Documento 14 de los Archivos de Isaac Alexander. 24 de diciembre de 1946. Port de la Selva
Todo empezó en Linz -le dije a Pepa frente a la chimenea del salón de la Masía tras haberle alabado el traje de tafetán rojo con el que se había vestido para nuestra última cena (sería la última pero no lo sabíamos) y tras haberme contado ella cómo Balenciaga había, literalmente, esculpido el traje sobre su cuerpo. Yo me había sentado en la butaca desde la que podía ver el balcón que se abría a una terraza y tras ella el mar que esta Nochebuena estaba iluminado por una fría luna llena. La oposición entre la luz azulina de la noche y los tonos rojizos del interior del salón animados por la combustión de los troncos de encina y roble y las luces indirectas de tres lámparas de pie coronadas con pantallas art-decó, promovían en mí una tensión entre el deseo de contarle la historia de Hanna y el dolor que me producía recordarla-, una ciudad al noroeste de Austria en la primavera del año 1935. Yo había ido a pasar allí unas cortas vacaciones invitado por Friedrich Schlegel, un amigo de la Universidad de Salzburgo, estudiante de Derecho y truhán nocturno con el que había agotado nuestra juventud entre estudios y juergas durante el primer semestre del curso. Yo estudiaba entonces Bellas Artes y había resuelto hacer saltar en mil pedazos el Arte volviéndome un acérrimo defensor de esa forma de pintar llamada Expresionismo. Mientras por las mañanas en el aula de la Facultad me dedicaba al aburrido arte de la copia al natural con sanguinas de modelos masculinos, por la noche recorría con Friedrich los garitos más perdularios de Salzburgo a la búsqueda de modelos femeninas que me permitieran abocetar sus cuerpos desnudos en las posturas más obscenas que la imaginación de un artista pudiera desear. Déjame llamar Odille a una joven prostituta a la que conocí en una taberna de cuyo nombre no quiero acordarme y recordar las noches en las que -mientras en la planta de abajo se escuchaban desentonados valses interpretados por una orquesta de músicos borrachos- yo dibujaba embriagado por la absenta y el opio el cuerpo desnudo de Odille desde la medianoche hasta el amanecer.
Documento 14 de los Archivos de Isaac Alexander. 24 de diciembre de 1946. Port de la Selva
El día de Navidad había fijado la fecha de mi partida y mi anfitriona la condesa de Montmercy, mi Pepa, me propuso que la cena de Nochebuena la hiciéramos a solas con la única condición de que le contara una historia verdadera sobre mis andanzas amoriles. Yo acepté y a mi vez le puse dos condiciones: que la historia se la contaría tras haber cenado mientras bebíamos algún cognac francés o algún licor catalán y que ambos deberíamos estar vestidos de gala no tanto para hacer honor al nacimiento del Niño cuanto para homenajear con elegancia la historia que me proponía contarle. Ella aceptó de buena gana y me anunció que se pondría un traje de Balenciaga que acababa adquirir. Yo alabé su gusto pero le avisé que la ropa interior no le podría ir a la zaga. Ella rió y se encaminó a la cocina para darle al cocinero las instrucciones sobre el menú que había de preparar.
Cuento
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/04/2017 a las 15:08 | {0}
Cabelleras de mujer en fardos de 22 kilos
Montañas de gafas
Miles de tijeras
Brochas de afeitar, cepillos de dientes, cepillos para los zapatos, ropa vieja
Los vencidos han de hacer el trabajo sucio
Arrastran los cuerpos muertos, esqueléticos hacia enormes fosas comunes
Un soldado de los vencedores llora al recordarlo sesenta años después
Los gemelos eras apreciados y enviados al Doktor
Una día y otro día
Una generación tras otra generación
Un siglo tras otro siglo
Tras la alambrada
Siempre será en blanco y negro
Siempre ¿hasta cuándo es siempre? esos nombres
Porque ¿no es lo mismo Abu Ghraib que Bergen-Belsen?
Los símbolos
La nieve. La sensación de frío siempre. Aunque fuera verano debía de existir en los campos una sensación de helor, de rigidez fría
Las miradas
No hay en el mundo nada que pueda reflejar con exactitud de matarife como refleja lo vivido una mirada
Luego
La decisión
Más tarde
El pueblo que participó en la tortura es obligado a pasear por el lugar
¡Ah, sí! Los gestos. Los pañuelos en la nariz
¿Son los actuales campos de refugiados de Hungría o es Daschau?
¿Cuánto dura siempre?
La sal en los ojos
Los agujeros en el craneo
La impudicia de un cuerpo desnudo, famélico y muerto a hombros de un hombre robusto
El cigarrillo en el descanso
La moviola
Claro que se escribieron versos
Montañas de gafas
Miles de tijeras
Brochas de afeitar, cepillos de dientes, cepillos para los zapatos, ropa vieja
Los vencidos han de hacer el trabajo sucio
Arrastran los cuerpos muertos, esqueléticos hacia enormes fosas comunes
Un soldado de los vencedores llora al recordarlo sesenta años después
Los gemelos eras apreciados y enviados al Doktor
Una día y otro día
Una generación tras otra generación
Un siglo tras otro siglo
Tras la alambrada
Siempre será en blanco y negro
Siempre ¿hasta cuándo es siempre? esos nombres
Porque ¿no es lo mismo Abu Ghraib que Bergen-Belsen?
