Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Nota de los narradores:
Esta última entrega de Marea es la transcripción completa de lo escrito por  Olmo en su cuaderno negro. Por lo tanto no nos hacemos responsables de lo vertido en esas líneas ni aseguramos su veracidad pero -y esto es importante (por lo menos para nosotros)- con la misma intensidad tampoco la negamos.
Este cuaderno y todas las pertenencias de Olmo fueron encontradas por la pareja de la guardia rural en la cueva. Gracias a los contactos que mantenemos con las fuerzas armadas, llegó hasta nosotros. Las pertenencias las dejamos en el cuartelillo. Hasta el día de hoy ni Olmo ni nadie en su nombre han pasado a recogerlas.

Transcripción del cuaderno negro de Olmo.
Texto escrito a pluma con tinta verde.
 
Anochecer
Lilith está vigilante a la entrada de la cueva como si fuera una perra. La luna saldrá y su luz enfermiza será suficiente para iluminar el mundo. Tan sólo me importa que tú, C., sepas porque me encuentro en estas soledades, apartado del mundo y temeroso de los hombres. La razón es ésta: mi vida es un milagro y yo soy una mala persona. Tú bien lo sabes.
Ahora el mar está plateado y en su calma se adivina su poder como en la espalda de los gorilas de las montañas se adivina quién manda a quién.
Cuando llegue la noche y la luna menguante surja en el firmamento, iré.
Porque no tengo miedo, iré.
No me importa terminar aquí mi vida. Quizás es lo que he venido buscando. Desde los días fríos de Tirana. ¿Recuerdas cuando te decía, Tirana no es la capital de Albania y tu reías? Desde los fríos días de Albania.
El sol se oculta. Voy a beber el té. Quiero estar hidratado. También voy a comer aunque no tenga hambre. Voy a fabricar una bolsa impemeable atada a mi muslo y en ella voy a meter este cuaderno y esta pluma y unas velas y una caja de cerillas.
Lilith no se mueve. Negra e imponente en su felinidad. Tan sólo gira de vez en cuando el cuello y me mira. Adivino en su mirada la búsqueda de mi decisión. Ahora se eriza su lomo. Ahora se lame. Creo escuchar su ronroneo.

La Noche
Bajé a la cala. Ya hace frío por las noches. Sobre el mar el cejo creaba un manto fantasmal. La luna iluminaba mi destino. Lilith caminaba a mi lado izquierdo como si fuera el custodio de mis pasos hacia el cadalso. Dejé mis ropas cuidadosamente dobladas en el centro de la cala. Me até la bolsa impermeable al muslo izquierdo. Desnudo me encaminé hacia la orilla. Antes de entrar en el mar miré lo que me rodeaba. Recordé por un momento los alegres días del verano y la fiesta última. Lilith maulló y se fue andando hacia el acantilado de la izquierda. Yo respiré. Sentí el frío de las aguas en mis pies. Seguí avanzando. No sé por qué, en ese momento, reí y tras la risa me zambullí y empecé a nadar rasgando con mis brazadas a crawl el cejo que cubría las aguas del mar.
Frío. Algo parecido a la viscosidad. Avanzo en paralelo al acantilado. Voy diciéndome para coger ritmo, Aum Nahmá, Aum Nahmá, Aum Nahmá. Una brazada y otra y otra y otra hasta llegar al punto donde se encuentra la oquedad.
No me distraigo. No siento saudade por nada. Inspiro lo máximo que mis pulmones albergan. Me sumerjo y entro por el ojo que la pared del acantilado tiene en sus raíces. Avanzo por una noche líquida de paredes rugosas. Mi mente sosegada repite sin saberlo Aum Nahmá, Aum Nahmá, Aum Nahmá. Llego a un punto de no retorno. Sé que si sigo avanzando ya no tendré aire para volver atrás. Tan sólo quedará la posibilidad de que el túnel lleve a alguna parte en el interior de la montaña donde haya aire. No decido nada. Sencillamente sigo. Aum Nahmá, Aum Nahmá, Aum Nahmá. Los músculos empiezan a arder. La respiración me empieza a faltar. Veo los rostros de los hijos que nunca tendré. Veo a mi madre comiéndole la polla a uno de sus amantes. Siento el frío del aula en la escuela primaria de Tirana. Y de repente soy absolutamente consciente de que no temo morir. Aum Nahmá, Aum Nahmá, Aum Nahmá. Creo que tengo un desvanecimiento. No soy muy consciente de que me elevo pero el primer trago de aire me devuelve la vida y grito.

