó despacito y se quedó en el suelo con los ojos abiertos y muerta.
Supo que nadie le había visto. Volvió por donde había venido y siguió el paseo como si no acabara de matar a esa vieja, justo a esa vieja. Cuando llegó a la esquina de la rotonda pensó, Elucubración. Teoría. Sueño. Ambición.
Como siempre volvió a su casa, se quitó los guantes, colgó el abrigo en el perchero de la entrada, entonces decidió hacer algo distinto: llevó el abrigo al armario de la niña y lo colgó allí. Luego sí, luego hizo lo de siempre: fue a la cocina, hizo un café y pensó, Delito (abominable, atroz, infame) y también en caso de y comisión de y cuerpo de. Quería que nevara. Y no nevó. Si hubiera nevado entonces, pensó, Si hubiera nevado el delito atroz no se hubiera consumado porque la vieja no hubiera salido porque la vieja no le habría gritado, como todas las tardes, ¡No toque el muro! ¡El muro es mío! ¡Asqueroso! Pensó, mientras daba el primer sorbo al café hirviente, Delirio absurdo, delirio alocado, delirio extremo. Encendió un cigarrillo y al leer se necesitan los logros delineados pero no hay voluntad política de unión, se le saltaron las lágrimas y con vehemencia sintió las palabras Abrupto, bronco, desbordante, rotundo, inculcar y menos vehementemente, casi con dulzura sintió pertinaz que denota empeño y de empeño derivó en peña y de peña llegó a la piedra y recordó la cabeza abierta.
Llegada la primavera sin los aspavientos de la vieja en su paseo de las tardes concluyó, Fue el invierno. Y sintió la impunidad como un gozoso poder frente al destino, como si el azar fuera el único garante de la integridad de las bestias.
Supo que nadie le había visto. Volvió por donde había venido y siguió el paseo como si no acabara de matar a esa vieja, justo a esa vieja. Cuando llegó a la esquina de la rotonda pensó, Elucubración. Teoría. Sueño. Ambición.
Como siempre volvió a su casa, se quitó los guantes, colgó el abrigo en el perchero de la entrada, entonces decidió hacer algo distinto: llevó el abrigo al armario de la niña y lo colgó allí. Luego sí, luego hizo lo de siempre: fue a la cocina, hizo un café y pensó, Delito (abominable, atroz, infame) y también en caso de y comisión de y cuerpo de. Quería que nevara. Y no nevó. Si hubiera nevado entonces, pensó, Si hubiera nevado el delito atroz no se hubiera consumado porque la vieja no hubiera salido porque la vieja no le habría gritado, como todas las tardes, ¡No toque el muro! ¡El muro es mío! ¡Asqueroso! Pensó, mientras daba el primer sorbo al café hirviente, Delirio absurdo, delirio alocado, delirio extremo. Encendió un cigarrillo y al leer se necesitan los logros delineados pero no hay voluntad política de unión, se le saltaron las lágrimas y con vehemencia sintió las palabras Abrupto, bronco, desbordante, rotundo, inculcar y menos vehementemente, casi con dulzura sintió pertinaz que denota empeño y de empeño derivó en peña y de peña llegó a la piedra y recordó la cabeza abierta.
Llegada la primavera sin los aspavientos de la vieja en su paseo de las tardes concluyó, Fue el invierno. Y sintió la impunidad como un gozoso poder frente al destino, como si el azar fuera el único garante de la integridad de las bestias.
