Clara viene la mañana
en esta última primavera.
Sobre el cerro la luna se acuesta
tras la larga jornada nocturnal.
En los barrios de Yokohama
la vida no se altera por la luna.
En los barrios de Nagasaki
la vida no se altera con el sol.
En los barrios de Kyoto
suenan, eso sí, una flauta y un cantor.
Clara viene la mañana
por los cielos de Cipango.
Por el cerro descenderá la luna
como antaño lo hacían las aguas del Yang-Tsé.
En los barrios de Osaka
se nombra a los habitantes de Catay.
En los barrios de Tokyo
huele a té.
En los barrios de Takayama
se olvidaron de los sauces.
Dorada llega la tarde
cuando el otoño llega.
Roja la luna se hunde
en el lago Biwa. Arde.
vamos a pasear por el río para mirar las aguas cómo se van yendo es domingo el cielo parece descansar las nubes en cambio se mueven perezosas hacia el sur vamos a pasear al hacerlo también pasearemos nuestras cuitas las nuestras humanas las que deben ser por más que ahora mismo tú sepas que una mujer se acaba de levantar otra mujer camina por una ciudad de más de diez millones de habitantes otra mujer se hace la despistada en un supermercado un hombre se remanga un niño apenas soporta la clase de matemáticas una perdiz alza el vuelo el cielo sobre ella es muy distinto del que nosotros estamos viendo quizá ni sea el mismo día una niña está soñando la madrugada deriva lentamente hacia la aurora una orca atraviesa un estrecho se ha hecho un poco más grande el gran arrecife de coral no todo van a ser pérdidas en el atolón de mururoa se ejercitan tropas francesas un soldado recuerda a su novia la cual se encuentra de maniobras no muy lejos de allí se está haciendo caramelo en una fábrica se limpian los cristales de millones de fachadas vamos a pasear nosotros vamos a cuidarnos nosotros en nuestra parcela bajo este sol en esta estación del año en esta comunidad de hombres casi a punto de entrar en el equinoccio de otoño vamos a pasear por los caminos que en breve se habrán llenado de las hojas de los robles vamos a pasear después tomaremos un café y unas galletas si tú quieres me dirás podemos ver una película ahora ponen muchas en muchas cadenas luego nos dejamos un poco vagamos solos por la casa en australia ocurren cosas semejantes el canguro puede estar en cualquier parte la melodía se escucha en muchos sitios austria no está lejos el almíbar no es difícil de hacer los ingleses despiden a una reina que cambió su apellido para que no se supiera que era de ascendencia alemana la muchacha asiste al rezo de la mezquita el camello envidia al dromedario por las tierras manchegas una bacina puede ser un yelmo en las montañas chinas hay ríos infinitos por eso te aconsejo que nos vayamos a dar un paseo bajo las estrellas bajo este sol si quieres o un poco más tarde cuando el día envidia al bronce y lo copia salgamos entonces si quieres cogidos de la mano yo te contaré tú me contarás nos parecerá el tiempo muy amable ya verás la niña hace un globo con un chicle el perro se sube a la cama de su hombre sabe que la prisa no es buena consejera y hay que esperar a que termine sus tareas sabe que le espera una pelota unas carreras el aire de la montaña los picos de las sierras el vuelo de los buitres el mugido de los chotos solitos en el corral el ladrido de otros perros el temor a ser mordido la pura aventura de vivir vamos a dar un paseo saquemos a pasear nuestras emociones dejemos que vuelen que lloren que rían que se abstengan que desaparezcan vamos a dar un paseo amigo alma mía que tanto añoras olvida te lo ruego no dejes a esos recuerdos ser dueños de la nada sólo la nada es presente a partir del presente todo vamos a pasear se ha levantado la brisa y septiembre no es tan feroz como otros meses mañana todo sería distinto ¿ves como a partir del presente viene todo? vamos a pasear cogidos por el talle pongámosle al día el nombre que queramos le bebé empieza a reconocer rostros el potrillo cae agotado la cigüeña migra quedó vacío el campanario vamos vamos a dar un paseo
Clerc: Persona ilustrada o sabia
Clerc: En la llamada Edad Media, estudiante.
Deriv.: Clérigo, Clerecía.
