Sabes que llega ese momento. Es más, en realidad, sabes que vuelve.
Perderte cuando vas a donde crees no querer ir ¿Estaba mal señalizado?
¿No quieres ir? Vas. Lo consigues.
No has visto ni un gesto, bueno, sí, recuerdas a una mujer mayor que te ha servido un café con leche.
Luego vuelves y el cielo está gris.
Algo hay sin tensión en ese cielo y en el sonido apagado de la ciudad.
Vuelves y el sabor de la comida te desagrada. Y entonces te das cuenta de que ha llegado, de que ha vuelto. Y sabes que vas a tener que convivir con ello, unos días. Porque dura unos días.
Te planteas si hay que luchar o no o, si como dice el principio, La vigilia todo lo disgrega y el sueño todo lo unifica.
Ahora, ya la noche, bulle en tu interior una carta. Sabes que terminarás escribiéndola. Hoy no será. Tiene que pasar, te dices, y al mismo tiempo te dices también que porque ha llegado ha surgido la idea de esa carta.
Luego giras en tu silla y piensas en una distracción.
Conoces algunos remedios. Podrías -piensas- poner uno de ellos en práctica. Quizá lo hagas, sí, quizá.
Ayer fuiste amable.
Hoy ha vuelto.
Perderte cuando vas a donde crees no querer ir ¿Estaba mal señalizado?
¿No quieres ir? Vas. Lo consigues.
No has visto ni un gesto, bueno, sí, recuerdas a una mujer mayor que te ha servido un café con leche.
Luego vuelves y el cielo está gris.
Algo hay sin tensión en ese cielo y en el sonido apagado de la ciudad.
Vuelves y el sabor de la comida te desagrada. Y entonces te das cuenta de que ha llegado, de que ha vuelto. Y sabes que vas a tener que convivir con ello, unos días. Porque dura unos días.
Te planteas si hay que luchar o no o, si como dice el principio, La vigilia todo lo disgrega y el sueño todo lo unifica.
Ahora, ya la noche, bulle en tu interior una carta. Sabes que terminarás escribiéndola. Hoy no será. Tiene que pasar, te dices, y al mismo tiempo te dices también que porque ha llegado ha surgido la idea de esa carta.
Luego giras en tu silla y piensas en una distracción.
Conoces algunos remedios. Podrías -piensas- poner uno de ellos en práctica. Quizá lo hagas, sí, quizá.
Ayer fuiste amable.
Hoy ha vuelto.
En el País Semanal del domingo 22 de noviembre, escribe Javier Marías un artículo titulado El folklore de los huesos insignes en el que defiende la decisión de la familia Lorca de impedir que los huesos del poeta sean reconocidos y reciban los honores que se merecen aduciendo razones espurias por parte de los poderes del Estado y de ese cuarto poder que es la prensa.
Me suelen gustar los artículos de Marías y sobre todo me gusta lo antipático que es (en realidad me gustan muchas personas antipáticas) y lo directo a la hora de criticar cualquier asunto. Este artículo es uno de los pocos en los que no estoy de acuerdo con él ni con la familia. E intentaré explicarme.
Fue Ramón María del Valle-Inclán, otro gran antipático y el mejor autor teatral del siglo XX español, el que dijo que -si en su mano estuviera- lo primero que haría sería abolir el derecho de herencia. La herencia -evoco de memoria- es el gran argumento del capitalismo y del patriarcado. La herencia es el cáncer de la sociedad, la que le impide progresar. Es evidente que muchos no estarán de acuerdo con esta idea (y menos, claro, los que vayan a heredar). En el caso de las personas ilustres la cosa se complica porque la herencia no es tan sólo una cuestión material sino en ocasiones también se hereda una cuestión simbólica. Este es el caso de Federico García Lorca el cual no sólo se ha convertido en el poeta español del siglo XX sino en un símbolo contra la barbarie fascista, contra la injusticia en el mundo, contra el asesinato ideológico. Por supuesto que no conozco la intimidad del pensamiento de Lorca pero no sería muy arriesgado pensar que como artista buscó el reconocimiento del público y la gloria. La Historia le colocó además en otro lugar prominente: Mártir del Fascismo.
