Según relación que establece Alexander Waugh en su libro La familia Wittgenstein
Wittgenstein
6.4311 (...) Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra es vida tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual. (Tractatus logico-philosophicus)
Tolstoi
7. La vida temporal, carnal, es el alimento de la verdadera vida.
8. Y por eso la verdadera vida no está en el tiempo, sino en el presente.
9. El engaño de la vida está en el tiempo: la vida pasada y futura oculta a los hombres la verdadera vida, la auténtica. (El Evangelio abreviado)
6.4311 (...) Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra es vida tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual. (Tractatus logico-philosophicus)
Tolstoi
7. La vida temporal, carnal, es el alimento de la verdadera vida.
8. Y por eso la verdadera vida no está en el tiempo, sino en el presente.
9. El engaño de la vida está en el tiempo: la vida pasada y futura oculta a los hombres la verdadera vida, la auténtica. (El Evangelio abreviado)
A veces cuando canto busco armonizar mi canto con el del que canta.
Las transiciones (todo es una transición querida niña, todo, todo, por mucho que parezca que los asuntos se han detenido, todo transita en un ir y venir de emociones y negocios y paseos y descubrimientos y encuentros y soledades y misterios y obviedades y luces y ese candor que parece eterno de la sombra también, al fin y al cabo, es tránsito).
No te desesperes. Tan sólo has de saber que tienes el pasaporte. Quizá se demore el funcionario de turno en estampar el sello de la nueva emoción, del asunto imprevisto o del país lejano. Pero si tu pasaporte está en regla más tarde o más temprano accederás.
A veces cuando canto empasto mi escala con la escala del cantante y creo que (quiero pensar que es así) mi quinta está en perfecta armonía con su dominante. Entonces siento un placer inmenso y me alargo en ese canto y lo repito. Cuando canto y busco la altura necesaria, el silencio justo, el ritmo acorde, el corazón se me llena de contento y dejo que la respiración fluya y el aliento establezca sus proporciones.
Pasaporte quiere decir tener derecho a atravesar. Nunca deberíamos dejar que caducara.
Las transiciones (todo es una transición querida niña, todo, todo, por mucho que parezca que los asuntos se han detenido, todo transita en un ir y venir de emociones y negocios y paseos y descubrimientos y encuentros y soledades y misterios y obviedades y luces y ese candor que parece eterno de la sombra también, al fin y al cabo, es tránsito).
No te desesperes. Tan sólo has de saber que tienes el pasaporte. Quizá se demore el funcionario de turno en estampar el sello de la nueva emoción, del asunto imprevisto o del país lejano. Pero si tu pasaporte está en regla más tarde o más temprano accederás.
A veces cuando canto empasto mi escala con la escala del cantante y creo que (quiero pensar que es así) mi quinta está en perfecta armonía con su dominante. Entonces siento un placer inmenso y me alargo en ese canto y lo repito. Cuando canto y busco la altura necesaria, el silencio justo, el ritmo acorde, el corazón se me llena de contento y dejo que la respiración fluya y el aliento establezca sus proporciones.
Pasaporte quiere decir tener derecho a atravesar. Nunca deberíamos dejar que caducara.
Es una mujer que hubo de ser guapa o más que guapa, bonita. Tiene el pelo cortado en media melena, muy rizado, castaño claro, peinado con raya ligeramente inclinada a su izquierda. Tendrá unos cuarenta y cinco años algo mal llevados (o llevados con pocas cremas), tiene muchas arrugas y sus labios son finos de edad. Es muy, muy delgada y todo en ella recuerda a una pajarilla bonita pero dejada y cuando cierra los ojos y coloca las dos manos extendidas sobre el bolso, con sus uñas largas y sin pintar y dormita de seguido estación tras estación como si no necesitara en absoluto la vista para saber cuándo ha de bajar, es igualita a un mirlo que anduvo cantando hace un par de veranos en un lugar donde viví.
