204.- La desigualdad es necesariamente mala/perversa tan sólo si es injusta.
205.- O: una desigualdad justa no es necesariamente mala/perversa.
206.- Intuyo una gran sofisticación en las ideas del hombre sobre sí mismo. Me recuerdan a la estilización de un objeto sagrado, es decir de un objeto al que se le sustrae de su mediumnidad para convertirse tan sólo en muestra de escaparate. Supongamos una cruz sin el sentimiento de Cristo pero sí con su historia.
207.- Un detalle que me gusta de la literatura ensayística es que se desarrolla en tanto en cuanto existen libros sobre el mismo tema que entran en conflicto unos con otros. Los ensayos, por lo tanto, existen gracias a sus semejantes. No ocurre así -necesariamente- con la literatura de ficción que es más solipsista.
208.- La embriaguez del cannabis me lleva a una lucidez de los sentidos y también -pero eso en rarísisimas ocasiones- a la comprensión de ciertas emociones.
209.- El chiste y noviembre se estrechan cordialmente las manos.
210.- Me gusta interpretar. Me gustan los auditorios cuando me siento seguro de lo que voy a hacer o decir... casi siempre decir... también cantar... cantar con la certeza de que nadie me escucha hasta que de entre la maleza surge una mujer que me dice, ¡Qué alegre vas hoy!
211.- ¡Tan sólo una gota basta para distorsionar la visión del mundo!
212.- El musgo sobre una roca granítica; posada sobre ellos, la enramada de una encina; tras la enramada un camino que desciende a la vera de un murete de piedra; tras el murete una vasta extensión de caza. Vuela una paloma torcaz. Se funde el gris con la lluvia ante un fondo de agua.
213.- Debo tomarte entre mis brazos. Mecerte. Era domingo.
214.- Ahora a aceptar la Sombra y a intentar -aunque sea a base de palanca o de ganzúa- abrir su cerradura.
215.- La suerte está echada y duerme como una bendita.
Los aforismos que van desde el nº 204 al nº 215
205.- O: una desigualdad justa no es necesariamente mala/perversa.
206.- Intuyo una gran sofisticación en las ideas del hombre sobre sí mismo. Me recuerdan a la estilización de un objeto sagrado, es decir de un objeto al que se le sustrae de su mediumnidad para convertirse tan sólo en muestra de escaparate. Supongamos una cruz sin el sentimiento de Cristo pero sí con su historia.
207.- Un detalle que me gusta de la literatura ensayística es que se desarrolla en tanto en cuanto existen libros sobre el mismo tema que entran en conflicto unos con otros. Los ensayos, por lo tanto, existen gracias a sus semejantes. No ocurre así -necesariamente- con la literatura de ficción que es más solipsista.
208.- La embriaguez del cannabis me lleva a una lucidez de los sentidos y también -pero eso en rarísisimas ocasiones- a la comprensión de ciertas emociones.
209.- El chiste y noviembre se estrechan cordialmente las manos.
210.- Me gusta interpretar. Me gustan los auditorios cuando me siento seguro de lo que voy a hacer o decir... casi siempre decir... también cantar... cantar con la certeza de que nadie me escucha hasta que de entre la maleza surge una mujer que me dice, ¡Qué alegre vas hoy!
211.- ¡Tan sólo una gota basta para distorsionar la visión del mundo!
212.- El musgo sobre una roca granítica; posada sobre ellos, la enramada de una encina; tras la enramada un camino que desciende a la vera de un murete de piedra; tras el murete una vasta extensión de caza. Vuela una paloma torcaz. Se funde el gris con la lluvia ante un fondo de agua.
213.- Debo tomarte entre mis brazos. Mecerte. Era domingo.
214.- Ahora a aceptar la Sombra y a intentar -aunque sea a base de palanca o de ganzúa- abrir su cerradura.
215.- La suerte está echada y duerme como una bendita.
Los aforismos que van desde el nº 204 al nº 215
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (19)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
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Storyville Portraits. New Orleans. E. J. Bellocq aprox. 1915
Ruidos de cacharros en la casa contigua antes del amanecer. No llega a entender cómo se puede tener tan mala educación. Se pregunta qué es exactamente lo que ella entiende por educación. No sabe si es una palabra/idea demasiado vaga. En esa duda se queda de nuevo dormida. Despierta una hora y media después. Los mismos ruidos. Piensa la palabra perversión.
