A Raquel y Raúl
El domingo amaneció difícil. Fui a buscar a Violeta y nos fuimos a El Escorial. Antes de salir pensé en no ir. En llamar sin excusas. El día seguía siendo difícil aunque Violeta estuviera sentada en la parte de atrás y hubiera venido corriendo porque yo estaba mal aparcado. La carretera me fue relajando como me suele ocurrir pero el domingo seguía siendo difícil. Llegamos a la casa de Raquel. Es una casa preciosa, pequeña, con un jardín delicioso -todo final del otoño-. Allí estaban ellos y Laura, la hija de Raquel, que nació el mismo día que mi hija. Los niños tienen la virtud de la atemporalidad. Apenas necesitan un minuto para recuperar la relación. Cuando se fueron Raquel, Laura y Violeta para dar un paseo a Portu -un perro cascarrabias y encantador- le dejé ver a Raúl lo difícil que era para mí ese domingo. Comimos un estupendo puding de espinacas con espárragos cubierto de salmón (ese plato se lo había visto hacer días antes a Karlos Arguiñano y me había parecido precioso de color -tan verde y tan naranja con la curiosa transparencia del espárrago- y me resultó sorprendente vérselo hacer a Raúl) y pollo con champiñones. En la sobremesa hablamos con confianza. Con confianza. Y de repente sentí que el domingo ya no era tan difícil.
La amistad es una de las formas más sublimes de la esperanza. Teníamos que volver pronto, hacia las cinco y media. Me abrazaron al marchar. Cuando llegamos a Madrid el domingo había dejado de ser difícil. Hasta logré aparcar sin apenas problemas.
Esa sensación de levedad se ha mantenido hoy y hoy, justamente, necesitaba sentirme leve. Mientras impartía una clase de guión me he acordado mucho de ellos y cada vez que me acordaba el ambiente de la clase se iba volviendo alegre, lleno de confianza como si la de ayer se hubiera ido instalando en el espacio de hoy. Sé que sin su apoyo la tarde de hoy habría sido distinta y estoy casi seguro que más difícil como ayer lo fue hasta que estuve con ellos.
La amistad es una de las formas más sublimes de la esperanza. Teníamos que volver pronto, hacia las cinco y media. Me abrazaron al marchar. Cuando llegamos a Madrid el domingo había dejado de ser difícil. Hasta logré aparcar sin apenas problemas.
Esa sensación de levedad se ha mantenido hoy y hoy, justamente, necesitaba sentirme leve. Mientras impartía una clase de guión me he acordado mucho de ellos y cada vez que me acordaba el ambiente de la clase se iba volviendo alegre, lleno de confianza como si la de ayer se hubiera ido instalando en el espacio de hoy. Sé que sin su apoyo la tarde de hoy habría sido distinta y estoy casi seguro que más difícil como ayer lo fue hasta que estuve con ellos.
Sólo una niña dijo haberlo visto en la puerta del Sur y un centinela, de malas maneras, respondió que quizá fuera el mismo a quien preguntó si iba a abandonar la ciudad. Nadie más le vio. Nadie tampoco tuvo la seguridad de que el hombre fuera él. Todos se extrañaron de que un hombre fuera capaz de abandonar la ciudad fortificada y se adentrara en la llanura y atravesara el lindero del bosque en pleno atardecer. Ahora podemos afirmar que fue cierto. El relato de un buhonero lo confirma. Esta es su narración de los hechos.
Aquel hombre dijo a nadie, ¡Ser o hacerse la víctima! ¡Cómo me persigue ese estigma! ¡Cuánto me avergüenza! Se acercó a las aguas del Leteo. Aún no había llegado a su orilla y no había visto al barquero Caronte sentado en su barca amarrada al muelle esperando al próximo viajero. Ni siquiera había escuchado de lejos el chapoteo del remo.
El martes anduvo por una ensenada sin decidirse a rodearla. Luego tuvo frío y quiso volver a su casa. Sintió que estaba perdido cuando una nube le recordó a otra y llovió sobre su rostro dos veces la misma gota. Se apoyó en un árbol hueco y pensó, No sé cuál es el rumbo. Y pensó, ¡Qué oscura la noche! ¿Si camino dónde me llevaré? ¿Si escucho el rumor de unas aguas deberé detenerme? Y si es así ¿no podrá el frío con mi calor? Su pensamiento se fue haciendo circular y tan sólo se detuvo cuando el árbol hueco se desplomó a sus espaldas. Sepultado bajo la madera podrida pensó, Tenía más de un motivo para no venir. Ahora he de quitarme estos maderos, palpar si tengo heridas, sacudirme la escoria y constatar que ningún gusano corre por mi cuerpo.
Aquel hombre dijo a nadie, ¡Ser o hacerse la víctima! ¡Cómo me persigue ese estigma! ¡Cuánto me avergüenza! Se acercó a las aguas del Leteo. Aún no había llegado a su orilla y no había visto al barquero Caronte sentado en su barca amarrada al muelle esperando al próximo viajero. Ni siquiera había escuchado de lejos el chapoteo del remo.