La cena de la noche era judías verdes con patata cocida, una tortilla francesa de dos huevos y una manzana. Si algún clerc lo pedía se podía beber una infusión para inducir el sueño como valeriana o tila. Como comentábamos en la entrega 04, clerc María y clerc Xosé tenían asignadas en el refectorio una plaza enfrente de la otra (por supuesto, casi es ocioso remarcarlo, -pero entiéndase que es por mor de la precisión- se los enfrentaba para que fueran tomando contacto y conocimiento la una del otro por la función de reproductores que se les había asignado en nuestra comunidad). Desde el principio nos llamó la atención que no se miraran, ni mantuvieran conversación ninguna; sólo de vez en cuando se pedían la jarra del agua o un poco de pan. Es más: mientras alrededor de ellos todo solía ser bullicio de jóvenes alimentándose, esa zona del refectorio parecía una isla de calma, tanto por el particular silencio que allí se respiraba como por la sensación de aislamiento que provocaban. Dos almas solitarias, solían decir entre bromas y veras los Funcionarios encargados de las Conductas.
Lo que a continuación vamos relatar tiene como fuente a la clerc XXX -obviamos un nombre y aún más puede que no sea cierta su condición de clerc ni tan siquiera su condición de mujer porque es la mejor espía que tenemos en la ciudad y flaco favor nos haríamos a nosotros mismos si fuéramos dando datos ciertos de quien es mejor que permanezca en el anonimato. Somos Funcionarios, no idiotas-. Para los señores lectores que no estén al corriente de los horarios de los clercs en los Colegios Mayores, han de saber -para la correcta comprensión de esta reseña- que la cena se daba por terminada a las ocho y cuarto. A las diez y media de la noche cada clerc debía estar en su celda y a las once menos veinte toda luz en una celda era sancionada con severidad, lo mismo que -sin previa petición y consiguiente permiso- estaba sancionado el que los clercs salieran de su celda hasta que llegara la hora de levantarse.
Es en esta noche justo, la noche de las judías verdes con patata cocida y tortilla francesa, cuando se produce la infracción a las normas por parte de nuestra pareja de clercs. Sencillamente y sin andarnos con rodeos: ambos salieron de sus celdas cuando el reloj de la catedral de Santiago daba las dos. La noche era cerrada -nos informó nuestra espía- y ellos salieron con sus hábitos negros, primero María, después Xosé. No sabemos cómo habían aprendido a abrir la cerradura de la puerta a la que los Guardianes de los Colegios Mayores echaban la llave cada noche. Pero lo hicieron. No sabemos cómo lograron, cada uno en su Pabellón, burlar a los vigilantes. Pero lo hicieron. Sí sabemos dónde se encontraron y por qué ocurrió lo que ocurrió.
Clerc: Persona ilustrada o sabia
Clerc: En la llamada Edad Media, estudiante.
Deriv.: Clérigo, Clerecía.
Al final del capítulo 2 de esta narración, dejamos a la muchacha y al muchacho clercs camino de su Colegio Mayor. Eran ambos huérfanos y creíamos que ambos fértiles. El gobierno de la ciudad había decidido, como en casos semejantes, dedicarlos a la procreación cuando llegara el momento oportuno (según nuestras creencias cuando el elemento más joven de la pareja cumple los diecinueve años). El Colegio Mayor estaba compuesto por dos pabellones y como es natural en nuestra especie, uno era el pabellón de las hembras y el otro el de los machos.
Un par de aclaraciones más antes de seguir el normal desarrollo de los acontecimientos que han dado lugar a esta reseña en el Libro de Asuntos Reseñables de New Compostela.
Primera: Según nos dice el último de los supervivientes de la T.G.M. (abrev. de Tercera Guerra Mundial), él cree recordar -su mente anda ya confusa y apenas sabe quién es- que utilizaban como energía cosas tales como electricidad, gas que canalizaban por conductos (deben de ser [si es que son ciertos sus recuerdos] parte del sistema de tuberías que hemos encontrado soterrado bajo el pavimento de la ciudad) y un líquido que servía para propulsar los coches de combustión. Todo eso se ha perdido. Si algún superviviente de aquellos años, en pleno uso de sus facultades mentales, viera nuestra forma de vida, le resultaría semejante a la que se debía vivir en la Antigua Compostela hacia el siglo XI de la era anterior.
Segunda: en nuestro territorio ninguno de los menores de diecinueve años tiene derecho a conocer a qué labor será destinado. Una vez que alcanzan la mayoría de edad se les comunica y no tienen derecho a rechazar lo que el Consejo de la Ciudad haya destinado para ellos.
Hechas estas dos salvedades -que nos parecen esenciales para entender el curso de los acontecimientos-, volvamos al encuentro de nuestros protagonistas.
