No aferrarse. No, no aferrarse.
Equivocarse. Una vez y otra.
Perdón por mis errores.
El rostro que se aleja.
Los silencios. Los...
Siento haber querido alterar...
Siento haber estado huido tantos años.
Tan escondido. Tan escindido.
La calma cuando llega se asemeja a la nieve.
No volveré a insistir.
Me callaré.
Ya estoy callado.
Y decirlo todo,
vaciarme entero
y quedarme tan sólo apariencia de cuerpo
sin venas ni nervios
ni gametos ni pulso.
No desear nada
ser piedra de río
brincando sobre el agua
para al fin, sin impulso,
hundirse hasta el lecho.
Como recuerdo
las ondas que se propagaron
y se hicieron anchas, más...
hasta ser nada.
Equivocarse. Una vez y otra.
Perdón por mis errores.
El rostro que se aleja.
Los silencios. Los...
Siento haber querido alterar...
Siento haber estado huido tantos años.
Tan escondido. Tan escindido.
La calma cuando llega se asemeja a la nieve.
No volveré a insistir.
Me callaré.
Ya estoy callado.
Y decirlo todo,
vaciarme entero
y quedarme tan sólo apariencia de cuerpo
sin venas ni nervios
ni gametos ni pulso.
No desear nada
ser piedra de río
brincando sobre el agua
para al fin, sin impulso,
hundirse hasta el lecho.
Como recuerdo
las ondas que se propagaron
y se hicieron anchas, más...
hasta ser nada.
Para conocer la historia de Milos Amós haz un click en su nombre en verde. O busca "La Solución".
Está en la cima de la montaña. Bebe el agua que el rocío deja a su alrededor. Ha tenido varios días de una extraña exaltación. Ha llegado a acariciar unos hierbajos que van creciendo junto a la punta de sus zapatos. Son de un color morado, muy lacios, algo tristes. Milos Amós suele mirar hacia un lugar intermedio entre el horizonte y la ladera. Apenas parpadea. A veces recuerda que comía y la saliva, amiga de los recuerdos, acude a su boca y la epiglotis realiza su movimiento voluntario de ayuda a la deglución.
Ha sido en la mañana. El sol se hallaba teñido de gris por las nubes y mostraba su círculo amarillento. Milos Amós ha extendido los dedos de su mano derecha para saber sin aún estaban vivos; los dedos han respondido a su deseo y han hecho un par de cabriolas estirándose y luego replegándose muy rápido como si los tendones fueran muelles tensados en exceso. Milos ha oído, sin escucharlos, los sonidos de la montaña. Estos eran: piar de unos polluelos, arrastrarse de unos invertebrados, remolonear de las hierbas por el viento, cauce de río muy lejos, movimiento de las nubes en el cielo, clamor de bandada de grullas hacia el sur, rama en el suelo que se quiebra, pasos de un vertebrado superior, rumia de un ciervo, cornamenta rozándose contra el tronco de una encina, ardilla corriendo, castor royendo, serpiente mudando la piel. Ha sido un atisbo de arcoiris el que ha dado inicio a la tentación. El ojo, atraído por el fenómeno, se ha desviado hacia su izquierda y en la coda de colores que aún no se habían formado, ha entrevisto Milos la cabellera morena de una mujer de ojos verdes. Ha sido una arritmia en su corazón, un movimiento desmesurado en su estómago, una inicio de erección que apenas ha llegado a ensayo y sin quererlo la tentación se ha aposentado y, tras tanto tiempo solo, ha sentido que caminaba por un suelo cubierto de asfalto, caminaba con una bolsa en cuyo interior había un té de jazmín y bergamota. Llegaba hasta un edificio. Escuchaba la voz de la mujer que le abría el portal. Llamaba al timbre de su casa. Una sonrisa tras la puerta. Una mano que acariciaba su mejilla. Un abrazo que hundía sus costillas. Y tras darle el presente, la voz de la mujer que dice: Pasa, ¡qué bien que hayas venido!