El martes anduvo por una ensenada sin decidirse a rodearla. Luego tuvo frío y quiso volver a su casa. Sintió que estaba perdido cuando una nube le recordó a otra y llovió sobre su rostro dos veces la misma gota. Se apoyó en un árbol hueco y pensó, No sé cuál es el rumbo. Y pensó, ¡Qué oscura la noche! ¿Si camino dónde me llevaré? ¿Si escucho el rumor de unas aguas deberé detenerme? Y si es así ¿no podrá el frío con mi calor? Su pensamiento se fue haciendo circular y tan sólo se detuvo cuando el árbol hueco se desplomó a sus espaldas. Sepultado bajo la madera podrida pensó, Tenía más de un motivo para no venir. Ahora he de quitarme estos maderos, palpar si tengo heridas, sacudirme la escoria y constatar que ningún gusano corre por mi cuerpo.
Una tríada de dioses planetarios: Nanna-Suen (la luna), Utu (el sol) e Inanna (la estrella Venus) ¡Inanna, Inanna -equiparada a Ishtar en Acadia y más tarde a Astarté- gozarás del culto y gozarás de un hombre! Inanna, diosa del amor y de la guerra.
Su mito se inicia como si de una historia de amor se tratara: Inanna, diosa tutelar de la ciudad de Erek, se enamora del pastor Dumuzi que de este modo se convierte en soberano de la ciudad. Inanna, plena de felicidad, exclama:
- Yo camino en el gozo.
También, condición de diosa que a los hombres se nos hurta, intuye el trágico destino que le aguarda al dador de su gozo y quejosa clama por el orbe en las noches oscuras, ¡Mi bienamado, hombre de mi corazón, yo te he arrastrado a un destino funesto. Has tocado tu boca con mi boca, has apretado mis labios contra tu cabeza, y por eso has sido condenado a un destino funesto!
Destino que ella misma inicia sin saberlo cuando decide descender a los infiernos y suplantar a su hermana mayor Ereshkigal pero ocurre que , una vez dentro del palacio infernal, a medida que franquea las siete puertas, el portero la va despojando de sus vestidos y adornos.
Inanna llega completamente desnuda -es decir vacía de todo poder- ante su hermana. Ereshkigal fija sobre ella la mirada de la muerte y su cuerpo queda inerte. Inanna ha muerto.
Su amiga fiel Ninshubur que estaba al cabo de las intenciones de la diosa, informa de ellas a los dioses Enlil y Nanna-Sin. Enlil, enfurecido porque Inanna haya querido penetrar en un dominio -La Tierra de los Muertos- gobernado por decretos inviolables, decide no acudir en persona y envía a dos mensajeros provistos de Alimento de la Vida y Agua de la Vida. Con engaños estos dos mensajeros logran llegar hasta el cadáver de Inanna que pendía de un clavo. Lo alimentan y sacian e Inanna vuelve a la vida.
Los siete jueces del infierno, Los Anunaki, sentencian: "¿Quién que haya descendido al infierno puede salir de él sin daño? Si Inanna quiere salir que traiga a alguien que la reemplace".
Inanna, custodiada por una tropa de gallas (demonios), encargados de hacerla volver si no cumple su trato, sube a la tierra, llega hasta Erek y allí descubre que Dumuzi, en lugar de lamentarse por su pérdida, se ha sentado en el trono y disfruta gobernando.
Inanna fija sobre él la mirada de la muerte. Inanna pronuncia contra él una palabra, la palabra de la desesperación. Inanna lanza contra él un grito, el grito que condena. "Ése -dijo a los demonios- llevadle".
Dumuzi suplicará a su cuñado el dios sol Utu. Dumuzi huirá a la morada de su hermana, Geshtinanna e intentará ampararse en su rebaño de ovejas pero los gallas darán con él y tras torturarle lo arrastrarán a presencia de Ereshkigal y será ella, la que regenta la Tierra de los muertos, la que puede matar a una diosa, quien, compadecida por las lágrimas de Dumuzi, decida que tan sólo permanezca en los infiernos durante seis meses al año y los otros seis sea reemplazado por su hermana Geshtinanna.
La muerte sigue inevitablemente a todo acto de creación o de procreación.
Su mito se inicia como si de una historia de amor se tratara: Inanna, diosa tutelar de la ciudad de Erek, se enamora del pastor Dumuzi que de este modo se convierte en soberano de la ciudad. Inanna, plena de felicidad, exclama:
- Yo camino en el gozo.
También, condición de diosa que a los hombres se nos hurta, intuye el trágico destino que le aguarda al dador de su gozo y quejosa clama por el orbe en las noches oscuras, ¡Mi bienamado, hombre de mi corazón, yo te he arrastrado a un destino funesto. Has tocado tu boca con mi boca, has apretado mis labios contra tu cabeza, y por eso has sido condenado a un destino funesto!
Destino que ella misma inicia sin saberlo cuando decide descender a los infiernos y suplantar a su hermana mayor Ereshkigal pero ocurre que , una vez dentro del palacio infernal, a medida que franquea las siete puertas, el portero la va despojando de sus vestidos y adornos.