También es una mujer pero ésta (una real hembra como diría mi tío Carlos) es muy morena, muy salvaje, tiene unas piernas larguísimas, un pecho exuberante (apenas me importa si implantado) y una mirada como acabada, trágica. No tendrá más de treinta y cinco años. Se diría que viene exhausta de algún lugar o que su vida le ha llevado hasta ese momento en el que sentada en ese vagón del metro todo le importa nada y lo único que quisiera es dormir y no soñar.
Un trío de muchachos, entre catorce y dieciséis años, llevan un perro metido en un bolso. No se sabe muy bien el sexo de cada uno de ellos, bueno quizá de uno sí, pero los otros dos son hermosamente hermafroditas. Frente a ellos se sienta un hombre negro bellísimo, con unos ojos de mirar intenso y una boca que muestra una perfecta armadura dental. Tendrá veinticinco años. Lleva una gran cantidad de equipaje, dos mochilas y un macuto militar. Con el viaja una mujer madura, de una mirada verde de alcohólica empedernida, llena de ternura y de curiosidad por todo lo que ocurre alrededor. También lleva equipaje. En un momento él y ella se comparan las venas de los antebrazos. La venas del muchacho son un prodigio de fuerza, de sangre corriendo poderosa. Surgen como largos ríos subterráneos. Las venas de ella son finas, delicadas, azulinas.
También es una mujer pero ésta (una real hembra como diría mi tío Carlos) es muy morena, muy salvaje, tiene unas piernas larguísimas, un pecho exuberante (apenas me importa si implantado) y una mirada como acabada, trágica. No tendrá más de treinta y cinco años. Se diría que viene exhausta de algún lugar o que su vida le ha llevado hasta ese momento en el que sentada en ese vagón del metro todo le importa nada y lo único que quisiera es dormir y no soñar.
Un trío de muchachos, entre catorce y dieciséis años, llevan un perro metido en un bolso. No se sabe muy bien el sexo de cada uno de ellos, bueno quizá de uno sí, pero los otros dos son hermosamente hermafroditas. Frente a ellos se sienta un hombre negro bellísimo, con unos ojos de mirar intenso y una boca que muestra una perfecta armadura dental. Tendrá veinticinco años. Lleva una gran cantidad de equipaje, dos mochilas y un macuto militar. Con el viaja una mujer madura, de una mirada verde de alcohólica empedernida, llena de ternura y de curiosidad por todo lo que ocurre alrededor. También lleva equipaje. En un momento él y ella se comparan las venas de los antebrazos. La venas del muchacho son un prodigio de fuerza, de sangre corriendo poderosa. Surgen como largos ríos subterráneos. Las venas de ella son finas, delicadas, azulinas.
Hay veces en que es como una espada y a veces es como un insoportable cerrazón en el diafragma y entonces necesitó escuchar a Genesis y su tema Dancing with the Moonlit Knigt o si no Jethro Tull y su Minstrel in the Gallery. Algo se calma porque la memoria se va hacia atrás, muy atrás y salta por encima y salta y me veo en mi tardía adolescencia escuchando la flauta de Ian Anderson y su voz un poco de cristal en mitad de una noche de juerga en casa de Andrés Lima, en aquella maravillosa casa de Marqués de Santillana junto al Parque de Berlín. Y así si puedo, así sí puedo.
Hay veces que es una tristeza en todo llena de sentido pero ahora no puedo hablar de ésta porque escuchó el rock-folk de Jethro Tull y eso me impide, sí me impide.
Hay veces en que es un sueño o más una alegoría de algo que he de entender y sólo así podré hacerlo. En esos momentos me mantengo suspendido de la realidad, agarrado a ella con sensaciones físicas: la aspiración de un humo, la fijación en un ave, el tacto de estas sempiternas teclas.
Hay veces en que maldigo. Miro el mundo y maldigo.
Hay veces en que todo lo entiendo y me mantengo sereno y miro con orgullo mi estado y me recuerdo que dentro de poco todo estará bien, todo estará bien y ese futuro me acuna como la ventura de una historia mejor anima al niño a dormirse.
Ahora es esa flauta, y esa guitarra eléctrica con sus punteos de alfiler.
