Texto de Olmo Z. desde el manicomio de Acra.
... y los ricos, ¡y los ricos!
Seré el último tras el sonido (la niebla también urde su complot)... la voz clara dice, Hola Olmo
Y esa aguja
Esa perforación en la base de los cojones, justo donde la próstata ¡Glándula maldita! ¡Inspiración de la vida! ¡Soliloquio de la paja!
No pasarán
Y seremos los primeros
Aturdidos seremos los primeros en el Paraíso
Avanzaremos como un ejército de diablos cojos, renqueando nuestras culpas, al socaire de un día para celebrar
Nacimiento del Dios
Dios hecho carne
Dios hecho falo
Los primeros, los primeros en el Paraíso, a través del desierto, sin agua, sin flujo, sin sangre, sin venas, pura esencia nuestra maldad
Malos de Santa Solemnidad
Antes que los ricos
Antes, antes que los ricos
En esta pobreza del amar
Pobres y arrastrados, restregando nuestras lenguas por un arenal
ansiosos de la caricia de Dios
ansiosos de que nos meta su dedo divino por el culo
para gritar de gozo y exaltación de las nubes claras que corretean por la gran pradera del cielo con su verdor de alas angelicales y toda la cohorte de cantos femeninos que endulzan nuestras heridas con los tonos agudos de su canto
¡Los primeros! ¡Los primeros! Nosotros los últimos. Parias del amor. Parias de la razón. Parias del color. Sombras grises de la locura.
Átame, átame a la cama, ata mis brazos, ata mis tobillos, anúdame, que no puedan mis manos, que no puedan mis pies... el pecado es su olor, el pecado en mi pasión, ¡Maldito Dios de los pecados! ¡Cástrame, enfermero! ¡Hazme querubín!
Extírpame el tímpano
Que nada vibre a mi alrededor
y así la hoja del roble
Quema mis pezones
Arrasa con mi tacto
Corta los nervios de mi tacto. Que la piel deje de ser órgano. Que mi divagar impida la metáfora
Ojo de aguja mi alma
Nada mi alma
Sólo ojo vacío
Seco ojo que nada ve
Nada espera
No hay nada en lontananza
Ya no recuerdo la cicatriz
Vuela de aquí
¿No ves que no hay carnaza?
Dejadme
Cortadme
En pedazos uno en Acra otro en Albania uno más en España y luego esparcidme por las tierras de Arabia y en la lejana Alaska dejad mi corazón para que hiele y no sienta la condena
¡Calor, huye!
¡Siroco, gira en torno a mí!
¡Desierto no te vuelvas nunca fértil!
No esperanza
Ninguna esperanza para mí
Castradme
Atadme
Moridme
Ya llego, sí, ya llego, sí, sí, sí
Seré el último tras el sonido (la niebla también urde su complot)... la voz clara dice, Hola Olmo
Y esa aguja
Esa perforación en la base de los cojones, justo donde la próstata ¡Glándula maldita! ¡Inspiración de la vida! ¡Soliloquio de la paja!
No pasarán
Y seremos los primeros
Aturdidos seremos los primeros en el Paraíso
Avanzaremos como un ejército de diablos cojos, renqueando nuestras culpas, al socaire de un día para celebrar
Nacimiento del Dios
Dios hecho carne
Dios hecho falo
Los primeros, los primeros en el Paraíso, a través del desierto, sin agua, sin flujo, sin sangre, sin venas, pura esencia nuestra maldad
Malos de Santa Solemnidad
Antes que los ricos
Antes, antes que los ricos
En esta pobreza del amar
Pobres y arrastrados, restregando nuestras lenguas por un arenal
ansiosos de la caricia de Dios
ansiosos de que nos meta su dedo divino por el culo
para gritar de gozo y exaltación de las nubes claras que corretean por la gran pradera del cielo con su verdor de alas angelicales y toda la cohorte de cantos femeninos que endulzan nuestras heridas con los tonos agudos de su canto
¡Los primeros! ¡Los primeros! Nosotros los últimos. Parias del amor. Parias de la razón. Parias del color. Sombras grises de la locura.
Átame, átame a la cama, ata mis brazos, ata mis tobillos, anúdame, que no puedan mis manos, que no puedan mis pies... el pecado es su olor, el pecado en mi pasión, ¡Maldito Dios de los pecados! ¡Cástrame, enfermero! ¡Hazme querubín!
