No, no esperaba nada del aire
De la canción como mucho una nota de color
Miraba la escarcha y sentía la mano poderosa de Oberon sobre mi desear algo
Al mirar el cuadro (quizás alegórico)
Al estudiar el mineral con sus vetas de otro mineral
O el gran filón que se había ocultado millones de años en unas Gargantas de Burgos (¡qué antiquísimo Burgos!)
nada, nada
De la mano tampoco esperaba
Si la hubiera visto mecerse como un barquito de papel en las aguas de un estanque
o si me hubiera recorrido como si yo fuera un mapa
No, no, de la mano tampoco esperaba
Ahora deseo que cuando llegue el momento tenga la valentía de meterme un chute de heroína y me vaya a una nueva navegación inmerso en una síntesis del opio
De aquella mirada no esperaba
ni del alimento naranja ni del alimento morado
ni de las cifras fenicias ni del anillo de plata ni de la mar turquesa ni de la montaña nevada
ni de mi dolor de espalda ni del aullido del perro ni de la carrera del corzo ni de la grácil gacela
nada, nada, no esperaba nada
Así es que no son más que palabras en esta tarde sucia de un mes de octubre que se niega a reconocer que es otoño y sigue engañándonos con sus temperaturas de estío. ¡Falso, falso! ¡Nada, nada!
De la canción como mucho una nota de color
Miraba la escarcha y sentía la mano poderosa de Oberon sobre mi desear algo
Al mirar el cuadro (quizás alegórico)
Al estudiar el mineral con sus vetas de otro mineral
O el gran filón que se había ocultado millones de años en unas Gargantas de Burgos (¡qué antiquísimo Burgos!)
nada, nada
De la mano tampoco esperaba
Si la hubiera visto mecerse como un barquito de papel en las aguas de un estanque
o si me hubiera recorrido como si yo fuera un mapa
No, no, de la mano tampoco esperaba
Ahora deseo que cuando llegue el momento tenga la valentía de meterme un chute de heroína y me vaya a una nueva navegación inmerso en una síntesis del opio
De aquella mirada no esperaba
ni del alimento naranja ni del alimento morado
ni de las cifras fenicias ni del anillo de plata ni de la mar turquesa ni de la montaña nevada
ni de mi dolor de espalda ni del aullido del perro ni de la carrera del corzo ni de la grácil gacela
nada, nada, no esperaba nada
Así es que no son más que palabras en esta tarde sucia de un mes de octubre que se niega a reconocer que es otoño y sigue engañándonos con sus temperaturas de estío. ¡Falso, falso! ¡Nada, nada!
No se desdice de su vértigo. Va -piensa- a mantenerlo como la cal viva. Sabe que no puede rebelarse contra ese pincho en el corazón cuando ha de aceptar que está perdido. Salmuera ha pensado al iniciarse el runrún como anoche cuando se metió en la cama y sintió un ligero malestar en el estómago que le recordó a una noche infernal no hace mucho. Imaginaba una constante. Esa constante nunca se dará. Y ha de ser así, se dice.
Vértigo de una vida sin sentido y de unas frases sin sentido; vértigo de una incomunicación con visos de comunicar algo cuando en realidad (y ya entonces esta palabra: REALIDAD le muestra todo el vértigo de lo que experimenta hoy, sea porque la luna está a punto de ser llena; sea porque el que le tache de hipócrita un amigo le hiere en un lugar mucho más allá del alma, sea porque el amor huye al ritmo de la distancia, sea por un cierto tedio en el paseo por el campo [quizás ocurra con los paseos lo mismo que con las obras de teatro que no suelen mantenerse vivas más de cinco años... así que pasen cinco años], sea por la tensión que se acumula día tras día en el país en el que vive, por una sensación de estado prebélico o sea la summa de todas estas potencialidades, lo cierto es que la palabra REALIDAD no le dice nada).
Porque en el fondo, se dice, el vacío le produce vértigo.
Porque la risa, se dice, es la única medicina (un hombre muerde a un perro).
Y lo que sabe es que tiene que limpiar la casa para que algo vuelva a brillar.