Cuento

Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/07/2016 a las 12:49 | Comentarios {0}


...entonces lo sabe. La gata negra de ojos verdes roza su pierna. Lleva la cola enhiesta y ronronea. Olmo decide ponerle un nombre y no pronunciarlo jamás. Piensa Olmo, La llamaré Lilith. A lo largo del día lo ha ido descubriendo. Más o menos -porque no estamos dentro de su pensamiento aunque pudiéramos. Nosotros permitimos que nuestros personajes puedan ocultarse. O mejor expresado: nosotros ofrecemos la posibilidad de que un personaje pueda ocultársenos- éste ha sido su discurrir, ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué esta soledad? ¿Qué me lleva a luchar contra el mar? ¿Por qué cuando acabaron los indolentes días del verano no hice mi mochila como los demás, me volví a mi ciudad y volví a prepararme para ser un hombre de provecho, dándome tan sólo la libertad de ser libre durante el periodo de vacaciones? ¿Qué me lleva a ese túnel submarino? ¿Por qué no lo descubrimos cuando en los alegres días del verano recorrimos una vez y otra la bahía y juntos decidimos explorarlo, arriesgarnos juntos como hacen los hombres con los hombres? ¿O no existía esa oquedad? ¿O esa oquedad se ha hecho tras la marcha de los alegres jóvenes libertarios de verano? ¿Qué sentido tiene la marca de la lucha en mi rostro? ¿A dónde me lleva la fiebre y el dolor? ¿Qué interpretación he de sacar de mi encuentro con dos figuras falsas de una historia falsa y la posterior huella de esa falsedad bajo el cedro? ¿Por qué siento que Lilith me invita a visitar esta noche la oquedad y atravesar el túnel del cual desconozco distancias y peligros? ¿Por qué lo voy a hacer? ¿Por qué una vez hecho si me mantengo con vida sé que ésta habrá cambiado de forma irreversible como cambiará si me quedo atrapado en el túnel y muero ahogado que dicen es una de las formas de morir más agónicas? ¿Por qué cuando la luna decrece? ¿Qué hago aquí? ¿Qué desasosiego me ha traído a las cuevas? ¿He de buscar explicación también al hecho de haberme encontrado esta mañana con una serpiente? ¿Y si fuera la entrada al Paraíso? ¿Y si fuera la entrada a Gehena? ¿Y si fuera un túnel sin salida? ¿Por qué establezco una analogía entre atravesar ese túnel y atravesar el coño de mi madre? ¿Por qué cojones me estoy poniendo místico? ¿La soledad lleva al misticismo? ¿Por qué me resisto a ser un místico? ¿Por qué deduzco que la mejor forma de alejarme del misticismo es masturbarme? ¿Por qué me está invadiendo un frenesí erótico?
El pensamiento de Olmo se acalló en ese instante y mirando con sus ojos oscuros a los verdes ojos de la gata negra pronunció en voz alta la única frase de aquel día, Iré.

Cuento

Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/06/2016 a las 13:28 | Comentarios {0}


Justo antes del final
vengo a decirte que imagines
a Leviatán como la roca
y que cantes mientras lees
el misterio que encierra la Tierra
(hubo un tiempo en el que el hombre era inmenso y bello
tanto que los arcángeles se quejaron a Dios de su hermosura;
hubo un tiempo en el que la Tierra -con usura- se negó a dar su polvo
para que la mano de Dios amasara con él, con fuego, con aire y oscuridad
dentro de su útero la figura colosal del primer hombre;
hubo un tiempo en el que la longitud de las impurezas duraban treinta y tres generaciones
como la impureza de la mujer tras el parto dura treinta y tres días;
hubo un tiempo de montañas prodigiosas -Moriá, Meca, Delfos-
en cuyas cimas se producían los misterios y la estirpe humana se asombraba
de las luces repetidas de la Aurora, del ardiente color de los Ocasos y del ígneo resquebrajamiento de la bóveda del Cielo;
hubo un tiempo de cópulas imposibles -Adán se intentó montar a las hembras de todas las especies a las que daba nombre- y esa melancolía de Adán de no gozar con hembras ratas o hembras arañas o hembras cernícalos o hembras pulpo generó en Dios la idea de crear una hembra humana;
hubo un tiempo de deducciones
hubo un tiempo de asombros
hubo un tiempo salvaje).
No dudes que el joven que vive solo en una cueva
es igual a aquél que cuatro mil años antes vivió solo en una cueva
y también a aquélla que fue repudiada y se arrancó los cabellos y los vestidos
y caminó hasta que los pies se le abrieron
y murió sola rodeada de bichos.
Recuerda, te pido, todo existe.