Hay veces en que tengo la impresión de que todo acabará muy pronto y escucho a Macbeth decir, Si todo terminara una vez hecho sería conveniente acabar pronto.
Hay veces, digo, hay días que va creciendo y crece y crece y se adueña hasta que se encuentra una solución, mejor un antídoto, a ese veneno que altera las pulsaciones y las ganas de vivir este calor, en la ciudad, lejos. Hoy el antídoto han sido, están siendo Jethro Tull y Genesis.
Hay veces que quizá me pueda salvar Neil Young y seguro que quien nunca me abandonará será Bach.
Hay veces que es una tristeza en todo llena de sentido pero ahora no puedo hablar de ésta porque escuchó el rock-folk de Jethro Tull y eso me impide, sí me impide.
Hay veces en que es un sueño o más una alegoría de algo que he de entender y sólo así podré hacerlo. En esos momentos me mantengo suspendido de la realidad, agarrado a ella con sensaciones físicas: la aspiración de un humo, la fijación en un ave, el tacto de estas sempiternas teclas.
Hay veces en que maldigo. Miro el mundo y maldigo.
Hay veces en que todo lo entiendo y me mantengo sereno y miro con orgullo mi estado y me recuerdo que dentro de poco todo estará bien, todo estará bien y ese futuro me acuna como la ventura de una historia mejor anima al niño a dormirse.
Ahora es esa flauta, y esa guitarra eléctrica con sus punteos de alfiler.
Hay veces en que tengo la impresión de que todo acabará muy pronto y escucho a Macbeth decir, Si todo terminara una vez hecho sería conveniente acabar pronto.
Hay veces, digo, hay días que va creciendo y crece y crece y se adueña hasta que se encuentra una solución, mejor un antídoto, a ese veneno que altera las pulsaciones y las ganas de vivir este calor, en la ciudad, lejos. Hoy el antídoto han sido, están siendo Jethro Tull y Genesis.
Hay veces que quizá me pueda salvar Neil Young y seguro que quien nunca me abandonará será Bach.
De la colección de poemas En Tercera Persona
VIII
Thomas Man,
sometido a la sugestión de su herencia,
dijo: “La enfermedad y el dolor
son fuentes de vida espiritual”.
No,
la vida espiritual sólo es posible
en el cuerpo alegre de sí mismo
por donde el tiempo pasa ciego
y el mundo transpira en cada poro.
El espíritu entonces
se aligera, desnuda las acciones de destino,
se eleva, se emociona y ya cansino
descansa en el campo de los sueños.
Porque sintió el dolor y estuvo enfermo
quiso creer a Man y propagarlo
pero al fin los años se acercaron,
le obligaron a vivir la frase dicha
y entonces supo, sólo entonces,
que aquella frase era una solemne desdicha
IX
Alegría, sugestión, belleza plena,
norte del día y de la noche sur,
caricia del alma y siempre al albur
del canto perverso de la sirena;
drogas, éxtasis, la noche, serena
memoria de una anciana augur
que echa el destino como buena tahur
sobre una mesa de azucenas llena.
Thomas Man,
sometido a la sugestión de su herencia,
dijo: “La enfermedad y el dolor
son fuentes de vida espiritual”.
No,
la vida espiritual sólo es posible
en el cuerpo alegre de sí mismo
por donde el tiempo pasa ciego
y el mundo transpira en cada poro.
El espíritu entonces
se aligera, desnuda las acciones de destino,
se eleva, se emociona y ya cansino
descansa en el campo de los sueños.
Porque sintió el dolor y estuvo enfermo
quiso creer a Man y propagarlo
pero al fin los años se acercaron,
le obligaron a vivir la frase dicha
y entonces supo, sólo entonces,
que aquella frase era una solemne desdicha
IX
Alegría, sugestión, belleza plena,
norte del día y de la noche sur,
caricia del alma y siempre al albur
del canto perverso de la sirena;
drogas, éxtasis, la noche, serena
memoria de una anciana augur
que echa el destino como buena tahur
sobre una mesa de azucenas llena.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/08/2009 a las 19:21 | {0}