Vértigo de una vida sin sentido y de unas frases sin sentido; vértigo de una incomunicación con visos de comunicar algo cuando en realidad (y ya entonces esta palabra: REALIDAD le muestra todo el vértigo de lo que experimenta hoy, sea porque la luna está a punto de ser llena; sea porque el que le tache de hipócrita un amigo le hiere en un lugar mucho más allá del alma, sea porque el amor huye al ritmo de la distancia, sea por un cierto tedio en el paseo por el campo [quizás ocurra con los paseos lo mismo que con las obras de teatro que no suelen mantenerse vivas más de cinco años... así que pasen cinco años], sea por la tensión que se acumula día tras día en el país en el que vive, por una sensación de estado prebélico o sea la summa de todas estas potencialidades, lo cierto es que la palabra REALIDAD no le dice nada).
Porque en el fondo, se dice, el vacío le produce vértigo.
Porque la risa, se dice, es la única medicina (un hombre muerde a un perro).
Y lo que sabe es que tiene que limpiar la casa para que algo vuelva a brillar.
¡Ay, la Ñ!
Habría que saber historia (¿cómo se sabe la historia? ¿quién cuenta la historia?) para intentar entender cómo se le ocurre al gobierno de la derecha española mandar que se aporree a una población que ha ido a echar una papeleta en una urna que no puede tener garantía ninguna en cuanto a resultado se refiere.
Al ver las imágenes de cómo una mujer es lanzada escaleras abajo por un energúmeno de la Guardia Civil mientras momentos antes a otra mujer la ha levantado del suelo por el pelo otro energúmeno de las fuerzas legales de la violencia del Estado, no queda más que emocionarse y gritar ¡Visca Catalunya! Esa Catalunya y esos catalanes que han defendido un día de lluvia su derecho a depositar papeletas donde les salga de la figa.
La represión del Estado, la violencia de Estado contra la población es prerrogativa del Poder (no se nos olvide cómo se emplearon los Mossos d'Esquadra para disolver las concentraciones del 15-M en la Plaza de Catalunya) y siempre habrá quien la defienda. Aplastar por las porras la consecución de unos derechos -sean éstos o no justos- es la más vieja herramienta del Poder y por eso Weber incluía en su definición de Estado el control y la legalidad de la violencia.
Si la independencia de Catalunya fuera la primera piedra para la demolición de la globalización, yo gritaría ¡Visca Catalunya! siempre y cuando tras la independencia se produjera la independencia de todas y cada una de las villas de Catalunya de la propia Catalunya.
Sólo me entristece la lucidez con la que Almudena Grandes reflexionaba sobre que jamás había conocido una revolución que surgiera del Poder -en este caso el PDCat y sus coaligados (quizá no la CUP)- y que más le parecía a ella que este órdago respondía más a razones espúreas (corrupción) que a un verdadero sentimiento independentista. Y me entristece porque los novecientos heridos de ayer -o muchos de ellos- seguro que creen en la pureza del movimiento y recibieron los golpes con la heroicidad de un mártir. Curiosamente ningún político de relumbrón recibió porrazo ninguno.
A mí me enseñaron a sentir -como mínimo- antipatía por Catalunya, su idioma y sus gentes; como me enseñaron a despreciar a Quevedo y a no darle importancia a los siglos XVIII y XIX. Me ha costado años deconstruir esas sinapsis conectadas en mi mente por los curas franquistas. Hoy, para mí, Catalunya es uno de los lugares más deslumbrantes de toda esta cosa llamada España. Su idioma casi raya la belleza del francés. Su arte es delicioso. Quevedo es una bestia del dolor de España. Los siglos XVIII y XIX son el intento -fallido. Véase como resultado el siglo XX- de un sueño de la razón.
Creo que hoy sí es un día para abrazar a unas gentes que se jugaron el tipo por votar.
¡Visca els catalans!