Yo conocí la historia de Jean Moulin gracias a Caroline una buena amiga y traductora al francés de algunos textos de Federico García Lorca, además de ser una persona comprometida en causas políticas. Bien, Jean Moulin es el Héroe de la Resistencia Francesa, el cual fue torturado antes de morir por los nazis sin que consiguieran con sus torturas que hablara, siendo -como era- el jefe de la Resistencia, el que la había organizado, el que había conseguido coordinar a todos los partisanos para que, llegado el momento de la invasión de los Aliados, se encontraran con un Ejército en el interior, listo para intervenir. En el año 1964 Jean Moulin -que estaba enterrado como mandan los hombres en el cementerio de Père Lachaise- fue trasladado al Panteón de los Hombres Ilustres y André Malraux evocó su figura en un discurso emocionante cuyo pensamiento principal era: no dejemos que los niños y jóvenes de Francia olviden a hijos suyos, hijos como Jean Moulin.
Es evidente que si desconfiamos de los motivos de todos para colocar -no en los altares sino en Un Lugar de Símbolos (como ocurrió con el feísimo monumento a los muertos del 11 de Marzo. Nadie protestó, ni se indignó por el homenaje)- a Federico García Lorca en el lugar que la Historia -no él- le ha puesto, no hay lugar para este desacuerdo por mi parte pero si hubiera un sentimiento profundo, un reconocimiento de la necesidad de la memoria, un lugar donde Lorca y todos los lorcas y todos los descendientes de éstos pudieran acudir no para recordar al Lorca particular sino para recordar y saber lo que la barbarie genera, monstruos, y para rendir homenaje sincero, sí, sincero, a todos aquellos que sufrieron o murieron defendiendo la dignidad del hombre, entonces no sé qué tienen que decir las sobrinas, tías o primas de tal o cual Símbolo/Persona porque ya no les pertenece, porque ya no es de su rama genealógica sino que se ha convertido en Hoja Favorita del árbol humano.
Quizás es que a los españoles nos falta La Grandeur o los tiempos nos han llevado a desconfiar de todo y todos y ya nada puede ser puro, ya nada puede redimirnos de aquella guerra asquerosa y a cada intento de saber, de reconocer se pone como traba la maldita ley de la herencia.
Me suelen gustar los artículos de Marías y sobre todo me gusta lo antipático que es (en realidad me gustan muchas personas antipáticas) y lo directo a la hora de criticar cualquier asunto. Este artículo es uno de los pocos en los que no estoy de acuerdo con él ni con la familia. E intentaré explicarme.
Fue Ramón María del Valle-Inclán, otro gran antipático y el mejor autor teatral del siglo XX español, el que dijo que -si en su mano estuviera- lo primero que haría sería abolir el derecho de herencia. La herencia -evoco de memoria- es el gran argumento del capitalismo y del patriarcado. La herencia es el cáncer de la sociedad, la que le impide progresar. Es evidente que muchos no estarán de acuerdo con esta idea (y menos, claro, los que vayan a heredar). En el caso de las personas ilustres la cosa se complica porque la herencia no es tan sólo una cuestión material sino en ocasiones también se hereda una cuestión simbólica. Este es el caso de Federico García Lorca el cual no sólo se ha convertido en el poeta español del siglo XX sino en un símbolo contra la barbarie fascista, contra la injusticia en el mundo, contra el asesinato ideológico. Por supuesto que no conozco la intimidad del pensamiento de Lorca pero no sería muy arriesgado pensar que como artista buscó el reconocimiento del público y la gloria. La Historia le colocó además en otro lugar prominente: Mártir del Fascismo.