El rayo ha escindido el arcoiris en dos enormes pedazos. La lluvia ha empapado el suelo. Milos no sabe si llora o llueve. Con concentración descomunal ha exigido a la tentación que huyera. Nada tengo que ofrecerte, piensa. No vuelvas, mujer de cabellera morena y ojos verdes, piensa. No tengo nada. Nada soy. Ni tan siquiera cima de esta montaña. Bebo de las hierbas y me alimento de la nada. Mi cuerpo apenas pesa y mis pies deben de haberse convertido en humus. Creo que tengo llagas en la espalda y que una sanguijuela se alimenta de la sangre de mi cuello. No vengas para enturbiar con anhelos esta quietud a la que me he condenado. Así debo estar. Nada queda. Y si algún día, si algún día... Esta última frase la ha pronunciado en voz alta y Eco, siempre atenta a las frases de los hombres, le ha respondido, Día, día y la noche ha caído como si no hubiera habido tarde y Milos se ha quedado dormido, lleno de temblores y en su temblor, después de tanto tiempo, ha vuelto a escribir un poema que dice así: Ámbar gris.
Ha sido en la mañana. El sol se hallaba teñido de gris por las nubes y mostraba su círculo amarillento. Milos Amós ha extendido los dedos de su mano derecha para saber sin aún estaban vivos; los dedos han respondido a su deseo y han hecho un par de cabriolas estirándose y luego replegándose muy rápido como si los tendones fueran muelles tensados en exceso. Milos ha oído, sin escucharlos, los sonidos de la montaña. Estos eran: piar de unos polluelos, arrastrarse de unos invertebrados, remolonear de las hierbas por el viento, cauce de río muy lejos, movimiento de las nubes en el cielo, clamor de bandada de grullas hacia el sur, rama en el suelo que se quiebra, pasos de un vertebrado superior, rumia de un ciervo, cornamenta rozándose contra el tronco de una encina, ardilla corriendo, castor royendo, serpiente mudando la piel. Ha sido un atisbo de arcoiris el que ha dado inicio a la tentación. El ojo, atraído por el fenómeno, se ha desviado hacia su izquierda y en la coda de colores que aún no se habían formado, ha entrevisto Milos la cabellera morena de una mujer de ojos verdes. Ha sido una arritmia en su corazón, un movimiento desmesurado en su estómago, una inicio de erección que apenas ha llegado a ensayo y sin quererlo la tentación se ha aposentado y, tras tanto tiempo solo, ha sentido que caminaba por un suelo cubierto de asfalto, caminaba con una bolsa en cuyo interior había un té de jazmín y bergamota. Llegaba hasta un edificio. Escuchaba la voz de la mujer que le abría el portal. Llamaba al timbre de su casa. Una sonrisa tras la puerta. Una mano que acariciaba su mejilla. Un abrazo que hundía sus costillas. Y tras darle el presente, la voz de la mujer que dice: Pasa, ¡qué bien que hayas venido!
El rayo ha escindido el arcoiris en dos enormes pedazos. La lluvia ha empapado el suelo. Milos no sabe si llora o llueve. Con concentración descomunal ha exigido a la tentación que huyera. Nada tengo que ofrecerte, piensa. No vuelvas, mujer de cabellera morena y ojos verdes, piensa. No tengo nada. Nada soy. Ni tan siquiera cima de esta montaña. Bebo de las hierbas y me alimento de la nada. Mi cuerpo apenas pesa y mis pies deben de haberse convertido en humus. Creo que tengo llagas en la espalda y que una sanguijuela se alimenta de la sangre de mi cuello. No vengas para enturbiar con anhelos esta quietud a la que me he condenado. Así debo estar. Nada queda. Y si algún día, si algún día... Esta última frase la ha pronunciado en voz alta y Eco, siempre atenta a las frases de los hombres, le ha respondido, Día, día y la noche ha caído como si no hubiera habido tarde y Milos se ha quedado dormido, lleno de temblores y en su temblor, después de tanto tiempo, ha vuelto a escribir un poema que dice así: Ámbar gris.
Cuento
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/01/2011 a las 11:39 | {0}
Transcribí esta mañana un poema que me envía Raúl como comentario a la entrada Crítica No sé por qué, no me sentí a gusto. El poema se puede seguir leyendo.
Escribí una coda a ese poema. No sé por qué no me sentí a gusto. La he quitado y tan sólo han quedado estos restos:
Es cierto que tienes cierta sensación de ahogo y que la espina del pescado quizá se atravesó en tu esófago. Déjala. Déjala que anide. Quizá mañana nade un pez en tus entrañas y seas tú su río.
El órgano de tus emociones hoy se llama alma, mañana quizá se llame tripa o tráquea.
Es cierto que el día ha amanecido nublado y parece que la niebla se condensará un poco.
Vale.
