Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Este es un fragmento anticipo de mi libro Categorías que la editorial Marguerite Waknine publicará en breve en su colección écrits sur l'art.


Gemido 4
Amor, estoy sola y la noche cae. He leído unos versos y te he recordado ayer cuando te fuiste… con mi olor. Tiembla aún mi cuerpo y nunca supe que la nostalgia podía surgir tan pronto. Tengo de ti la risa que me provocas. Tu osadía al hablar de mi boca y la lenta magnitud de tus labios.
He suspirado y he tragado tu lento desnudarme, la caricia en la espalda y el beso en la nuca tras apartarme el pelo con una delicadeza hipermoderna. Adoración he pensado. Sé que te vas y que me amas. Sé que te ha gustado mi forma de quererte. Sé que has sopesado un par de inconvenientes y luego los has olvidado.
He vuelto a suspirar y apretado un poco la génesis; he recordado el aroma de tu semen y el frescor que me provocó en el vientre; he querido sorprenderte con un juego de manos y he sabido retraerme en el momento preciso; tú recibías mi amor como un mensaje, querías elevarlo a disciplina hasta que los recuerdos de viejas heridas te han vuelto cauto y por lo tanto menos sabio.
He admirado tus besos ¡qué bien besas amor mío! Cada beso tuyo es una creación nueva. Ningún beso se repite; unos son densos como la marea roja de las lunas llenas, otros son de papel y escriben; alguno se pierde y no vuelve; otros abren mis labios y permiten la entrada de tu lengua a espuertas y me inunda los dientes y saluda al frenillo y pasea húmeda por mi paladar y visita las amígdalas, tan enemigas de los niños, y recorre la cara oculta de las mejillas y saluda cada alteración del relieve con una vuelta y sale y nada más salir mi boca ya siente nostalgia de tu lengua; me besas el beso que apacigua; el beso lento de las noches buenas; el beso que siente mucho más allá de la aurora, mucho más allá de mi piel y ese beso calma el ansia de tu lengua por mi boca. Y eso beso hace que la oscuridad sea asombrosa porque tengo los ojos cerrados y sólo siento besos, creaciones de besos, infinitas variaciones. Suspiro.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/04/2011 a las 12:45 | Comentarios {0}


La Solución 19. El descenso
Milos Amós respira. Abre los ojos. Toda la nieve ha desaparecido. Escucha el canto de los mirlos, abajo en el valle. No puede evitar ensayar uno de sus cantos, más bien un fraseo de un canto. Lo silba. Espera. El mirlo contesta. Milos mueve poco a poco el brazo derecho, empieza en la punta de los dedos y en un tiempo lento llega hasta el hombro y el hombro transmite el movimiento al cuello y el cuello lo desplaza al brazo izquierdo el cual, también en tiempo largo, lo mueve entero. Se detiene. Respira hondo. Mira a lo lejos, hasta veinticuatro kilómetros más allá de sí y luego va viniendo su mirada hasta llegar a sus pies y los empieza a mover, muy, muy despacio; primero el derecho transmite el movimiento hasta su tobillo y de su tobillo a sus gemelos y de los gemelos a la rodilla y de la rodilla a la cadera y la cadera derecha, como antes el hombro, lleva el movimiento a la pelvis y la pelvis lo desplaza a la cadera izquierda. Y cuando la tarde cae, todo el cuerpo de Milos se mueve. No ha pensado nada. No se ha dicho nada. Con dolor se ha logrado poner de pie. Ha cogido una rama larga como cayado y ha dado los primeros pasos. Entonces sí ha pensado, ¿Cómo es posible que no esté muerto? Y ha comenzado el descenso hacia el valle. Y al llegar a él, sin pensamiento alguno, se ha dirigido a un bar y ha entrado. Se ha sentado en una silla y se le ha acercado una mujer que le ha preguntado, ¿Pero de dónde sale usted hombre de Dios? y Milos Amós ha contestado, De la cima. Tengo hambre. No tengo dinero. La mujer se ha ido y al poco ha vuelto con un tazón de café y leche y un bizcocho de yogur. Se lo ha dejado encima de la mesa y le ha dicho, ¡Coma usted, buen hombre, y no se preocupe del dinero!. Milos Amós ha comido muy despacio, ha bebido muy despacio y el calor y el sabor de las cosas le han provocado una sonrisa y entre trago de café y pezado de bizcocho se ha dicho, con una pequeñísima sonrisa, He vuelto. He vuelto.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/04/2011 a las 17:19 | Comentarios {0}


