Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Sobrevuela y es en sí una inspiración.
Algo del aire, piensa. Leve, siente.
La savia y las palabras. Cómo se encadenan. Cómo urden en su unión la quintaesencia de estos cuerpos que vagan por el mundo con una aparente finalidad.
Finalidad.
Aparente.
Un sólo sonido, piensa.
Y también: la época en la que las figuras humanas no tenían boca.
La época sin tiempo ni espacio.
Los descubrimientos, sueña. Y luego cae rendida y duerme.
Es tan sólo eso: una vaga alegoría, un estremecimiento de hojas (ya en otoño), la fruslería de intuir que hubo otra época con otro saber.
La emoción también. Seguir. Sin fin. Sin meta. Sin alarde. Seguir y disfrutar esta vida que tiene algo de arcaica junto a su absoluta novedad. Nunca más, se dice, volveré a tener este número de días; gracias, ora, por tener la conciencia de la consciencia. No huye ahora. No rehuye. Sabe que está todo por hacer y que todo se hace cada día y cada día se derrumba para al día siguiente volver a hacer. Como sonaron las campanas la primera vez, como aturdió a la selva el sonido original de los tambores, como elevó hasta la mística la mutación del tiempo en alma. Sabe y se excita ante el abismo caudaloso y sin azufre del conocer, del intuir, del abarcar.
Zeugma piensa.
Magia piensa.
Mente racional piensa.
Y navega entre judíos, asirios, cherokees, islandeses, britanos, iberos, quechuas, birmanos, kukuyus, innuis, rapsodas, ventiscas, arboledas, la raíz indoeuropea mu, los vientos alisios y el Céfiro helador, el nacimiento de Atenea o el pequeño lago del bosque de Nemi.


La Rama Dorada William Turner
La Rama Dorada William Turner

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/10/2011 a las 16:14 | Comentarios {0}


Inicio esta nueva sección: Sonidos.
Serán fragmentos de palabras, de composiciones sonoras, de reflexiones, de lluvias, de montañas o ecos.
Espero que os guste.


fragmento_1_violeta_y_gebser.mp3 Fragmento 1 Violeta y Gebser.mp3  (9.04 Mb)

Sonidos

Tags : Fragmentos sonoros Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2011 a las 20:03 | Comentarios {0}


Quino


Quino y la crisis

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2011 a las 19:04 | Comentarios {0}


La memoria.

Escucho su voz. Ahora dice: "Y viendo a la gente pasar". Ahora caminamos por su casa y me ofrece unas aceitunas. Ella está haciendo memoria del comisario (de un comisario al que tuvo que acudir en los años cincuenta). Nos sentamos. Seguimos conversando.

Escucho su voz y veo su cara, esa voz de mujer mayor, ya anciana. Me está contando su vida. Ahora estoy digitalizando su voz. Dentro de poco colgaré fragmentos suyos en este Blog y su voz formará parte del amplio mundo del ciberespacio.

La vida con ella. La vida junto a ella. La precisión de su memoria. Su casa de Emio Ortuño.

Me alegra poder digitalizar las cintas, así no se perderá o tendrá menos posibilidades de perderse. Luego pasaré las grabaciones a un disco duro externo. Realmente, ahora, es estar con ella. "Porque las pobrecitas -las criadas- iban con las zapatillas y las rebequitas".

Su vida. La llamaban en un bar donde trabajó La Limpota, de lo limpio que lo dejaba todo.

No siento tristeza. No siento su muerte. No siento su ausencia. Porque siempre está. Julia no se ha ido. La muerte no pudo con ella. Me habla ahora de Justino, el dueño de una freiduría, que la acosaba y se quería acostar con ella. "De lo más formal que se ha visto en en este mundo", dice y sonríe al hablar de otro hombre llamado Domingo. Escucho su sonrisa en la grabación. El tal Justino, casado, le propone que se convierta en su querida. Por supuesto Julia lo rechaza, por respeto a la esposa y a ella misma. La dignidad. Julia fue un ser humano de una dignidad luminosa (limpia).

El primer huesped que tuvieron en los años cincuenta se llamaba Atilano, un hombre mayor.

Por fin ha recordado el nombre del comisario, se llama Aguirre.

Julia. Su vida. Preciosa.