Escribí una coda a ese poema. No sé por qué no me sentí a gusto. La he quitado y tan sólo han quedado estos restos:
Es cierto que tienes cierta sensación de ahogo y que la espina del pescado quizá se atravesó en tu esófago. Déjala. Déjala que anide. Quizá mañana nade un pez en tus entrañas y seas tú su río.
El órgano de tus emociones hoy se llama alma, mañana quizá se llame tripa o tráquea.
Es cierto que el día ha amanecido nublado y parece que la niebla se condensará un poco.
Vale.
Tengo frío. Tengo las uñas limpias. ESPERO. Tengo la sensación de que el MUNDO se opone... Reposa sobre un pequeño bureau un sello con el PERFIL DE UNA MUJER ROMANA. He leído en algún sitio unas palabras. Luego he descansado. Antes he NADADO en la piscina. Al principio estaba abarrotada. Luego se ha ido VACIANDO. He nadado mis largos a espalda. He ido contando los largos PARES. Me dolían los HOMBROS. Ahora me duelen un POCO. Escucho la radio y tengo ganas de... Con curiosidad leía el otro DÍA: Permítame, permítame ingeniero, que le diga, e insisto sobre este punto, que la única manera sana y noble, es más, la única manera religiosa de considerar una muerte consiste en encontrarla y en entenderla como una parte, como un complemento, como una condición sagrada de la vida y no (lo que sería lo contrario de la salud, la nobleza, la razón y el sentimiento religioso) en separarla de ella, en hacerla un argumento contra ella. Los antiguos decoraban sus sarcófagos con símbolos de la vida y la fecundidad, incluso con símbolos obscenos. En la religión antigua, lo sagrado se confundía con frecuencia con lo obsceno. Aquellos hombres sabían honrar a la muerte. Mire, la muerte es digna de respeto, como la cuna de la vida, como el seno de la renovación. Diálogo entre Settembrini y Hans Cartop. La Montaña Mágica. Thomas Mann. Mi propia OBSCENIDAD al escribir siempre tuvo -realmente- algo de religioso, algo de sagrado. ¿Son obscenas las cerámicas griegas? NO para los griegos. SÍ para nosotros. Tengo miedo. Ya NO. Quisiera alcanzarte. EN TUS OJOS. Ahí querría alcanzarte. Ahora voy a seguir. AHORA me voy a convertir en un MONTE. Ahora voy a concitar a MILOS AMOS. Ahora voy a dejar que lleguen las seis. También PIENSO o escribo o me adelanto y escribo: la HUMILDAD es la más difícil de las VIRTUDES. Sé por qué lo escribo y SÉ por qué no explico por qué lo escribo. La humildad tiene la belleza de las cosas chicas. La humildad tiene la hondura de nadar contracorriente. Cada DÍA se suicidan en JAPÓN 87 personas. La mayoría se suele tirar a las vías del TREN. 87 PERSONAS cada día. 31.755 personas cada año, cifra que reducida a su número natural, nos da el 3 número amado por todas las religiones, por todas las sociedades, por todos los CONFLICTOS. Incluso 87, reducido a su número natural nos da el 6 cuyo primo es 3. De nuevo el tres. Han pasado las 6. Y sigo. He leído una definición en el DICCIONARIO DE AUTORIDADES y me ha defraudado. He buscado en mi recuerdo ALGO y ha huído. Quisiera alguna vez cogerte las MANOS. Y MÁS. Y MÁS. La CRÍTICA CONSTRUCTIVA ¿ES UN Oximoron? La humildad en la crítica ¿es una contradicción? He SOÑADO vivir en un escenario. Yo sabía que era un escenario y AÚN así vivía en él, sin poder bajarme al PATIO DE BUTACAS, sin EVADIRME del foco que me persigue. He pensado ESCENARIO y he dejado que alguien me dijera la frase que tenía escrita para mí.
Nuestra mente racional (hay otras mentes que se escapan a esa calificación. La mente es un gran océano y la mente racional tan sólo uno de sus mares. La Gran Mente está vacía. No atiende a llamados ni a pensamientos ni a deducciones. A la Gran Mente un silogismo categórico le suena a chiste. La Gran Mente urde, enlaza con formas racionalmente caprichosas, eso que podríamos llamar vida. La entrada a esa Gran Mente, la que nos permite cuando menos vislumbrarla es la mente del sueño, otro mar, pero éste no tan cercano a costas pobladas sino que más bien la mente del sueño sería un mar que bañara grandes farallones, escarpados, inaccesibles, sin calas, sin fondeaderos) entiende sobre presupuestos lógicos y la lógica se estructura en base al orden.
