Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Respira. Da unos pasos en la celda. Se sienta. Respira de nuevo. Esta vez no se ha mareado. No recuerda nada. Es como si hubiera despertado de un larguísimo sueño reparador ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Qué es ese lugar donde las puertas son huecos redondos en los muros, donde no hay cristales en los vanos, cuya cama es un lecho de paja con una tosca saya encima? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Hay alguien más con él?
Milos Amós decide levantarse, pasar el hueco en el muro que hace de puerta y dirigirse hacia algún lugar que le lleve al exterior. Antes decide beber de una jarra de metal. El agua está fresca. Alguien se la debe haber puesto. Se da cuenta de que además está limpio. Su cuerpo huele a jabón. Alguien le debe haber lavado. No puede creer que él mismo se haya lavado y haya ido a por agua fresca. Hasta la boca, descubre, la sabe a hierbabuena. Tras haber bebido vuelve a ponerse en pie y con sumo cuidado, como si estuviera a punto de quebrarse a cada paso, se va alejando del jergón, atraviesa el primer muro, se detiene, respira, vuelve a caminar hacia un punto de luz que parece más intenso, va llegando, cada paso lo siente más firme. Está descalzo. Atraviesa un pasillo largo y oscuro hacia lo que parece la oquedad que dará salida al exterior. Sale y el sol, inmenso, ciega sus ojos. Ha de cerrarlos largo tiempo. Ha de abrirlos poco a poco. Y así sus pupilas van ejercitándose tras tanto tiempo en la penumbra de su celda. Conseguida la justa contracción por fin puede ver el paisaje que se muestra ante él y el lugar donde se encuentra. El paisaje es una cima del mundo, el edificio está colgado en su ladera oeste. El paisaje es descomunal, encrespado, hosco y hermoso. El edificio son ruinas. El paisaje le hace preguntarse cómo ha llegado hasta él, cuándo subió semejantes montañas, cómo pudo ver desde la planicie aquel cenobio. Repentinamente cansado se sienta en el suelo y apoya su espalda contra el muro. Cierra los ojos, deja que el aire acaricie su cuerpo. Entonces piensa, Estoy vivo, todavía estoy vivo.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2008 a las 14:13 | Comentarios {0}


La sombra de Nosferatu
La sombra de Nosferatu
Así como si nada va acercándose. En el ambiente surge. Como una llamada. Ya no sólo el natural negocio. También la llamada de lo antiguo (me ha entrado de repente un afán de escribir algo salvaje, algo con muchos tacos y así. Ya no es tiempo me digo luego. Cálmate. También así, me digo. Luego releo y ya estoy pensando en una imagen. Luego la olvido. Luego vuelvo al discurrir primero. Sigo con el plan trazado) y una suerte de retroalimentación emocional que da con muchos en los huesos de la melancolía ¡Qué discreta la definición de María Moliner de la melancolía! y en muchos en la tristeza. Es verdad que luego pasa. Que muchos respiran. Que se alejan los seres queridos de nuevo. Que se ponen en primer plano los problemas cotidianos después de esa suspensión quizá necesaria. No me atrevo a decir que no es necesaria de forma absoluta. Oyes conversaciones y tan sólo los niños la ven acercarse con una dignidad patricia, llenos de entusiasmo, dispuestos a todo alborozo. Escuchas los comentarios y en el fondo intuyo que nunca el negocio superará a la emoción, por supuesto que el negocio se acerca a ella y saca su tajada pero ella es mucho más que la tajada. Es una auténtica solemnidad. Aunque la huyas esa huida se vuelve solemne. Si la acatas con distancia, la distancia se acorta sin poder evitarlo. Si entras en ella te abarca entero. Antiguos. Antiguos. Somos los últimos antiguos. Cuando el mundo esté compuesto de cyborgs quizás entonces no sea necesaria. O más allá.
03_tomas_luis_de_victoria_requiem_1605__kyrie.mp3 03 Tomas Luis de Victoria Requiem(1605)-Kyrie.mp3  (2.7 Mb)

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/12/2008 a las 20:18 | Comentarios {0}


Dibujo Milo Manara
Dibujo Milo Manara
Hoy no ha nevado. El sol ha lucido durante toda la mañana y ha diluido toda la nieve acumulada en los tejados. Tan sólo donde no ha dado el sol la nieve se ha convertido en hielo y los hombres han ido en busca de sal gorda para solucionar el entuerto. Aunque hermosa y llena de una energía que se contagia, la nieve tiene un poso de amenaza. A lo mejor esta intuición viene de muy lejos, está inscrita en el hipotálamo, en esa memoria ancestral, de cuando el fuego aún no nos había convertido en humanos -si hacemos caso a la antigua máxima de que el ser humano es el animal que sabe hacer pan- y así la contemplación de una larga nevada al tiempo que nos proporciona una sensación de exaltación y lentitud también inscribe un pensamiento que se encuentra -por ordenarlo en planos- en un segundo plano y que viene a decir, Vale pero que no dure mucho.

