Origen y presente de Jean Gebser. Primera Parte Los fundamentos del mundo aperspectívico. Contribución a una historia de la concienciación. Capítulo 5º Sobre la constitución espacio-temporal de las estructuras. Epígrafe 2º La temporicidad de la estructura mítica. Editado por Atalanta. Traducción J. Rafael Hernández Arias.
Pags. 260-262
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
El vuelo espacial del mono
01.- Se podrá decir todo lo que se pueda decir.
02.- El tiempo como espacio es una invención de lo mítico.
03.- El círculo pervive.
04.- La inteligencia es la capacidad para captar la esencia.
05.- La rosa.
06.- Volveré a escribir poesía.
07.- Siempre he sentido un vínculo entre Otto Dix y yo
08.- La vida intensa, de colores vivos y ambigüedades inmensas, consigue emocionar cada día, cada espacio, cada nocturna sensación de algarabía.
09.- I Ch'ing
10.- Karl Jung
11.- Aguarda, aguarda siempre. Observa y no juzgues.
12.- Sólo se puede juzgar en base a lo conocido y lo crucial es lo desconocido.
13.- En el fondo los genios son aquéllos que se elevaron por encima de su época, que des-cubrieron (hicieron visible lo que estaba oculto)
14.- Dijo Einstein: Quien crea el problema no puede solucionarlo.
15.- Por fin un día vi el mar espantoso.
16.- Se me olvidó reseñar el abismo.
17.- Ha suspirado.
18.- ¿Enlazaremos las manos? ¿Nos miraremos fíjamente y sin desafío? ¿Encontraremos los detalles? ¿Cerraremos los oídos al ruido? ¿Algún día?
19.- Me sentí vencido y sonreí. Una mora hermosa me ofreció un té con hierbabuena. Me dijo: Salaam aleikun y yo le respondí: Aleikun Salaam.
20.- ¡Oh, vino, que vivo es tu color rojo y cómo la aspereza del tanino previene en la garganta el placer y la dificultad del camino!
21.- Manos, lluvia, ensortijado pelo negro. Olor de montaña. Aspecto de invierno.
22.- Sólo que viva, que experimente, que yerre, que se abisme, que respire, que aprenda.
23.- Cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece.
24.- César Vallejo
25.- Posiblemente Milos Amós se fue con la mujer que conoció en la Hamburguesa Feliz (para saber más de Milos Amós leer el serial La Solución) .
26.- La intemporalidad del hombre primero se debía principalmente a su vida en las cavernas.
27.- Bóveda y columna son interpretaciones de dos estados distintos de conciencia.
28.- He dejado de saber.
29.- Hoy, al salir de la piscina, he visto el tiempo otoñal abarcar el pico de la montañas. La niebla iba cayendo. Me he sentido muy feliz.
30.- He nadado con cadencia. El esfuerzo final me ha abierto el tronco pulmonar. Los alvéolos ya no estaban solos (ya hice hace tiempo en Nuca y Triángulo una asociación entre alvéolo y solo).
31.- Nunca abandonaré a la música, sólo la he vuelto más exquisita.
32.- Me quito y me pongo los anillos. Entre todos un anillo con sello cuyo relieve es el perfil de una mujer romana.
33.- La lluvia.
34.- La espalda.
35.- ...
02.- El tiempo como espacio es una invención de lo mítico.
03.- El círculo pervive.
04.- La inteligencia es la capacidad para captar la esencia.
05.- La rosa.
06.- Volveré a escribir poesía.
07.- Siempre he sentido un vínculo entre Otto Dix y yo
08.- La vida intensa, de colores vivos y ambigüedades inmensas, consigue emocionar cada día, cada espacio, cada nocturna sensación de algarabía.
09.- I Ch'ing
10.- Karl Jung
11.- Aguarda, aguarda siempre. Observa y no juzgues.
12.- Sólo se puede juzgar en base a lo conocido y lo crucial es lo desconocido.
