Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Vanidad de vanidades
Vanidad de vanidades
Quisiera confesar públicamente en este blog que tantas alegrías y tan pocas tristezas me otorga, un rasgo poco agraciado de mi carácter: soy un bocazas (o un bocas que dicen ahora los jóvenes). Tengo una incontinencia verbal que desborda los cauces de los ríos de las palabras. Y es por la palabra por donde quiero demostrar (¡aún, Swami, aún quiero demostrar algo a alguien, a tantos!) todo lo que soy, todo lo que he estudiado, trabajado, leído, cuántas distintas materias manejo, cuántos nombres alberga mi pobre cerebro, cuánta melancolía tengo derecho a atesorar.

También quiero que conste en este acta de autoinculpación que no es por un acto de soberbia sino más bien por una cuestión de inseguridad (muchas veces la inseguridad, querido Swami, se viste con los ropajes de la vanidad) por lo que me lanzo a hablar, hablar, de esto y aquello y lo de acullá y de lo de más acá, sin parar, elevando la voz, agrandando los gestos, imponiendo un discurso que nada tiene que ver con una esencia más bien tímida, más bien solitaria, más bien humilde de mi propia condición y mis propios conocimientos. Porque en el fuero interno de mi corazón, de mi alma y de mi mente toda, sé que no sé nada, sé que apenas llego a vislumbrar la nuez de ningún asunto humano y menos mundano y aún menos divino; sé que tú, Swami mío, habrías conseguido alumbrar a mis ojos el camino que tú has trillado allá en la India donde dicen las leyendas que viven los hombres más sabios, los hombres más espirituales, los hombres más desprendidos de su ego.

Pobre condición la mía que por inseguridad, en la cena que tuvimos el otro día, no supe mantenerme callado y hablé de fútbol, de ajedrez, de internet, de audiolibros y no sé cuántas gilipolleces más que, imagino, te dejaron aturdido y cuando menos dejaste que la vida fuera como estaba siendo. O a lo peor, vanidad de vanidades, me quise medir a ti y decirte que no estabas en medio de unos iletrados y que si querías ganarte el derecho a ser escuchado tendrías en mí -bocazas de profesión- a un duro competidor.

Salud a ti, Swami querido, disculpas sinceras y gracias por la lección, que por omisión de tu voz, me enseñaste.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/03/2009 a las 11:46 | Comentarios {0}


Hamlet/Blanca Portillo
Hamlet/Blanca Portillo
En las lejanas tierras de Dinamarca, entre la ligerísima bruma de un puerto a los pies del castillo de Elsinor, intramuros del Teatro Matadero de Madrid, Hamlet/BLanca Portillo nos muestra la historia de una duda (o la historia de La Duda).

William Shakespeare es quizá el urdidor de frases más hermosas que haya dado la literatura occidental. En cada obra suya, en cada poema suyo, en cada diálogo, la poesía (la más sublime de las artes literarias; la poesía como compendiadora de esencias y existencias; la poesía, señora de los sueños hechos palabra; la poesía señora de la realidad hecha sueño) surge esa calidad mágica que provoca que varias palabras al encontrarse y tejerse mediante las hábiles manos de un tejedor fuera de serie provoquen la explosión de la poesía.

Blanca Portillo es una analogía de Shakespeare. Su interpretación es la tercera dimensión de la poesía. La poesía en el espacio físico y en el espacio sonoro. Blanca en su interpretación de Hamlet se sienta codo con codo con Shakespeare y se tutean.

Tengo el placer de haber trabajado en el primer montaje que como profesional hizo Blanca. Fue a mediados de los años ochenta. Yo realicé la adaptación y versión al español de El Mal de la Juventud de Ferdinand Brückner y fui el ayudante de dirección. Blanca hizo en aquella ocasión el papel de Desirée, una joven burguesa, atacada del mal de ser joven. Ya entonces se veía la fuerza arrolladora de esta mujer en el escenario y me resulta curioso que al verla tantos años después, su fuerza, su estar en escena, sean tan semejantes a los de aquella primera vez. Es como si este hecho demostrara que las esencias (el propio termino lo insinúa) son siempre y que tan sólo las existencias van matizando, depurando, si se quiere, algo que de por sí ya estaba (aunque en general tengo la sensación de que la existencia se suele cargar las esencias).