Extírpame el tímpano
Que nada vibre a mi alrededor
y así la hoja del roble
Quema mis pezones
Arrasa con mi tacto
Corta los nervios de mi tacto. Que la piel deje de ser órgano. Que mi divagar impida la metáfora
Ojo de aguja mi alma
Nada mi alma
Sólo ojo vacío
Seco ojo que nada ve
Nada espera
No hay nada en lontananza
Ya no recuerdo la cicatriz
Vuela de aquí
¿No ves que no hay carnaza?
Dejadme
Cortadme
En pedazos uno en Acra otro en Albania uno más en España y luego esparcidme por las tierras de Arabia y en la lejana Alaska dejad mi corazón para que hiele y no sienta la condena
¡Calor, huye!
¡Siroco, gira en torno a mí!
¡Desierto no te vuelvas nunca fértil!
No esperanza
Ninguna esperanza para mí
Castradme
Atadme
Moridme
Ya llego, sí, ya llego, sí, sí, sí
A veces veo un toro y me entra miedo. El toro está tranquilo. En realidad el toro está pastando. Juraría que no me haría nada si pasara por su lado. Sólo que es tan grande. Tiene unos pitones tan afilados. Y luego la mirada de los toros que es como la mirada de las vacas, una mirada que parece no decir nada. Una mirada que incluso si tuviera la intención de embestir no podrías descifrarlo en sus ojos. La mirada bovina es una mirada terriblemente vacía.
El toro está en la gran pradera que atravieso todos los días. Posiblemente, pienso, habrá atravesado el muro de piedra que separa la dehesa del camino en un lugar en el que está derruido y el toro no habrá tenido más que encaramarse un poco y saltar hacia las hierbas frescas, de primavera, picoteadas desde hace unos días con unas florecillas silvestres y amarillas. El toro pasta. ¡Qué grande es un toro! Al principio me acerco para saber si es toro o vaca. Cuando veo que es toro y que el toro me ha olido y se ha girado para ubicarme bien, se me hiela la sangre porque está relativamente cerca, me lo he encontrado de sopetón, no más de treinta metros y sé que si el toro se arranca me cogerá, me volteará, me empitonará. Miro enrededor. Busco una salida. Pienso estrategias. Hacerme el don Tancredo que es una suerte que se hacía antiguamente en las plazas y que consistía en que a un hombre se le ponía en un pedestal y soltaban a un toro. El toro tiene muy mala vista y normalmente si no te mueves el toro no embestirá pero hay que tenerlos muy buen puestos para que se te acerque un animal de 600 kilos y tú permanezcas inmóvil.
Lentamente me he ido alejando. Llovía una lluvia fina. No sé por qué he establecido una relación entre el toro visto de improviso en una pradera y el dolor del desamor como si el desamor fuera un pitón que se hunde lentamente en el corazón y en la vejiga y desgarra por dentro algo que no es sólo carne, nervios y hueso sino también presente y ausencia y olor. (Mi perro no ha sido consciente del peligro que ha corrido. Él se ha acercado mucho más. Le he llamado. Le he gritado. Le he rogado que volviera. Cuando el toro se ha encaminado hacia él y por lo tanto hacia mí, he decidido dejarlo a su suerte -también sé que Nilo es más ágil, corre más, seguro que habría huido-). En ese dejarlo a su suerte y en ese huir yo, es donde he establecido la relación entre el toro y el desamor y me he dicho que cómo era posible que alguna vez al encontrarme un desamor tan hondo como el más temible toro he tenido la osadía de no salir huyendo sino que me he encaminado hacia él, sin capote y sin montera, en mitad de una pradera en primavera con la mirada bien alta y mirando al desamor a los ojos hasta descubrir que la mirada del desamor está vacía como la mirada del toro. La mirada del desamor está ciega y no avisa si va a embestir.
La lluvia me ha hecho olvidar. Me gusta la lluvia en el bosque. Me gusta el olor a humedad del bosque. Me gusta el toro en el recuerdo.
