Fuente: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de J. Corominas y J. A. Pascual. T. V Ri-X. Editado por Gredos.
Origen incierto: como la documentación más antigua procede de España, no es probable que derive del náhuatl tocaytl 'nombre' pero faltan investigaciones semánticas en textos antiguos que confirmen si procede de la frase ritual romana Ubi tu Cajus, ibi ego Caja que la esposa dirigía al novio al llegar a su casa la comitiva nupcial. 1ª doc.: Autoridades.
Con la definición "lo mismo que colombroño"; la Academia en ediciones posteriores: "respecto de una persona, otra que tiene su mismo nombre" [..]
Uno de los primeros en proponer la etimología mejicana fue Eufemiano Mendoza en su Catálogo de palabras mejicanas introducidas al castellano (1872), quien por lo demás vacila, como poco convencido, entre dos étimos distintos: "del verbo tocayotia, poner nombre; su acepción actual es de homónimo; quizá sea contracción de tonacayo, nuestra humanidad"; realmente A. de Molina (1571) registra como náhuatl "tonacayo: cuerpo humano, o nuestra carne", pero está claro que esta etimología no es posible. En cuanto al otro, lo ha repetido después muchos eruditos, entre ellos Alfredo Chavero , Robelo, Lenz (Dicc. quien dice que tocayo es usual en Santiago de Chile), Zauner (Litbl. XXXIII, 376), Jesús Amaya; pero no ha logrado convencer generalmente. Robelo cree que debe partirse de tocaytl 'nombre', 'fama y honra', Lenz indica más bien tocayo 'firmada escritura' y el verbo tocayotia 'nombrar a alguno, llamarle por su nombre'; en efecto, esas palabras y otras de la misma raíz que interesan menos, se encuentran ya en el dicc. náhuatl de A. Molina (1571) y nadie discute que sean formas genuinas en el idioma de los aztecas. Pero no se trata de esto, sino de probar que tocayo viene de una palabra nahua concreta. Ante todo hay que evitar tomar estas pequeñas cuestiones como asunto nacional, en lo cual parece caer Robelo ("dejemos, pues, a Bastús con tucayus en Roma, y quedémonos con tocayo en Méjico").
El caso es que no hay en náhuatl un adjetivo que pudiera servir de apoyo a tocayo, ni se ve formas concretas de derivarlo del verbo tocayotia o del sustantivo tocaytl; es cierto que A. de Molina trae tocaye "persona que tiene nombre, o claro en fama y en honra, o encumbrado en dignidad", pero esto equivale evidentemente a 'renombrado', 'afamado' y de ahí no saldría tocayo. Hay que precaverse ante el peligro de las homonimias en etimología, sobre todo si no hay identidad semántica. Ante los hechos citados, no se puede descartar el que tocayo venga en una forma u otra de algún miembro de esta familia léxica azteca, pero hace demostrarlo mejor, y habría que empezar por dar pruebas de que el vocablo se empleó primero en Méjico que en España y en América del Sur, o al menos presentar indicios claros en el mismo sentido, a base de la mayor popularidad del término en Méjico, de una fecundidad en derivados que no tenga en España, o de más amplio desarrollo semántico. Por la documentación que he podido encontrar más bien parece ser un término humorístico y callejero nacido en España; tocayu y tocaya eran ya usuales en bable en el año 1804 como se ve por la correspondencia entre Jovellanos y Pedro Manuel de Valdés LLanos (Julio Somoza, Cosiquines de la Mio Quintana, Oviedo 1884), fecha temprana que hace dudar también un origen mejicano.
Y así volvemos naturalmente a la idea que propuso y reprodujo honesta y útilmente el propio Robelo en su libro: "¿por qué estos nombres no pudieron haberse formado de la fórmula que se pronunciaba en la celebración del matrimonio más solemne, o por confarreación, de los romanos? Cuando la comitiva nupcial llegaba a la puerta de la casa del marido, éste saliendo al encuentro preguntaba a la que iba a ser su esposa, quién era ella y ésta respondía con la frase sacramental Ubi tu Cajus, ibi ego Caja: en donde tú serás llamado Cayo, a mí me llamarán Caya, esto es, donde tú mandarás mandaré yo, o bien tú y yo seremos iguales en la casa". En apoyo de esta idea observo que los ejs. más antiguos de tocayo y tocaya, y añado que el ambiente del teatro madrileño era propicio para toda clase de retruécanos, sin excluir lo alusivos a la educación clásica: recuérdese el probable origen de tertuliano y TERTULIA, voces teatrales también y fundadas en una especie de chiste clásico. Puede conjeturarse que al principio se llamaran recíprocamente y en tono humorístico tucayo y tucaya los estudiantes y sus novias o amoríos, y que el pueblo, que no entiende de Derecho Romano, interpretara esta identidad de vocablos como alusiva a una identidad de nombres; o bien se puede partir del apellido común a marido y mujer. Los personajes de Ramón de la Cruz son, precisamente, una pareja de enamorados. Todo esto, claro está, deberá probarse mejor, estudiando los textos populares de los SS. XVIII y XVII. Señalo el caso a la fina e inmensa erudición de don Alfonso Reyes, mejicana y clásica a un mismo tiempo, así en lo latino como en lo hispánico.