Los símbolos
La nieve. La sensación de frío siempre. Aunque fuera verano debía de existir en los campos una sensación de helor, de rigidez fría
Las miradas
No hay en el mundo nada que pueda reflejar con exactitud de matarife como refleja lo vivido una mirada
Luego
La decisión
Más tarde
El pueblo que participó en la tortura es obligado a pasear por el lugar
¡Ah, sí! Los gestos. Los pañuelos en la nariz
¿Son los actuales campos de refugiados de Hungría o es Daschau?
¿Cuánto dura siempre?
La sal en los ojos
Los agujeros en el craneo
La impudicia de un cuerpo desnudo, famélico y muerto a hombros de un hombre robusto
El cigarrillo en el descanso
La moviola
Claro que se escribieron versos
Fragmento de la Introducción El lado oscuro de la vida cotidiana escrita por Connie Zweig y Jeremiah Abrams para el libro Encuentro con la sombra (varios autores).
Editado por Kairos.
Fragmento pág. 11
Conócete a ti mismo
En la antigüedad los seres humanos conocían las diversas dimensiones de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy famosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, «Conócete a ti mismo», los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro.
Nosotros somos herederos directos de la mentalidad griega pero preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad. La religión griega, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos. Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos. Marie -Louise von Franz reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando: «En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores - como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares - constituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad».
Nada en exceso
La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones. Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos.
¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra inconsciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo.
Leo hoy que una persona que ha hecho comentarios sobre el presidente franquista Luis Carrero Blanco y su forma de morir -en un atentado de ETA hace más de 40 años ¡¡¡¡¡hace más de 40 años!!!!!- ha sido condenada a un año de cárcel y a siete de inhabilitación por la Audiencia Nacional. El año de cárcel si la sentencia se hace firme (imagino que la recurrirá ante el Supremo) no lo cumplirá pero los siete de inhabilitación -según sus palabras- le han arruinado la vida porque ella pensaba dedicarse a la educación -imagino que en centros de titularidad pública-. He leído muy por encima los comentarios que ha hecho esta señora y al leerlos lo que no entiendo es como no han sido llevados ante la justicia el arzobispo Cañizares (por incitar al odio con sus homilías) o el portavoz del PP Rafael Hernando cuando realizó frente a las cámaras de televisión unas declaraciones en las que tachaba de peseteros a los que querían recuperar a sus familiares asesinados por el franquismo -es decir: víctimas del terrorismo de Estado-.
Muchas veces la Reacción ha vencido a los Movimientos Progresistas, es cíclico y no me voy a poner aquí a recordar episodios de este cariz (historiadores tiene la historia). Vivimos una época retrograda, demócrata/fascista (mano de hierro en guante de terciopelo). Si tanto se cacarea la libertad de expresión, dejemos que la libertad se exprese y si no es así: ¡Señores retrógrados: quítense las caretas. Sus abuelos -por lo menos- tenían más cojones (perdón, seamos políticamente correctos) u ovarios que ustedes y llamaban a las cosas por su nombre y enterraban a sus enemigos en las cunetas de las carreteras o rapaban al cero los cabellos de sus enemigas. Ahora con las puñetas de sus jueces hacen callar a alguien que un día ¡Oh, escándalo! escribió: Kissinger le regaló a Carrero Blanco un trozo de luna y ETA le pagó el viaje. Ahora eso sí, el comisario Antonio González Pacheco, alias Billie el NIño, torturador de ciudadanos durante la modélica transición española, sigue en la calle tan pancho.
¡Váyanse a la Santa Mierda! Son ustedes la hez de eso que llaman justicia (¿podré escribir esto? ¿me meterán en la cárcel? ¿me llevarán a juicio? ¿me acusarán de terrorista?).
Muchas veces la Reacción ha vencido a los Movimientos Progresistas, es cíclico y no me voy a poner aquí a recordar episodios de este cariz (historiadores tiene la historia). Vivimos una época retrograda, demócrata/fascista (mano de hierro en guante de terciopelo). Si tanto se cacarea la libertad de expresión, dejemos que la libertad se exprese y si no es así: ¡Señores retrógrados: quítense las caretas. Sus abuelos -por lo menos- tenían más cojones (perdón, seamos políticamente correctos) u ovarios que ustedes y llamaban a las cosas por su nombre y enterraban a sus enemigos en las cunetas de las carreteras o rapaban al cero los cabellos de sus enemigas. Ahora con las puñetas de sus jueces hacen callar a alguien que un día ¡Oh, escándalo! escribió: Kissinger le regaló a Carrero Blanco un trozo de luna y ETA le pagó el viaje. Ahora eso sí, el comisario Antonio González Pacheco, alias Billie el NIño, torturador de ciudadanos durante la modélica transición española, sigue en la calle tan pancho.
¡Váyanse a la Santa Mierda! Son ustedes la hez de eso que llaman justicia (¿podré escribir esto? ¿me meterán en la cárcel? ¿me llevarán a juicio? ¿me acusarán de terrorista?).
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Cuento
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/04/2017 a las 10:24 | {0}