Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
En la huella del jabalí no hay nada (es cierto que la tierra está removida y hay un destrozo evidente de matorrales; es cierto que el corazón se trastoca recordando las batallas a muerte entre ellos, las jaurías y los hombres griegos -lanzas, carros, perros-; es cierto que la oscura pesadumbre de las nubes en noviembre y el conocimiento del celo de sus hembras añaden incertidumbre y riesgo). Afirmo que en la huella del jabalí no hay nada que avise -son sólo ejemplos- de muerte o de mutilación de tendones o de sangría por vena cortada con sus poderosas y afiladas navajas; en la huella del jabalí sí se encuentra un resto de deseo y en ese resto se afirma la contingencia del vivir porque la huella del jabalí en la tierra húmeda de noviembre no es más que el rastro que la vida deja en nuestras vidas. ¿Qué es ese tiempo que acaba de pasar? ¿Dónde ha ido, Areta? ¿Qué es esa concepción del Tiempo que como la huella nos dice que algo estuvo y ya no está? Todo en el tiempo es pérdida. Si no estuviste ya no estarás nunca y ese no tiempo también es pérdida. La huella del jabalí no es el jabalí como el charco formado por la últimas lluvias no es la lluvia ni las caricias que se dieron sirven para recrear las caricias que nunca se dieron. La mujer de esta mañana ya nunca volverá a ser la mujer de esta mañana ni tampoco la risa que se produjo ante un cuadro de Olga Sakarov se volverá a producir nunca. El tiempo sólo deja ruinas tras de sí. La función del tiempo es la ruina como la función de la huella del jabalí es saber que el jabalí ya no está allí (ni sus fauces, ni sus pezuñas, ni su pelo lleno de parásitos, ni sus gruñidos, ni su hocico, ni sus ojos negros y juntos, ni el aire que le rodeaba, ni las nubes que han convertido el monte en un extraño templo -tan oscuro todo como de continua pasión-; como tampoco los besos del hombre de cabellos rizados y oscuros existirán nunca jamás -¡aquellos, aquellos cabellos!- ni tampoco la sonrisa sobre la almohada de una mujer teñida de rubio que jugueteó con su tesoro hasta romperlo -así de peligroso es jugar en exceso con lo que se considere tesoro-; ni existe la decepción que acaba de pasar; la que está ahora, ésta, es nueva y ya ha dejado de ser -a veces me pregunto qué probabilidad existe de dejar una huella en exactamente la misma posición y en el mismo lugar justo en que se dejó otra-), ya nunca estará como estuvo. Así es que mañana volveré. Me dejaré llevar, paso a paso, bastón a bastón, latido a latido, hacia el final del camino donde dicen que se encuentra una banda de jabalíes dispuesta a morderme las entrañas mientras me nombran, a modo de sentencia, momentos memorables que ya nunca serán. Yo voy a ir porque quizá en la lucha que se entable surja del Hades  Eurídice  (como si fuera la primavera), tome partido por mí y luchemos espalda contra espalda contra el tormento de aquellas recitaciones de la banda de cerdos salvajes que escogerán, de seguro, una tarde (era frente al mar. ¿Cuánto hace que no ves el mar, Fernando? Tú que lo amas por encima de toda Naturaleza y que ensueñas tantas noches una escena de mar con las manos enlazadas. Era frente al mar -iniciará su canto la banda de jabalíes al final del camino- una tarde de agosto; la luna naranja, vanidosa de sí, vencía al azul de las aguas y su redondez tenía algo de la esencia de la felicidad pura) ¡Oh, Muerte, Creaturas del mundo subterráneo, acunadme en esta lucha contra sombras que me asombran el presente. Dejad que me muerdan las bestias, que desgarren mi carne, que corten con maestría cirujana mis venas y que pueda desangrarme al final del camino imaginando por última vez los colores del mar (...con las manos enlazadas...)
Jabalí

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/12/2016 a las 20:55 | Comentarios {0}


Memoria del Fuego. Volumen III. Siglo XX. Eduardo Galeano.
A la memoria del primer Fidel Castro.


