Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Cuarto día


Las golondrinas planean y se lanzan, estrechamente abrazadas; el agua parece una cama elástica (muy azul y muy ondulada); los hebreos gustan más de los sustantivos que de los adjetivos -mundo de la blancura-; hoy ha sido todo mucho más disciplinado y quizá por eso haya sido mejor; y además he realizado unos ejercicios de cuando era joven para superar el miedo (el miedo por ejemplo de sorprender a mi madre comiéndole la polla a un embajador uzbeko o que de repente apareciera por casa una hija nacida de la succión atormentada de mi madre y que a mí su hija -mi hermanastra- me gustara, me enamorara de ella y resultara llamarse Encina. Olmo y Encina entonces) que me da el recorrer amplias salas vacías por mucho que en las paredes de dichas salas cuadros hermosos se me presenten a la vista, así, en la absoluta soledad, ¿quién ha visitado un museo absolutamente solo?

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/08/2014 a las 22:43 | Comentarios {2}


Tercer día


Ahora estoy en el porche. Ha caído la noche y escucho a los gatos correr por el jardín. La luna está justo encima y los grillos han iniciado su serenata. Vuelve a hacer calor y no me importa mientras sea agosto y pueda mantenerme vivo. Lo único que me importa de esta situación es si luego podré devolver la silla a la cocina sin tropezarme. Por eso antes de que haya anochecido del todo, me levantaré y haré el camino e incluso quizás aproveche y me traiga la cena al porche trasero de la mansión que cuido.
Hoy, al llegar, estaba mi compañero de por las mañanas, hemos charlado un poco mientras él terminaba de liarse unos cigarrillos para el camino de vuelta a casa. Al quedarme solo he decidido tener menos miedo que ayer. Ayer. Ayer. Y así me he puesto el bañador y he nadado, tanto, he nadado tanto, tanto. Ha habido un momento en el que me he atragantado y he pensado si muriera pero sólo un momento. Ese ha sido todo el miedo de hoy porque ahora los cachorros me rodean, cada vez se acercan más y alguno, frente a mí hace una cabriola. Voy a mirar si el camino de vuelta será difícil. Vuelvo ahora.
¿El camino de vuelta existe?

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/08/2014 a las 21:34 | Comentarios {0}


Segundo día


Hoy no he podido bañarme en la piscina. Las golondrinas se lanzaban como kamikazes y apenas su pico hollaba el agua volvían a elevarse con un mosquito.
El día ha sido más extraño y más normal. Vuelvo a tener miedo. El miedo dice el lexicógrafo Raúl Morales es un torrente estruendoso que contrae el corazón hasta desvanecerlo y algo de ello experimento cuando en la tarde, bajo el calor de unos días primerizos de agosto, me contrae el corazón la idea de verme despojado de lo que entiendo. Luego, en el palacio en el que vivo entre las siete de la tarde y las diez de la mañana, todo cambia. Las golondrinas por ejemplo. La piscina también. Las alarmas que hay que armar y desarmar para proteger un patrimonio. O los gatos que se asoman a la ventana de la imponente cocina para ver si les doy algo de comer y yo no puedo darles de comer y me duele no poder darles de comer sobre todo porque alguno de ellos -de los gatos- es muy pequeño, no tendrá más de seis meses o a lo mejor tiene siete meses aunque creo que no llega a siete meses. No, no llega a siete meses. Entonces hoy, que es el segundo día, en mi nuevo y corto oficio de guardés, no he podido bañarme y he tenido menos miedo. No uno el tener menos miedo al hecho de no bañarme -aunque quizá sí lo una- no sé muy bien por qué pero sí lo uno como uno el calor menor de estos primeros días de agosto con el nacimiento del miedo. Porque vuelvo a tener miedo pero sólo en ese momento (el momento de calor primerizo, a primera hora de la tarde cuando he abierto las ventanas de mi casa y he visto que los vecinos de enfrente tampoco se han ido de vacaciones y la hija sigue duchándose sin bajar la persiana con lo cual veo su pecho esmerilado como desde hace meses y esa rutina me hace sentir ese miedo que es un disolverse el corazón) cuando me digo y si no llegara y si me viera despojado de lo que entiendo y se me viera vagar como un perro sin dueño y sin cadena y si me diera vergüenza ser y tuviera que trasladarme a otra ciudad para ser dignamente un vagabundo y encontrara albergues donde nadie me conociera y comiera sopas que en absoluto me gané con el sudor de mi frente y si el sudor de mi frente no me sirve ya nunca más para ganarme el sustento y si me quedo sin sustento y el corazón -¡cuánta razón tiene el lexicógrafo Raúl Morales!- se va contrayendo y deja que la vida huya. Miro el reloj para ahuyentar el miedo que me consume y cuando observo las manecillas (porque mi reloj es analógico como yo que tengo de digital tan sólo una absurda cuestión de aparcerías) y sé que he de salir para ejercer mi nuevo trabajo de guardés y cojo el coche y empiezo a conducir por la carretera que tan bien conozco y paso una curva detrás de otra curva hasta completar las 23 curvas del puerto y llego hasta este palacio y enciendo la luz de la garita y luego abro los grandes portones de hierro forjado y tomo el relevo del guardés matutino y hago mi tarea, descubro que el miedo es una cuestión de rutina, lo que diluye el corazón es la casa, los pagos, las deudas, las inmensas deudas que uno va generando por el mero hecho de vivir y llego a pensar que vivir no es más que acumular deudas y la primera y mayor, la deuda con uno mismo, esa deuda descomunal porque es imposible de devolver, la deuda de los días perdidos, la deuda de los miedos disolventes, la deuda de las decisiones que marcan para siempre el camino y cuando miro en el recorrido que he de hacer para constatar que las obras de arte están en buen estado, que la temperatura es la adecuada y observo sólo un momento a un barbero de Puigcerdá en su barbería o a una mujer desnuda toda de bronce pienso si ellos, ellos también, condenados para siempre a ese único instante, serán conscientes de sus deudas o si en ese instante -una mujer en una playa, un pastor con sus ovejas, una doncella tocando el virginal o unos ciclistas en un descanso- la vida para ellos era un momento especial, algo fuera de su común y por lo tanto exento de deudas.
Es ya la madrugada y tengo calor. No me atrevo a abrir un techo de cristal y retráctil por mor de que entren mosquitos o ladrones. La habitación donde me encuentro -que está en el sótano del palacio- tiene un pequeño patio -ya digo con techo retráctil que se acciona por medio de un mando a distancia- donde se está más fresco. Ahora saldré. Me fumaré un cigarrillo. Y no sé si al volver seguiré escribiendo o si me tumbaré en la cama -demasiado blanda para mi cuerpo endurecido. ¿Cómo serán las camas de los albergues? ¿Tendrán los somieres de muelles? ¿Dejarán a los vagabundos hacer unos largos en la piscina municipal?- y leeré una novela mala que tiene su gracia.