13.- En el fondo los genios son aquéllos que se elevaron por encima de su época, que des-cubrieron (hicieron visible lo que estaba oculto)
14.- Dijo Einstein: Quien crea el problema no puede solucionarlo.
15.- Por fin un día vi el mar espantoso.
16.- Se me olvidó reseñar el abismo.
17.- Ha suspirado.
18.- ¿Enlazaremos las manos? ¿Nos miraremos fíjamente y sin desafío? ¿Encontraremos los detalles? ¿Cerraremos los oídos al ruido? ¿Algún día?
19.- Me sentí vencido y sonreí. Una mora hermosa me ofreció un té con hierbabuena. Me dijo: Salaam aleikun y yo le respondí: Aleikun Salaam.
20.- ¡Oh, vino, que vivo es tu color rojo y cómo la aspereza del tanino previene en la garganta el placer y la dificultad del camino!
21.- Manos, lluvia, ensortijado pelo negro. Olor de montaña. Aspecto de invierno.
22.- Sólo que viva, que experimente, que yerre, que se abisme, que respire, que aprenda.
23.- Cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece.
24.- César Vallejo
25.- Posiblemente Milos Amós se fue con la mujer que conoció en la Hamburguesa Feliz (para saber más de Milos Amós leer el serial La Solución) .
26.- La intemporalidad del hombre primero se debía principalmente a su vida en las cavernas.
27.- Bóveda y columna son interpretaciones de dos estados distintos de conciencia.
28.- He dejado de saber.
29.- Hoy, al salir de la piscina, he visto el tiempo otoñal abarcar el pico de la montañas. La niebla iba cayendo. Me he sentido muy feliz.
30.- He nadado con cadencia. El esfuerzo final me ha abierto el tronco pulmonar. Los alvéolos ya no estaban solos (ya hice hace tiempo en Nuca y Triángulo una asociación entre alvéolo y solo).
31.- Nunca abandonaré a la música, sólo la he vuelto más exquisita.
32.- Me quito y me pongo los anillos. Entre todos un anillo con sello cuyo relieve es el perfil de una mujer romana.
33.- La lluvia.
34.- La espalda.
35.- ...
Querida Julia:
Hoy cumplirías (¿cumples?) 97 años. Desde hace un tiempo cuando te siento (te pienso) no me vienen las lágrimas, ni una emoción sensiblera me atenaza. Te fuiste bien. Moriste muerta. Y dejaste en mí la sensación de un trabajo bien hecho. Hace unos días digitalicé (palabra que tú airearías con tus manos como haciéndola huir de tu cabeza) tu voz. ¿Recuerdas? Fueron seis horas de entrevista en las que tú desgranabas tu vida mientras hacías la comida en casa de mis padres o me preparabas una cerveza con un aperitivo de aceitunas y jamón en tu casa de Emilio Ortuño.
Mi anciana. Mi sabia. Dice Marina (una mujer a la que me hubiera gustado mucho que conocieras) que el maestro llega cuando el discípulo está preparado para aprender. Yo estaba preparado nada más nacer y así tú, mi maestra, me enseñaste desde la absoluta oscuridad la luz de tus enseñanzas. Luego las olvidé, las olvidé durante muchos, muchos años y tú sufriste ese olvido (que no ignorancia) y seguiste cauta, a la sombra, a la espera que surgiera de nuevo en mí tus largas tardes de plancha, tus caricias en la noche, tu beso en la frente, tu regañina que más te dolía a ti que al que regañabas, tu ayuda material y espiritual (tú que fuiste una atea), tu esperanza siempre en que un día volvería a la senda de la bonhomía.
Julia yo en tus brazos. Julia en el taxi que nos llevaba a Lourdes y a mí al gimnasio. Julia y tu llanto en la sala de espera escuchando los nuestros cuando Paquita la enfermera mala nos estiraba las piernas, nos insultaba, se mofaba y te decía que un día nosotros te abandonaríamos.