Nada más llegar a su habitación, la clerc -a la que vamos a bautizar con el nombre propio María a instancias de uno de los más finos analistas de la H. N. (abrev. de Historia Natural) que aconseja poner nombres propios a las personas para la mejor comprensión del texto y no vamos a ser nosotros, simples funcionarios, los que dudemos de semejante sugerencia-. Empecemos el párrafo de nuevo: Nada más llegar a su habitación clerc María se cambió de ropa. Había llegado empapada y a ella esa sensación de humedad y frío durante un cierto periodo de tiempo, le producía un bienestar fuera de lo común. Casi el mismo placer le procuraba el proceso contrario: secarse y entrar en calor. Ya se había hecho la noche. En noviembre se hace la noche muy pronto. A las siete y media las estudiantes deben estar sentadas en el refectorio.
Una cuestión de forma: A instancias de nuevo del fino analista de la H. N. hemos decidido utilizar de forma aleatoria el femenino o el masculino como genérico del grupo de estudiantes aunque sea abrumadora la mayoría de mujeres que lo conforman. El número total de clercs es, a día de hoy, 14 de noviembre, de 827 de las cuales 800 son mujeres y 27 hombres en cuanto a genitalidad se refiere. Esta decisión de utilizar indistintamente masculino o femenino para referirnos a grupos se debe a que creemos que da al relato -que suele ser parco en florituras y de estilo más bien frío al tratarse de un informe ministerial- cierto pintoresquismo.
El refectorio es común para ambos sexos. A las siete y media se sentó María en su lugar asignado y poco minutos más tarde se sentó frente a ella clerc Xosé -al que por mor de lo comentado anteriormente vamos a nombrar así-.
En septiembre de 2022 no siento a las personas como hace cuarenta años.
La mañana se ha nublado. Han caído unas gotas.
Las personas. La etimología de la palabra persona. El desvelamiento. Ojalá.
Una nueva postura mientras escribo a la que obliga la silla nueva en la que me siento. Hago pruebas (probablemente volveré al viejo modo).
Persona (¿habré escrito ya esta etimología en estas largas memorias de mi fantástica?): tomado del latín persona 'máscara de actor', 'personaje teatral' y de ahí 'personalidad, persona'. (Diccio. Cri. Eti. J. Corominas- y J.A. Pascual).
Nos denominamos con el término que en primera instancia señala la máscara de un actor y en segundo lugar a un personaje. Somos máscaras de lo que somos. Somos personaje de un drama que es la trayectoria vital de cada cual. En nuestra vida no somos esa vida sino un personaje de ella.
Ahora he de cocinar. Se ha hecho tarde. No sé si cuando vuelva sabré seguir el hilo de estas reflexiones mañaneras que surgieron cuando empezaron a caer las primeras lluvias de septiembre y hube de recoger la colada a toda prisa mientras aspiraba ese aroma dulce que parece emanar la montaña al ser mojada.
Son las cinco de la tarde. Todo está nublado. No cantan los pájaros. A lo hora de la comida sonaron ruidos de motor. La conexión hipocampo/amígdala.
No hay unanimidad entre los neurólogos acerca de si el cerebro tiene áreas especializadas o no. Eso siento. ¿Un recuerdo se crea cada vez que se recuerda?
Personas, decía, máscaras que intentan ocultar que tras ella tan sólo hay un rostro que alberga un gesto (como curiosamente también la máscara). Somos, a lo sumo, dos gestos (pues se podrá dar el caso en que el gesto de la máscara y el gesto del rostro que la lleva sean el mismo).
Ahora he de volver a los campos de la Arcadia y dejarme invadir por los amores subidos de tono entre ninfas y pastores para poder extraer el jugo (al modo alquímico) que sea la quintaesencia de una forma de vivir. Tendré que acudir a mis evocaciones de ninfas y sentirme bello muchacho que ve pacer a su rebaño mientras soy objeto del deseo de una mujer que podría tener alas.
Personas, pienso. Personas que ahora mismo están en cualquier parte del mundo con su máscara puesta frente a otras máscaras. Personajes del gran teatro del mundo. Casi todos (por aceptar humildemente las enseñanzas de Wittgenstein) títeres... en esta hora de la tarde. Ahora sí en silencio. Me acompaña la brisa que entra por la ventana y que acaricia con frescor mi hombro izquierdo.
También somos tacto.
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Poesía
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/09/2022 a las 17:37 | {0}