Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
¿Cajas de zapatos?
¿Cajas de zapatos?
Todavía, lentamente, voy desembalando cajas. Me quedan once.
Ayer, visto que veía unos espacios en un par de estanterías y que además tenía en lo alto de una de ellas las revistas Poesía y El Paseante, ambas muy queridas por mí, colecciones que me costó mucho mantener, decidí re-estructurar y el resultado fue que pude desembalar otro par de cajas y colocar más a mano las revistas (de hecho las he colocado en un mueble bar, el único mueble bonito que tengo además de la mesa en la que escribo, el cual, al estar vacío de botellas, es un sitio precioso para albergar eso que se ha dado en llamar belleza). En una de las cajas había una caja de zapatos negra (es curioso porque en mi vida las cajas de zapatos albergan extrañas sorpresas como por ejemplo las postales de mi abuelo que mi padre me entregó en una caja de zapatos de Pepe Albadalejo) de DC Shoes que no recordaba en absoluto. La he abierto despacito como cuando se es niño y se abre así un regalo esperando, en esa lentitud, que si el regalo no es el deseado se convierta en él antes de abrir del todo, y cuál no ha sido mi sorpresa cuando me he encontrado un centenar de cartas de mi adolescencia y juventud (más sorpresa aún porque este sábado la generación del 79 del Instituto Santamarca se reúne para cenar. Yo no podré acudir. Pero cuando me escribió Willi, uno de los de entonces, yo le pedí si me podría enviar la dirección de correo de Sina, la primera chica con la que salí.) y la primera que me he encontrado es una de Sina en la cual, mientras navega rumbo a Palma de Mallorca, algo mareada me escribe su amor de los 17 años con una letra pequeña, redonda y emocionante.
La verdad es que no he podido mirar mucho porque los ojos se me han llenado de lágrimas (no sé por qué se me llenan de lágrimas; no sé por qué me inunda una emoción altísima; o quizá sí sé por qué: porque descubro que muchas personas me han querido y esa certeza en estos días difíciles e intensos, me alegra tristemente -si se me permite la contradicción-.) así es que la he cerrado y he decidido que después de nadar, antes de volver a la escritura, leeré algunas de esas cartas que, como siempre, me han vuelto guardadas en una caja de zapatos.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/11/2010 a las 12:07 | Comentarios {0}


