Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri


... aquel ataque despertó en mí (el ataque está relacionado con una película suya de tendencia homosexual que fue duramente criticada en Polonia, su país natal) un instinto de lucha que hoy percibo como un regalo. Me permitió saber hasta qué punto era inmaduro y narcisista y me permitió transformarme. El ser humano necesita que le ataquen para construirse. (Krystian Lupa, director teatral).

Siglo XI. Eva de Autun del escultor Gislebert. Considerada la primera mujer seductora del arte occidental desde la Caída del Imperio Romano
Siglo XI. Eva de Autun del escultor Gislebert. Considerada la primera mujer seductora del arte occidental desde la Caída del Imperio Romano

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/04/2010 a las 14:18 | Comentarios {0}


Desde las ventanas de Mayor 70, en su cuarto piso, se ve la Plaza de la Villa y los asuntos que por la plaza concurren; se pueden ver pasar desde las ventanas a perros en coloquio, a gatos de la pata de una rata, a gallos que han bajado desde las veletas y lucen su cresta bajo las faldas negras de las beatas, a niños que se han hecho grandes antes de terminar de atravesar la Plaza.
Desde estas ventanas se escucha el murmullo de las protestas contras las corridas de toros, las cacerolas de unas mujeres que decidieron protestar por los guisos de las dos de la tarde, los martillos de unos mecánicos que olvidaron la palabra biela al ir esa mañana a sus trabajos o la reivindicación de unas ocas en cuyas pancartas se podía leer a grandes letras NO SÓLO SOMOS HÍGADOS y también QUEREMOS COGNAC PARA DIVERTIRNOS.
Desde estas ventanas cuando llega la Semana Santa (celebración católica que ajusta su calendario cada año para que coincida con el periodo del plenilunio), se puede ver -si el frío lo permite- a la multitud que se va acomodando en la plaza desde primeras horas de la tarde, va formando una especie de gran madeja de lana (comparación de mi amiga Pilar con la cual vi ayer el paso del Jueves Santo) oscura con toques de color rojo y alguno blanco (se diría que la multitud responde al principio luctuoso de esta semana apasionada). Durante horas, pacientemente, esa multitud de lana espera la aparición por la estrecha calle del Cordón del paso del Jesús de los Pobres. Y cuando llegan los nazarenos de hábitos morados, con sus cruces terribles, sus capirotes señalando en vértice al cielo, sus cilicios de cuerda alrededor de sus cinturas y se empieza a escuchar, lejanamente, los sonidos de la banda de música, la muchedumbre de lana se convierte en rosas de alambre goteando óxido rojo y aclaman al que llega, al que según dicen, va a morir por ellos.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/04/2010 a las 12:58 | Comentarios {0}


Boceto atribuido a Isaac Alexander


Mundo de un hombre desnudo con manchas verdes

Composición

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/04/2010 a las 11:54 | Comentarios {0}


Cuando Renato Nonato supo que era un fantástico cocinero, descubrió al mismo tiempo que era un asesino implacable.
Así de sencilla es la trama de Estómago película dirigida por Marcos Jorge. Una parábola o una alegoría sobre el mundo de los sentidos y el mundo del poder. El poder sobre los otros y cómo el alcohol -como elemento que descompone esa frágil cosa que se llama realidad- altera los resortes del hombre y lo lanza a una distorsión y esa distorsión altera la vida de Renato Nonato para siempre. Y la comida, la cocina, el estómago agradecido, lo que supone para el cocinero. La cocina, repito, los ingredientes, la mezcla, la sabrosura, el color, la presentación o el asco. Y todo envuelto en esa tristeza brasileira que tanto se ve en su cine, esa melancolía de la risa y del color y más aún en este hombre que ansía algo que reduce al cuerpo de una mujer que además es una puta que además no le quiere y que le llevará al desastre.
He pasado la noche junto (Repito una frase que siempre me pareció un pensamiento amplio: el sueño todo lo unifica y la vigilia todo lo disgrega) a Renato y Bujiu y don Zeferino e Iria y he lamentado sus vidas y he lamentado la mía porque era parte de las suyas y he caminado por esas calles dejadas de la mano de Dios y he descubierto que la cárcel es uno de los lugares donde la justicia animal del hombre mejor se exhibe. He pasado la noche hablando en portugués y en un momento, a solas Renato y yo, en la cocina del Restaurante Bocaccio le he confesado que yo también reduzco en muchas ocasiones todas mis ansias de belleza a un cuerpo de una mujer. El ha querido brindar con un Negrote (una bebida bestial, llena de grados y locura) y yo le he rogado que no lo hiciera porque quería despertar y escribir sobre él en este extraño libro que llevo escribiendo tanto tiempo, que no tiene espacio ni vocación ni nada y que tan sólo intenta, como si yo fuera un buen cocinero, mezclar ingredientes que den sabor al diario vivir.
Estómago