Hoy he hacido ventoso como el sábado nubes había y sin embargo la cítara la llama el idioma nuevo hoy nazco sin el quebranto y apaciguo la estera y aclamo los cumulonimbus el mar y sus oleajes hoy nazco sin voz y con garganta hoy nazco embalsamado en miel y aroma de flores naturales hoy hoy hoy nazco y viene la caricia de la primera brisa y viene la voz de la mujer que te ama y viene la voz del amigo que nunca nunca te dejará morir y viene la savia nueva la de después hoy nazco porque he decidido quemar mis últimas naves las más hermosas las de mástil de ébano y mascarón de proa con figura de Fortuna hoy nazco agarrado a los pechos de la Fuerza y la Furia y no desdeño arrancar de la dura roca las cadenas que el dios Cojo clavó para siempre en mis entrañas y no me ahogaré y no me desalentaré y miraré las mañanas con la sonrisa del cínico y el valor del suicida y escupiré sobre la tumba de los que me escupieron ya fuera salva de aplausos o carroña encendida de discursos y no volveré a morir y no volveré a desear la mazmorra ni la ira hoy nazco desnudo y admirado de las partes de mi cuerpo hoy hoy el sol destella y abraza con ternura a la luna y las estrellas por fin me han dicho que no están fijas que todo puede moverse y que el mundo en soledad es tan digno como la multitud y la marea hoy nazco a la materia y sus causalidades hoy nazco fenoménico y vital y admiro el árbol y su arbusto y admiro la ponzoña y su antídoto y admiro la curva y la recta y admiro ante todo la sabiduría del triángulo que tiene de geometría lo que Euclides de tizón hoy nazco al vino y a la uva hoy nazco a la baya y al colibrí hoy nazco al jején y a la víbora y por asociación hoy nazco a la manzana y a la vulva porque hoy nazco enseñádmelo todo pasmadme con vuestras ideas porque hoy nazco mostradme abecedarios y zapatillas y alas y meteoros y galaxias y bombines hoy nazco con el sudor de la frente de todas las frentes hoy nazco con la sangre y con el sabor a hierro hoy nazco y sé escribir hoy nazco mineral hecho carne hoy nazco material hecho aire hoy nazco aire reconvertido en lluvia hoy nazco y mojo con mis voz los planetas y mojo con mi voz la nebulosa frigia de la máscara y el atleta
Voy a ensayar la calma. También el agradecimiento. Y sonará en mi interior (donde todo se esconde) una tonadilla que acompañe estas palabras. Salir dentro. Materia dentro. Lo que se convierte en fenoménico. La causalidad (o el destino). Dice Raúl * que dice Bolaño que la literatura es un peligro. Porque la literatura es asomarse a abismos (y no sólo asomarse a ellos también lanzarse a ellos y caer sin saber, sin saber -abismo sin luz; abisal de mar [y ahora descubro qué imagen he de poner. Aparece la asociación] sensación de peso inmenso, presión de agua salada, colapso de las vías respiratorias, cuerpo de pez. Ser escritor es ir adquiriendo con el tiempo branquias. Ahora es Ovidio y ese título que ya es en sí todo un alarde de escribir escribiendo Tristes y Pónticas). Tampoco hay que subirse a la parra. Tampoco hay que embriargarse de no-éxito o de éxito o de fortuna o de infortunio. No hay que alunarse ni estropear la sombra del árbol con una descripción fallida. A lo mejor sólo era necesario decir: la sombra del árbol). Morir por ella. Morir en ella mientras se vive, atento a la forma que se ve por vez primera, al sonido de una voz que se intenta delimitar con una frase. Vivir de ella sería chulería. Vivir junto a ella debe de ser lo más justo. Como todo aquel que ante el miedo avanza (no por valentía, sí por audacia). Recuerdo ahora los triángulos que tan bien sirven como soporte de cualquier estructura. El descubrimiento de la fatiga del triángulo. Rojo y Negro. Decía que audacia y pensaba: ¿Entre la valentía y la osadía se encuentra la audacia? Vengo y me detengo. No había nieve esta mañana. Yo la esperaba. Había, eso sí, unas nubes que se habían dejado traslucir por el sol. Había, eso sí, una soledad irreal como la hiedra abrazando el cactus y resonaba en los aires serranos la prima de una guitarra. (No resonaba. Mi imaginación la hacía resonar por la calle Bonita mientras Nilo husmeaba el resto de un festín). Luego, al volver a casa, escribí Voy a ensayar la calma y, consecuencia humana del intento, devine intranquilo: hice la casa que es quitar el polvo, barrer los suelos, limpiar los cuadros, fregar, hacer la cama, recoger la ropa sucia, disponer la cocina, adecentar el baño, airear el aire todo ello con evidente celo por renovar la ilusión de estar limpio como el espacio que habito: mi cueva, mi refugio, mi descanso, mi silencio, mi espanto, mi llaga, mi quebranto, mi alegría, mi música, mis luces, mi sofá, mis lecturas o marzo, sencillamente marzo, marzo que llega, cariñoso, sin presagios. Húmedos los suelos. Terminada la labor. Con mi perro en las piernas y abiertas las ventanas. ¡Qué lejano!
