En la porCIÓN del sueño he encontrado un rastro: era un lugar de gentes conocidas. Perdía la cartera. La encontraba. Estaba vacía. Sometido a ese influjo ha amanecido y en el aire fresco de la mañana he visto a los pescadores lanzando sus artes; he saludado con la mano a un barrendero que cantaba un rumba mientras empujaba con eSCoba ANTIgua unas hojas de pentagrama; he mirado con lástima (¿por qué con lástima? ¿qué lastima en mí esa imagen?) a dos niños pequeños con sus abuelos cruzando una calle. Ambos niños llevaban gorrita y ambos ancianos caminaban encorvados; ayer por la noche cuando los cielos se mostraban despejados recibí la llamada del dueño de un restaurante asturiano donde mi hija se había dejado el teléfono, ¡oh, cómo quise estar allí, en Asturias, mirando las verdes colinas y lo ríos bravos junto a ella; allá en lo alto de la montaña con los asturcones junto a ella; allá donde la luz se tumba algo ebria de tanto verdor y tanto recodo junto a ELLA!
La noche DESPUés. La vida del sueño y los algodonales de Texas que no he visto nunca y la muerte de un hombre que ahora se celebra y el final de la batalla que dará lugar a otra y la increpación de una hija del diablo católica que no muestran las televisiones.
AHORa HA ocuRRIDO lo que no esperaba, iba tan deprisa escribiendo que he dado a una tecla equivocada y todo se ha borrado ¡TODO se ha borraDO! y ANOTO EN MI ALMA un desfaLLEcimiento y acudo al pulso para volver de nuevo y anudo a mi cuello la horca del ahorcado y DEjo A mis PIES que bailen a su gusto y me avisa el estómago de que tengo hambre y el obrero ha conectado UnA máquiNA que me pone de los nervios; es un runrún de abejoRRO gigante.
Así saldré. Me inundará el sol. Veré a las gentes en la ciudad (grises siempre. Fatales ciudades para las condiciones de la vida) y deberé tratarme con algunos de mi especie. Sé que la mujer que ha escrito en un torpe español desearía haberlo hecho en su idioma. Saludo entonces a las nigerianas y las libanesas y a las canadienses y las guineanas y a las brasieñas y las suecas y a las selenitas cuya blancura de piel me recordó siempre al fluir de nata.
Torpe término que INCLuyo en este derrumbe de los jueves; sé que todo será reconstruido. haBRá incluso un nuevo alfabeto y a los niños feos se les dará un premio y a las niñas feas se les condonará el desprecio por un pase a gratuito en una atracción de feria (la que ellas elijan -ya sea feria de ganado o feria del automóvil; ya se FERIA de abril o SEGunda FEria-).
Voy a comportarme como un carnívoro con ese ruido...
La noche DESPUés. La vida del sueño y los algodonales de Texas que no he visto nunca y la muerte de un hombre que ahora se celebra y el final de la batalla que dará lugar a otra y la increpación de una hija del diablo católica que no muestran las televisiones.
AHORa HA ocuRRIDO lo que no esperaba, iba tan deprisa escribiendo que he dado a una tecla equivocada y todo se ha borrado ¡TODO se ha borraDO! y ANOTO EN MI ALMA un desfaLLEcimiento y acudo al pulso para volver de nuevo y anudo a mi cuello la horca del ahorcado y DEjo A mis PIES que bailen a su gusto y me avisa el estómago de que tengo hambre y el obrero ha conectado UnA máquiNA que me pone de los nervios; es un runrún de abejoRRO gigante.
Así saldré. Me inundará el sol. Veré a las gentes en la ciudad (grises siempre. Fatales ciudades para las condiciones de la vida) y deberé tratarme con algunos de mi especie. Sé que la mujer que ha escrito en un torpe español desearía haberlo hecho en su idioma. Saludo entonces a las nigerianas y las libanesas y a las canadienses y las guineanas y a las brasieñas y las suecas y a las selenitas cuya blancura de piel me recordó siempre al fluir de nata.
