Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Escrito por Violeta García-Loygorri Tinajas


Sueño
En un rincón del parque del Retiro, cerca de La Rosaleda, había una gran cascada y al lado un espacio vacío. Se contaba que en las noches de luna creciente aparecía una bonita escultura de una mujer recostada tocando el laúd; cuando lo tocaba, la cascada dejaba de caer y permitía vislumbrar una gruta.
Una noche, Tania, una niña de once años, escapó de su casa cegada por la rabia hacia otra niña que decía que todas esas historias eran mentira ¡Le demostraría que estaba equivocada!
Entró en el parque, llegó hasta La Rosaleda y... ¡En efecto! escuchó el sonido bonito y pausado del laúd. Se acercó al lugar del que provenía la música y... allí estaba la escultura de la mujer y la gruta. En su interior se adivinaba un pequeño fulgor. Se armó de valor y ya se disponía a meterse dentro cuando tropezó con algo y cayó. Todo lo que pasó a continuación fue maravilloso y extraño a la vez. Una vez hubo caído, descubrió maravillada que se hallaba en un reino de Rocío y Luz; estaba totalmente sola, no tenía miedo, todo lo que veía era precioso y agradable, ni siquiera le dolía la herida que se había hecho en la rodilla ni se daba cuenta de que había perdido un zapato, tan sólo contemplaba entusiasmada el nuevo descubrimiento. Sin darse apenas cuenta recorrió todo el lugar y comenzó a cantar una extraña melodía que hacía que su voz sonase hueca y triste. Al principio sonaba bien pero luego empezó a sentirse cansada, muy cansada, y se desmayó.
Cuando se despertó estaba en una cama muy rara, con dos personas a su lado contemplándola. Le contaron lo ocurrido y que se había metido en el reino de la Reina Soraya, y que todo el mundo que se metía allí desaparecía. Por suerte ella había sabido resistir. Comió y bebió angustiada y muy asustada. Le contaron también que había dejado allí el zapato, y que así ya nadie corría peligro, porque la magia se había roto.
Ella sólo recordaba una voz femenina que decía, ¡Fuera, vete! Jamás volvió para descubrir aquel misterio, pero estaba contenta porque sabía que nadie corría peligro, al menos por el momento...

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2010 a las 20:21 | Comentarios {0}


Texto extraído de la nota 2 del capítulo 5 del libro Ideas escrito por Peter Watson. La nota pertenece a un extracto de un texto de Mircea Eliade titulado, Patterns in comparative religion.


Sobre las Creencias (9)
Los khonds, una tribu dravídica de Bengala, ofrecían sacrificios a las diosas de la tierra. La víctima, a la que se denominaba meriah, era comprada a los padres o podía ser hija de anteriores víctimas. Los meriahs vivían felices durante años y eran considerados seres consagrados; contraían matrimonio con otras "víctimas" y se les entregaba un terreno como dote. Unas dos semanas antes del sacrificio, se cortaba el pelo de la víctima en una ceremonia a la que asistía todo el pueblo. A ello seguía una orgía y el meriah era conducido a una parte del bosque cercano aún no profanada por el hacha. Se le ungía con mantequilla derretida y otros aceites y flores, y luego se le drogaba con opio. Se le mataba ya fuera golpeándolo, estrangulándolo o asándolo lentamente en una pira. Luego se le cortaba en pedazos. Los restos se llevaban de vuelta a las aldeas cercanas, donde se los enterraba para garantizar una buena cosecha.

Ensayo

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2010 a las 19:04 | Comentarios {0}



EL GILIPOLLAS - Veamos la singularidad. (El Gilipollas recorre el espacio vacío de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Se detiene en el centro del espacio vacío) ¿Y ahora qué? ¿Fumo? ¿Me hago una paja? ¿Me cago en tu puta madre? Sí, sí, en la tuya. No es seguro. No lo es. Tranquilo, pedazo de gilipollas ¿Me saco otro pedazo de moco? Podría irme al lado salvaje de la vida. Podría subir a la montaña de Mahoma o traerla. Traerla. Eso, sí, traerla. O me voy... he tenido miedo, lo acabo de tener, ahora se va ¡Cabrón! ¡Me cago en Dios bendito y en la puta Virgen de los cojones! Y ahora ¿qué?, ¿qué?