Cuando se levanta tarda un rato en vestirse. Son varias capas: las bragas, unos leotardos, encima de estos unos calcetines de lana, un pantalón, una camiseta interior, una camiseta, un jersey bien gordo y una bufanda alrededor del cuello (aunque ésta no se la pone por la mañana. Duerme con ella. Si no durmiera con ella tendría contracturas en el cuello. Muy dolorosas. Durante semanas. Cuando llega el frío tan sólo se descubre el cuello cuando se ducha o va a nadar).
Se tiene que abrigar bien porque es de esas personas que no puede poner la calefacción ni todo el día, ni medio día, ni todos los días. Sólo la pone cuando hace mucho frío. La pone un par de horas para que la casa se caldee. Luego aguanta bien abrigada. Tiene suerte porque las ventanas tienen doble cerramiento y se conserva bien el calor. No se queja del frío. Le gusta el frío. Puede controlarlo dentro de la casa.
Pobreza y desigualdad, ésas son las directrices del siglo XXI. Desayuna. Sólo lleva dos años desayunando algo sólido. Antes sólo se tomaba un café con leche y tiraba toda la mañana con ese café y otro más. Piensa a veces que eso fue debido a que de niña nunca le dieron de desayunar. Iba al colegio con un cacao con leche. En el recreo todas las niñas llevaban el almuerzo. Ella no lo llevó nunca. Piensa que era porque su madre había decidido que no era de buen tono almorzar. Luego creyó saber que quizá fuera porque es difícil hacerse la elegante siendo pobre.
Durante el desayuno ha recordado la decisión. Es una decisión incómoda. Y rebatible. Si los destinatarios de su decisión se la echaran en cara, no tendría muchos argumentos para defender su postura. Luego se dice que no tiene que defender ninguna postura. Llega más lejos, se dice que no hay postura y sonríe cuando alcanza a vislumbrar un pequeño giro: lo que hay, lo que siempre ha habido es más bien impostura. Su decisión no tiene que ver con una postura sino con una impostura.
Siente cierta paz en su pobreza (o en su justeza económica. Aunque estadísticamente ella sea pobre, no se siente pobre).
Camina envuelta en un cielo cubierto de densas nubes azulinas. Camina y camina por un camino desierto. Tan solo su perra y ella. Camina en silencio. Asciende. Conversa consigo misma. Respira con ritmo y se siente eufórica cuando recuerda que la galaxia en la que habita recorre cada día cincuenta millones de kilómetros y eso quiere decir, sencillamente, que cada instante dista tanto del anterior que apenas se puede ver. Todo en el vivir es continuo horizonte... de sucesos.
Se regala un ensueño erótico mientras asciende. Se cruza con un hombre que apoya sus pasos en un bastón; el hombre va también con su perro; ella ha estado corriendo y está sudada; al cruzarse con el hombre, éste se tropieza y cae; ayuda al hombre cojo a incorporarse; él lo acepta; cuando lo levanta se miran a los ojos muy de cerca y entonces se besan y se masturban tras una roca mientras la perra suya y el perro de él escarban un agujero hondo y primero la perra y luego el perro hunden sus hocicos en el hoyo y parece como si el olor de la tierra húmeda los extasiara hasta el orgasmo. Terminan de correrse. Ni se despiden. Ella sigue el ascenso. Él marcha en dirección opuesta.
Educación. Elegancia. Decisión. Pobreza. Masturbación. Hoyo. Tierra húmeda.
Es la tarde. Ha de trabajar. Está sola, una soledad insólita. Duerme la perra y sueña. Ella teclea.
Cuando se levanta tarda un rato en vestirse. Son varias capas: las bragas, unos leotardos, encima de estos unos calcetines de lana, un pantalón, una camiseta interior, una camiseta, un jersey bien gordo y una bufanda alrededor del cuello (aunque ésta no se la pone por la mañana. Duerme con ella. Si no durmiera con ella tendría contracturas en el cuello. Muy dolorosas. Durante semanas. Cuando llega el frío tan sólo se descubre el cuello cuando se ducha o va a nadar).
Se tiene que abrigar bien porque es de esas personas que no puede poner la calefacción ni todo el día, ni medio día, ni todos los días. Sólo la pone cuando hace mucho frío. La pone un par de horas para que la casa se caldee. Luego aguanta bien abrigada. Tiene suerte porque las ventanas tienen doble cerramiento y se conserva bien el calor. No se queja del frío. Le gusta el frío. Puede controlarlo dentro de la casa.