Entonces, años 50, ganaba 30 duros a la semana, 150 pesetas, menos de 1 euro.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/10/2011 a las 19:11 | Comentarios {0}


The atrocity exhibition
The atrocity exhibition
Lo que escribo es un ensayo (repito que el término ensayo sólo lo utilizo en mis escritos con el sentido de intentar una explicación de algo o una aclaración) sobre el erotismo, la sensación de que el viejo tabú sexual que tantas y tantas teorías evoca, propone y sentencia, tiene para mí a estas alturas de civilización -de la cual ya hemos alcanzado el cenit e iniciamos hace ya bastante tiempo el declive- un algo de inexplicable, anacrónico y moralmente detestable.
Hace unos meses la soledad de mi cuerpo me pesaba (a finales de julio era insoportable). Tras atravesar el desierto uno llega al oasis y lo primero que suele hacer es beber del estanque, luego alimentarse con los dátiles y tras haber saciado las necesidades primeras uno se dedica a descansar, a recomponerse. El desierto vital existe. Incluso me atrevería a afirmar que es necesario, para que una vida sea plena, atravesarlo. El ser humano ha de sentirse en algún momento, durante un largo tiempo, solo, sin recursos, a merced de su propia naturaleza tan sólo para conocerse y para saber hasta dónde llegan sus fuerzas y cuáles son los límites de su esperanza, su creencia o su realidad. Tras el desierto, viene la convalecencia y tras ella la recuperación y tras la recuperación suele llegar el deseo de volver a vivir con plenitud. Sólo que el desierto no termina en el oasis. Tras el desierto muchas cosas quedaron atrás y muchas personas se perdieron y, entre ellas, muchas mujeres. Estar en el desierto y sobrevivir significa también renovarse, renacer. Añadamos a este desierto metafísico la física de que me vine, en septiembre de 2010, a vivir a un pueblo de la sierra donde no conozco a nadie y que antes de separarme de mi penúltima ex-mujer ya me había aislado del mercado sexual, de las ciudades, los bares, los conciertos o los gimnasios donde mujeres y hombres galantean, coquetean, seducen y se enredan. Y así a finales de julio, el deseo de estar con una mujer, de acostarme a su lado, de disfrutar de su cuerpo y de que ella disfrutara del mío, la gana de reír con picardía, de mirar a los ojos con intensas intenciones y de no tener con quién hacerlo, ni dónde buscar, me llevó a apuntarme a una página de contactos para personas solitarias donde ambos sexos delineábamos un perfil absurdo sobre gustos y querencias y los operadores de la página cruzaban los perfiles y te mandaban posibles mujeres, adecuadas a tu gusto, a un correo electrónico establecido.
El erotismo es, en el mejor de los casos, la sabia mezcla entre sensualidad y sexo; tiene un componente de riesgo y aventura, de descubrimiento y sorpresa, de jadeo y entrega; el erotismo tiene una premisa de libertad y una consecuencia de alcance imprevisto; el erotismo, en el mejor de lo casos, es una mezcla bellísima entre animalidad y cultura.
La ultima parte de la serie El Brillante que publiqué hace un par de semanas aquí, tiene como base mis experiencias en dicha página (así se crea la literatura). A lo largo de los meses de agosto, septiembre y este octubre, me he estado carteando con muchas mujeres y con algunas he llegado a quedar. Mis sorpresas han sido varias: la primera es que las mujeres no pagan este servicio y los hombres sí, con lo cual estas páginas -conocedoras de la sociedad en que viven- ofrecen a unas como mercancía y a otros como compradores sin que a ninguno se le avise de su condición. Yo lo supe por una mujer que me lo comentó. La segunda sorpresa es que todas las mujeres con las que he tratado -excepto una- , mujeres que, en su perfil, ponían sus preferencias sexuales, sus detalles físicos, sus intimidades (fueran ciertas o no), a la hora de encontrarse con el hombre, adoptaban la actitud de la mujer que ha de ser conquistada y el hombre -yo- adoptaba la actitud del cazador. Y de repente ambos nos veíamos cumpliendo a rajatabla la resabida moral católica del sexo como culpa y pecado.
Aquí, en esta intimidad que comparto contigo, te digo que siento el sexo como goce, que no atisbo en él mácula o culpa y también te reconozco que si una mujer me hace ver que lo de ir a la cama me va a costar lo que me tiene que costar, en ese momento el sexo se convierte, de golpe, en algo morboso y sucio y pecaminoso porque lo que te incrustan en la mollera de niño, es muy difícil arrancárselo del hígado (la imagen de este sentimiento no la pudo dar mejor Ingmar Bergman en la película Fany y Alexander cuando, tras haber muerto el obispo en un incendio -provocado por Alexander-, se le aparece su espectro al chico, le zancadillea y le dice, Siempre apareceré, No te dejaré).
Por fin, hace unos días, me encontré con una mujer y mantuvimos durante unas horas lo que nos anunciábamos; fue un erotismo torpe (dos cuerpos que no se entregan del todo) y precioso que ha dejado, a lo largo de todo el fin de semana, la dulzura de dos cuerpos que en una noche se tocaron y luego se vistieron y se despidieron y quedaron en volver a encontrarse para repetir lo mismo y si fuera posible, nos dijimos, un poco mejor.
El erotismo sigue siendo censurado en nuestras mentes ultramodernas. Seguimos con los mismos prejuicios y con actitudes serviles para con una moral que no es más que eso: sentencia de una costumbre.
Espero encontrarme con mi amante esta semana y hurgarnos nuestras cosquillas sin más... pero por encima de todo sin menos.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/10/2011 a las 18:27 | Comentarios {0}


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