*Si cliqueas sobre el nombre verde de Raúl accedes a su página
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Proviene (como tantas palabras inteligentes) del término griego ιδιωτης y se usaba para referirse a aquél que no se ocupaba de los asuntos públicos y sí de sus intereses privados; también por derivación se podía referir a aquél que se pasaba la vida ensimismado (es decir: en sí mismo). Por decirlo más claramente y con palabras actuales se podría decir que un solitario es un idiota.
La raíz de ιδιωτης es ιδιός y significa: solo, aislado, de aquí derivan palabras como idioma o idiosincrasia.
Matiza Carlos Martínez-Thiem en el diccionario etimológico que Hanna Arendt en su libro La Condición Humana se refiere a este tipo de demoninaciones en la democracia griega y comenta que si el hombre carecía de recursos para discutir con libertad sobre política en el ágora -es decir el sitio público por excelencia-, se dedicaba a sus "asuntos propios". El matiz consiste -continúa Martínez-Thiem- en que lo propio se oponía a lo común pero no suponía una enfermedad mental, ni el servicio a un particular ni esclavitud, sino la dedicación a actividades 'productivas', crematísticas, artesanales y tal vez artísticas (τεχνη). Este hombre se veía así 'privado' de intervenir en la cosa pública. Algo que posiblemente fuese voluntario y por necesidad económica, concluye.
La raíz de ιδιωτης es ιδιός y significa: solo, aislado, de aquí derivan palabras como idioma o idiosincrasia.
Matiza Carlos Martínez-Thiem en el diccionario etimológico que Hanna Arendt en su libro La Condición Humana se refiere a este tipo de demoninaciones en la democracia griega y comenta que si el hombre carecía de recursos para discutir con libertad sobre política en el ágora -es decir el sitio público por excelencia-, se dedicaba a sus "asuntos propios". El matiz consiste -continúa Martínez-Thiem- en que lo propio se oponía a lo común pero no suponía una enfermedad mental, ni el servicio a un particular ni esclavitud, sino la dedicación a actividades 'productivas', crematísticas, artesanales y tal vez artísticas (τεχνη). Este hombre se veía así 'privado' de intervenir en la cosa pública. Algo que posiblemente fuese voluntario y por necesidad económica, concluye.
Poco después de la muerte de Clara recuperé todos sus vinilos y su equipo de música.
Aldo desapareció cuando me negué a vender la casa.
Todas las tardes me voy a la sala de la música, me siento en la butaca donde ella fumaba y escuchaba el jazz, pongo uno de sus discos por estricto orden alfabético y mientras lo escucho me abro la carne con el cúter. Es una forma suave de sentir dolor. Tiene una cualidad pictórica que me llama la atención. No abro mi carne caprichosamente sino que tajo con un criterio geométrico. Luego la sangre fluye con languidez. Yo cierro los ojos.
He descubierto que, al igual que mi abuela, tampoco sé despedirme. Ni siquiera de mí misma.
Fin.
Aldo desapareció cuando me negué a vender la casa.
Todas las tardes me voy a la sala de la música, me siento en la butaca donde ella fumaba y escuchaba el jazz, pongo uno de sus discos por estricto orden alfabético y mientras lo escucho me abro la carne con el cúter. Es una forma suave de sentir dolor. Tiene una cualidad pictórica que me llama la atención. No abro mi carne caprichosamente sino que tajo con un criterio geométrico. Luego la sangre fluye con languidez. Yo cierro los ojos.
He descubierto que, al igual que mi abuela, tampoco sé despedirme. Ni siquiera de mí misma.
Fin.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/01/2014 a las 10:31 | {0}