Cuento

Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/06/2016 a las 01:14 | Comentarios {0}


El pómulo derecho de Olmo sigue sangrando cuando llega a la cueva. El temporal ha arreciado. Rayos y truenos se suceden. El día es de una oscuridad sobrenatural. Deben de ser las cuatro de la tarde y se diría el anochecer. Olmo se seca. Se viste. Tiene el frío en los huesos. Enciende varias velas. Coge el espejillo y se mira la herida. Coge el botiquín y se limpia para ver si es profunda. Y lo es. Olmo hace un fuego. Calienta una aguja. Enhebra un hilo. Se cose la herida con seis puntadas. El té que bebe no le calma el dolor. No tiene analgésicos y sabe que la fiebre va a aparecer. El frío no acaba de salir. Olmo hace una buena cantidad de té. Cuando realmente cae la noche, el temporal amaina y la fiebre aparece. Olmo se mete en su saco de dormir y empieza a sudar.
La gata ronda la cueva. Entra y observa a Olmo en su dormir inquieto. Con la cautela de los gatos, la gata se mete dentro del saco y se acurruca en la tripa de Olmo. Se podrá decir -si alguna vez esta historia se convierte en leyenda- que el calor de la gata le salvó la vida. Porque la fiebre fue en aumento y rondaría la medianoche cuando Olmo se levantó y salió hacia un lugar concreto, un lugar que le había señalado en sueños Leviatán. Había de subir el monte por el sendero opuesto al de la casa abandonada, allí encontraría un cedro, alto y fuerte como patas de buey, y bajo su copa debería sentarse a esperar. Olmo se deja guiar por la noche y su luna que aunque decrezca alumbra aún la arena. Encuentra el cedro. Se sienta bajo su copa y espera. Frente a él el mar se ha calmado como un niño chico tras su primer berrinche se queda dormido agarrado a la teta de su madre. Apenas la luz de la luna se ondula en sus aguas. Apenas cantan las olas al llegar a su destino de tierra. No hay grillo. No hay búho. No hay lobo. Sí hay pasos que se acercan. Sin inquietud ninguna, sin girarse siquiera, Olmo espera a que lleguen. Son un hombre y una mujer. El hombre se sienta a su derecha y le dice, Soy Jesucristo; la mujer se sienta a su izquierda y le dice, Soy María Magdalena. Olmo les dice, Soy Olmo y hoy he desafiado a Tehom. Jesucristo sonríe, Sí, te hemos visto. Has sido osado. La cicatriz en tu cara te lo recordará siempre. Añade María Magdalena, Osado y hermoso. Una opinión: no seas tan masculino. Sin saber por qué responde Olmo, Huele a higo. María Magdalena le acaricia la nuca y pronuncia el nombre de Budha. Olmo calla. Luego gira lentamente la cabeza hacia Jesucristo y le pregunta, ¿Tú eres realmente Jesucristo? Jesucristo gira la cabeza hacia él y responde, Yo soy el que soy. Olmo gira la cabeza hacia el otro lado y pregunta, ¿Tú eres realmente María Magdalena? y ella le responde, Yo soy la que soy. Olmo siente una paz inextinguible cuando pregunta, ¿Tendréis hijos? Y ambos comienzan a cantar hasta que la luna se oculta y la Aurora despierta al Día con sus rosados dedos.
Olmo abre los ojos. Siente el pelo y el calor de la gata en su vientre. Le duele el pómulo pero ya no tiene fiebre. Sale del saco. La gata se marcha de nuevo quizás hasta la noche. Quizá no vuelva nunca. Olmo recuerda de golpe la noche bajo el cedro, el pelo negro de María Magdalena, los ojos grises de Jesucristo. Sale corriendo en la dirección que le diera en sueños el monstruo Leviatán. Ve a lo lejos el cedro. Llega hasta él y se detiene, admirado, cuando ve el suelo alisado bajo su copa por lo que parece el peso de tres cuerpos que han permanecido allí sentados durante horas no hace mucho, probablemente esa misma noche.