A veces frota las manos en los muslos antes de iniciar la tarea aunque fuera se escuchen las voces. Decisiones. Hace dos días se cumplieron los nueve años. Luego siente la vida como un continuo pasar cosas -hasta las cosas que no pasan, pasan- y respira y vuelve a sentir las letras en las teclas como teclas de un piano. Escribir también es componer música. La luz se dibuja en el atardecer y es la luz del inicio del otoño. Nunca le gustó el calor. Tiene rastros en su niñez de una sensación incómoda en las noches de verano junto al mar. Su cuerpo nunca fue feliz con el calor. Recorre con la vista los objetos del escritorio: su segunda pluma que le acompaña desde hace casi treinta años; un sacapuntas o dos pilas o unos cartuchos de tinta para la pluma, en esta ocasión tinta negra, en otras tinta azul, en otras tinta verde. También ha descubierto que la seguridad del sustento promueve amar la vida. La tarde ya declina de un hoy en el que ha escuchado una terrible discusión familiar. ¡Qué desesperación! ¡Cuánto reproche! ¡Qué removimiento de los propios instantes cuando el grito es, cuando la acusación es, cuando los ataques son demoledores, de igual profundidad y peso en ambos bandos hasta el punto de que tras la batalla no quedará en aquel campo más que cadáveres! Nadie puede vencer cuando se culpa. Sí, a veces frota las manos en los muslos antes de iniciar la tarea.
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/09/2017 a las 19:55 | {0}
No hay en la tierra ni un pedazo de patchwork que no suponga en mi podre imaginación de mendigo, la bendita señal de un alumbramiento. De hecho abro mis piernas, cual parturienta, y veo a ver si expulso algo: un homúnculo, algo de sangre, una vena entera. Hoy, por el camino, he visto una culebra (una culebra en el camino, has de saber, es como una rama algo sinuosa; es fascinante ver como la naturaleza se camufla para salir viva un día más; he llegado a pensar que la Naturaleza -sea lo que sea ese concepto con mayúscula que ha de partir de una intuición [juego a que juego con Kant destilado por Umberto Eco]- se camufla a sí misma para seguir existiendo porque sino se devoraría). También me comían las moscas. Las moscas son seres dispuestos a comerse lo que sea como a mi me come el apetito que los sentimientos de patria ahoguen el cariño que me tienes. No hay en el mínimo firmamento que conozco nada que se compare a una acción bella (o buena) y añoro tanto no haber sido ni una cosa ni la otra que a veces pienso por qué se me deshidrata la piel si no divago.
¡Eh, amiga! ¿Me entiendes? ¿Estás ahí? ¿No sabes que tu cintura es para mí mucho más importante que la Historia de España? (no sé si lo sería más que la Historia de la Filosofía pero que la historia de españa -¡sí, sí, con minúsculas!- seguro. Vendería mis conocimientos de la historia de españa por mis manos en tu cintura unas cuantas noches sin dudarlo. No todas las noches hasta que muera. Ni siquiera la mitad de las noches hasta que muera. Ni siquiera la mitad de las noches del próximo año... por eso escribo esa indeterminación de unas cuantas noches; indeterminación por cierto que no suele entenderse como mucha cantidad. Quizá porque echo de menos mis manos en tu cintura, te digo que me importa una mierda España).
Ahora vivo la presión de la luna creciente y escucho algo de blues (no sé por qué blues como tampoco sé por qué empecé con una comparación con una patchwork. La tarde tiene estas cosas. Quizá también la pelea que ha tenido mi perro con una jabalí y que le ha supuesto un dolor más que leve en sus cuartos traseros. Él también se ha defendido y no ha sido una pelea en exceso cruenta).
Estas dosis de realidad me queman la piel.
¡Eh, amiga! ¿Me entiendes? ¿Estás ahí? ¿No sabes que tu cintura es para mí mucho más importante que la Historia de España? (no sé si lo sería más que la Historia de la Filosofía pero que la historia de españa -¡sí, sí, con minúsculas!- seguro. Vendería mis conocimientos de la historia de españa por mis manos en tu cintura unas cuantas noches sin dudarlo. No todas las noches hasta que muera. Ni siquiera la mitad de las noches hasta que muera. Ni siquiera la mitad de las noches del próximo año... por eso escribo esa indeterminación de unas cuantas noches; indeterminación por cierto que no suele entenderse como mucha cantidad. Quizá porque echo de menos mis manos en tu cintura, te digo que me importa una mierda España).
Ahora vivo la presión de la luna creciente y escucho algo de blues (no sé por qué blues como tampoco sé por qué empecé con una comparación con una patchwork. La tarde tiene estas cosas. Quizá también la pelea que ha tenido mi perro con una jabalí y que le ha supuesto un dolor más que leve en sus cuartos traseros. Él también se ha defendido y no ha sido una pelea en exceso cruenta).
Estas dosis de realidad me queman la piel.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2017 a las 19:37 | {0}