Pobreza y desigualdad, ésas son las directrices del siglo XXI. Desayuna. Sólo lleva dos años desayunando algo sólido. Antes sólo se tomaba un café con leche y tiraba toda la mañana con ese café y otro más. Piensa a veces que eso fue debido a que de niña nunca le dieron de desayunar. Iba al colegio con un cacao con leche. En el recreo todas las niñas llevaban el almuerzo. Ella no lo llevó nunca. Piensa que era porque su madre había decidido que no era de buen tono almorzar. Luego creyó saber que quizá fuera porque es difícil hacerse la elegante siendo pobre.
Durante el desayuno ha recordado la decisión. Es una decisión incómoda. Y rebatible. Si los destinatarios de su decisión se la echaran en cara, no tendría muchos argumentos para defender su postura. Luego se dice que no tiene que defender ninguna postura. Llega más lejos, se dice que no hay postura y sonríe cuando alcanza a vislumbrar un pequeño giro: lo que hay, lo que siempre ha habido es más bien impostura. Su decisión no tiene que ver con una postura sino con una impostura.
Siente cierta paz en su pobreza (o en su justeza económica. Aunque estadísticamente ella sea pobre, no se siente pobre).
Camina envuelta en un cielo cubierto de densas nubes azulinas. Camina y camina por un camino desierto. Tan solo su perra y ella. Camina en silencio. Asciende. Conversa consigo misma. Respira con ritmo y se siente eufórica cuando recuerda que la galaxia en la que habita recorre cada día cincuenta millones de kilómetros y eso quiere decir, sencillamente, que cada instante dista tanto del anterior que apenas se puede ver. Todo en el vivir es continuo horizonte... de sucesos.
Se regala un ensueño erótico mientras asciende. Se cruza con un hombre que apoya sus pasos en un bastón; el hombre va también con su perro; ella ha estado corriendo y está sudada; al cruzarse con el hombre, éste se tropieza y cae; ayuda al hombre cojo a incorporarse; él lo acepta; cuando lo levanta se miran a los ojos muy de cerca y entonces se besan y se masturban tras una roca mientras la perra suya y el perro de él escarban un agujero hondo y primero la perra y luego el perro hunden sus hocicos en el hoyo y parece como si el olor de la tierra húmeda los extasiara hasta el orgasmo. Terminan de correrse. Ni se despiden. Ella sigue el ascenso. Él marcha en dirección opuesta.
Educación. Elegancia. Decisión. Pobreza. Masturbación. Hoyo. Tierra húmeda.
Es la tarde. Ha de trabajar. Está sola, una soledad insólita. Duerme la perra y sueña. Ella teclea.
192.- La niebla azul divaga en el valle...
193.- ... de ahí deduce que no hay mayor maldad que la de hacer dudar de la bondad de un bueno.
194.- Nunca conseguirá la sabiduría -se dice mientras mantiene el ritmo de la respiración en la subida-. Entonces suda.
195.- Ha querido mantenerse firme siendo, como era, un pedazo de hielo abandonado en el Sáhara.
196.- La maldición es que el destino se cumpla (aunque el destino sea fasto).
197.- Aquellos hombres que escribían verdades como puños. Aquel entonces en el que existían verdades.
198.- Sometido a una continua crítica se disolvió como el azucarillo que tan sólo espera empapar de café la última arista para sucumbir y crear en el amargor dulzura.
199.- Sabe que nunca podrá ser cruel y aún así cuánta, cuánta crueldad han generado sus manos.
200.- Ha vuelto a los nocturnos (con el rascar de la pluma; con la música para piano, con el corazón silente)
201.- Se dijo: a través del hilo telefónico me encontré con lo mejor de ambos. Fuera de ese vínculo todo fue limbo.
202.- La noche fría. El azul oscuro de la noche fría con el detalle del blanco trasero de la luna.
203.- En algún lugar se acaba de producir el encuentro.
Los aforismos que van desde el nº 192 al nº 203
193.- ... de ahí deduce que no hay mayor maldad que la de hacer dudar de la bondad de un bueno.
194.- Nunca conseguirá la sabiduría -se dice mientras mantiene el ritmo de la respiración en la subida-. Entonces suda.
195.- Ha querido mantenerse firme siendo, como era, un pedazo de hielo abandonado en el Sáhara.
196.- La maldición es que el destino se cumpla (aunque el destino sea fasto).
197.- Aquellos hombres que escribían verdades como puños. Aquel entonces en el que existían verdades.
198.- Sometido a una continua crítica se disolvió como el azucarillo que tan sólo espera empapar de café la última arista para sucumbir y crear en el amargor dulzura.