Cuento

Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/06/2016 a las 23:47 | Comentarios {0}


La tramontana es un viento loco. Probablemente Olmo fuera un joven loco. Probablemente la tramontana sea siempre un viento joven.  Densos nubarrones preñados de agua. El aire pendulea. Los árboles muestran el vigor de su flexibilidad. La gata ha desaparecido. Olmo se siente inmantado por la oquedad en la pared del acantilado. Las olas espumajean una espuma amarilla semejante a la bilis como si la mar estuviera invadida de humor negro. Sabe Olmo que no es el mejor día para nadar. Sabe que un golpe de mar podría dar con su cabeza contra las rocas. Sabe que debería quedarse en la cueva leyendo, escribiendo, haciendo pulseras.  Olmo desciende a la cala. Hace frío. El otoño muestra su faz de invierno. Olmo corre a lo ancho de la cala para oxigenar sus músculos. De un lado a otro. Una vez y otra. Desnudo y hermoso. De improviso encara el mar y se zambulle. Vigorosas brazadas. Atraviesa la barrera donde las olas rompen. Avanza fácil porque la resaca tira hacia dentro, hacia el mar abierto. Olmo sabe que volver será mucho más difícil. Mar, cielo y aire van a jugar con Olmo. Un rayo rompe el gris de las nubes; un trueno las abre a la tormenta. Llueve y caen las gotas a tal velocidad que se dirían pequeñas saetas, agudas, que pican y hieren la espalda del nadador. Si un rayo cayera cerca. Si una ola se torciera. Olmo avanza en paralelo al acantilado a una distancia que él considera prudente. En un giro de cuello para tomar aire adivina el hueco en la roca. Se detiene. El mundo es inhóspito. Todo alrededor de Olmo es agua: es agua el cielo; es agua el aire; es agua el mar. El joven por su propia condición no va a ceder ahora. Porque para el joven la muerte es una posibilidad, no una certeza. Así es que toma aire frente a la oquedad, -que ahora, por completo bajo las aguas, parece la entrada oscura a los infiernos, un ojo líquido que le invita a mirarse en él- acepta la invitación, se sumerge y el sonido del mundo se vuelve sordo. Olmo bracea hasta el agujero y sin detenerse se adentra y descubre un túnel del que no logra ver el final porque las aguas están inquietas y turbias. Le sobra aire -piensa Olmo- pero sabe que no es el día para avanzar. Así es que retrocede porque la angostura del túnel le impide darse la vuelta. Se apoya en las paredes para impulsarse hacia atrás. Se hará un corte. Dos. Tres. No acaba de salir. Olmo se sorprende porque pensaba haber avanzado poco. Algo empieza a arder en sus pulmones. Olmo se relaja. Y sigue retrocediendo. Por fin siente sus pies fuera del túnel. Y va saliendo el cuerpo. No le queda aliento. Cuando saca la cabeza y por puro instinto hace un último esfuerzo, patea fuerte, sale al aire -que sigue siendo agua- y aspira una bocanada. Había una ola esperándole. El joven respira sal, agua y aire. Una segunda ola le lanza con furia contra las rocas. Olmo tose y se golpea el rostro y se lo raja. Olmo sangra. Los cielos abiertos. El aire denso. La mar brava. Olmo calcula la distancia que le separa de la playa. Inicia el regreso y de inmediato los elementos saben que no podrán arrebartarle la vida al joven porque Olmo nada con cadencia; nada con el ritmo de los vencedores; nada con la seguridad de poder estar nadando horas; nada con el empecinamiento de los que no tienen nada que perder. Y así, tras la batalla, Olmo llega a la playa. Hoy ha vencido al precio de una de sus vidas.

Cuento

Tags : Marea Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/06/2016 a las 12:34 | Comentarios {0}


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