Torpe término que INCLuyo en este derrumbe de los jueves; sé que todo será reconstruido. haBRá incluso un nuevo alfabeto y a los niños feos se les dará un premio y a las niñas feas se les condonará el desprecio por un pase a gratuito en una atracción de feria (la que ellas elijan -ya sea feria de ganado o feria del automóvil; ya se FERIA de abril o SEGunda FEria-).
Voy a comportarme como un carnívoro con ese ruido...
The atrocity exhibition
Si quieres que te sea sincero
ha sido: un golpe en el corazón, un ataque de asma, la silva que no acude;
he sentido el golpe de los balleneros y como si una balaustrada se me cayera encima dejando sobre mí el polvo de los años y la negritud de la esfera. Porque en ocasiones la desgracia también es redonda y los vampiros toman el sol;
yo sé que ha sido un fulgor, una mala visión; reconozco mi lujuria (que es la lascivia ELEGANTE)
y entonces he huido al galope y he galopado por los recuerdos y me he subido a la almena del CASTIllo y desde allÍ OH TÚ he mirado el horizonte y no he querido darme la vuelta. No quiero darme la vuelta. No quiero girar. Girar;
sé que los carpinteros están usando sus buriles; sé que CHOPIN se escucha ahora mismo en un palacio de Vietnam y que los arrozales son hollados; sé que el viento agita los cabellos de una muchacha hermosa y el chico elabora torpemente un verso o una forma ingeniosa de decirle te QUIERO; sé que el hambre sigue estragando los cuerpos y que estos sentimientos se llamaron en su momento PEQUEÑO BURGUESES; SÉ LA ANTIPATÍA; sé la impostura. La de tu sonrisa la sé, MUJER [...] en una tienda de pueblo. No volveré a los viejos fonógrafos, ni eludiré mi emoción recurriendo a la HISTORIA NATUral de las PASiones; quedará un reguero de esta polvora mojada y el silencio de la antracita se amustiará en mi barriga.
Por lo demás son las siete y media de la tarde y los albañiles se están lavando las manos y los camareros están sirviendo una caña y los chóferes reducen la velocidad y los policías siempre se mostrarán dispuestos a abofetear a una muchacha y los médicos acuden a Hipócrates, los muy hipócritas, para seguir dejando sufrir una vida;
no vuelvas a aparecer
no me hagas eso
desapareciste y en mí quedó el chulo; el que no trae el dinero a casa; el que no sabe negociar; el que está loco de remate y tan sólo sabe de vez en cuando urdir una frase medianamente oblicua;
las sirenas anuncian la llegada del naufragio y en la sentina de la nao un hombre se aterra ante la fragilidad de su Dios; YO, yO, Yo podría ser esa sentina, esa NAO (enlaçemos as maos) y...
Se me ha ido la inspiración.
Estoy seco.
He respirado hondo.
Vale, que escribió Cervantes al final de sus novelas.
ha sido: un golpe en el corazón, un ataque de asma, la silva que no acude;
he sentido el golpe de los balleneros y como si una balaustrada se me cayera encima dejando sobre mí el polvo de los años y la negritud de la esfera. Porque en ocasiones la desgracia también es redonda y los vampiros toman el sol;
yo sé que ha sido un fulgor, una mala visión; reconozco mi lujuria (que es la lascivia ELEGANTE)
y entonces he huido al galope y he galopado por los recuerdos y me he subido a la almena del CASTIllo y desde allÍ OH TÚ he mirado el horizonte y no he querido darme la vuelta. No quiero darme la vuelta. No quiero girar. Girar;
sé que los carpinteros están usando sus buriles; sé que CHOPIN se escucha ahora mismo en un palacio de Vietnam y que los arrozales son hollados; sé que el viento agita los cabellos de una muchacha hermosa y el chico elabora torpemente un verso o una forma ingeniosa de decirle te QUIERO; sé que el hambre sigue estragando los cuerpos y que estos sentimientos se llamaron en su momento PEQUEÑO BURGUESES; SÉ LA ANTIPATÍA; sé la impostura. La de tu sonrisa la sé, MUJER [...] en una tienda de pueblo. No volveré a los viejos fonógrafos, ni eludiré mi emoción recurriendo a la HISTORIA NATUral de las PASiones; quedará un reguero de esta polvora mojada y el silencio de la antracita se amustiará en mi barriga.
