Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Underground de Bob Mazzer ca. 1960.
Underground de Bob Mazzer ca. 1960.
13h. 28m.
...no pude mirarte a los ojos, frente a aquellas montañas, aquella tarde de hace veintidós años, ya no éramos jóvenes, ya se veía en los pliegues del rostro que habíamos empezado a tomar decisiones y que esa actividad, llena de peligros, nos había hecho más tristes, más defensivos; tú habías querido seguirme; lo vi en el aire de tu cabello, cómo se ondulaba al compás de un viento que venía de levante; podrías haberme dicho que no; podrías haberte dado la vuelta y haberme abandonado en mi propio exilio, al albur del amor de los demás. No lo hiciste. Caminamos juntos un trecho. Nos degustamos como lo harían dos crías que descubren el juego sin saber que son felinos y que llegaría un día en el que se disputarían el mismo terreno. Jugamos. Nos bebimos. Nos abandonamos. Nos rechazamos y ahora te reconozco que no pude mirarte a los ojos, que aún hoy no puedo mirarte a los ojos, porque si lo hiciera, porque si me atreviera, verías en los míos el veneno que destilo. Me he vuelto un hombre malo. Probablemente siempre fui un hombre malo. Nada bueno puede salir de los desamados. Luché, bien lo sabes, por revertir esa situación de partida. Recuerda que reí mucho y te hice reír e incluso llegó un día en el que pensamos que quizá todo había pasado, habíamos superado el exilio, estábamos listos para volver; incluso supusimos que nos recibirían con los brazos abiertos, que tan sólo bastaría una palmada en la espalda para sellar los años del oprobio, los años de la represión, los años del castigo, los años del abandono... ¡qué mal hicimos! Ahora lo sé. He elucubrado todo este tiempo sobre qué hubiera ocurrido, qué hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos quedado en nuestro exilio, si con la lentitud propia del amor herido hubiéramos ido olvidando los agravios hasta que éstos hubieran quedado convertidos en una anécdota de sobremesa, con los nuevos amigos, narrada en una lengua extranjera que ya casi era nuestra, bajo otros cielos, bajo otros tipos de techumbre. Sobre ello elucubré, ya a la vuelta, tras ser conscientes de que no iba a haber reconciliación y de que el perdón, si se daba, tendríamos que pedirlo nosotros, los agraviados, al ser ellos los vencedores de todo: del Estado, de la familia, de la ética, de la moral, de la salud y de la ciencia. Volvimos y nos equivocamos y porque nos equivocamos nos separamos y nos hicimos daño, todo el daño que no les podíamos hacer a ellos, a los vencedores. Fue entonces cuando descubrí que siempre había sido un hombre malo y que mi relación contigo había sido la consecuencia necesaria de esa maldad. Por esto sigo sin poder mirarte a los ojos y te sigo despreciando y te deseo el mayor de los males, el más doloroso y largo sólo para que no me recuerdes nunca amable, para que nunca tengas ni un atisbo de cariño hacia mí, para que me recuerdes con todo el desprecio que pueda generar tu mente y para que me maldigas cada uno de tus días, los que te queden hasta morir, me maldigas a mí que tanto te quise durante los años del exilio cuando por los mañanas, nada más despertar, nos mirábamos a los ojos y nos decíamos, Todo está bien. Nos tenemos. 

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/02/2020 a las 13:27 | Comentarios {0}