Un orden lógico de sucesos permite conocer un proceso.
El proceso es sucesión de hechos.
En la música la distancia entre las notas y los silencios conforma su comprensión.
En la literatura el orden de los acontecimientos conforma su comprensión.
En la danza el número 8 conforma su comprensión.
8 es el infinito.
Desde las reglas de la mente racional se puede también abrir una puerta a la Gran Mente. Y, curiosamente, cuanto más y mejor conozcamos y sepamos aplicar tales reglas, más abriremos la puerta al océano vacío de la Gran Mente.
En ese océano estabas muerta. O ibas a morir. Y estabas viva y me hablabas con desdén y altivez. En ese océano tenía que ir a vivir a tu casa y sentía temor por lo que pensara mi amigo. En ese océano se mezclaban los rostros y las alas. Luego me despertaba y me daba la vuelta en la cama. Estoy solo, me decía cuando ya mi pensamiento se abría de nuevo al océano y estaba tu hijo con un amigo suyo mirando con desdén y altivez. Yo quería saber. Yo quería saber. No dormíamos en la misma cama. Siempre había una luz clara. La noche tras la persiana era anaranjada. Y volvía a girar. Y sonreía. Y pensaba: ya queda poco para que amanezca. Y también, por algún rincón, me decía: ¿Llegaré a tiempo?
Aconsejan: no hagas nada. Estáte quieto. Es buen consejo porque todo está hecho y todo está por hacer al mismo tiempo. Ya somos y ya no somos. Como el contrapunto de Bach sonando en el violonchelo de Pau Casals.
¿Y por qué vacío? ¿por qué es tan vital el vacío? Cuando tengo la sensación de haber comprendido algo, siento, es cierto, un gran vacío.
Lanzarse a ese vacío debe ser tan vertiginoso como el sentimiento que tenían los marineros portugueses en tiempos de su rey Enrique el Navegante, cuando en momento de suprema valentía (u osadía) decidieron pasar el cabo Bojador, en la costa oeste de África, a partir del cual creían que había una brutal cascada que los lanzaría al fin del mundo en una caída prodigiosa. Lo pasaron y para su sorpresa el mar siguió siendo plano.
Un orden lógico de sucesos permite conocer un proceso.
El proceso es sucesión de hechos.
En la música la distancia entre las notas y los silencios conforma su comprensión.
En la literatura el orden de los acontecimientos conforma su comprensión.
En la danza el número 8 conforma su comprensión.
8 es el infinito.
Desde las reglas de la mente racional se puede también abrir una puerta a la Gran Mente. Y, curiosamente, cuanto más y mejor conozcamos y sepamos aplicar tales reglas, más abriremos la puerta al océano vacío de la Gran Mente.
En ese océano estabas muerta. O ibas a morir. Y estabas viva y me hablabas con desdén y altivez. En ese océano tenía que ir a vivir a tu casa y sentía temor por lo que pensara mi amigo. En ese océano se mezclaban los rostros y las alas. Luego me despertaba y me daba la vuelta en la cama. Estoy solo, me decía cuando ya mi pensamiento se abría de nuevo al océano y estaba tu hijo con un amigo suyo mirando con desdén y altivez. Yo quería saber. Yo quería saber. No dormíamos en la misma cama. Siempre había una luz clara. La noche tras la persiana era anaranjada. Y volvía a girar. Y sonreía. Y pensaba: ya queda poco para que amanezca. Y también, por algún rincón, me decía: ¿Llegaré a tiempo?
Aconsejan: no hagas nada. Estáte quieto. Es buen consejo porque todo está hecho y todo está por hacer al mismo tiempo. Ya somos y ya no somos. Como el contrapunto de Bach sonando en el violonchelo de Pau Casals.
¿Y por qué vacío? ¿por qué es tan vital el vacío? Cuando tengo la sensación de haber comprendido algo, siento, es cierto, un gran vacío.
Lanzarse a ese vacío debe ser tan vertiginoso como el sentimiento que tenían los marineros portugueses en tiempos de su rey Enrique el Navegante, cuando en momento de suprema valentía (u osadía) decidieron pasar el cabo Bojador, en la costa oeste de África, a partir del cual creían que había una brutal cascada que los lanzaría al fin del mundo en una caída prodigiosa. Lo pasaron y para su sorpresa el mar siguió siendo plano.
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Poesía
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/01/2011 a las 01:13 | {0}