El hombre llegó del viaje. Se había tenido que ir por una cuestión de trabajo. Era viajante y los tiempos no eran los mejores para dejar de aceptar la posibilidad de un negocio. El hombre tiene, por supuesto, un nombre. Me pidió que no lo escribiera y también que, si era posible, no pusiera ningún otro.
El hombre vivía junto al mar con su niña y una mujer que había llegado a su vida de una forma inesperada, tras una ruptura inesperada con otra mujer y en unas condiciones extrañas, con su madre en la casa, una mujer anciana y amargada a la que él nunca quiso. No, nunca la quiso, repetía mientras miraba el café con leche que tenía ante sí. Le llamaron la mañana del martes, hace cinco días, y le dijeron, Vete a Madrid y contacta con los laboratorios Álvarez, están interesados en adquirir cuarenta microscopios. El hombre no dudó. Luego se acercó a su nueva amante y le pidió -como si se conocieran de toda la vida, como si no fueran tan sólo veinte días los que llevaban juntos, como si el tiempo realmente no fuera más que una medida mezquina sobre los asuntos humanos- que se quedara con su hija y con su madre. Él volvería cuanto antes. Ella aceptó. El hombre se despidió de su hija con gracias y zalamerías. El hombre me dijo que tenía su sentido del humor y me contó un par de anécdotas que me hicieron reír. De su madre se despidió con un beso en la frente y un volveré en un par de días. Su madre, sorda, no le oyó y le contestó, No quiero nada. No puedo comer.
El hombre viajó en tren.
El hombre vivía junto al mar con su niña y una mujer que había llegado a su vida de una forma inesperada, tras una ruptura inesperada con otra mujer y en unas condiciones extrañas, con su madre en la casa, una mujer anciana y amargada a la que él nunca quiso. No, nunca la quiso, repetía mientras miraba el café con leche que tenía ante sí. Le llamaron la mañana del martes, hace cinco días, y le dijeron, Vete a Madrid y contacta con los laboratorios Álvarez, están interesados en adquirir cuarenta microscopios. El hombre no dudó. Luego se acercó a su nueva amante y le pidió -como si se conocieran de toda la vida, como si no fueran tan sólo veinte días los que llevaban juntos, como si el tiempo realmente no fuera más que una medida mezquina sobre los asuntos humanos- que se quedara con su hija y con su madre. Él volvería cuanto antes. Ella aceptó. El hombre se despidió de su hija con gracias y zalamerías. El hombre me dijo que tenía su sentido del humor y me contó un par de anécdotas que me hicieron reír. De su madre se despidió con un beso en la frente y un volveré en un par de días. Su madre, sorda, no le oyó y le contestó, No quiero nada. No puedo comer.
El hombre viajó en tren.
Primeros párrafos del prólogo escrito por Fiódor Mijailovich Dostoyevski
Al dar comienzo a la biografía de mi héroe, Alexéi Fiódorovich Karamázov, experimento cierta perplejidad. En efecto: aunque llamo a Alexéi Fiódorovich mi héroe, sé muy bien que no es, de ningún modo, un gran hombre, y preveo por ello inevitables preguntas poco más o menos como éstas: "¿Pero que tiene de notable su Alexéi Fiódorovich para que lo haya elegido como héroe suyo? ¿Ha hecho algo extraordinario? ¿De quién y a santo de qué es conocido? ¿Por qué yo, como lector, he de perder el tiempo estudiando los hechos de su vida?"
Esta última pregunta es la más temible, pues a ella sólo puedo responder: "Quizá lo vean ustedes mismos leyendo la novela" Pero ¿y si leen la novela y no lo ven, si no están de acuerdo en que mi Alexéi Fiódorovich es un hombre notable? Hablo así porque preveo, con pena, que sucederá lo que digo.
Esta última pregunta es la más temible, pues a ella sólo puedo responder: "Quizá lo vean ustedes mismos leyendo la novela" Pero ¿y si leen la novela y no lo ven, si no están de acuerdo en que mi Alexéi Fiódorovich es un hombre notable? Hablo así porque preveo, con pena, que sucederá lo que digo.
Ayer, en La Casa Encendida, estrenamos la adaptación para radio de la película El Exorcista. Fue un estreno estupendo. Los actores y los técnicos hicieron un trabajo notable y el público agradeció y aplaudió su esfuerzo. Yo, en el patio de butacas, disfruté de mi trabajo servido por ellos; sonó bien; la historia -en su síntesis obligada, hube de recortar casi la mitad del metraje original de la película- se seguía con fluidez y nada -excepto detalles de los personajes que, desde luego, habrían ayudado a matizarlos más- se perdía. Los ambientes sonoros creados por Mayca Aguilera y su equipo auparon la buena interpretación de todo el elenco de actores con Fernando Huesca y Lourdes Guerras a la cabeza.