Julia y tu pisto manchego. Julia y tus huevos fritos con aquellas inmensas fuentes de patatas fritas. Julia y tus Reyes Magos. Julia acogiéndome una noche de pesadilla en tu cama, en tu abrazo, en tu murmullo tranquilizador. Julia y tus tostadas por la mañana. Julia y mamá. Julia y papá. Julia con Antonio. Julia con Lourdes (sobre todo con ella, ¡claro que sí! bendita seas), Julia con Alfonso. Julia con el tío Carlos. Tus muslos, ¿te acuerdas cómo mi tío Carlos te los alababa? Julia a la salida del colegio. Julia untando los tomates en el pan mientras nosotros aprendíamos a montar en bicicleta en la calle Lista. Julia y tu madre Felisa. Julia y tu hermana Sole. Julia y tu sobrina Marisol que tanto tiene de ti. Julia en la tardes con la señorita Francis aconsejando a las pobres muchachas que no sabían como atemperar sus ardores sexuales en los años 60 del siglo pasado. Julia y mis malas notas. Julia pagando las deudas. Julia medio ciega. Julia aterrada en una residencia donde nadie supo ver su fuerza, su sabiduría, su bondad. Julia y don Quijote.
¡Cuánto te echo de menos! ¡Cuánta felicidad te deseo! ¡Cuánto te quiero!
Fernandoski.
Hoy cumplirías (¿cumples?) 97 años. Desde hace un tiempo cuando te siento (te pienso) no me vienen las lágrimas, ni una emoción sensiblera me atenaza. Te fuiste bien. Moriste muerta. Y dejaste en mí la sensación de un trabajo bien hecho. Hace unos días digitalicé (palabra que tú airearías con tus manos como haciéndola huir de tu cabeza) tu voz. ¿Recuerdas? Fueron seis horas de entrevista en las que tú desgranabas tu vida mientras hacías la comida en casa de mis padres o me preparabas una cerveza con un aperitivo de aceitunas y jamón en tu casa de Emilio Ortuño.
Mi anciana. Mi sabia. Dice Marina (una mujer a la que me hubiera gustado mucho que conocieras) que el maestro llega cuando el discípulo está preparado para aprender. Yo estaba preparado nada más nacer y así tú, mi maestra, me enseñaste desde la absoluta oscuridad la luz de tus enseñanzas. Luego las olvidé, las olvidé durante muchos, muchos años y tú sufriste ese olvido (que no ignorancia) y seguiste cauta, a la sombra, a la espera que surgiera de nuevo en mí tus largas tardes de plancha, tus caricias en la noche, tu beso en la frente, tu regañina que más te dolía a ti que al que regañabas, tu ayuda material y espiritual (tú que fuiste una atea), tu esperanza siempre en que un día volvería a la senda de la bonhomía.
Julia yo en tus brazos. Julia en el taxi que nos llevaba a Lourdes y a mí al gimnasio. Julia y tu llanto en la sala de espera escuchando los nuestros cuando Paquita la enfermera mala nos estiraba las piernas, nos insultaba, se mofaba y te decía que un día nosotros te abandonaríamos.
Julia y tu pisto manchego. Julia y tus huevos fritos con aquellas inmensas fuentes de patatas fritas. Julia y tus Reyes Magos. Julia acogiéndome una noche de pesadilla en tu cama, en tu abrazo, en tu murmullo tranquilizador. Julia y tus tostadas por la mañana. Julia y mamá. Julia y papá. Julia con Antonio. Julia con Lourdes (sobre todo con ella, ¡claro que sí! bendita seas), Julia con Alfonso. Julia con el tío Carlos. Tus muslos, ¿te acuerdas cómo mi tío Carlos te los alababa? Julia a la salida del colegio. Julia untando los tomates en el pan mientras nosotros aprendíamos a montar en bicicleta en la calle Lista. Julia y tu madre Felisa. Julia y tu hermana Sole. Julia y tu sobrina Marisol que tanto tiene de ti. Julia en la tardes con la señorita Francis aconsejando a las pobres muchachas que no sabían como atemperar sus ardores sexuales en los años 60 del siglo pasado. Julia y mis malas notas. Julia pagando las deudas. Julia medio ciega. Julia aterrada en una residencia donde nadie supo ver su fuerza, su sabiduría, su bondad. Julia y don Quijote.