La versión y la dirección de este Hamlet es de Tomaz Pandur, un director que empezó haciendo escenografía y se nota. El espacio escénico es bello y sugerente y te introduce en un lugar pantanoso (¿qué hay más pantanoso que la duda?) con una levísima bruma que habla mucho de lo sutil de este espectáculo. Tras la función lo saludé y lo felicité. Da gusto hacerlo. Aparte el espacio escénico, el mayor acierto de Pandur es haber elegido a Blanca Portillo para Hamlet. Porque ella tiene una voz prodigiosa, un registro amplísimo. Su voz promueve la sensación de adolescencia del personaje Hamlet y al mismo tiempo su presencia y su voz promueven la sensación de un hombre hecho y derecho y al mismo tiempo su esencia de mujer otorga al personaje la ambigüedad que le honra.

Este Hamlet es teatro (o una forma de teatro) teatral. Con esto quiero decir que es juego, que es evocación de realidades (no imitación de realidades). Y Blanca Portillo se mueve en esa clave de forma magistral. El tempo escénico de Blanca, cómo domina las pausas, cómo domina el gesto, cómo administra el esfuerzo, cómo crea arte agotador de una forma leve (hasta la angustia pantanosa de la duda), cómo ajusta la coreografía -concertino de una orquesta muy bien ensamblada- y obliga, suavemente, a los demás a seguirla.

Gozoso espectáculo. Gozosa actriz. Sin duda (paradójicamente, Hamlet/Blanca)

Teatro

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/03/2009 a las 11:07 | Comentarios {0}


Quizá más tarde pueda
desandar mi huella
Como una cinta cinematográfica
que marchara hacia atrás
La voz de Victoria de los Ángeles
en el Requiem de Gabriel Faurée
calma la mañana en mis pulmones
y en las manos deja un tempo de adagio
Escucho las cadencias de los chelos
la altura de las violas
lo sublime de los violines
y las voces, las voces...
Cordero de Dios (Agnus Dei)
Flota la marea
Espera la nota
Asoma la espalda
Sugiere

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2009 a las 12:02 | Comentarios {0}


Poema atribuido a Oblongo Esún



Porque puede ser cruel el humor
como el humo que sube desde hace miles de años,
miles que es medida vana pues pierde todo su sentido;
así os llamaré, los Sinsentido de las cosas y sin embargo con medidas
que nada os dicen cuando se escapa a vuestros propios límites;
si os dijera que no tengáis miedo,
que no os sintáis culpables de la lenta agonía de las petunias;
si pudiera así elevar vuestro ánimo,
agónico a través de los siglos de miraros los estómagos,
las piedras y las nubes,
midiendo, haciendo escalas, subsumiendo,
elaborando teorías que la práctica
dejaba a menudo en el dique seco de vuestras esperanzas;
si alentara en vosotros la no esperanza, la espera ciega, digamos, la espera
que nada espera, que se hunde en los abismos bellísimos de una historia con final;
si os pudiera alentar en la contemplación de esta destrucción fiera y plena.
¿Quién dijo que los asuntos durarían siempre?
¿Quién habló de una regeneración? ¿De una constante regeneración?
¿Recordáis los hermosos mitos?, ¿Las largas genealogías de dioses y héroes?
Leed las Tristes. Leedlas y dejaos seducir por los engaños de las ninfas,
por los juegos casi infantiles de los héroes:
acercaos a los establos o dejaos enternecer por el Cangrejo que perdió su cabeza en la antiquísima sabiduría de los Congos los cuales,
armados de paciencia y miedo,
fueron exportados hasta Cuba y allí fueron convertidos en esclavos
y se fueron callando mientras en los ingenios, ocultos en las propias cañas,
los babujales hacían el trabajo y engañaban así al hombre
blanco, blanco, blanco de espuma de mar,
blanco de peripecias sin sentido,
blanco de ansias.