Los niños
Tenemos que cuidar a los niños. Este es un ruego, un ruego a mí el primero. Tenemos que amar a los niños, no dejar que la vida les asuste, no dejar que sientan miedo de ser ellos mismos. Lo importante no es llevarles al cine, ni darles caprichos, ni exigirles imposibles, lo importante es que se sientan queridos; lo importante es sonreírles y abrazarles y hacerles sentir que estar aquí es un extraño privilegio que el Universo ha urdido para él, para que descubra, para que ame la vida, lo que quiera que eso sea.
Tenemos que enseñarles a los niños nuestras sonrisas y nuestras preocupaciones y nuestras ansiedades y nuestras desdichas con todo el amor del mundo. Porque también con amor se pueden enseñar todas estas cosas. Porque amar no es engañar. Porque vivir no es un dulce de leche. Pero no hay mayor dolor para un niño que no saber qué está pasando. Porque el niño siente de una forma tan pura que percibe los disturbios y siente -al ocultárselos- que él es causante de ellos. No hay que estar continuamente con ellos. No tienen que ser el centro de vida alguna. Tienen que estar en el lugar que les corresponde que no es otro que la más sincera muestra de que su presencia es un regalo de la vida entera o de La Vida con mayúscula.
Cuidemos a los niños porque se convertirán en personas de bien, seguras, tranquilas, llenas de ganar de dar, sin vergüenzas que ocultar, sin temores que bloquear. Porque es imposible bloquear los miedos. Los miedos salen todos los días, por todos los poros de la piel si fue el miedo lo que aprendiste en la niñez. No ofrezcamos miedo a los niños, tan sólo hagámoslo en el lugar donde lo pueden aprender a salvo de su sombra: en los cuentos. Porque deben saber que existe para que puedan atacarlo si aparece, pero no deben sentirlo en su propia piel y entre todos los miedos jamás dejéis que se sientan culpables, no dejéis jamás que lo sientan. Porque la culpa es un vicio que los canallas inoculan a los inocentes, o una epidemia que se contagia sin saberlo y ambas formas de transmisión tiene un remedio terrible que se llama sufrir, sufrir y quizá sufriendo se logré aprender que la culpa no existe aunque nadie te asegurará que ese único remedio llegue a ser eficaz.
Y si se consigue a base de sufrimiento ir quitándose el miedo, primero hay que desaprenderlo todo; desmontar la vida entera, llegar a conclusiones tan simples que casi da sonrojo descubrirlas cuando ya, a veces, se es tan mayor.
Ama a ese niño que cruza la acera, a la chiquilla que pasa tantas horas sola en un patio; al bebé que te mira desde su silla cuando su madre lo saca a pasear al parque, lánzale un beso y guíñale el ojo; a tu hijo díle la verdad, a su amiga recíbela con los brazos abiertos. Porque sólo así podremos ir desterrando del mundo la sombra alargada del miedo.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/04/2011 a las 00:01 | Comentarios {0}