¡Cuánto te echo de menos! ¡Cuánta felicidad te deseo! ¡Cuánto te quiero!
Fernandoski.
The atrocity exhibition
la noria que revolotea y la caña de azúcar; también vino la princesa que asomó su rostro una mañana y desde lejos un dragón la vio y quedó prendido de ella y ocurrió entonces una aventura extraordinaria donde se dieron la mano Polifemo y Circe y acudieron a la asamblea de la luna menguante Kali y el Emperador de los orangutanes; ocurrió en un pueblo muy lejano que hubo una epidemia de llantos y más allá las niñas, una mañana, se cortaron los trenzas sin haberlo pactado y los niños lloraron nada más despertar por una tristeza que les llenaba los pulmones de ansias de gritar algo sin sentido; y más allá las burras se rebelaron contras los asnos y las mulas descubrieron, horrorizadas, que no estaban hechas para generar la vida sólo para acarrearla; ocurrió en el tiempo de las lluvias eternas; ocurrió cuando el alba no tenía nombre; ocurrió cuando las raíces no habían suscitado tallos; ocurrió cuando el averno sólo significaba abismo, antes de que las cuevas se llenaran de símbolos, antes de que las manos quedaran impresas en las rocas, antes de la primera estalactita, antes del primer diluvio; ocurrió entonces la separación de la urdimbre, se desgajó entonces la idea del aire, se quejaron en seco el ulular y el viento de una esencia invisible e inmóvil; ocurrió en la actual Sumatra y en la antigua Creta; ocurrió cuando el mar acababa en cascada y los osos se erguían como seres tormentosos que desaparecían en invierno para quedar dormidos; ocurrió que la hiel no cambió su sonido; ocurrió que la tez adquirió nuevos brillos; ocurrió que lo blanco se convirtió en rojizo; ocurrió que la sangre se elevó hasta el mito; ocurrió entonces el descubrimiento del círculo y los ojos sirvieron, por fin, para mirar lo cercano; se inventó la sonrisa y el estrecharse las manos; se anheló lo que hubiera tras el último álamo; se ensalzó lo que estaba más allá de las nubes y las estrellas tomaron el rumbo de la Tierra; se decantó el oro; se nombró a los seres; se dividió el saber; ocurrió la primera batalla; se escucharon los primeros gritos; se descubrió que la cópula era esencial para tener niños; se sacralizó el tiempo fecundo de las bestias; se trasladó al interior el laberinto de la vida; las aves sucumbieron en aras de adivinos; sus intestinos quisieron mostrar el camino y salvaron a muchos la levedad de la envidia; y hubo entonces, sólo entonces, los reyes y un pobre hombre, salteador de las olas, le dijo a uno de aquéllos al que apodaban Magno: a mí me llaman pirata porque sólo tengo un navío, a ti Emperador porque tienes mil; y fue colgado y surgieron las lobas amamantando a humanos y surgieron ciudades que fueron largos templos y surgió la palabra en el ágora de la polis y creyeron los hombres que el mundo ya era suyo.
Soñamos el eslabón perdido y vivimos el eslabón encadenado; nos sumergimos en aguas dulces con sus dosis de sequedad y cloro; y hay algo enigmático en eso que llamamos comportarnos que guarda en sí una ingenuidad digna de estudio.
Os vanagloriais de la cadera, ¡ay, mujeres frías como la yesca! Y luego miráis con la dulzura propia de las calaveras. Hay en vosotras, mujeres altivas, la quintaesencia de la impostura y supura en vosotras la catástrofe venidera.