Por lo demás son las siete y media de la tarde y los albañiles se están lavando las manos y los camareros están sirviendo una caña y los chóferes reducen la velocidad y los policías siempre se mostrarán dispuestos a abofetear a una muchacha y los médicos acuden a Hipócrates, los muy hipócritas, para seguir dejando sufrir una vida;
no vuelvas a aparecer
no me hagas eso
desapareciste y en mí quedó el chulo; el que no trae el dinero a casa; el que no sabe negociar; el que está loco de remate y tan sólo sabe de vez en cuando urdir una frase medianamente oblicua;
las sirenas anuncian la llegada del naufragio y en la sentina de la nao un hombre se aterra ante la fragilidad de su Dios; YO, yO, Yo podría ser esa sentina, esa NAO (enlaçemos as maos) y...
Se me ha ido la inspiración.
Estoy seco.
He respirado hondo.
Vale, que escribió Cervantes al final de sus novelas.
Miscelánea
Tags : No fabularé Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/08/2011 a las 19:21 | {1}
The atrocity exhibition
Sobre las AMPLIAS avenidas, en los SOporTAles, mirando a través de las MIRILLAS, solos y acompañados y odiados y amados hasta la SACIEDAD. Así os veo.
No me queda ni un gramo de hipocresía; se la fue llevando la corriente de la vida y me dejó desnudo ante TI, que no me reconoces, que no me pones cara y apenas sabes lo que puedes alcanzar.
SEguiré ese sendero.
Me abriré las VENAS si es preciso ponerse melodramático y acudiré a todas las bEStias para que abreven por mí en las horas del máximo calor.
Sé que hay escorpiones, terribles disenterías, almohadones y refugios en lo alto de muchas montañas; sé que el escalpelo no hacer honor a su utilidad y que la compresa acoge la vaciedad del nido; sé que nos predisponemos y que la anchura no es más medida que el ansia o el goce; sé que me estás esperando; sé que hueles el vino bueno y que alardeaste ayer de haberte subido a la chepa de Pico della Mirandola; sé que no ha escupido jamás; sé que jamás es un adverbio bien frívolo y que la yunta humilla al buey y que los barcos zarpan en este instante; lo sé. No hace falta que lo repitas.
Sin embargo, justo ahora, he escuchado la puerta exterior cerrándose. Su sonido tiene algo de prisión yankee. Su color remeda los clásicos y queda en el aire, flotando, el aroma de la bergamota con su esencia de ojiva y su color de astro.
Estamos así: TU y YO, asidos por estas palabras, amartelados si quieres, a la espera de la espera, sin conseguir ese afán redentor, ese agua bautismal, esa cerrazón de JUan, ese paso por las aguas abiertas del Jordán.
Estamos sucumbidos y sé que tú añoras el ósculo suave de los poetas recientes, los que acaban de salir del horno, los que quieren deslumbrar al mismo Apolo -¡Oh, benditos míos!- con sus hojas de laurel transgénicamente tratado.
vaMOS preparando las armas. Soplemos ya esas velas. Desandemos lo que aún no hemos caminado para evitarnos la fatiga de darnos cuenta demasiado tarde de que la cuesta no acaba nunca. Desnúdate, amada. Muéstrame tu pecho. Quiero que te embebas de la fortaleza de mi polla y quedarme suspendido yo de la espesura de tus flujos y la concavidad de tus entrañas. Muérdeme el cuello para que pueda morderte el alma. Arráncame la piel para ser serpiente. Yo voy a HACERTE unos bellos lazos y un bacalao al pil-pil en este amanecer un tanto hosco con respecto a nuestras actitudes y posturas.
No, no fabularé, lo juro por estos abrazos que nos están aguardando tras la esquina; lo juro por mi MADRE a quien tanto quiero y que con tanta constancia se ganó mi rabia. Ten paciencia conmigo, le dijo El Príncipe de las Mareas; juro que no fabularé sobre las ancas de las ranas ni haré un elogio de los días de este trimestre, ni derramaré sobre vos la escarcha que se mantiene intacta tras el penúltimo aluvión; y si cumplo, ¡oh, encendida atea! abróchame fuerte el cinturón, corta mi respiración de ahora, entona el canto que nunca quisiste enseñarme, alaRDEa si quieres de tu dominio sobre mí.