1958. Sierra Maestra.
La revolución es un ciempiés imparable
En plena guerra, bajo las balas, Fidel hace la reforma agraria en la Sierra Maestra. Los campesinos reciben su primera tierra y el mismo tiempo su primer médico, su primer maestro y hasta su primer juez, que dicen que es menos peligroso que el machete para dirimir un pleito.
Más de diez mil soldados del ejército de Batista vienen sufriendo derrota tras derrota. El ejército rebelde es infinitamente menor y está todavía mal armado, pero lleva pueblo abajo, encima, adentro, adelante y atrás.
El futuro es ahora. Fidel lanza la ofensiva final, la invasión de punta a punta. En dos columnas, una al mando del Che Guevara, la otra al mando de Camilo Cienfuegos, ciento sesenta guerrilleros salen de las montañas a la conquista del llano.
1959. La Habana.
Cuba amanece sin Batista
en el primer día del año. Mientras el dictador aterriza en Santo Domingo y pide refugio a su colega Trujillo, en La Habana los verdugos huyen, sálvese quien pueda, en estampida.
Earl Smith, embajador norteamericano, comprueba, horrorizado, que las calles han sido invadidas por la chusma y por unos cuantos guerrilleros sucios, peludos, descalzos, igualitos a la pandilla de Dillinguer, que bailan guaguancó marcando a tiros el compás.
---------------------------------

Sí, sí: ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE!

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/11/2016 a las 13:00 | Comentarios {0}


In memorian al de Las Barbas de Chivo (1926-2016)
Extracto del Cuaderno Habana que escribí en el viaje que realicé a Cuba en el año 2000.


26 de Mayo de 2000
Tú sales de casa. De una casa que no es tu casa. Sales, digo, con la cabellera llena de ideas y acabas en el barrio chino sin saber muy bien qué pasa, sin saber muy bien qué sientes, sin saber muy bien quién eres. Tampoco sabes quiénes son aquéllos a los que te enfrentas. No sabes nada. No hay pie. Todo es fondo y necesidad. Habana Vieja como una Puta Vieja. No sé si me gusta, ni si la entiendo, ni si la quiero.
Miran las negras como si estuvieran negras. Negras que sucumben negras. Hablan negras palabras blancas. Llenas de negro como si lo negro fuera negro. Negro tropical. Negro a ultranza negro. Hay una negra tan larga como una cascada negra. Y sus dientes negros son blancos pero son negros. Hay una negra en la ciudad de La Habana que me llena el corazón de nostalgia, nostalgia llena de humo y barro. Centro Habana negro hasta los tuétanos negros. ¿Dónde está el blanco en La Habana? ¡Carajo de Dios que llenó de miseria sus calles y convirtió a un dios en un demonio! ¿Dónde vive el alcalde de esta Corte de los Milagros? ¿Qué sincretismo de mierda alumbró esta joya? Tú miras y en tu mirar hay una caracola negra. Respiras y en tu respirar hay una ausencia de madera. ¿Cómo llegaron aquí las aguas? ¿Cómo se hicieron las hembras? Hay frente a mí un florero con tetas, con tetas negras que me enseña. Y alguien me dio cáscara de huevo y luego me contó su tragedia y luego me sacó cuarenta dólares y luego alabó mi cabeza.
Un hombre me mira, ahora, me sonríe y se saca un ojo. Esto no es literario. Es que se acaba de sacar el ojo. Si levanto la vista del papel algo pasa. Es agotador. Es inmenso. Es tan terrible y tan hermoso que aquí se sudan lágrimas, que aquí se suda a torrenteras, que aquí la vida es una feria.
Vienen las negras y una te ofrece una rosa que tiene tatuada en la teta izquierda, una hondura que tiene en el coño y una mirada que suplica a gritos un sandwich. Vienen las negras y te lloran a manos llenas mientras te ofrecen una buena mamada de polla. Vienen las negras y te ofrecen un poco de su historia a cambio de dos dólares. ¿Es esto La Habana? ¿Es esta puta mierda la Habana? ¿Qué alma puede sustraerse a esta miseria?