Ellos llegarán y, a modo de bandera, ondearan caracolas y enredaderas y sus cabellos, revividos en la angostura de la cueva, brillarán eternos y suaves como las primeras caricias; y sabrán dormir y quedarán sus manos al aire del trazo de un dibujo y el chamán romperá la cáscara de un huevo y en el revoltijo posterior les hará sentir la altura de sus almas.
Tú quisiste abrazarle despacio y luego lloraste con honda pena; tú sufriste el frío del lago y navegaste ausente de sus olas férreas; tú te encumbraste hasta la más alta esfera y rodaste, vieja, hasta el Averno; tú pusiste la punta de tu pie izquierdo sobre el fluir del Leteo y acabaste sorda de tus propios consejos; luego volviste muda y desdichada y te acercaste a él que ya no te esperaba y te acercaste a él que ensayaba hallar en tu ausencia la veracidad del plomo que llegara a ser oro. No pudiste posar tu manos en su hombro y te alejaste dejando a tu paso un reguerito de dientes.
Él, querido germen de la nueva patria; él en la ladera del norte acaricia el musgo; él con la vista fija en el ocaso fiero; él con el hierro, con la fragua, con el molde; él arrepentido quizá de haberse dormido; él que nunca entendió de números ni signos; él que se alimenta a base de palabras viejas tal corazón, pubis, tortura o caverna; él que apenas si sabe lo que es sombra o luz; él que se derrota a cada tanto sin importale apenas; él que se duerme y despierta y se lava y se azora y se alimenta y esputa y se alivia y se ciega; él que nunca sueña con el infierno ni alardea ante los suyos de cielo alguno; él calibrando la bala que llegará a su destino; él admirando la ausencia de terror en su amigo...
Yo no hollé huella ninguna.
Os vanagloriais de la cadera, ¡ay, mujeres frías como la yesca! Y luego miráis con la dulzura propia de las calaveras. Hay en vosotras, mujeres altivas, la quintaesencia de la impostura y supura en vosotras la catástrofe venidera.
Ellos llegarán y, a modo de bandera, ondearan caracolas y enredaderas y sus cabellos, revividos en la angostura de la cueva, brillarán eternos y suaves como las primeras caricias; y sabrán dormir y quedarán sus manos al aire del trazo de un dibujo y el chamán romperá la cáscara de un huevo y en el revoltijo posterior les hará sentir la altura de sus almas.
Tú quisiste abrazarle despacio y luego lloraste con honda pena; tú sufriste el frío del lago y navegaste ausente de sus olas férreas; tú te encumbraste hasta la más alta esfera y rodaste, vieja, hasta el Averno; tú pusiste la punta de tu pie izquierdo sobre el fluir del Leteo y acabaste sorda de tus propios consejos; luego volviste muda y desdichada y te acercaste a él que ya no te esperaba y te acercaste a él que ensayaba hallar en tu ausencia la veracidad del plomo que llegara a ser oro. No pudiste posar tu manos en su hombro y te alejaste dejando a tu paso un reguerito de dientes.
Él, querido germen de la nueva patria; él en la ladera del norte acaricia el musgo; él con la vista fija en el ocaso fiero; él con el hierro, con la fragua, con el molde; él arrepentido quizá de haberse dormido; él que nunca entendió de números ni signos; él que se alimenta a base de palabras viejas tal corazón, pubis, tortura o caverna; él que apenas si sabe lo que es sombra o luz; él que se derrota a cada tanto sin importale apenas; él que se duerme y despierta y se lava y se azora y se alimenta y esputa y se alivia y se ciega; él que nunca sueña con el infierno ni alardea ante los suyos de cielo alguno; él calibrando la bala que llegará a su destino; él admirando la ausencia de terror en su amigo...
Yo no hollé huella ninguna.
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Invitados
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/11/2011 a las 18:08 | {0}