Yo desisto de quedarme dormido a su hora y también de conseguir objetivo alguno; de hecho, desisto de los objetivos y de las horas correctas.
No fabularé.
No me queda ni un gramo de hipocresía; se la fue llevando la corriente de la vida y me dejó desnudo ante TI, que no me reconoces, que no me pones cara y apenas sabes lo que puedes alcanzar.
SEguiré ese sendero.
Me abriré las VENAS si es preciso ponerse melodramático y acudiré a todas las bEStias para que abreven por mí en las horas del máximo calor.
Sé que hay escorpiones, terribles disenterías, almohadones y refugios en lo alto de muchas montañas; sé que el escalpelo no hacer honor a su utilidad y que la compresa acoge la vaciedad del nido; sé que nos predisponemos y que la anchura no es más medida que el ansia o el goce; sé que me estás esperando; sé que hueles el vino bueno y que alardeaste ayer de haberte subido a la chepa de Pico della Mirandola; sé que no ha escupido jamás; sé que jamás es un adverbio bien frívolo y que la yunta humilla al buey y que los barcos zarpan en este instante; lo sé. No hace falta que lo repitas.
Sin embargo, justo ahora, he escuchado la puerta exterior cerrándose. Su sonido tiene algo de prisión yankee. Su color remeda los clásicos y queda en el aire, flotando, el aroma de la bergamota con su esencia de ojiva y su color de astro.
Estamos así: TU y YO, asidos por estas palabras, amartelados si quieres, a la espera de la espera, sin conseguir ese afán redentor, ese agua bautismal, esa cerrazón de JUan, ese paso por las aguas abiertas del Jordán.
Estamos sucumbidos y sé que tú añoras el ósculo suave de los poetas recientes, los que acaban de salir del horno, los que quieren deslumbrar al mismo Apolo -¡Oh, benditos míos!- con sus hojas de laurel transgénicamente tratado.
vaMOS preparando las armas. Soplemos ya esas velas. Desandemos lo que aún no hemos caminado para evitarnos la fatiga de darnos cuenta demasiado tarde de que la cuesta no acaba nunca. Desnúdate, amada. Muéstrame tu pecho. Quiero que te embebas de la fortaleza de mi polla y quedarme suspendido yo de la espesura de tus flujos y la concavidad de tus entrañas. Muérdeme el cuello para que pueda morderte el alma. Arráncame la piel para ser serpiente. Yo voy a HACERTE unos bellos lazos y un bacalao al pil-pil en este amanecer un tanto hosco con respecto a nuestras actitudes y posturas.
No, no fabularé, lo juro por estos abrazos que nos están aguardando tras la esquina; lo juro por mi MADRE a quien tanto quiero y que con tanta constancia se ganó mi rabia. Ten paciencia conmigo, le dijo El Príncipe de las Mareas; juro que no fabularé sobre las ancas de las ranas ni haré un elogio de los días de este trimestre, ni derramaré sobre vos la escarcha que se mantiene intacta tras el penúltimo aluvión; y si cumplo, ¡oh, encendida atea! abróchame fuerte el cinturón, corta mi respiración de ahora, entona el canto que nunca quisiste enseñarme, alaRDEa si quieres de tu dominio sobre mí.
Yo desisto de quedarme dormido a su hora y también de conseguir objetivo alguno; de hecho, desisto de los objetivos y de las horas correctas.
No fabularé.
Miscelánea
Tags : No fabularé Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/08/2011 a las 11:31 | {0}
Iremos con las manos juntas. Por las grandes avenidas con la sonrisa de un Triunfo que no se sustanció.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.
Diario de Milos Amós tras su descenso de la montaña
.... sin entrañas.
Novena hora
No siento la vejez. Y tengo ideas que suenan íntimamente.
El calor ha llegado.