199.- Sabe que nunca podrá ser cruel y aún así cuánta, cuánta crueldad han generado sus manos.
200.- Ha vuelto a los nocturnos (con el rascar de la pluma; con la música para piano, con el corazón silente)
201.- Se dijo: a través del hilo telefónico me encontré con lo mejor de ambos. Fuera de ese vínculo todo fue limbo.
202.- La noche fría. El azul oscuro de la noche fría con el detalle del blanco trasero de la luna.
203.- En algún lugar se acaba de producir el encuentro.
Los aforismos que van desde el nº 192 al nº 203
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (18)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
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180.- ¿Cuál es la sustancia de los sueños?
181.- Le llama la atención los dientes podridos de Julio Cortázar en la entrevista que le concede a Joaquín Soler Serrano. También sus ojos tristes.
182.- Al amanecer ha sentido nausea que es una sensación extraña, como si un vértigo sólo se localizara en las tripas. Sabe que el sabor del sueño va a marcar las primeras horas. No puede afeitarse en un parapeto de cara al mar. Él es hombre de tierra adentro, de vientos secos. Y aún así puede imaginar un mar verdemoco y aceptar que el mar es el mismo en todas partes.
183.- ¿Es esencialmente aleatoria la posibilidad de alcanzar el sustento con el arte?
A veces no puede evitar compararse. A veces duda hasta las ganas del suicidio.
184.- Porque en el fondo hay algo de venta y exposición. Habla Cortázar del límite que existe entre el narcisismo y la autocrítica. Esta distinción. Esta frontera. Lo enfermizo y lo moral.
185.- Ha conseguido a base de calor y esfuerzo ir dejando la nausea atrás y con la desgana de quien está a punto de enfermar ha salido a pasear entre el viento, el sol y los colores. Hoy sabe que no está consiguiendo su propósito.
186.- Habla Cortázar del ritmo, de que hasta que no consigue el ritmo que es su ritmo sabe que no está escribiendo lo que quiere. Piensa él -siendo como es admirador del argentino- que la búsqueda de un ritmo es el principio del museo.
187.- No, no es Stephen, ni tiene un amigo que se llame Buck. Al caminar ha tomado decisiones que luego no ha llevado a cabo. Es importante no llevar las decisiones a cabo como también lo es tomarlas.
188.- Siempre le quedara de Cortázar el personaje de Cora.
189.- A la vuelta, cuando el sol declinaba, se ha reconocido afortunado y ha sabido de nuevo que los dolores viejos son crónicos (porque a veces se le olvida y entonces intenta lo que es imposible).
190.- Le agradó tanto escuchar a Julio...
191.- Dublín está en todas partes... Él podría ser perfectamente la mujer de Leopold Bloom.
Los aforismos que van desde el nº 180 al nº 191
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (17)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
Sobre el sonido de los seres vivos se esparcía la niebla. No había nadie. Ecos se escurrían por entre las ramas de las encinas. No supe decirte que la muerte es como una canción de J. J. Cale. No quise decírtelo. Luego repasé. Luego de un instante de barro. Luego de un charco traslúcido. Luego de las correrías de las multitudes por los pasillos de los suburbanos de medio mundo. Esa diferencia que existe entre la constante presencia de lo humano en las ciudades que las hace irrespirables y la vacuidad de ello en las altas praderas, en los colapsos de las torrenteras. No diré que quiero vivir seiscientos años. No quiero, te diré, vivir seiscientos años. Con los ojos cerrados te lo digo, a ti que vives allá, en el tumulto de las gentes y que a veces te recoges entre mis brazos tras haber tenido un orgasmo que te ha producido un terrible dolor de cabeza. Agudo.
En la soledad de la conferencia observo los rostros que me observan. Yo camino y hablo. Hablo de algo que podría ser explicado de forma diferente. Hablo con pasión en la casa del rico. En las salas cuadros y más cuadros y nombres de pintores famosos que relaciono mientras el público -mujeres que luchan por la igualdad- me escuchan como si ayer jueves fuera un día particular.
El cielo, fuera, era gris. La piscina del jardín lucía triste y al fondo, la escultura en bronce de La primavera, pedía a gritos un albornoz.
A veces, en mitad del discurso (in media res) siento una punzada -literal- de tristeza en el páncreas y quisiera en ese momento detenerme y llorar por la belleza que podrá vivir más de seiscientos años. Luego...luego de la conferencia, luego de las felicitaciones, luego del frío de la noche de noviembre... enfilo la carretera y veo borroso. Las luces de los coches en la autopista del Noroeste, la delicadeza del acelerador, la amplitud del parabrisas, los años y las ruedas...