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/08/2014 a las 23:55 | Comentarios {0}


Sobre la esfera me muevo y persigo la escandalosa belleza, la que a tantos aterra. Estoy en el porche trasero de una casa inmensa, frente a mí dos toros de hierro y al fondo una mujer de 1926 llamada Primavera que corona una piscina cuyos extremos son curvos. La luna está en cuarto creciente y he encontrado una mesa y una silla lo suficientemente cómodas para que el hecho de escribir no sea incómodo.

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/08/2014 a las 21:01 | Comentarios {0}


Diario


Yo tengo para mí la recompensa y tengo la fotografía de las gotas de agua que penden de la rama del arce japonés y tengo la sonrisa de L. echando un órdago y también tengo el orgullo de V. ganándome al juego que le enseñé y tengo el tono de fastidio de R. ante una nueva mala nueva y tengo el placer de ofrecerle el brazo a mi M. para que baje los escalones y el respeto de Lo. por la vida que llevo y la atención de C. y su compañía y tengo recuerdos que atraviesan los desiertos y tengo la habilidad de contarte y la duda de por qué se me ocurrió a mí pensar que a ti ¡oh, lector! habría de interesarte lo que yo urdo. Yo tengo un extraño estandarte y una absurda divisa. Mi estandarte es la figura votiva de un hombre y mi divisa es ¡Fragilidad, mantente firme! Y en mi casa se acumulan los papeles y mis oídos se avienen a escuchar con placer las melodías lejanas del sitar. Yo tengo para mí la victoria cimentada a base de derrotas y sé que cuando el filósofo antiguo habla del río que nunca vemos igual está, en el fondo, entonando la desesperación por lo móvil, el deseo de perennidad. Yo tengo para mí una conversación por la tarde en el último domingo frente al lago y recuerdo el vestido estampado (blanco y azul) y el comentario del hospedero haciéndome vivir bien. Yo tengo en mi memoria (que no es nigún archivo al que se acuda sino que es un elemento fluyente que nace cada vez que se acude a ella) a mi P. cuando vino a verme en mi puesto de lotería y a mi tata J. que ha sido, es y será un soporte estoico como ya le hubiera gustado a Marco Aurelio y sé que cuando la memoria reconstruye a quienes murieron los está volviendo a la vida. Y porque todo esto tengo estoy y quiero llegar hasta donde mi cupo sabe con la cabeza alta, las ideas en su sitio y la fragilidad a prueba de banderas.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/07/2014 a las 12:15 | Comentarios {0}


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