Y también una tempestad de sonrisas y mensajes,
Un disturbio de cruces y tiaras y murmullos que crecen hasta llegar a lo alto de un mástil.
Quiero decirlo así.
Como el ruido de selva, ése que provoca una reacción en los músculos de las orejas y las tensan.
Tengo y no me apena el ruido de lo que ya vi antes. La rueda que ha vuelto a su posición inicial. O una pausa sin nada. Sin daño.
No quiero avisar. No quiero venderme. No quiero ser comprado. Y sin embargo acudo a un mercado antiguo como la mística o las ferias de ganado.
He visto la mañana envuelta en la azulidad de agosto. Esa característica he visto al abrir los ojos. No espero más. Hasta deseo que la legaña sea bienvenida. La composición atómica de la legaña quiero decir. Rotos los límites. Descompuestos los contornos que forman la forma. Fundidos en una misma toma, en un tono igual, melismáticos.
Entran y salen de la Hamburguesa Feliz felices de su Babel. Con una mochila. Con una cruz. Con un distintivo que marque la pertenencia. Con ese afán redentor, me digo mientras le sirvo una doble de queso a un muchacho mestizo con gesto de haber visto a Dios en el kétchup. Cosas así. Me digo. Y cuando veo el gesto de la mujer que me comparó con Andreas Kartak, allá en la puerta de entrada, decidiendo si entrar o no (ahora se escucha un canto a su señor Jesucristo: Como el ciervo al agua va/ vamos hacia ti, Señor,/ pues de ti tenemos sed/ fuente del eterno amor). La mujer me mira. Yo apartó la mirada y me avergüenza algo que pasó no sé cuándo.
Silba el viento.
El recuerdo con la fritura de la cebolla. El aceite hierve. La noche y sus humos. El resplandor de las antenas. El flash de una cámara sobre un muro rojo. La carne. La carne. Un tumulto fuera anima a las gentes a convertirse en Cristo.
Estoy de espaldas y escucho su voz, ¿Me puede atender?, me dice, y yo me giro y apenas sonrío, apenas recuerdo, y digo, Sí, claro, ¿qué va a tomar? Y ella mira los luminosos que tengo tras de mí y enumera una serie de productos, Un 12, un 23, un 41 y dos cervezas, para llevar. 12, 23, 41, repito para mí. Y me giro y me pongo a ello y hay algo apocalíptico, un descenso de los truenos sobre el mundo, el fin de la luz, el terremoto, la lenta agonía de un corazón y el son de una guitarra tocada por dedos torpes, sin gracia, sin final. Todo eso mientras volteo la carne sobre la parrilla y un aviso de melancolía entorpece mi muñeca y provoca que la hamburguesa caiga de canto sobre la parrilla y una gota de líquido hirviendo se meta de lleno en mi ojo. Bajo el mentón.
Si el Cristo viera su impostura.
Si viera al hombre que realmente le traicionó. Las calles suenan a catequesis. En los parques los confesionarios parecen rendirle un homenaje a Fellini. Augustos los pecados, vuelan por las azoteas del poblachón manchego.
Me llora el ojo mientras le empaqueto el pedido. Cae una lágrima sobre el cartón de la caja. ¿Qué le ocurre?, me pregunta, ¿Tanto le apena la alegría de los cachorros católicos? Levanto la vista y con la timidez más honda le contesto, Me ha saltado una gota de la parrilla al ojo, ¿algo más? No, responde ella, la cuenta. Le llevo el ticket. Me da el precio justo, cosa que me extraña. La veo alejarse.
Llega un nuevo grupo de cachorros, peregrinos de una fe, apóstoles de su verdad, con la camaradería de viejos soldados que ya lucharon juntos en más de seis batallas. Piden refrescos. Alguno una cerveza. Y las miradas que se cruzan y las tormentas que generan el viento final, y ella se va, apenas girando la cabeza tras el cristal como si, sin llegar a mirarme, hubiera dejado impreso en mi retina la voluntad de haberlo hecho.
Novena hora
No siento la vejez. Y tengo ideas que suenan íntimamente.
El calor ha llegado.