Yo conocí la historia de Jean Moulin gracias a Caroline una buena amiga y traductora al francés de algunos textos de Federico García Lorca, además de ser una persona comprometida en causas políticas. Bien, Jean Moulin es el Héroe de la Resistencia Francesa, el cual fue torturado antes de morir por los nazis sin que consiguieran con sus torturas que hablara, siendo -como era- el jefe de la Resistencia, el que la había organizado, el que había conseguido coordinar a todos los partisanos para que, llegado el momento de la invasión de los Aliados, se encontraran con un Ejército en el interior, listo para intervenir. En el año 1964 Jean Moulin -que estaba enterrado como mandan los hombres en el cementerio de Père Lachaise- fue trasladado al Panteón de los Hombres Ilustres y André Malraux evocó su figura en un discurso emocionante cuyo pensamiento principal era: no dejemos que los niños y jóvenes de Francia olviden a hijos suyos, hijos como Jean Moulin.
Es evidente que si desconfiamos de los motivos de todos para colocar -no en los altares sino en Un Lugar de Símbolos (como ocurrió con el feísimo monumento a los muertos del 11 de Marzo. Nadie protestó, ni se indignó por el homenaje)- a Federico García Lorca en el lugar que la Historia -no él- le ha puesto, no hay lugar para este desacuerdo por mi parte pero si hubiera un sentimiento profundo, un reconocimiento de la necesidad de la memoria, un lugar donde Lorca y todos los lorcas y todos los descendientes de éstos pudieran acudir no para recordar al Lorca particular sino para recordar y saber lo que la barbarie genera, monstruos, y para rendir homenaje sincero, sí, sincero, a todos aquellos que sufrieron o murieron defendiendo la dignidad del hombre, entonces no sé qué tienen que decir las sobrinas, tías o primas de tal o cual Símbolo/Persona porque ya no les pertenece, porque ya no es de su rama genealógica sino que se ha convertido en Hoja Favorita del árbol humano.
Quizás es que a los españoles nos falta La Grandeur o los tiempos nos han llevado a desconfiar de todo y todos y ya nada puede ser puro, ya nada puede redimirnos de aquella guerra asquerosa y a cada intento de saber, de reconocer se pone como traba la maldita ley de la herencia.
La señora Alba se encuentra tendida en la cama,
sobre sus ojos una compresa fría distrae su jaqueca,
a lo lejos unos chopos tiemblan cerca del río
y en sus ramas los estorninos descansan tras su largo viaje.
La señora Alba ha bajado la persiana y ha soltado su cabello
el cual, como filigranas, se esparce por la funda blanca de la blanca almohada.
Entre el dolor y la espera de la calma
la señora Alba ensueña un cuerpo desapercibido,
un cuerpo, por decirlo de alguna forma, sin sentido,
un cuerpo que fuera un transporte y no un fin en sí mismo.
Los estorninos se lanzan a la caza al caer la tarde;
la algarabía que por el aire fabrican sus sonidos
llega hasta los oídos de la dama enferma
la cual estaba dormida y comenzaba a soñar
un verde traje de lino ceñido a su cuerpo por un viento marino;
despierta la señora Alba sobresaltada, se quita la compresa de los ojos,
se asoma, a su pesar, a la ventana que tenía bajada la persiana
y observa la bandada de estorninos como si fuera trozos de negro en el azul del cielo;
su cabeza estalla de nuevo, sus manos se agarrotan de dolor, sus piernas flaquean,
su boca se seca y odia la furia de las aves, sus vuelos rasantes, su empeño
en convertir la tarde en una feria de verano.
Cuando cae la noche se hace el silencio,
la señora Alba se acaricia el sexo,
ese placer atenúa el dolor de su cerebro y en el momento del orgasmo, en sus últimos espasmos, el dolor desaparece y su cuerpo se parece a la bandada de estorninos
con sus giros salvajes en el aire cuando pintaba sobre el cielo azul trazos en negro.
sobre sus ojos una compresa fría distrae su jaqueca,
a lo lejos unos chopos tiemblan cerca del río
y en sus ramas los estorninos descansan tras su largo viaje.