...la muchacha blanca de la película indie se ha quedado preñada y no se atreve a decírselo al muchacho blanco encantador con el que ha concebido... el discreto encanto de las miserias burguesas mientras no muy lejos los espaldas mojadas están a punto de alcanzar el infierno... infierno de Sonora... los bailes de graduación... Mason y Dixon.... las tres veces que hubieron de zarpar los puritanos del Myflower... la muchacha blanca dibuja tiras para una revista... el muchacho encantador y blanco busca a su gata y sabe preparar lasagna.... un traje de novia para la hermana de la muchacha blanca... el próximo enlace... la generación de una nueva familia...
Decirte, querida, que quizá sea yo quien no se atreve a poner las cartas sobre la mesa; más, decir que soy un cobarde y no me atrevo a expresar la ofensa que siento por si el mundo se acaba, por si los astros se derriten, por si me lleva el surco que el agua ha hecho en la tierra esta mañana; volverme ácueo; deslizar la caja; lanzar el ultimatum un veintidós de noviembre a las siete y veintiseis de la tarde (llovía, cerca los gritos de las voces de los chicos que aún no han hecho el cambio; voces agudas casi más cercanas a la voz de una mujer...)...
Ahora hay que seguir. Luego... luego de la mujer madura que me deseó salud; luego de sentirme fuerte y darme una ducha de agua muy caliente tras llegar empapado de un largo paseo bajo la lluvia y en el campo (verdes, naranjas, sienas, grises: un paisaje de paleta española); luego de sentir que sigo sin recordar una palabra de toda la vida; luego de presenciar un diálogo posible entre una muerta y un vivo... quizá.
En la soledad de la conferencia observo los rostros que me observan. Yo camino y hablo. Hablo de algo que podría ser explicado de forma diferente. Hablo con pasión en la casa del rico. En las salas cuadros y más cuadros y nombres de pintores famosos que relaciono mientras el público -mujeres que luchan por la igualdad- me escuchan como si ayer jueves fuera un día particular.
El cielo, fuera, era gris. La piscina del jardín lucía triste y al fondo, la escultura en bronce de La primavera, pedía a gritos un albornoz.
A veces, en mitad del discurso (in media res) siento una punzada -literal- de tristeza en el páncreas y quisiera en ese momento detenerme y llorar por la belleza que podrá vivir más de seiscientos años. Luego...luego de la conferencia, luego de las felicitaciones, luego del frío de la noche de noviembre... enfilo la carretera y veo borroso. Las luces de los coches en la autopista del Noroeste, la delicadeza del acelerador, la amplitud del parabrisas, los años y las ruedas...
...la muchacha blanca de la película indie se ha quedado preñada y no se atreve a decírselo al muchacho blanco encantador con el que ha concebido... el discreto encanto de las miserias burguesas mientras no muy lejos los espaldas mojadas están a punto de alcanzar el infierno... infierno de Sonora... los bailes de graduación... Mason y Dixon.... las tres veces que hubieron de zarpar los puritanos del Myflower... la muchacha blanca dibuja tiras para una revista... el muchacho encantador y blanco busca a su gata y sabe preparar lasagna.... un traje de novia para la hermana de la muchacha blanca... el próximo enlace... la generación de una nueva familia...
Decirte, querida, que quizá sea yo quien no se atreve a poner las cartas sobre la mesa; más, decir que soy un cobarde y no me atrevo a expresar la ofensa que siento por si el mundo se acaba, por si los astros se derriten, por si me lleva el surco que el agua ha hecho en la tierra esta mañana; volverme ácueo; deslizar la caja; lanzar el ultimatum un veintidós de noviembre a las siete y veintiseis de la tarde (llovía, cerca los gritos de las voces de los chicos que aún no han hecho el cambio; voces agudas casi más cercanas a la voz de una mujer...)...
Ahora hay que seguir. Luego... luego de la mujer madura que me deseó salud; luego de sentirme fuerte y darme una ducha de agua muy caliente tras llegar empapado de un largo paseo bajo la lluvia y en el campo (verdes, naranjas, sienas, grises: un paisaje de paleta española); luego de sentir que sigo sin recordar una palabra de toda la vida; luego de presenciar un diálogo posible entre una muerta y un vivo... quizá.
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/12/2019 a las 18:52 | {0}