Poesía

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/03/2009 a las 18:43 | Comentarios {0}


Otto Dix
Otto Dix
Cuando leo (o echo un vistazo) a los libros de (¿cómo llamarlos?: crecimiento personal, autoayuda -qué espantosa traducción del inglés- psicología -qué rama del conocimiento del hombre tan sesgada [porque está basada en sesgos]. ¿Cómo, cómo llamar a esos libros? En fin no me voy a quedar en el mero nominalismo). Empiezo: cuando leo libros en los que la capacidad de mejora de un individuo se basa en sí mismo, en su fortaleza, o en su debilidad, en su atención o en su despiste, en resumen, en su carácter, se me viene siempre a la cabeza la triada que encabeza este texto. Luego se me viene al pensamiento los motivos (aunque aquí entraría Wittgenstein con su definición minuciosísima de motivos, causas o razones) por los que una persona ha de mejorar. Luego divago más y más y me pregunto qué es mejorar y leo (o echo un vistazo) a esos libros tan bien intencionados (de eso no me cabe duda. O bueno me caben dudas pero no vienen al caso) y me voy enredando en el laberinto de las ideas, de las ideas propias que puede que no valgan una mierda, que pueden ser meras justificaciones para sentirse uno mismo (por cierto ¿quién es Uno Mismo? Yo a ese señor no le conozco) más tranquilo con sus propias imperfecciones, con sus propias limitaciones, con sus carencias y que a la postre me dejan postrado, agotado, sacudido incluso diría que escandalizado conmigo mismo (no voy a hacer de nuevo la pregunta de quién es ése).
No sé qué es la vida ni dónde se contiene ni cuánto tiene de manejable ni si al final, por los extraños caminos de la física, podríamos estar incluidos en otros seres. No sé si el alma (ni tan siquiera afirmo el alma) se encuentra fuera o dentro de nosotros (no sé la importancia de la ubicación de tal órgano inmaterial); no sé el influjo que sobre ella ejerce el medio ambiente, la polución de las aguas, el aire viciado cuando no corre el viento y por toda la ciudad las calefacciones y los tubos de los automóviles van ennegreciendo la visión y al llegar a casa tienes que lavarte la cara con un algodoncito que queda negro, negrísimo y piensas, ¡Caray tenía la cara llena de mierda! ¿y si también el alma se me ha ensuciado? No sé si la base de la salud está en hacerse limpiezas de colon de forma habitual, no sé si al final le encontraría el gustillo a meterme un enema por el culo todo lleno de sales de magnesio y a tomarme una purga de aceite de no sé qué en ayunas ¿y si el alma está en el colon? ¿y si la base del carácter se encuentra en el intestino, el pobre que ha de trabajar tanto en la defensa del cuerpo? Entonces llegan estos libros y cuando los leo (o les echo un vistazo) me imagino a mis padres follando la noche del día exacto para que por una cuestión en todo desconocida para mí un puto espermatozoide y un puto óvulo se encontraran el seno de mamá y ¡zas! a dividirse, a dividirse, a dividirse y ¡pumba!, 4 kilos 500 gramos y de nombre Fernando ¿Influyó mi carácter en el encuentro sexual entre mis padres? ¿Vagaba mi alma en busca de un seno donde asentarse? ¿Pasaba por Madrid en ese momento (me concibieron mis padres en Madrid) y dijo, ¡coño, ahí están follando!, vamos p'allá! y ¡placa! aquí está usted escribiendo estas divagaciones, que no son más que eso y además hoy no voy a seguir el hilo de la argumentación, como puedes leer, que me voy por ahí y no sé volver, bueno, hasta cierto punto, que siempre puedo volver y escribir: como decía un poco más arriba Pero no, hoy no lo voy a escribir. Son las ocho y veinticinco de la noche de un día de marzo.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/03/2009 a las 19:54 | Comentarios {0}


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