La señora Alba ha bajado la persiana y ha soltado su cabello
el cual, como filigranas, se esparce por la funda blanca de la blanca almohada.
Entre el dolor y la espera de la calma
la señora Alba ensueña un cuerpo desapercibido,
un cuerpo, por decirlo de alguna forma, sin sentido,
un cuerpo que fuera un transporte y no un fin en sí mismo.
Los estorninos se lanzan a la caza al caer la tarde;
la algarabía que por el aire fabrican sus sonidos
llega hasta los oídos de la dama enferma
la cual estaba dormida y comenzaba a soñar
un verde traje de lino ceñido a su cuerpo por un viento marino;
despierta la señora Alba sobresaltada, se quita la compresa de los ojos,
se asoma, a su pesar, a la ventana que tenía bajada la persiana
y observa la bandada de estorninos como si fuera trozos de negro en el azul del cielo;
su cabeza estalla de nuevo, sus manos se agarrotan de dolor, sus piernas flaquean,
su boca se seca y odia la furia de las aves, sus vuelos rasantes, su empeño
en convertir la tarde en una feria de verano.
Cuando cae la noche se hace el silencio,
la señora Alba se acaricia el sexo,
ese placer atenúa el dolor de su cerebro y en el momento del orgasmo, en sus últimos espasmos, el dolor desaparece y su cuerpo se parece a la bandada de estorninos
con sus giros salvajes en el aire cuando pintaba sobre el cielo azul trazos en negro.
Mil años de poesía europea. Edición de Francisco Rico con Rosa Lentini
Sete anos de pastor Jacob servia
Labâo, pai de Raquel, serrana bela;
mas nâo servia ao pai, servia a ela,
e a ela só por prémio pretendia.
Os dias, na esperança de um só dia,
passava, contentando-se como vê-la;
porém o pai, usando de cautela,
em lugar de Raqel lhe dava Lia.
Vendo o triste pastor que com enganos
lhe fora assi negada a sua pastora,
como se a nâo tivera merecida;
comença de servir outros sete anos,
dizendo - Mais servira, se nâo fora
para tâo longo amor tao curta vida.
Siete años de pastor Jacob servía
al padre de Raquel, serrana bella;
mas no servía a él, servía a ella,
que a ella sólo por premio pretendía.
Los días, en memoria de aquel día,
pasaba contentándose con vella,
mas Labán, cauteloso, en lugar de ella,
ingrato a su lealtad, le diera a Lía.
Viendo el triste pastor que, con engaños
le quitan a Raquel y el bien que espera
por tiempo, amor y fe la merecía,
volvió a servir de nuevo otros siete años;
y mil sirviera más, si no tuviera
para tan largo amor, tan corta vida.
Labâo, pai de Raquel, serrana bela;
mas nâo servia ao pai, servia a ela,
e a ela só por prémio pretendia.
Os dias, na esperança de um só dia,
passava, contentando-se como vê-la;
porém o pai, usando de cautela,
em lugar de Raqel lhe dava Lia.
Vendo o triste pastor que com enganos
lhe fora assi negada a sua pastora,
como se a nâo tivera merecida;
comença de servir outros sete anos,
dizendo - Mais servira, se nâo fora
para tâo longo amor tao curta vida.
Siete años de pastor Jacob servía
al padre de Raquel, serrana bella;
mas no servía a él, servía a ella,
que a ella sólo por premio pretendía.
Los días, en memoria de aquel día,
pasaba contentándose con vella,
mas Labán, cauteloso, en lugar de ella,
ingrato a su lealtad, le diera a Lía.