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/11/2016 a las 10:48 | Comentarios {0}


Hay
Hay una estrella que parece abrirse como se abren las estrellas, así, de a poquitos, así, de a millones de años se abren
Sobre la espalda de la ballena jorobada se ha batido una ola y ha caído llana
La mar tiene nombre de hada
Ven con tu mano abierta, tus dedos espátula como la herramienta de los albañiles, como la herramienta de lo pintores
Hay en la almohada un círculo blanco alrededor del cual el oso del Ártico baila
Serenata en las palmas
Pavana
Duerme el niño con cierto brío como los caballitos en los tiovivos
¿Escuchaste la música de las vocales?
¿Te atreves a besarme la única piel que tengo?
¡Ay, silencio, gracias!
Nos devolverá el violín cierta marea
y al fondo la percusión, audaz como las madres que aman, se erguirá y calmará el vaivén de los vientos
Que no quiero más de ti, la escarcha y la bruma en el páramo son presencia tuya suficiente... y bendita
¡Baile la pantalla árabe de Fortuny!
¡Baile el número 20.642.556!
La serpiente no alcanzará a la última iguana
Las piedras duermen
Duerme, mi bien, duerme

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/11/2016 a las 18:34 | Comentarios {0}


El día ocho de septiembre, ocho meses y cinco días tras San Blas, Rubén escribió en su Cuaderno Marrón:
El día en que el diablo apareció por las calles de Moscú, Bulgakov creó a Margarita. Quizá la creara para armarse de belleza porque hay en la belleza la salvación; el día en el que Eleazar en la ciudad de Masala fortificada con treinta y ocho torres, arengó a la población para que se suicidara ante el asedio de los romanos al mando del general Flavio Silva, tuvo que asomar en su conciencia todo el horror del martirio, del hambre, de la tortura, de la vejación que sufriría su gente si se entregaba y hubo de pensar -como nos dice Flavio Josefo- que menos sufrirían a manos propias que en manos romanas y así los habitantes de la ciudad judía murieron; el día tiene que tener algo de belleza para poder asegurarse el mañana y así cuando miro mis manos y veo en ellas la podredumbre que las va inundando recuerdo a Laura y casi canto; porque mi encuentro tuvo la magia de canto antiguo, del canto que emana de ese sentimiento arraigadísimo de pertenencia; somos humanos porque queremos pertenecer; hay en la pertenencia el cobijo, la lumbre que nos espera tras la estepa en invierno; ese abrazo de un cuerpo en otro cuerpo; esa caricia que se otorga libremente y que recorre -por fuera- las vísceras; hay en la pertenencia un himno que no proclama batallas sino paces como cuando el río ya no baja crecido y se remansa en el valle sobre el que el sol derrama sus últimos rayos; hay en pertenecer a Laura la promesa de todas las religiones soteriológicas; la salvación por su piel, por su boca, por sus piernas, por su vientre; pesebre el cuerpo de Laura; lluvia de estrellas su voz; hay en la pertenencia la negación de la arena (arena como polvo de roca; arena como negación de la solidez del mundo); en la promesa de la pertenencia a Laura se esconde el secreto de estar vivo. Yo lo sé. Lo saben mis manos que se pudren por su ausencia; me dicen las manos que la busque y yo, levantado hoy, con la mirada puesta en la lluvia, las manos ante mí, les prometo que aunque se deshagan nunca dejaré de buscarla y la atraeré, por mujer y por Laura, porque en el componente femenino del cosmos se haya el inicio y el fin de todo lo posible.

Cuento

Tags : Las manos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/11/2016 a las 18:10 | Comentarios {0}


1 ... « 149 150 151 152 153 154 155 » ... 456






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile