En algún momento lo creyó; seguramente miraría, a través de las ventanas del estudio de su casa, los flecos que unas nubes dejaban caer sobre las laderas de unas montañas, y lo creyó; o fue cuando encendió la lumbre con la que calentarse en el invierno, al mirar esa primera llama amarilla y alegre como campo de mies en el verano cuando lo creyó; ahora -se pregunta- ahora ¿importa? ¿Cuánto tiempo podrá permitirse estas divagaciones? ¿Cuál es la deriva? ¿Es mar u océano el lugar donde se encuentra? Se escucha pensar conceptos como tundra, arenal, pantano, manglar, cordillera, garganta, altiplano o fosa mariana; mañana la aurora tendrá textura de colores pastel; los colores también lo serán; los colores serán fríos como los dedos de C. un día de invierno -en primer plano los dedos cerrados; la manos están cubiertas por los extremos de las mangas del jersey justo hasta los dedos; los dedos están enrojecidos y ella los calienta echando vaho sobre ellos-; fríos los colores pastel del invierno, aquí en lo alto de la meseta, echando la vista atrás. Fue en alguno de esos instantes cuando lo creyó y esperaba el milagro de la primavera -por decirlo con el final de un verso del poeta mucho más que modernista- en él -olmo viejo hendido por el rayo-; puede que fuera en ese momento cuando lo creyera y sonriera entonces y se dejara llevar por la ensoñación -que también podríamos llamar quimera- de una lógica de las cosas, las que le parecían justas, por las que vivió y a las que se entregó y que en esa lógica hubiera una reciprocidad que fuera la que considerara justa y era entonces, cuando empezaba a elucubrar por estas ideas cuando le asaltaba su contraria, ¿Y si -se decía- fuera esta que vivo la justa reciprocidad por lo invertido? Se detenía; respiraba; estaba viviendo una crisis de identidad; la noche iba a ser heladora; irá con cuidado cuando salga a la oscuridad, ya en la madrugada; lo creerá en ese momento cuando mire hacia el universo negro tan sólo sorprendido por destellos de luz que son -bien lo sabemos- chispas del fuego azul que rodea la bóveda celeste, una bóveda compuesta por un material tan resistente que lleva soportando miles de eones el embate del fuego, su furia inagotable; su tesón de diosa ha conseguido establecer la oposición justa, la que tiende al equilibrio, la que permite pequeñas grietas sin que se desmorone jamás la bóveda; sí, en ese momento de plena soledad, lo creerá y sentirá el peso del orbe sobre sí y lo asumirá como hacemos día a día todos los seres en este pedacito de grano de arena al que llamará Gaya, Gea, Tierra, Pachamama y cuantos nombres recuerde que lo nombren. ¡Vaya que si lo creerá!
Me viene a la cabeza La Araucaria mientras siento correr por mis venas el veneno de una idea que no llegó a cuajar; sé; tengo la certeza; afirmaría que no soy jaguar de mi existencia ni pude superar tantos escollos; éstos me dejaron maltrecho como a todos sólo que yo pertenezco a los débiles, a los que el escollo hiere y -buen hemofílico sentimental- no cierran las heridas casi nunca sino que por ellas se me va la vida, de delicadeza en delicadeza como a mi buen amigo francés a quien no sé ni siquiera si me asemejo; el mundo da vueltas y lo sabemos sólo que yo, te reconozco, querida muchacha frigia a la que acabo de conocer, ya no sé comportarme entre mis pares porque ya no son mis pares y siendo yo, además, impar, tengo un defecto más, una ausencia más (media naranja en este caso) que me muestran más cojo, más necesitado de un apoyo que me vuelva ágil en un mundo cuya velocidad soy incapaz de seguir. Debo abandonar, sí; abandonar para siempre, dejarlo de una vez, no arrepentirme, no echar marcha atrás, ¡Mi reino por un caballo! ¡Por un verso bien construido mi reino!
[...] seguía escribiendo su nombre todos los días [...] ahora que la luz se va tan pronto lo relaciona con el inicio de una batalla, la que se producía a campo abierto, según reglas muy antiguas [...] ¿cómo lo hará? ¿cuánto sentido tiene? Frente a ella se alza una negritud rotunda, la que sólo es posible lejos de la metrópoli [...] ese deseo que tiene algo de dolor y verso; hacerlo así, poéticamente, a la manera de A.R. Ammons [...] apenas estaba dispuesta a tomar las llaves de la casa, conducir hasta un pueblo más o menos cercano -entre veinte y treinta kilómetros con su carretera comarcal y su trozo de autopista- en el que hubiera un bar o un pub, algo nocturno y alcohólico [...] no, no lo haría; lo dejaría en dolor y verso como la mañana que amaneció sin nubes para más tarde, más, más tarde [...] no irá en busca; vuelve a sentir el pudor adolescente. Ahora lo sabe: el mito era cierto, el del eterno retorno [...] lo sabe como que la evolución es un término demasiado triste como para ser posible o quizá lo supo, en alguna madrugada, junto al mar, sola, envenenado su cuerpo con el tósigo del beleño; abierta y sola, con la conciencia clara de que lo que escucha no es el mar en una caracola sino el mar en el universo, sean lo que sean esos espacios interestelares, se muevan como se muevan las partículas, existan o no energías oscuras, sienta o no los asteroides; ella sabe que es el mar en el universo lo que escucha con los ojos cerrados, tumbada en la arena, del todo desnuda, abierta como las valvas de los moluscos cuando quieren permitir que las aguas atraviesen sus interioridades; ella sabe el mar, el universo, las valvas, las sales, el beleño, la arena, su pelo, el deseo con algo de dolor y algo de verso; lo sabe [...] la noche estrellada [...] tan a lo lejos [...]
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/12/2024 a las 19:02 | {0}Principio de un relato
Herido por la belleza del atardecer -el sol dorado de otoño, los lejanos bosques de arces con sus hojas que apenas podrían soportar unos pocos días más sus colores bermellones y naranjas antes de caer al suelo y alfombrar los senderos con su melancólica tendencia a convertirse en tierra; la silueta de la cordillera mordiendo el cielo que al este estaba verde como si no pudiera soportar la belleza áurea de lo que ocurría en su extremo opuesto; las primeras estrellas que titilaban frente a él y que le recordaban el brillo que había visto en la pupila de su amada Leonora justo antes de despedirse hasta la mañana siguiente...- ¡Oh, si fuera cierto! Si fuera cierto que existía ese mañana. No se había atrevido a decirle que esa misma noche, antes del amanecer, su Regimiento de Húsares levantaba el campamento para encaminarse hacia Waterloo; tan sólo la había mirado y había callado con su mano entre las suyas. Como no la soltaba, Leonora se sintió incómoda -iba acompañada por madame de O. y por su hermana Claudine, mucho más pequeña que ella y con un extraño parecido en la forma que ambas tenían de sonreír alterando levemente la comisura derecha de sus labios- e intentó con cierta delicadeza liberarse. Frederick -que así se llamaba el húsar enamorado- reparó en lo inconveniente de su actitud, soltó su mano y enrojeció. Tras tomar aliento le dijo, Lo siento, me había quedado prendado del brillo de sus ojos. Fue ella entonces la que enrojeció y parecieron sus mejillas nubes encendidas por los últimos rayos del sol. Fue entonces cuando ella le dijo, Hasta mañana, mi querido húsar. No deje de venir a visitarnos. Frederick se inclinó graciosamente y Leonora tomó de la mano a su hermana y precedidas por madame O. se dirigieron hacia el cottage. ¡Qué divino le pareció el contraluz que dibujó la silueta de las tres mujeres! ¡Qué leve le pareció el cuerpo de Leonora! y ¡qué hermoso su gesto cuando -justo antes de de confundirse con el horizonte- ella se giró y le sonrió esa sonrisa mínima producida por la apenas perceptible alteración en la comisura derecha de su boca! Frederick quería morir pero no en Waterloo, no en el fragor de una batalla entre enemigos sino que quería morir entre los brazos de Leonora, quería morir en el fragor de la batalla amorosa. Desesperado, con los ojos arrasados en lágrimas, el húsar se encaminó a su regimiento con la seguridad de que no hacía falta la batalla de mañana para saber que ya era hombre muerto.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/11/2024 a las 19:03 | {0}
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/12/2024 a las 19:56 | {0}