El Exorcista no es un tan sólo una película de terror o más bien es una película del terror por excelencia porque el terror por excelencia es la culpa (el sentido de culpa, tan católico, tan judío). Cuando estaba trabajando la adaptación esta segunda lectura fue surgiendo de forma natural y una vez terminada la primera versión me dediqué a pulir en la segunda esa dirección en la personalidad de los personajes.
Una de las culpas que más me costó entender fue la del padre Lancaster Merring. Con Miguel Rellán -el actor que lo interpreta- hablé a menudo sobre ello y, cosas de la vida, fue ayer viendo la función cuando descubrí el verdadero sentido de la culpa en Merring. La interpretación que yo le daba es que Merring se sentía culpable por no haber podido vencer al demonio, por no haberlo sabido desterrar, él que es quizá el mayor conocedor de La Bestia. Y sin embargo, en mitad del exorcismo, entendí que la culpa de Merring es que le da miedo el Demonio, el demonio le vence porque al final le aterra (aterrar puede querer decir quedar sin tierra).
El sábado 3 de julio a partir de las doce de la noche (entre el sábado y el domingo) se emite por RNE, Radio 1 en el programa Abierto hasta las dos y el domingo 4 a partir de las 12 de la noche en RNE, Radio 3 en el programa La libélula. Espero que os guste. Si no estáis en España lo podéis seguir conectando la radio desde la web de Rtve.
El Exorcista no es un tan sólo una película de terror o más bien es una película del terror por excelencia porque el terror por excelencia es la culpa (el sentido de culpa, tan católico, tan judío). Cuando estaba trabajando la adaptación esta segunda lectura fue surgiendo de forma natural y una vez terminada la primera versión me dediqué a pulir en la segunda esa dirección en la personalidad de los personajes.
Una de las culpas que más me costó entender fue la del padre Lancaster Merring. Con Miguel Rellán -el actor que lo interpreta- hablé a menudo sobre ello y, cosas de la vida, fue ayer viendo la función cuando descubrí el verdadero sentido de la culpa en Merring. La interpretación que yo le daba es que Merring se sentía culpable por no haber podido vencer al demonio, por no haberlo sabido desterrar, él que es quizá el mayor conocedor de La Bestia. Y sin embargo, en mitad del exorcismo, entendí que la culpa de Merring es que le da miedo el Demonio, el demonio le vence porque al final le aterra (aterrar puede querer decir quedar sin tierra).
El sábado 3 de julio a partir de las doce de la noche (entre el sábado y el domingo) se emite por RNE, Radio 1 en el programa Abierto hasta las dos y el domingo 4 a partir de las 12 de la noche en RNE, Radio 3 en el programa La libélula. Espero que os guste. Si no estáis en España lo podéis seguir conectando la radio desde la web de Rtve.
¿El Mal tiene tres patas?
Seré completo cuando la búsqueda no dañe mi esqueleto.
Me gusta el tango y el sonido del acordeón lo aguanto diez minutos (o bandoneón).
Escuché ayer las Variaciones Goldberg en el clavecín y por primera vez me gustaron tanto (o más) que las interpretadas por Glenn Gould en su piano.
La huelga del metro dejó a los centímetros sin espacio.
Vuelvo al Sur.
Subiré mi energía hacia los aladares de mi pecho y sonreiré con la belleza de la inspiración (sin sonidos, sin anhelos, sin jadeos, sin esfuerzo como cuando el nado se acompasa y el agua en su giro gira con los brazos).
La pluma verde me dará horas de abril.
Déjame soñar contigo esta noche (estamos en una extraña confabulación de órdenes. Un actor de fama mundial interpreta un papel. Hay tonos grises y azules cobalto. La luna no brilla. Ni espanta el lobo. La huella de tu media se instala en mi hombro y huele la brisa a tronco del Brasil -una mezcla de gardenia, jazmín y dondiego-).
¡Ah, sí y la bachata! Esas caderas de mujer morena que se cimbrean con un compás sincopado ¡Vuela, mi negra, y enséñame esa boca rosa que hará las delicias de mi piel!
A ritmo de tambor la vida pasa.
Y así hoy, 29 de junio, entre silbatos y madrugón la sangre se ha limpiado y no hay versos que escalden mi alma, ni sentimientos que me lancen al dolor, ni espuma que surja de la rabia, ni desolación que alcance un grado mayor que mi alegría.