21h. 57m
...entonces yo sé que somos los últimos antiguos y sé también que probablemente este concepto no sea original. En la frontera todo se difumina, es un espacio/tiempo en el que me siento a gusto, sobre todo cuando no puede haber guardianes ni poderes que vigilen unos límites que aún no están fijados. Yo escribo y pienso para nosotros, los Últimos Antiguos,  porque estoy convencido de que a las entidades que vendrán tras nosotros y que no tendrán como soporte vital materia orgánica sino que estarán hechos de silicio y algoritmos, nuestra forma de pensamiento les parecerá pobre. No es momento de reírse de aquellos que quieran dejar huella porque incluso los primeros que tuvieron esa intención quedan demasiado cerca como para llegar a ser importantes. No es una cuestión de risa o de burla. Es una cuestión de aceleración exponencial de los sucesos. A alguien escuché no hace mucho explicar que antes de llegar a ser plenamente homo sapiens, seremos ya transhomo; no quedará de nosotros ni rabia, ni dolor, ni angustia, ni euforia. Esas emociones se estudiarán por neoantropólogos y tan sólo para mostrar a la nueva especie las características fundamentales de su antecesora. Por decirlo como Harari: Nuestra especie actual será más parecida a los chimpancés que la nueva a nosotros.
Canto entonces a los Últimos Antiguos y no nos ensalzo porque no siento una especial pena por nuestra extinción. Sencillamente me sorprende lo rápido que está muriendo todo y cómo de nuestras propias cenizas -cenizas mezcladas con minerales y números en Silicon Valley- surgirán las nuevas entidades sin problemas a la hora de colonizar otros planetas, sin la tristeza hondísima de un niño malquerido, sin una necesidad de agua.
Hace ya muchos años escribí una novela llamada Las Últimas y es curioso porque muchas de las ficciones que escribí en aquel entonces -entre 2005 y 2011- se están proponiendo hoy en día por científicos como probables futuros bastante cercanos. Y lo más curioso es que no es una novela de ciencia-ficción.
Porque quiero soñar un día más me avengo a ser uno de los últimos antiguos.
Porque quiero seguir creando ficciones.
Porque anoche una mujer se pegó a mí en la madrugada.
Porque hoy un amigo me ha hecho reír.
Porque desde lejos me llega la juventud de mi descendencia.
Porque en Francia mi amiga sigue luchando.
Porque queda poco para que exista la idea de Francia o la idea de España y ¡qué decir de la idea de la divinidad!
Somos los Últimos Antiguos. El tiempo se nos acabó. Espero que de nosotros les sorprenda a las entidades venideras que fuimos capaces de crear mundos inexistentes.
Tristán e Isolda (La Muerte) de Rogelio Egusquiza 1910
Tristán e Isolda (La Muerte) de Rogelio Egusquiza 1910

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/02/2020 a las 21:57 | Comentarios {0}


Storyville. Bellocq ca. 1907
Storyville. Bellocq ca. 1907
21h 59m
No piensa morirse sin haber leído completo el último Ulises Se dejará los ojos. Se dejará la frente. Se dejará manosear la espalda por una meretriz de la Provenza mientras pasa página tras página y va llegando hasta el monólogo de Molly Bloom. ¡Oh, Molly Bloom!
La noche se ha vuelto fría y al volver una esquina se ha encontrado con el perro al que le daría una patada en la boca para que dejara de ladrar cuando le ve; en la esquina siguiente ha sentido sed de absenta y la ha buscado en los bares cercanos y ha creído olerla en un caramelo de anís. Ha pensado que a lo largo del invierno sus pies siempre están fríos y que llora demasiado cuando asiste al encuentro feliz en las vidas de los hombres. Le ha sorprendido la gran canoa que llevaba un muchacho esa noche camino del puerto y también que tras él apareciera el hijo de su amigo con una bicicleta, una bicicleta que era para él, un regalo para él, en un pueblo con mar donde poco antes un hombre le había dado miedo, un hombre con el que en algún momento del pasado compartió drogas sin que él lo recordará ni aún cuando el hombre, sonriendo, se lo dijera, ¿Qué drogas? se ha preguntado. ¿Qué pasado? también. Ha montado en su bicicleta nueva y ha creído que tenía oculto un motor que le ayudaba a pedalear. Ha sabido que la altura del sillín era la justa por la perfección con que su pierna izquierda se estiraba para poder ejercer toda la potencia en cada pedalada. Era la mañana. Hacía viento. En un pueblo junto al mar. Cerca del puerto. Le ha dicho, No pienso morirme sin haber leído completo el último Ulises y tras decirlo se ha encaminado hacia el bosque donde lujuriosas y libres dos serpientes se enlazaban en un musical encuentro sexual. El pecado no estaba en ellas. Ellas nunca fueron el pecado. El pecado está y siempre estuvo en Dios. Ha subido por el camino de tierra, bordeado de coníferas. Ha creído que a su lado izquierdo se mantenía camuflado un monasterio que fue, antaño, residencia de rey y al sudar ha sido consciente de que antes de morir habría terminado de leer el último, el último, el más último de los últimos Ulises.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/02/2020 a las 21:59 | Comentarios {0}