El toro está en la gran pradera que atravieso todos los días. Posiblemente, pienso, habrá atravesado el muro de piedra que separa la dehesa del camino en un lugar en el que está derruido y el toro no habrá tenido más que encaramarse un poco y saltar hacia las hierbas frescas, de primavera, picoteadas desde hace unos días con unas florecillas silvestres y amarillas. El toro pasta. ¡Qué grande es un toro! Al principio me acerco para saber si es toro o vaca. Cuando veo que es toro y que el toro me ha olido y se ha girado para ubicarme bien, se me hiela la sangre porque está relativamente cerca, me lo he encontrado de sopetón, no más de treinta metros y sé que si el toro se arranca me cogerá, me volteará, me empitonará. Miro enrededor. Busco una salida. Pienso estrategias. Hacerme el don Tancredo que es una suerte que se hacía antiguamente en las plazas y que consistía en que a un hombre se le ponía en un pedestal y soltaban a un toro. El toro tiene muy mala vista y normalmente si no te mueves el toro no embestirá pero hay que tenerlos muy buen puestos para que se te acerque un animal de 600 kilos y tú permanezcas inmóvil.
Lentamente me he ido alejando. Llovía una lluvia fina. No sé por qué he establecido una relación entre el toro visto de improviso en una pradera y el dolor del desamor como si el desamor fuera un pitón que se hunde lentamente en el corazón y en la vejiga y desgarra por dentro algo que no es sólo carne, nervios y hueso sino también presente y ausencia y olor. (Mi perro no ha sido consciente del peligro que ha corrido. Él se ha acercado mucho más. Le he llamado. Le he gritado. Le he rogado que volviera. Cuando el toro se ha encaminado hacia él y por lo tanto hacia mí, he decidido dejarlo a su suerte -también sé que Nilo es más ágil, corre más, seguro que habría huido-). En ese dejarlo a su suerte y en ese huir yo, es donde he establecido la relación entre el toro y el desamor y me he dicho que cómo era posible que alguna vez al encontrarme un desamor tan hondo como el más temible toro he tenido la osadía de no salir huyendo sino que me he encaminado hacia él, sin capote y sin montera, en mitad de una pradera en primavera con la mirada bien alta y mirando al desamor a los ojos hasta descubrir que la mirada del desamor está vacía como la mirada del toro. La mirada del desamor está ciega y no avisa si va a embestir.
La lluvia me ha hecho olvidar. Me gusta la lluvia en el bosque. Me gusta el olor a humedad del bosque. Me gusta el toro en el recuerdo.
Una simple cuestión aritmética: si cada municipio de la Unión Europea acogiera a una familia - ¡UNA, UNA SOLA, UNA FAMILIA, SOLO UNA!- de refugiados, sobrarían miles de municipios.
¡Basta ya de tanto fariseísmo!
¡Basta ya de tanto fariseísmo!
Olmo Z. busca la curación.
Por medio del soborno a un enfermero del manicomio de Acra, me llegan estas notas -manuscritas- de Olmo.
La transcripción que he hecho es casi literal, lo reconozco, porque hay algunas expresiones que ni yo mismo podía soportar.
Sufre Olmo Z. su locura y aún así busca la salvación.
Nota 1
Tablilla sumeria: sal, nitrato, piel de serpiente, concha de tortuga, leche.
(Mis ojos se han movido con bailan los ojos de los actores del teatro balinés. Deduzco la locura de la ausencia. Pasa el tiempo y no pasa mi locura. Me dejo vencer. Me voy hundiendo y al mismo tiempo esbozo la risa y me sale el chiste y duermo como una bestia y a veces incluso hablo)
(Mis ojos se han movido con bailan los ojos de los actores del teatro balinés. Deduzco la locura de la ausencia. Pasa el tiempo y no pasa mi locura. Me dejo vencer. Me voy hundiendo y al mismo tiempo esbozo la risa y me sale el chiste y duermo como una bestia y a veces incluso hablo)
Nota 2
Cañafístula. Mirto. Tomillo. El asa fétida. Pino. Peral. Sauce. Palmera datilera. Vino kushumma.