Inanna llega completamente desnuda -es decir vacía de todo poder- ante su hermana. Ereshkigal fija sobre ella la mirada de la muerte y su cuerpo queda inerte. Inanna ha muerto.
Su amiga fiel Ninshubur que estaba al cabo de las intenciones de la diosa, informa de ellas a los dioses Enlil y Nanna-Sin. Enlil, enfurecido porque Inanna haya querido penetrar en un dominio -La Tierra de los Muertos- gobernado por decretos inviolables, decide no acudir en persona y envía a dos mensajeros provistos de Alimento de la Vida y Agua de la Vida. Con engaños estos dos mensajeros logran llegar hasta el cadáver de Inanna que pendía de un clavo. Lo alimentan y sacian e Inanna vuelve a la vida.
Los siete jueces del infierno, Los Anunaki, sentencian: "¿Quién que haya descendido al infierno puede salir de él sin daño? Si Inanna quiere salir que traiga a alguien que la reemplace".
Inanna, custodiada por una tropa de gallas (demonios), encargados de hacerla volver si no cumple su trato, sube a la tierra, llega hasta Erek y allí descubre que Dumuzi, en lugar de lamentarse por su pérdida, se ha sentado en el trono y disfruta gobernando.
Inanna fija sobre él la mirada de la muerte. Inanna pronuncia contra él una palabra, la palabra de la desesperación. Inanna lanza contra él un grito, el grito que condena. "Ése -dijo a los demonios- llevadle".
Dumuzi suplicará a su cuñado el dios sol Utu. Dumuzi huirá a la morada de su hermana, Geshtinanna e intentará ampararse en su rebaño de ovejas pero los gallas darán con él y tras torturarle lo arrastrarán a presencia de Ereshkigal y será ella, la que regenta la Tierra de los muertos, la que puede matar a una diosa, quien, compadecida por las lágrimas de Dumuzi, decida que tan sólo permanezca en los infiernos durante seis meses al año y los otros seis sea reemplazado por su hermana Geshtinanna.
La muerte sigue inevitablemente a todo acto de creación o de procreación.
Ensayo
Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/12/2009 a las 18:24 | {0}
Había publicado un poema. Lo he dejado varias horas. Lo he quitado. He visto a dos mujeres en el convoy opuesto al mío mirando lo mismo que era nada. Me ha extrañado esa misma mirada, hacia ese mismo punto vacío.
Luego venían los pensamientos oscuros y cierto frío. Más tarde Violeta me ha devuelto el bienestar. Cuando estoy con ella lo siento a menudo. Tiene diez años bellísimos llenos de alegría y sentido del humor. Siempre nos detenemos en la librería Méndez y miramos el escaparate. Ella descubre a menudo los libros nuevos y yo siempre me quedo mirando La Historia de mi vida que es la autobiografía de Giacomo Casanova con un precio absolutamente prohibitivo. El librero me comentaba el otro día que quizá por los antepasados aristocráticos del editor, Jacobo F. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, no sabía el buen señor lo que costaba conseguir 120€. De hecho el libro apenas se vende y mira que tiene que estar bien porque más que sus andanzas son las andanzas de un hombre curioso por la segunda mitad del siglo XVIII europeo, una especie de enciclopedia de la vida privada.
Ahora escribo mientras ella merienda chocolate con pan (tenía, me ha dicho en la calle, muchas ganas de tomar algo dulce. Yo le he dicho que el chocolate es amargo y ella me ha respondido que si es con leche no. Y tiene razón. Al final lo hemos comprado con leche y almendras).
Había publicado un poema. Quiero más. Quiero mucho más.
Luego venían los pensamientos oscuros y cierto frío. Más tarde Violeta me ha devuelto el bienestar. Cuando estoy con ella lo siento a menudo. Tiene diez años bellísimos llenos de alegría y sentido del humor. Siempre nos detenemos en la librería Méndez y miramos el escaparate. Ella descubre a menudo los libros nuevos y yo siempre me quedo mirando La Historia de mi vida que es la autobiografía de Giacomo Casanova con un precio absolutamente prohibitivo. El librero me comentaba el otro día que quizá por los antepasados aristocráticos del editor, Jacobo F. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, no sabía el buen señor lo que costaba conseguir 120€. De hecho el libro apenas se vende y mira que tiene que estar bien porque más que sus andanzas son las andanzas de un hombre curioso por la segunda mitad del siglo XVIII europeo, una especie de enciclopedia de la vida privada.
Ahora escribo mientras ella merienda chocolate con pan (tenía, me ha dicho en la calle, muchas ganas de tomar algo dulce. Yo le he dicho que el chocolate es amargo y ella me ha respondido que si es con leche no. Y tiene razón. Al final lo hemos comprado con leche y almendras).
Había publicado un poema. Quiero más. Quiero mucho más.
Te amo,
le dijo el silencio a la voz
y la voz calló.
Variación 1
Le dijo el silencio a la voz,
Te amo
y la voz calló.
Variación 2
Calló la voz
y el silencio habló.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
Cuentecillos
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Diario
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/12/2009 a las 23:33 | {1}