Estudio en gris de Fernando Loygorri 2014
Estudio en gris de Fernando Loygorri 2014
23h 23m.
Algún día velaré mi cadáver y en el silencio de la madrugá entonaré un canto leve como ala de abanico. Me cantaré a mí mismo. Me cantaré despacio y con el sentimiento hondo de las despedidas verdaderas... cuando sabes que algo se va... se va para siempre... la juventud... el afán que movía la vida...las ganas de hacer algo una vez más...
Algún día velaré mi cadáver y miraré mi rostro (que me será ajeno) y sobre él leeré los años que pasaron por sus gestos, los esfuerzos por alcanzar un estado mental semejante a la dicha... hasta que llegue a esa zona donde descubrí que todo esfuerzo conduce a la melancolía... o ese pliegue junto a la sien que se formó durante los años en los que me fui dejando vencer, cada vez con menos resistencia, sin alterarme al final, sin ejercer derecho a réplica...
Ese día el sol se levantará y por el aire volarán los mirlos y por la tierra los jabatos, recién paridos, hundirán sus hocicos y aspirarán dichosos los olores de la hierba; ese día una mujer desvelará su cuerpo al hombre enamorado y él, sonriente, se emocionará por algo que en ese instante no podrá entender; también dos niñas se harán amigas; también una pelota quedará apresada en la horquilla formada por las ramas de un roble; ese día se izarán banderas y se producirá un hito que quedará grabado en piedra; ese día se recogerá una cosecha; ese día explotará una estrella y la madre mirará orgullosa el primer vuelo de la cometa que hará volar su primer hijo; será en un parque y habrá viento; ese día el padre descubrirá que el amor de su hija por él está muriendo cuando sienta que una llaga invisible se abre paso en un corazón incorpóreo que anida en un cuerpo sin piel; ese día se harán fotografías; ese día se señalarán con el dedo...
Algún día velaré mi cadáver y cuando llegue el momento del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me dejaré ir hacia la frontera, erguido y renqueante como en vida, con la frente serena y sabiendo que hubo alguien a quien olvidé pedir perdón... 

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2020 a las 23:21 | Comentarios {0}


Glicinias Claude Monet 1925
Glicinias Claude Monet 1925
20h. 31m.
Someterme a ti, quedarme en ti.
Pequeño armazón de horas. Como la cigüeña (o halcón ligero que desde lo alto del cielo mira la carrera de la liebre). Quedarme en ti. Resguardado de algo que me asusta (no es la muerte. Ni el hecho de morir. No es el tiempo de  las máquinas y la longevidad que se augura estremecedora) cuando camino solo por las montañas y a lo lejos intuyo que puede ser niebla lo que se aviene o peor: aliento de un dios enfermo.
Confieso que he caminado y he sentido antes, entre los estantes de un supermercado, el deseo viejo del pecho de una mujer. La cabeza se me ha ido hacia otra parte (podría describirse como las hilachas de color de los cuadros de Monet y las variaciones cromáticas que sobre un mismo tema ejercía con mano delicada y poderosa. Eran tiempos finiseculares. Eran cuando Dios agonizaba. Era cuando se levantaban los primeros colosos de hormigón y por el aire Nijinski ejecutaba sus danzas como si estuviera desnudo en el claustro de un convento femenino de clausura). El pecado de la carne nos perseguía entre pizzas congeladas y latas de atún; desde algún pasillo, quizás en aquel en donde se destilaban los aromas de distintos sabores de natillas, se escuchaban las risas de un hombre y una mujer cogidos de la mano mientras cerca (cachorro que camina por delante. Libertad pura en la inocencia de los ojos. Manos torpes aún para la caricia o el trazo) corría la cría que en no mucho tiempo inventaría el nano robot que aliviaría durante horas la jaqueca de su madre.
Pasa el tiempo. Un paso y otro paso. Entre los matorrales el cuerpo de un conejo descabezado. Gritan a lo lejos los patios y producen en el aire un temblor de maremoto. Bandadas de ánades surcan un cielo de finales de invierno (son flechas en partículas. Extrañas líneas negras que se recortan contra un sol que declina y firma la paz. Los ojos del hombre que mira la disposición de la bandada, sueñan un arco que llegara hasta el manantial donde Artemisa, desnuda, se baña. Nos gorjean aves. Los ruiseñores se han acobardado y no van a esperar a que la espesa oscuridad de la noche sin luna les permita cantar sin ser vistos. Aunque el mundo derive en negro. Aunque la diva se quede muda. Aunque la mano alcance su objetivo).
Junto a los tres tomos el hombre ensueña la aventura. Palidece el cabo de la vela. Se sonroja el talle de la rosa. Se acerca cauto el cuervo ante el brillo de la aurora. Deja escapar un gemido la carpa. Sueña la flor. Revive el aire. Muere el adiós.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/02/2020 a las 20:35 | Comentarios {0}


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