Y también una tempestad de sonrisas y mensajes,
Un disturbio de cruces y tiaras y murmullos que crecen hasta llegar a lo alto de un mástil.
Quiero decirlo así.
Como el ruido de selva, ése que provoca una reacción en los músculos de las orejas y las tensan.
Tengo y no me apena el ruido de lo que ya vi antes. La rueda que ha vuelto a su posición inicial. O una pausa sin nada. Sin daño.
No quiero avisar. No quiero venderme. No quiero ser comprado. Y sin embargo acudo a un mercado antiguo como la mística o las ferias de ganado.
He visto la mañana envuelta en la azulidad de agosto. Esa característica he visto al abrir los ojos. No espero más. Hasta deseo que la legaña sea bienvenida. La composición atómica de la legaña quiero decir. Rotos los límites. Descompuestos los contornos que forman la forma. Fundidos en una misma toma, en un tono igual, melismáticos.
Entran y salen de la Hamburguesa Feliz felices de su Babel. Con una mochila. Con una cruz. Con un distintivo que marque la pertenencia. Con ese afán redentor, me digo mientras le sirvo una doble de queso a un muchacho mestizo con gesto de haber visto a Dios en el kétchup. Cosas así. Me digo. Y cuando veo el gesto de la mujer que me comparó con Andreas Kartak, allá en la puerta de entrada, decidiendo si entrar o no (ahora se escucha un canto a su señor Jesucristo: Como el ciervo al agua va/ vamos hacia ti, Señor,/ pues de ti tenemos sed/ fuente del eterno amor). La mujer me mira. Yo apartó la mirada y me avergüenza algo que pasó no sé cuándo.
Silba el viento.
El recuerdo con la fritura de la cebolla. El aceite hierve. La noche y sus humos. El resplandor de las antenas. El flash de una cámara sobre un muro rojo. La carne. La carne. Un tumulto fuera anima a las gentes a convertirse en Cristo.
Estoy de espaldas y escucho su voz, ¿Me puede atender?, me dice, y yo me giro y apenas sonrío, apenas recuerdo, y digo, Sí, claro, ¿qué va a tomar? Y ella mira los luminosos que tengo tras de mí y enumera una serie de productos, Un 12, un 23, un 41 y dos cervezas, para llevar. 12, 23, 41, repito para mí. Y me giro y me pongo a ello y hay algo apocalíptico, un descenso de los truenos sobre el mundo, el fin de la luz, el terremoto, la lenta agonía de un corazón y el son de una guitarra tocada por dedos torpes, sin gracia, sin final. Todo eso mientras volteo la carne sobre la parrilla y un aviso de melancolía entorpece mi muñeca y provoca que la hamburguesa caiga de canto sobre la parrilla y una gota de líquido hirviendo se meta de lleno en mi ojo. Bajo el mentón.
Si el Cristo viera su impostura.
Si viera al hombre que realmente le traicionó. Las calles suenan a catequesis. En los parques los confesionarios parecen rendirle un homenaje a Fellini. Augustos los pecados, vuelan por las azoteas del poblachón manchego.
Me llora el ojo mientras le empaqueto el pedido. Cae una lágrima sobre el cartón de la caja. ¿Qué le ocurre?, me pregunta, ¿Tanto le apena la alegría de los cachorros católicos? Levanto la vista y con la timidez más honda le contesto, Me ha saltado una gota de la parrilla al ojo, ¿algo más? No, responde ella, la cuenta. Le llevo el ticket. Me da el precio justo, cosa que me extraña. La veo alejarse.
Llega un nuevo grupo de cachorros, peregrinos de una fe, apóstoles de su verdad, con la camaradería de viejos soldados que ya lucharon juntos en más de seis batallas. Piden refrescos. Alguno una cerveza. Y las miradas que se cruzan y las tormentas que generan el viento final, y ella se va, apenas girando la cabeza tras el cristal como si, sin llegar a mirarme, hubiera dejado impreso en mi retina la voluntad de haberlo hecho.
Narrativa
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/08/2011 a las 17:57 | {0}
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Miscelánea
Tags : No fabularé Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/08/2011 a las 12:29 | {1}