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/03/2010 a las 10:08 | Comentarios {0}


Escribir Adiós o Último
Cuando escribo adiós o último ya en ese momento en el que las letras empiezan a dibujarse en mi caligrafía, siento tristeza y miedo. Decir adiós a quien quieres decírselo aunque en ese momento en que lo haces creas que es lo correcto y que nada en este mundo podrá alterar semejante decisión terrible; decir adiós a quien quieres y a quien no puedes querer (o dices adiós porque esa persona te ha hecho daño o tú sientes que te ha hecho daño ¿Qué es el daño? ¿Cómo nadie te va a poder hacer daño?). Adiós escribes y justo cuando envías el adiós estás ya diciendo Hola, he vuelto, Nunca me fui. Nunca me quise ir. Lo escribiste. Esa persona ya lo está leyendo y entonces sientes que ya nada está en tus manos. Decir adiós con groserías. Decir adiós con violencia. Decir adiós con la vehemencia del que sólo sabe que está diciendo un adiós lleno de heridas.
Cuando escribo último tiemblo y la noche cae sobre mis huesos y siento que cierro las puertas que estaban abiertas de par en par. Pocas puertas hay abiertas para mí. No tengo la capacidad de abrirlas. Más bien soy huraño y tímido. No cuando escribo. Cuando escribo puedo escribir Último y llevar, como un chulo, lo último hasta el final. Cuando escribo último estoy abriendo la fosa para un muerto (o peor estoy abriendo la fosa para alguien que está vivo y voy a enterrarlo vivo y voy a escuchar por siempre sus últimos estertores bajo una tierra que no le correspondía, una tierra que yo le eché encima). Tras escribir último y enviarlo lloro como si estuviera en el funeral sin gracia de un muerto a destiempo.
El domingo ha sido claro, muy luminoso. Olía el aire a una hora más. Las gentes por las calles mostraban por primera vez sus brazos después de tanto tiempo ocultos bajo los abrigos, protegidos del frío y la lluvia y el viento y la inclemencia. Los niños, primaverales, corrían por las plazas y los parques y las madres mostraban sin recato sus cuerpos maternales; iban de la mano las parejas; los ancianos echaban renuevos por sus cabellos; hombres maduros como yo caminaban por una calle estrecha, pegados a las fachadas de las viejas casas, asustados de su violencia, ésa que vive bajo su piel suave tan sólo por las cremas. Hombres-lobo con piel de hombres-cordero.
Ahora suenan los tambores de la Semana Santa bajo la ventana de mi casa. Los nazarenos con sus capirotes y sus hábitos negros pasean al Cristo crucificado por las calles ¡Qué tétrica es la muerte de los Dioses! El redoble de la muerte y los aplausos de la multitud me llevan, de nuevo, a las palabras Adiós o Último.
Quisiera abrazarte a tí y que sintieras lo mucho que quiero recibirte. Quisiera llegar corriendo hasta el lugar donde te enterré y arrancarme las uñas hasta desenterrarte y decirte, Hola o Todavía.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/03/2010 a las 20:35 | Comentarios {0}


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