Mercado. Democracia. Envidia.
Uno de los vicios (o de los males) de la democracia es la envidia. Entendiendo, además, por democracia esto que vivimos que no es tal ¿Por qué afirmo esto? Por lo siguiente: en la actualidad son cinco los grandes poderes del mundo (ya no se puede hablar de naciones. Los Estados/nación se están diluyendo): Los clásicos de Montesquieu: Legislativo, Ejecutivo y Judicial y dos nuevos poderes -en realidad muy antiguos, más antiguos incluso que los clásicos- que son el poder económico y el poder de la información. Sobre este último, llamado el Cuarto Poder, recuerdo una escena muy divertida de Cantinflas: Se encuentra en una fiesta de periodistas y se produce un robo. Cantinflas se sube encima de una silla y dice, Hasta que no se sepa quién ha robado la cartera, nadie saldrá del cuarto. Uno de los periodistas, airado y vanidoso, le responde, ¿Usted no sabe lo qué es el cuarto poder? y Cantinflas le responde, ¿Y usted no sabe lo que es no poder salir de un cuarto? Bien, de estos cinco poderes, los ciudadanos de los países democráticos sólo votan a uno: el legislativo y además este voto está, en realidad, diezmado, ¿en qué sentido? La no validez del voto en blanco y la abstención provoca que la decisión soberana de un pueblo que decidiera votar mayoritariamente en blanco, no tendría como resultado una mayoría de escaños vacíos en el parlamento sino que éstos serían repartidos entre las fuerzas políticas más votadas. Dicho esto, no hace falta añadir mucho más a que el ciudadano de a pie no tenga derecho ninguno a votar a sus jueces, a sus fiscales, a sus presidentes, a sus ministros, a sus presidentes y directores de las empresas de comunicación y a los presidentes y consejos de administración de los bancos del mundo. Esto sería democracia en estado puro (para quien me tilde de ingenuo o demagógico remito a autores como Tomas Moro o Jean Jacques Rousseau, dentro de los pertinentes y aceptados).
La democracia es, por lo tanto, una suerte de marca -como gusta llamarse ahora a cualquier emporio de cierta importancia: La marca España, la marca Banco de Santander, la marca Safyr, etc...- que tan sólo encubre una forma, hasta cierto punto fascista, de ejercer el poder. Las dos guerras mundiales del siglo XX no cayeron en saco roto en la mente de las poblaciones; el miedo se incrustó muy dentro y quien tuvo la suerte de vivir en una zona del mundo donde el alimento y la riqueza estaban al alcance de la mano, se hizo -ante la constatación de un arma capaz de destruir todo vestigio de vida- conservador y temeroso de cualquier revolución.
Los ciudadanos hemos aceptado nuestra mísera parte en el reparto del botín del poder sin chistar porque la democracia te dice que el sistema te permite alcanzar cotas de poder con tu esfuerzo y tu dedicación y ese anhelo provoca la envidia. En civilizaciones totalitarias o de castas la envidia no es posible porque uno sabe que no se puede mover de donde está. Hubiera sido hermoso que en vez de envidia, la democracia hubiera promovido la admiración pero no está aún en la condición humana esa posibilidad.
La quintaesencia de la envidia en la democracia se llama Mercado. Es curioso que el Mercado no tiene nombres propios (aunque los tenga. Sólo se le da un nombre propio cuando uno de los que forman ese ente se arruina o produce una bancarrota). En los noticiarios de todo el mundo, el Cuarto Poder se niega a nombrar a los que atacan, por ejemplo, Irlanda. Pero reconozcamos que el Cuarto Poder es subsidiario del Quinto y no se puede morder la mano que te da de comer. Con lo cual nos encontramos en un momento muy interesante en el que auguro que dentro de no mucho se establecerá una batalla a campo abierto entre los tres poderes de Montesquieu y los dos que se han quitado la máscara -por fin- y luchan contra los Estados/nación atacando sus finanzas, sus economías y la confianza de los ciudadanos en sus mandatarios a los que por cierto, de momento están ganando y maniatando. El Mercado es la Envidia del ser humano por poseer lo que no posee y este pseudo sistema democrático se lo ha puesto en bandeja.
Ojalá Felipe González consiga convencer a sus pares para que se cree una auténtica gobernanza político-económica que pare los pies a tanta envidia que se ventea cada día en todas las Bolsas del mundo. Ojalá nosotros, los ciudadanos, tomemos de nuevo conciencia de nuestra fuerza, nos quitemos el miedo del desastre atómico y lancemos órdagos a quienes, de momento, nos tienen en sus cajas. Nada se ha perdido. Tampoco se ha ganado nada.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/11/2010 a las 17:22 | Comentarios {0}


Escucho un llamado cuento de navidad (sí, sí, ya se acerca. Que viene, que viene, que ya está aquí) en el que ocurre que, el día de Navidad, todos los habitantes del mundo se despertaron con granos de azúcar en sus labios pero sólo se dieron cuenta de semejante dulzura los que fueron besados o besaron en los labios de otro ¡Ah, maldito! y ¿los que no seremos besados ni besaremos en los labios, además de quedarnos con semejante insatisfacción, habremos de sufrir el descalabro de no saber que nuestros labios estaban dulces? Pero qué sentido navideño es ése ¡qué fatal humanidad!

Dice: Perdidos en los recuerdos/ sus antiguos moradores/ buscaron en la intimidad/ el confín de sus folclores.