Nighthawks 1942, Edward Hopper
Nighthawks 1942, Edward Hopper
Si yo viera en la distancia su rostro como he visto a lo lejos la silueta de las montañas, me encaminaría a su ladera y me tumbaría sobre su tierra y acariciaría su hierba y miraría al cielo.
Siento el renacer de todas y cada una de mis esperanzas, siento en mí el joven reverdecer de un roble que se sentía algo cansado de luchar contra años de sequía.
Si yo, señorita, tuviera la dicha de vivir una jornada entera a su lado, el mundo se convertiría, de seguro, en el idioma francés.
Cuando hace unos días, de forma tan fugaz, la vi con su rostro mohíno y su belleza incólume; cuando se perdió entre la multitud y aún entre ella fui capaz de reconocer su espalda hasta que el horizonte se impuso entre usted y yo; cuando me quedó en el corazón la ausencia de una diástole sin su sístole; cuando soñé con usted en el soto de un bosque sagrado -usted ninfa, yo fauno- creía que todo el amor se podría resumir en una carta.
Si el mundo es justo, usted me besará un día y entonces Debussy nos enviará por las ondas del aire La Danza de lo Profano y nosotros, sobre el beso, bailaremos juntos, tanto como se abrazan sin descanso el mar y su orilla, alejándose y acercándose, una vez y otra, a merced de la luna y sus ciclos.
Tengo, al recordar sus ojos, la piel erizada tan sólo con pensar que quizá, cuando usted me mire y me reconozca, conseguiré con mi quietud que su mirada se acerque a la mía y casi pueda reconocer en su iris sus conos y sus bastoncillos.
El mundo ha de regalarnos la belleza si la perseguimos para darle toda la nuestra. Porque ese es mi afán, amada, darle mi belleza que aunque no sea simétrica -¡Ay la simetría de la belleza tan cara a los humanos!-, es bella.
Siento en mi medio interno -que es, por si no sabe de interiores del cuerpo, lo líquido que fluye por nosotros y transporta de un lugar a otro sustancias- el aumento de la luz, la suavidad de la temperatura y mi intuición me lleva al instante en que todo ocurra y gira mi emoción y planeo un ultraligero y esbozo versos, silvas para ser más exacto, y bendigo el día en que el Universo me permitió conocer este planeta donde el amor existe y se resuelve, en ocasiones, en caricias sobre el sentido del tacto, el más amplio de todos nuestros sentidos y el más exacto.
No sé cuándo volveremos a cruzarnos. No he querido saber dónde trabaja usted y si sigue algún itinerario con la costumbre de la rutina. No forzaré el próximo encuentro porque sé que él se forzará a sí mismo porque empiezo a creer a pies juntillas que el destino está buscando la forma de encontrarnos.

Narrativa

Tags : Carta a una desconocida Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/04/2011 a las 20:00 | Comentarios {0}


Estoy en un lugar detenido en el tiempo. El mismo tipo de relación. Las mismas plantas. La misma luz. Se repite una misma situación que me lleva a una misma emoción. Inevitablemente.

Me duele la cabeza. Duermo inquieto esa noche. La emoción es violenta. Al intentar localizarla en algún lugar de mi cuerpo, me ha dolido el pie derecho. He intentado respirar por ese pie. Me ha sido difícil.

Voy a trabajar. Nada más llegar veo un gesto melancólico y una gran belleza y cansancio. Siento a lo largo de toda la tarde ausencia. Me he quedado vacío. Me cuesta la concentración. Recuerdo una promesa. Salgo a la plaza al final del día.

Conduzco por una ciudad incómoda. Han cortado una de las arterias principales y se ha formado un gran atasco. Estoy en mitad de ese atasco. Siento impaciencia y agresividad. Me siento solo en el centro de la multitud de coches, bocinas, calles estrechas, noche que cae.

Aparco lejos del lugar a donde voy. Llego. Ceno. Siento, por la conversación, una intensa tristeza y una palabra, que expresa una idea, dicha por mí, me hace sonrojar. He descubierto algo. Siento agradecimiento. Me voy. Camino el trecho hasta donde he dejado el coche. Me encuentro con un actor, amigo, y comentamos sobre el mundo. Siento más tristeza. Oigo mis pasos en la calle. Subo una cuesta. Llevo en mi mano derecha una bolsa con una batidora. Pienso en los gazpachos y los purés que ya voy a poder hacer.

Conduzco por la carretera desierta. Me embarga el pensamiento de la cena. El descubrimiento. Siento que no sé si tendré fuerzas. Conduzco hipnotizado. No oigo lo que suena en la radio. La carretera se ha vuelto muy oscura. No quiero poner las luces largas. Prefiero acostumbrarme a que la luz termine cerca de mí. Aparco y la tristeza no se queda en el coche.

No logro dormir. Avanza la noche entre la esperanza y la oscuridad. He de calmarme. Logro dormirme.

Pongo en marcha un proyecto nuevo. Un solo paso. Pero ya es uno. Me espera una montaña y una gran responsabilidad. Dudo. Nado. Libero. Se me saltan las lágrimas cuando voy conduciendo hacia Madrid y escucho a una muchacha cómo defiende con uñas y dolor sus ideas.

Hablo poco con Violeta de vuelta a casa. Luego sí. Luego hablamos. Me cuesta reconocerla. De tan poco que nos vemos.

Me ha sorprendido, realmente, que el lugar donde me dolía la emoción fuera el pie derecho.

Es casi milagroso.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/04/2011 a las 20:32 | Comentarios {0}


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