Escrito por Isaac Alexander
Edición y notas de Fernando Loygorri
XXIX
He pensado en dirigirme a lo alto del acantilado con todas mis responsabilidades... el viento era fuerte... algo azotaba mi rostro pero no logro recordarlo con claridad. Me aturdo. Me interesa ese tercio de mi vida... la que ya acaba... el último tramo... nunca pensé... el siglo nada prometía..
La mañana se ha abierto a la luz mientras a lo lejos, no muy lejos, mi vista llegaba hasta allí... veía las nubes preñadas que se iban acercando como si fueran las primeras unidades de un convoy de blindados... a película bélica me recordaban las nubes y allí - flanqueado por Hamlet y Donjuan y con Euphosine y Aglaya persiguiendo ardillas por los pinos- he sentido un profundo sentimiento de ateísmo. He recordado imágenes de 1943. Quizás haya sido esa la causa. También es posible que esos recuerdos fueran olidos por Hamlet porque se me ha echado encima y me ha lamido la cara mientras sus ojos brillaban de contento y parecían quererme traer al presente.
La mano que da de comer... la que mece la cuna... lo gris en todos los colores (o todos los colores son en el fondo gris). Debates en un nuevo giro del mundo, entendido éste como el sistema solar en el que navegamos... me digo: es bueno en ocasiones ser conscientes de la inmensidad en la que nos encontramos para aliviar la carga del vivir (una dulce carga que escribió mi querido amigo F.L.** en una de sus mejores piezas teatrales; decía el personaje de Trifia: O la llevas como una dulce carga o te pegas un tiro por tanta destrucción...) Yo prefiero la vida dulce carga y no tanta destrucción... Tendría que pensar estas palabras cuando vuelva, y frente a la chimenea, pase a papel estas grabaciones.
No volver. No volver nunca. A ningún lugar. Volver es contra natura. No se debe volver. Tan sólo si es a Comala, cualquiera sea el nombre de Comala... Comala....
Sí, Donjuan ha vuelto ufano... es todavía joven y cree tener la eternidad por castigo... ¡Queremos vivir! Le digo al Sol y a la Luna cuando llego hasta lo alto del camino, a casi mil metros de altura sobre el nivel del mar y los saludo porque en ellos, en ellos está el manantial de la doncella... ahora es el viento del noroeste... ¡Qué frío es! También mis pies son cada vez más fríos... ¡Adorada mía! Cántame, al oído, otra vez y aún otra... no quiero volver. Nadie debería volver nunca...
Al abrigo de la roca nos quedaremos y llegará la aurora; el este será para nosotros el inicio de la sangre en nuestras venas y la luz que empieza tendrá el arte de alimentarnos; al abrigo de la roca estamos, formamos una rosca y nos damos calor ahora que es invierno y el abrazo es más una cuestión física que sentimental; al abrigo de las rocas como viejos corsarios. También náufragos aunque al abrigo de las rocas y sí, sí, vemos a Stephen Dedalus afeitarse con espuma, brocha y navaja. El Irish sea color verdemoco. Les vieux temps.
....................................................................
* En muchas ocasiones Isaac Alexander salía con una grabadora a pasear y cuando un pensamiento, una idea, una imagen, cualquier elemento llámese mental, le parecía llamativo lo grababa. Esta entrada XXIX de su Libro de las Soledades es una de esas transcripciones a las que hace referencia en algún momento del texto.
** Las iniciales F.L. son las mías. La obra se titula La Otra Cara. La estrenamos en Madrid e inauguramos con ella un festival de teatro español en París. Corría el año 1989. Fueron días de ésos en los que el éxito social llama a la puerta. No supe abrir.
La mañana se ha abierto a la luz mientras a lo lejos, no muy lejos, mi vista llegaba hasta allí... veía las nubes preñadas que se iban acercando como si fueran las primeras unidades de un convoy de blindados... a película bélica me recordaban las nubes y allí - flanqueado por Hamlet y Donjuan y con Euphosine y Aglaya persiguiendo ardillas por los pinos- he sentido un profundo sentimiento de ateísmo. He recordado imágenes de 1943. Quizás haya sido esa la causa. También es posible que esos recuerdos fueran olidos por Hamlet porque se me ha echado encima y me ha lamido la cara mientras sus ojos brillaban de contento y parecían quererme traer al presente.
La mano que da de comer... la que mece la cuna... lo gris en todos los colores (o todos los colores son en el fondo gris). Debates en un nuevo giro del mundo, entendido éste como el sistema solar en el que navegamos... me digo: es bueno en ocasiones ser conscientes de la inmensidad en la que nos encontramos para aliviar la carga del vivir (una dulce carga que escribió mi querido amigo F.L.** en una de sus mejores piezas teatrales; decía el personaje de Trifia: O la llevas como una dulce carga o te pegas un tiro por tanta destrucción...) Yo prefiero la vida dulce carga y no tanta destrucción... Tendría que pensar estas palabras cuando vuelva, y frente a la chimenea, pase a papel estas grabaciones.
No volver. No volver nunca. A ningún lugar. Volver es contra natura. No se debe volver. Tan sólo si es a Comala, cualquiera sea el nombre de Comala... Comala....
Sí, Donjuan ha vuelto ufano... es todavía joven y cree tener la eternidad por castigo... ¡Queremos vivir! Le digo al Sol y a la Luna cuando llego hasta lo alto del camino, a casi mil metros de altura sobre el nivel del mar y los saludo porque en ellos, en ellos está el manantial de la doncella... ahora es el viento del noroeste... ¡Qué frío es! También mis pies son cada vez más fríos... ¡Adorada mía! Cántame, al oído, otra vez y aún otra... no quiero volver. Nadie debería volver nunca...
Al abrigo de la roca nos quedaremos y llegará la aurora; el este será para nosotros el inicio de la sangre en nuestras venas y la luz que empieza tendrá el arte de alimentarnos; al abrigo de la roca estamos, formamos una rosca y nos damos calor ahora que es invierno y el abrazo es más una cuestión física que sentimental; al abrigo de las rocas como viejos corsarios. También náufragos aunque al abrigo de las rocas y sí, sí, vemos a Stephen Dedalus afeitarse con espuma, brocha y navaja. El Irish sea color verdemoco. Les vieux temps.
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* En muchas ocasiones Isaac Alexander salía con una grabadora a pasear y cuando un pensamiento, una idea, una imagen, cualquier elemento llámese mental, le parecía llamativo lo grababa. Esta entrada XXIX de su Libro de las Soledades es una de esas transcripciones a las que hace referencia en algún momento del texto.
** Las iniciales F.L. son las mías. La obra se titula La Otra Cara. La estrenamos en Madrid e inauguramos con ella un festival de teatro español en París. Corría el año 1989. Fueron días de ésos en los que el éxito social llama a la puerta. No supe abrir.
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Narrativa
Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/12/2020 a las 17:56 | {0}