Viendo el triste pastor que, con engaños
le quitan a Raquel y el bien que espera
por tiempo, amor y fe la merecía,
volvió a servir de nuevo otros siete años;
y mil sirviera más, si no tuviera
para tan largo amor, tan corta vida.
Héroe de Georg Grosz
La oscilación. Vieja y sabia teoría.
Porque me llega la sensación de aquello que los marxistas de los años sesenta llamaban tener el espíritu burgués, problemas pequeños-burgueses, cosas de los sentimientos y eso...
Ciudad de Dios habla de otros problemas no sé si con mayor eficacia, no sé si son más importantes. Son otros problemas.
Como si no quisiera escribir de eso que también me inquieta o me inquietaba.
A veces lo pienso. Quizás ya no me inquiete tanto.
Escribir sobre la inmigración o sobre la corrupción o sobre la economía o sobre la explotación del hombre por el hombre o sobre las hambrunas o sobre las guerras.
Derivar hacia eso.
La mente forma parte del pasado de uno -me dijo ayer una buena amiga- porque la mente sólo puede pensar el pasado. La mente no puede con el presente ni con el futuro. El pensamiento, por lo tanto, es siempre sobre algo que ya fue.
Hay un hombre negro y hermoso pidiendo a la puerta de la tienda de comestibles donde suelo comprar el pan y las cervezas. Imagino su viaje hasta aquí. Sus ojos brillan y tiene una sonrisa inmensa y siempre sonríe, siempre sonríe, sonríe de veras.
O el otro día cuando se habló de Franco y alguien lo alabó y yo no pude callar y sobre todo no pude reprimir mi indignación. Quisiera por una parte reprimirla y por otra esa vehemencia me dice que todavía estoy, soy, que todavía siento asco ante la injusticia, ante el fascismo.
Joy Division fue el nombre que se daba a los barracones dedicados a la prostitución en los campos de concentración nazis y fue el nombre que tomó el grupo de Manchester en los años 70. Cuando se aplica el término posmodernismo para justificar el nombre del grupo no acabo de aceptarlo.
El entorno y la personalidad. Esa es otra posibilidad.
Porque me llega la sensación de aquello que los marxistas de los años sesenta llamaban tener el espíritu burgués, problemas pequeños-burgueses, cosas de los sentimientos y eso...
Ciudad de Dios habla de otros problemas no sé si con mayor eficacia, no sé si son más importantes. Son otros problemas.
Como si no quisiera escribir de eso que también me inquieta o me inquietaba.
A veces lo pienso. Quizás ya no me inquiete tanto.
Escribir sobre la inmigración o sobre la corrupción o sobre la economía o sobre la explotación del hombre por el hombre o sobre las hambrunas o sobre las guerras.
Derivar hacia eso.
La mente forma parte del pasado de uno -me dijo ayer una buena amiga- porque la mente sólo puede pensar el pasado. La mente no puede con el presente ni con el futuro. El pensamiento, por lo tanto, es siempre sobre algo que ya fue.
Hay un hombre negro y hermoso pidiendo a la puerta de la tienda de comestibles donde suelo comprar el pan y las cervezas. Imagino su viaje hasta aquí. Sus ojos brillan y tiene una sonrisa inmensa y siempre sonríe, siempre sonríe, sonríe de veras.
O el otro día cuando se habló de Franco y alguien lo alabó y yo no pude callar y sobre todo no pude reprimir mi indignación. Quisiera por una parte reprimirla y por otra esa vehemencia me dice que todavía estoy, soy, que todavía siento asco ante la injusticia, ante el fascismo.
Joy Division fue el nombre que se daba a los barracones dedicados a la prostitución en los campos de concentración nazis y fue el nombre que tomó el grupo de Manchester en los años 70. Cuando se aplica el término posmodernismo para justificar el nombre del grupo no acabo de aceptarlo.
El entorno y la personalidad. Esa es otra posibilidad.
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Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
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Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/11/2009 a las 18:45 | {0}