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/12/2008 a las 12:12 | Comentarios {0}


Interior de un Cenobio
Interior de un Cenobio
Aunque el cenobita se negaba a admitirlo, Milos Amós no dejaba de repetir que aquello había sido un milagro. Sin embargo el cenobita le decía, calmadamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para pronunciar cada letra, que nada había de milagroso en que un hombre pasara por el mismo lugar que había pasado otro. Milos callaba y respiraba con dificultad. El cenobita entonces le dejaba solo, en una celda austera.
El tiempo, ese extraño personaje de la vida, del cual tan acertadamente hablara Bernardo Soares, se había vuelto loco en la vida de Amos. No lo controlaba en absoluto. No lo podía medir. No supo -durante ¿cuánto tiempo?- dónde estaba la realidad y dónde la ensoñación. No sabía si aquel cenobita era real o si estaba en las puertas de cualquier cielo y aquel era un pedro que esperaba la decisión de su Señor para dejarle o no entrar en su Reino. Sentía algo caliente en sus labios. Sentía algo fresco en su frente. Oía una oración por su curación. Pero, ¿qué enfermedad tenía? En algún momento el cenobita le contestó que quizá fuera una pulmonía porque no sabía cuánto tiempo había permanecido en el páramo, todo lleno de humedad; tampoco sabía cuánta sangre había perdido debido a la herida que se había abierto en su mejilla.
Largas pausas se producían en su consciencia. Cuando despertaba, o mejor dicho cuando volvía a la consciencia -porque tenía la impresión de que las lagunas en sus recuerdos no era necesariamente estar inconsciente, sino también una necesidad de borrar, de borrarse- siempre era de día y escuchaba casi como un arrullo, el trajinar del cenobita.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/12/2008 a las 10:49 | Comentarios {0}


Motherwell
Motherwell
A mí me llamó la atención el título del libro Sobre la Historia Natural de la Destrucción, escrito por W. G. Sebald editado por Anagrama. Tengo, en mi ánimo, una tendencia hacia el estudio de este tipo de condiciones humanas, comprender el ánimo de destruir, comprender la destrucción de un ser humano por otro ser humano. Incluso sentí la tentación de establecer una clasificación de las formas de destrucción al más puro estilo de Aristóteles, el Gran Clasificador. Menos mal que no soy Aristóteles ni nada que se le parezca y por supuesto dejé la clasificación para momentos de mayor molicie mental.
El libro resulta ser una post-visión de la destrucción de Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. Y una reflexión acerca del silencio que en la propia Alemania produjo esta destrucción, como si ésta fuera natural, es decir merecida, como si todo un pueblo mereciera el castigo de tres millones de toneladas de bombas sobre 131 ciudades, la muerte de 600.000 ciudadanos, la destrucción de siete millones de casas, la hambruna y el horror por la decisión de sus líderes (es cierto que votados por una mayoría de ellos) de atacar a otros e instaurar un imperio - de razas superiores y legiones entregadas. De ideología guerrera y exaltación del macho. Denostoso con el intelectual y ensalzador del siervo- que duraría mil años.
Un pueblo no es un individuo. Yo no creo que se pueda dar una imagen real del sufrimiento de un pueblo sino se ejemplifica con el sufrimiento de uno sólo de sus individuos. El silencio del pueblo alemán tras ser masacrado demuestra su destrucción, como es su destrucción el relato de una mujer polaca, testigo en los juicios de Nuremberg, que permaneció bajo un montón de cadáveres, entre ellos sus cuatro hijos el más pequeño con tres años, el mayor con nueve, todos ellos asesinados por las SS, ella también asesinada sólo que no la mataron y estuvo con una herida que le abría el cráneo, durante toda una noche y todo un día y al final salvó la vida de forma insospechada. Esa mujer polaca, ante el tribunal, estaba destruida, era las ruinas de su propio haber sido sólo que en este caso, a diferencia de las ruinas de la ciudad de Dresde, no se podía reconstruir. Un ser humano destruido no se puede reconstruir.
¿Cómo se comprende la destrucción por parte de los Aliados? o como pregunta Sebald en su libro, ¿Por dónde habría habido que comenzar una historia natural de la destrucción? ¿Por una visión general de los requisitos técnicos, de organización y políticos para realizar ataques a gran escala desde el aire? ¿Por una descripción científica del fenómeno hasta entonces desconocido de las tormentas de fuego? ¿Por un estudio patográfico (patografia: estudio de los estados morbosos) de las formas de muerte características? o ¿Por estudios psicológicos del comportamiento sobre el instinto de huida y el retorno al hogar?
Me surge otra pregunta: ¿Qué se quiere destruir con la Destrucción? ¿Quién y Qué? Yo respondería: La Destrucción la crean grupos y su intención es destruir otros grupos. Y me explico. Para ello, permitidme que me vaya un poco lejos, Simone de Beauvoir en su libro El Segundo Sexo escribía, hablando de la condición de la mujer, que una de las luchas exclusivas de la mujer era entre su ser como individuo y su ser como generadora/portadora de la especie. La mujer lleva en sí la carga de concebir la Especie pero ese concebir la Especie entra en conflicto con el ser individuo porque ser individuo conlleva negarse a ser Especie. Viene a colación esta idea porque hay un momento en que las personas dejan de ser individuos para ser grupo. El ejemplo más clásico sería la muchedumbre, una masa sin rostros formada por rostros. Un grito unánime de la muchedumbre que surge de mil gargantas. Un acción de la muchedumbre que es la acción de cada uno de sus integrantes. La guerra, por lo tanto, anula en la mayor medida posible le esencia de individuo de un enemigo y lo convierte en tan sólo una parte, insignificante, de ese monstruo deforme y amenazador que es El Enemigo. En la guerra, por lo tanto, no debe haber intrahistoria, sólo debe haber Historia.
Los aliados (sería mejor decir El Grupo Aliados) por lo tanto querían destruir, aniquilar, al Grupo Alemán/Japonés. Y por los resultados parece ser que lo consiguieron. Desde entonces los alemanes no han buscado a otro Hitler. Porque afirmo para los grupos lo que ya dije sobre los individuos: Un grupo destruido no se puede reconstruir.

Ensayo

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/12/2008 a las 10:57 | Comentarios {0}


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