Esa libertad de los miércoles por la mañana cuando el agua se queda helada en lo alto del manantial y se crea el glacial y merodea el oso blanco y se oculta la estrella polar; esa libertad en los guantes de lana, sin resquicios; la hermosa libertad de la morcilla de Burgos moteada de blanco arrozal; y la libertad del aullido invernal en plena soledad ¡Ah, lobo!

De tu cintura,
el proverbio;
de tu premura,
el cambio;
de tu múcura,
el microbio;
en tu suburbio,
me callo.

La voz de la mujer gruesa se aflautó tanto que la grasa se hizo nata y la nata solidificó en merengue y el merengue, cristalino, crujió en los dientes.

Almocatre/ chatre / almohatre / almojatre / delatre / cetre / acetre / caletre / calletre / petimetre / buetre

Y de postre:

Sonríe al piano y cuando sea el momento de la guitarra sonríe y cuando se entone la voz y cuando carraspee el percusionista, sonríe. Cuando llegue el invierno, no será invierno de desventuras; será invierno de noches invioladas y frío.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/11/2010 a las 20:00 | Comentarios {2}


Al alimón con Isaac Alexander


Proclama
¡Cojamos a los rijosos y cortémosles en rodajitas sus putos cojones!
Que se queden secos de su lefa asquerosa que debe saber a amarga leche venida de la amarga leche de su padre.
Cojámosles en vivo y a cada palabra ofensiva arranquémosles un trozo de escroto y dejemos sus gónadas en carne viva y cantemos entonces un tema de Sex Pistols mientras aporreamos sus pollas con nuestras guitarras y bailamos desnudos alrededor de su miseria y su ordinariez.
Extirpemos a los hijos de puta de este mundo que en todo podría ser bello y audaz y peligroso. Esos que en voz baja alardean de sus conquistas y establecen comparaciones de órganos que no les pertenecen.
Hay una frontera, exponemos, entre el sexo y la desvergüenza; hay una belleza en la suciedad de los olores y los sabores y hay un enfangarlo todo con viejas represiones de curas lanzando sermones de cierto dios cavernoso.
Inventemos el castigo del olvido. Enarbolemos la paz entre los seres. Seamos felices con nuestras propias mendacidades. Agrupémonos para defendernos de los miserables que utilizan sus auditorios para corear sus escabrosidades.
Porque tenemos que defender la belleza. Porque tenemos que apaciguar la matanza del buen gusto a base de fuerza y de coraje y arces en otoño y de selvas vírgenes. Tenemos que defender el humor que no daña y la crítica que abarca el error y su acierto.
A esos rijosos, a esos que se inquietan y alborotan a la vista de la hembra y escupen babas por no saber vencer su moral de sacristía y bata negra; a esos, decimos, cortémosles las pelotas y que como castrati canten alabanzas al Señor de los Descojonados mientras nosotros, juntas nuestras manos, entonamos cantos de sexos enamorados del cuerpo, de todo lo que el cuerpo dona a los sentidos.
¡Ah, miserables! ¡Cuánto mal hacéis a la belleza de dos cuerpos -o tres o mil- que se enlazan en el baile germinal de los placeres! ¡Cuánto denigráis la condición de piel de nuestros hábitos! ¡Qué mal conocéis el cuerpo de la mujer del que tanto os vanagloriáis y al que con tanto desprecio os referís!
Tenemos que acabar con ese miedo que sale por vuestras bocas en forma de ofensa, con esa sonrisita meliflua de tenorio de cartón piedra, con esas manos fofas que no saben apreciar la textura de una piel, con esas miradas de sapos que no ocultan a príncipe alguno, antes de que la epidemia de estos bestias nos llegue a todos y nos olvidemos de que el propósito de la vida es vivir la alegría del goce y que el cuerpo de la mujer -como el del hombre- es un territorio fértil, lleno de descubrimientos, suave y brusco, pequeño y eterno sin mácula ninguna, sin belleza estándar.
¡A por ellos! ¡A por los canallas! ¡A callar sus bravuconadas! ¡A la batalla, camaradas, a la batalla!