(No recobraré el pálpito. Quizá me estén buscando. Un día. Cualquier día veré llegar por lontananza al ser que me libere de estos muros. Hablará con los doctores y les convenzerá de que soy inofensivo, absolutamente inofensivo aunque fuera capaz de matar a una mosca algún día, en un paseo, desesperado de la pesadez de la mosca porque las moscas son pesadas y quizá sea la pesadez lo único que me pueda llevar al asesinato)
(No recobraré el pálpito. Quizá me estén buscando. Un día. Cualquier día veré llegar por lontananza al ser que me libere de estos muros. Hablará con los doctores y les convenzerá de que soy inofensivo, absolutamente inofensivo aunque fuera capaz de matar a una mosca algún día, en un paseo, desesperado de la pesadez de la mosca porque las moscas son pesadas y quizá sea la pesadez lo único que me pueda llevar al asesinato)
Nota 3
Assaku es el demonio que reparte las enfermedades mortales y por ello se lo identifica con Namtar, el Destino.
(Mi enfermedad es mi locura. Mi enfermedad es mi recuerdo. Aunque viniera el bueno de Jung, en su orden. Yo lo aceptaría. Yo callaría. Porque no llego a saber. Discuto con Enki, el dios de la magia y la sabiduría, los motivos de mi cautiverio. Y cuando veo, de nuevo, el lejano gozo de los días primeros recuerdo un canto, una letanía vieja. ¿Ya te has ido para siempre? ¿Ya tus cabellos se deslizan por tus hombros mientras los peinas? ¿Ya tu cadera se acompasa a los desniveles del desierto?
Mi trabajo ¿cuál era? ¿Por qué me alimentan? ¿Cuál era el nombre del río cuyo olor me llega cuando el Bóreas corre por estos parajes del Sur? ¿Tenía las manos delgadas? Tenía las uñas cuidadas. Sus manos en mis pies. Las herramientas de la pedicura. Sentía algo de pudor. Creo que se lo dije. Mis pies en sus manos)
(Mi enfermedad es mi locura. Mi enfermedad es mi recuerdo. Aunque viniera el bueno de Jung, en su orden. Yo lo aceptaría. Yo callaría. Porque no llego a saber. Discuto con Enki, el dios de la magia y la sabiduría, los motivos de mi cautiverio. Y cuando veo, de nuevo, el lejano gozo de los días primeros recuerdo un canto, una letanía vieja. ¿Ya te has ido para siempre? ¿Ya tus cabellos se deslizan por tus hombros mientras los peinas? ¿Ya tu cadera se acompasa a los desniveles del desierto?
Mi trabajo ¿cuál era? ¿Por qué me alimentan? ¿Cuál era el nombre del río cuyo olor me llega cuando el Bóreas corre por estos parajes del Sur? ¿Tenía las manos delgadas? Tenía las uñas cuidadas. Sus manos en mis pies. Las herramientas de la pedicura. Sentía algo de pudor. Creo que se lo dije. Mis pies en sus manos)
Nota 4
Piedras de jade suspendidas a modo de carrillón pien-ch'ing.
(Ese cristal sonoro. Ese caminar sin rumbo. Esa revuelta última. Retorcidamente. Estaba de espaldas. Tumbada. Sábanas blancas. Yo enarbolo una bandera roja en la manifestación. Miles de personas. Voces que gritan lemas al unísono. No logro encadenarme a la pasión de la multitud. No puedo desligar el lema revolucionario de la imagen de su espalda sobre las sábanas blancas. Aunque tomara el palacio de invierno. Aunque consiguiéramos los últimos objetivos yo no podría dejar de anhelar el lunar que sobresale como un otero en la llanura de su omóplato izquierdo. ¿Es esta la locura? ¿Es por esto que me atan cada noche a los barrotes del camastro? ¿Ya nunca más su voz? ¿Será tan obediente? ¿Seré tan concienzudo?)
(Ese cristal sonoro. Ese caminar sin rumbo. Esa revuelta última. Retorcidamente. Estaba de espaldas. Tumbada. Sábanas blancas. Yo enarbolo una bandera roja en la manifestación. Miles de personas. Voces que gritan lemas al unísono. No logro encadenarme a la pasión de la multitud. No puedo desligar el lema revolucionario de la imagen de su espalda sobre las sábanas blancas. Aunque tomara el palacio de invierno. Aunque consiguiéramos los últimos objetivos yo no podría dejar de anhelar el lunar que sobresale como un otero en la llanura de su omóplato izquierdo. ¿Es esta la locura? ¿Es por esto que me atan cada noche a los barrotes del camastro? ¿Ya nunca más su voz? ¿Será tan obediente? ¿Seré tan concienzudo?)
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Poesía
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/04/2016 a las 20:49 | {0}