Me gusta, ahora, mientras divago, moverme al ritmo de la música que escucho. Estoy en la laguna Gri-Gri de Río San Juan, en la república dominicana. El manglar está ahí. Y también una princesa taína con la que haré el amor toda la noche y cuando llegue la mañana se habrá convertido en una mujer pelirroja de blanca piel y ojos azules y al llegar la tarde será ya una barca que abre las aguas y las cierra tras de sí.
Atrás los hombros.
De frente la mirada.
Las nubes son agua.
Seré completo cuando la búsqueda no dañe mi esqueleto.
Me gusta el tango y el sonido del acordeón lo aguanto diez minutos (o bandoneón).
Escuché ayer las Variaciones Goldberg en el clavecín y por primera vez me gustaron tanto (o más) que las interpretadas por Glenn Gould en su piano.
La huelga del metro dejó a los centímetros sin espacio.
Vuelvo al Sur.
Subiré mi energía hacia los aladares de mi pecho y sonreiré con la belleza de la inspiración (sin sonidos, sin anhelos, sin jadeos, sin esfuerzo como cuando el nado se acompasa y el agua en su giro gira con los brazos).
La pluma verde me dará horas de abril.
Déjame soñar contigo esta noche (estamos en una extraña confabulación de órdenes. Un actor de fama mundial interpreta un papel. Hay tonos grises y azules cobalto. La luna no brilla. Ni espanta el lobo. La huella de tu media se instala en mi hombro y huele la brisa a tronco del Brasil -una mezcla de gardenia, jazmín y dondiego-).
¡Ah, sí y la bachata! Esas caderas de mujer morena que se cimbrean con un compás sincopado ¡Vuela, mi negra, y enséñame esa boca rosa que hará las delicias de mi piel!
A ritmo de tambor la vida pasa.
Y así hoy, 29 de junio, entre silbatos y madrugón la sangre se ha limpiado y no hay versos que escalden mi alma, ni sentimientos que me lancen al dolor, ni espuma que surja de la rabia, ni desolación que alcance un grado mayor que mi alegría.
Me gusta, ahora, mientras divago, moverme al ritmo de la música que escucho. Estoy en la laguna Gri-Gri de Río San Juan, en la república dominicana. El manglar está ahí. Y también una princesa taína con la que haré el amor toda la noche y cuando llegue la mañana se habrá convertido en una mujer pelirroja de blanca piel y ojos azules y al llegar la tarde será ya una barca que abre las aguas y las cierra tras de sí.
Atrás los hombros.
De frente la mirada.
Las nubes son agua.
Ven, amiga
siento en mis pies una discusión de uñas
y la sangre destila un olor de azufre
Ven, querida
el alba se sostiene en los muertos
y muerde la perra los labios del feto
Ven, dulce
dicen las voces que hay que castrarme
y luego dejar que mis gónadas sequen
Ven, corazón
arde la nieve en mi heridas
y sufre mi madre una angustia penosa
Ven, cachito de cielo
a abarcar con tus heces
mi dormir despierto
Ven, cabellos süaves
a cubrir mi boca
y a curar mi espanto
Ven, alma mía
a supurar mi agonía
y deja al irte tu malestar abierto
Ven, sexto elemento
a contemplar mi sentencia
y a firmar en el libro de las condolencias
Ven, amor
a solventar a golpes el futuro
y a amasar mi hígado sin estridencias
Ven, oído mío
a serrar mis brazos en el soto
y escucha a los cuervos en su canto loco
Ven, espuma de los días
a llenar mi nariz de ortigas
y seca mis lágrimas con moho
Ven, continente
a surgir de mí
y huye ¡huye! o iré a por ti.
siento en mis pies una discusión de uñas
y la sangre destila un olor de azufre
Ven, querida
el alba se sostiene en los muertos
y muerde la perra los labios del feto
Ven, dulce
dicen las voces que hay que castrarme
y luego dejar que mis gónadas sequen
Ven, corazón
arde la nieve en mi heridas
y sufre mi madre una angustia penosa
Ven, cachito de cielo
a abarcar con tus heces
mi dormir despierto
Ven, cabellos süaves
a cubrir mi boca
y a curar mi espanto
Ven, alma mía
a supurar mi agonía
y deja al irte tu malestar abierto
Ven, sexto elemento
a contemplar mi sentencia
y a firmar en el libro de las condolencias
Ven, amor
a solventar a golpes el futuro
y a amasar mi hígado sin estridencias
Ven, oído mío
a serrar mis brazos en el soto
y escucha a los cuervos en su canto loco
Ven, espuma de los días
a llenar mi nariz de ortigas
y seca mis lágrimas con moho
Ven, continente
a surgir de mí
y huye ¡huye! o iré a por ti.
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Cuento
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/07/2010 a las 00:00 | {0}