El Gilipollas se queda callado. Mira al cielo. Intenta aguantar un sollozo. Casi se queda sin respiración. Dos lágrimas gruesas como lupas caen a peso por sus mejillas de gilipollas.

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/02/2010 a las 12:52 | Comentarios {0}



EL GILIPOLLAS - ¡Joder! (el gilipollas se hurga en la nariz y se saca un buen pedazo de moco) ¡Joder!

Este es el fin de la 1ª parte del pedazo de moco de un monólogo interior pensado por un gilipollas.
Seguro que continúa de lo gilipollas que es.


Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/02/2010 a las 15:04 | Comentarios {0}


Herida
Damage (Herida se tituló la película en español. Damage en inglés se podría traducir como perjudicar, dañar. Damage en francés quiere decir apisonado/a. Aunque el título en Francia -la producción es británica- fue Fatale) de Louis Malle (1992). Las heridas. Los heridos. Anne Barton, la protagonista de la película, está herida. Sus heridas la conducen a la destrucción. Para ella amar es dañar (apisonar) -en última instancia- al sujeto amado. La heridas supuran cuando no cicatrizan.

Herido yo. Como lo sé ando con mucho cuidado. Debo -pienso- sanar las heridas. Siento que están sanando. Tengo muchas cicatrices en mi cuerpo: tres en el cráneo, una en la barbilla; tengo una larga cicatriz en el pubis -larga y dolorosa. Me operaron a los doce años de una criptorquidia en el testículo derecho. La cicatriz se infectó y con los puntos aún puestos, pocos días después de la operación, hube de ir con mi padre al cirujano, el doctor Tamames. Me tumbaron en la camilla. Me extrajeron el pus apretando la cicatriz. No me pusieron ningún tipo de anestesia. Mi padre me dijo, Los hombres no lloran. No lloré-; tengo cuatro cicatrices en mi pierna derecha: una abarca la parte posterior de la rodilla, otra recorre longitudinalmente toda la tibia, una tercera, más pequeña, se encuentra en el lateral derecho de los inexistentes gemelos, la cuarta recorre toda la articulación del tobillo. Quizá tenga otras tantas cicatrices en mi alma.

Si no cierran, se infectan y supuran. A veces cicatrizan bien y alguien te la abre de nuevo -a mí me ocurrió con la cicatriz que recorre longitudinalmente toda la tibia de mi pierna derecha. Llegó el día de quitarme la escayola. Tenía 14 años. El enfermero me avisó de que la sierra con la que iba a abrir el yeso funcionaba no cortando sino quemando. Antes de empezar me dijo, Cuando notes que está llegando, que sientes un poco de calor, avísame. Y empezó a serrar. Pronto sentí el calor y se lo dije y él me respondió, Pero si acabo de empezar, chico. No te acojones. Y siguió serrando. Y yo le avisé de nuevo. Y él, de malas maneras, paró y mientras decía, ¡Joder, mierda de acojonados!, la intentó abrir con unas tenazas y, en efecto, se abrió. El tipo me miró y me dijo, ¡Vaya, tenías razón! Al quitar la escayola vimos que me había quemado toda la piel de la cicatriz. Cuando mis padres entraron les dijo, Mira que le he dicho al chico que me avisara cuando sintiera calor y ni se ha enterado. Y miren el estropicio que ha armado por no avisar-.

Una vez cerradas las heridas, una vez cicatrizadas, la piel que las cubre es extraordinariamente suave, muy, muy delicada, parece a punto de quebrarse. Y si la toca alguien, alguien que no sea uno mismo, se siente grima en el ombligo como si esa mano tuviera el terrible poder de rajar la piel que cubre la cicatriz y descubrir de nuevo la herida.

Una sensación parecida siento cuando me tocan la piel de las cicatrices del alma.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/02/2010 a las 19:13 | Comentarios {1}


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