Uno de los primeros en proponer la etimología mejicana fue Eufemiano Mendoza en su Catálogo de palabras mejicanas introducidas al castellano (1872), quien por lo demás vacila, como poco convencido, entre dos étimos distintos: "del verbo tocayotia, poner nombre; su acepción actual es de homónimo; quizá sea contracción de tonacayo, nuestra humanidad"; realmente A. de Molina (1571) registra como náhuatl "tonacayo: cuerpo humano, o nuestra carne", pero está claro que esta etimología no es posible. En cuanto al otro, lo ha repetido después muchos eruditos, entre ellos Alfredo Chavero , Robelo, Lenz (Dicc. quien dice que tocayo es usual en Santiago de Chile), Zauner (Litbl. XXXIII, 376), Jesús Amaya; pero no ha logrado convencer generalmente. Robelo cree que debe partirse de tocaytl 'nombre', 'fama y honra', Lenz indica más bien tocayo 'firmada escritura' y el verbo tocayotia 'nombrar a alguno, llamarle por su nombre'; en efecto, esas palabras y otras de la misma raíz que interesan menos, se encuentran ya en el dicc. náhuatl de A. Molina (1571) y nadie discute que sean formas genuinas en el idioma de los aztecas. Pero no se trata de esto, sino de probar que tocayo viene de una palabra nahua concreta. Ante todo hay que evitar tomar estas pequeñas cuestiones como asunto nacional, en lo cual parece caer Robelo ("dejemos, pues, a Bastús con tucayus en Roma, y quedémonos con tocayo en Méjico").
El caso es que no hay en náhuatl un adjetivo que pudiera servir de apoyo a tocayo, ni se ve formas concretas de derivarlo del verbo tocayotia o del sustantivo tocaytl; es cierto que A. de Molina trae tocaye "persona que tiene nombre, o claro en fama y en honra, o encumbrado en dignidad", pero esto equivale evidentemente a 'renombrado', 'afamado' y de ahí no saldría tocayo. Hay que precaverse ante el peligro de las homonimias en etimología, sobre todo si no hay identidad semántica. Ante los hechos citados, no se puede descartar el que tocayo venga en una forma u otra de algún miembro de esta familia léxica azteca, pero hace demostrarlo mejor, y habría que empezar por dar pruebas de que el vocablo se empleó primero en Méjico que en España y en América del Sur, o al menos presentar indicios claros en el mismo sentido, a base de la mayor popularidad del término en Méjico, de una fecundidad en derivados que no tenga en España, o de más amplio desarrollo semántico. Por la documentación que he podido encontrar más bien parece ser un término humorístico y callejero nacido en España; tocayu y tocaya eran ya usuales en bable en el año 1804 como se ve por la correspondencia entre Jovellanos y Pedro Manuel de Valdés LLanos (Julio Somoza, Cosiquines de la Mio Quintana, Oviedo 1884), fecha temprana que hace dudar también un origen mejicano.
Y así volvemos naturalmente a la idea que propuso y reprodujo honesta y útilmente el propio Robelo en su libro: "¿por qué estos nombres no pudieron haberse formado de la fórmula que se pronunciaba en la celebración del matrimonio más solemne, o por confarreación, de los romanos? Cuando la comitiva nupcial llegaba a la puerta de la casa del marido, éste saliendo al encuentro preguntaba a la que iba a ser su esposa, quién era ella y ésta respondía con la frase sacramental Ubi tu Cajus, ibi ego Caja: en donde tú serás llamado Cayo, a mí me llamarán Caya, esto es, donde tú mandarás mandaré yo, o bien tú y yo seremos iguales en la casa". En apoyo de esta idea observo que los ejs. más antiguos de tocayo y tocaya, y añado que el ambiente del teatro madrileño era propicio para toda clase de retruécanos, sin excluir lo alusivos a la educación clásica: recuérdese el probable origen de tertuliano y TERTULIA, voces teatrales también y fundadas en una especie de chiste clásico. Puede conjeturarse que al principio se llamaran recíprocamente y en tono humorístico tucayo y tucaya los estudiantes y sus novias o amoríos, y que el pueblo, que no entiende de Derecho Romano, interpretara esta identidad de vocablos como alusiva a una identidad de nombres; o bien se puede partir del apellido común a marido y mujer. Los personajes de Ramón de la Cruz son, precisamente, una pareja de enamorados. Todo esto, claro está, deberá probarse mejor, estudiando los textos populares de los SS. XVIII y XVII. Señalo el caso a la fina e inmensa erudición de don Alfonso Reyes, mejicana y clásica a un mismo tiempo, así en lo latino como en lo hispánico.
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Tags : Palabras Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/06/2019 a las 18:45 | {0}