Miscelánea

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/11/2010 a las 19:33 | Comentarios {1}


Relato basado en Los Evangelios Apócrifos, edición de Aurelio de Santos Otero y editado por Biblioteca de Autores Cristianos y en la novela Rey Jesús, escrita por Robert Graves y editada por Plaza&Janés


Mientras Joaquín se encuentra en el desierto a lo largo de sus cuarenta días y sus cuarenta noches, Ana se desespera y achaca sus males -la esterilidad y desde este momento su viudedad pues piensa Ana que Joaquín ha muerto- a una maldición divina. Una de sus criadas -Judith- la anima e incluso la arenga y le hace ver que mal hará a los ojos de Dios si se queda en la casa, desesperándose de su mala fortuna cuando, en realidad, no sabe cuál es o no es la tal. Ana se defiende, se opone a ir con su criada a la Fiesta de los Tabernáculos (en nota al Proto Evangelio de Santiago se duda de cuál sea esta Fiesta) y al final cede, se hace un tocado, toma sus vestidos de novia y sobre la hora nona -las tres de la tarde- baja al jardín para pasear (una segunda versión, más novelesca, dice que Ana y Judith bajaron a la ciudad, a la casa de la hermana de Ana; que criada y ama salieron a pasear y que, por una calleja, desembocaron en una casa con la cancela abierta; que allí Ana se quedó sola y llegó hasta un rincón de un hermoso jardín -quizá sí bajo la sombra de un laurel- donde se le apareció el Ángel) y allí se sienta -¿bajo el laurel?- y se lamenta: ¡Oh, Dios de nuestros padres! Óyeme y bendíceme a mí de la manera que bendijiste el seno de Sara dándole como hijo a Isaac. Entonces eleva sus ojos al cielo y ve un nido de pájaros y se lamenta de nuevo de esta dolorosa y cruda forma: ¡Ay de mí! ¿Por qué habré nacido y en qué hora habré sido concebida? He venido al mundo para ser como tierra maldita entre los hijos de Israel; éstos me han colmado de injurias y me han barrido del templo de Dios ¡Ay, de mí! ¿A quién me semejo yo? No a las aves del cielo, puesto que ellas son fecundas en tu presencia, Señor ¡Ay de mí! ¿A quién me parezco yo? No a las bestias de la tierra, pues aun estos animales irracionales son prolíficos ante tus ojos, Señor ¡Ay de mí! ¿Con quién me puedo comparar? Ni siquiera con estas aguas, porque aun ellas son fértiles ante ti, Señor ¡Ay de mí! ¿A quién me he igualado yo? Ni siquiera a esta tierra, porque también ella es feraz, dando sus frutos oportunamente, y te bendice a ti, Señor.
Y he aquí que terminadas sus jeremiadas -si nos es dado utilizar este adjetivo que hace referencia a las lamentaciones del también bíblico Jeremías- se le apareció a Ana un Ángel del Señor que le dijo (aunque en otras versiones, el Ángel le da a beber un bebedizo. Ana cae dormida. Tiene un sueño divino. Despierta en su cama, en la de su casa, no en la de su hermana. Le cuenta el sueño a Judith y se ve que está embarazada) las siguientes palabras: Ana, Ana, el Señor ha escuchado tus súplicas; concebirás y darás a luz y de tu prole se hablará por los siglos de los siglos en todo el orbe. Y nada más se hubo ido la voz del Ángel, dos mensajeros acudieron a ella con la nueva de que Joaquín, su esposo, estaba vivo y había vuelto tras escuchar la voz de un Ángel de Dios que le había dicho: Vuelve Joaquín con tus rebaños, que Ana, tu mujer, va a concebir en su seno.

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/11/2010 a las 17:50 | Comentarios {0}


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