Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Ahora que el sol ha vuelto a coronar la cima de las montañas
y que la perrilla corretea entre hierbas;
ahora que me he visto en el gallinero del teatro
y he sentido el vértigo de las alturas:
ahora que he dejado de entender los términos del contrato
y la fuerza primera se va convirtiendo en lastre;
ahora que dudo:
ruego a mi conciencia que me dé sosiego,
ruego a mi sentido común que me guíe en la cordura,
ruego a mis ojos que no vean doble,
ruego a mis piernas que no flaqueen,
ruego a mi hígado que se mantenga incólume en sus síntesis,
ruego a mi páncreas que genere sus fluidos con mesura,
ruego a mi columna que se mantenga flexible,
ruego a mis manos que dibujen hoy una sonrisa en el aire,
ruego a mis labios que pronuncien las palabras correctas.
Ahora, en esta tierra extraña.
Así sea.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/03/2013 a las 10:07 | Comentarios {1}


"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes, sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias y no por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada." 
AYN RAND (1950)

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/03/2013 a las 10:22 | Comentarios {0}




Tan tierna, pegada a un radiador, ella radiante. Embriagada. Pura exaltación de los sentidos decía, muy suavemente, Déjame, déjame morir así.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/03/2013 a las 20:07 | Comentarios {0}


Panfleto escrito por Isaac Alexander un martes de marzo a lo lejos.


 
Yo no quisiera levantaros en armas. Ni tan siquiera sé si las armas levantadas tendrían sentido en vuestras vidas ni si vuestras vidas os dan fuerzas para levantar nada. Sé que existe el Cosmos porque lo dicen un día y otro y también sé que la esperanza es la bala en la recámara de los poderosos. No tengáis esperanza. La esperanza es la condición indispensable del esclavo. Os hablo a vosotros porque yo aún no soy pobre lo que no quiere decir que cualquier día de éstos que tan miserables están siendo, me vea a vuestro lado y entonces, si así ocurriera, os pediría que me enseñarais la dignidad de vuestras actitudes, la elegancia de vuestra ausencia, la quietud de vuestras lamentaciones. Hay días en que siento que la pobreza es la llave maestra de la humildad; otros en cambio siento emociones intensas acerca de la injusticia igualitaria (porque la idea de justicia no es una y sola. Hay una justicia que apela a la igualdad entre iguales, es decir una igualdad entre ricos o entre tenderos o entre sacerdotes que está en franca oposición con la justicia humanitaria que apela a la igualdad entre los seres humanos sea cual sea su condición).
Yo soy pobre en palabras. Mis cantos tienen más de persecución de meta que más que acercarse siempre se aleja. Y por ser pobre en elocuencia os deseo que un rapsoda –que en una de sus antiguas acepciones tiene el sentido de zurcidor- sepa hilvanar con hermosos hilos el discurso de vuestra humanidad, esa ausencia de odio que tanto se parece a la resignación sin serlo. ¡Yo invoco a Homero a que se deje de monsergas sanguinarias y acuda al alma viva de los que menos tienen para cantar sus hazañas cotidianas: el hijo que lleva los pantalones rotos; la notificación del desahucio, el abandono del hogar con cuatro trapos y una cacerola, acompañados eso sí por otros pobres que enlazados por los brazos intentaron impedir a las Fuerzas del Orden que tirasen la puerta de su hogar y los sacaran a rastras de su refugio; los hijos que hacen un llamamiento desesperado en los puestos de trabajo de sus padres para que les permitan tener vida; el enfermo del pequeño pueblo sin ambulatorio que en la noche siente el miedo de morir como un perro mientras otros, los que se atreven a acusar a los miserables de haber vivido por encima de sus posibilidades, alardean de esquiar en Canadá y de gastarse casi una millonada en confetis para el cumpleaños de uno de los suyos! ¡Yo invoco a Homero a que deje su ceguera y abra los ojos a los que al ser despedidos de su única fuente de alimento, se sienten culpables y rumian en la noche y maldicen el día en que nacieron para que sepan ver a los verdaderos urdidores de su desgracia! Porque si bastante desgracia es trabajar para malvivir peor es aún sentirse responsable de no poder siquiera vivir mal.
Os diría: La tierra es rica y hay para todos. Y no mentiría. Bien sabéis vosotros que no miento. Os pediría: Enseñadme vuestra hidalguía y la paciencia cuando el frío os hace juntaros y fuera nieva y la calefacción está apagada. Enseñadme la caricia en la carencia, el abrazo en la oscuridad, la sonrisa al peque. Enseñadme cómo se regala como única la muñeca encontrada en la basura. Enseñadme cómo se aguantan las lágrimas y la desesperación a la hora de las comidas. Enseñadme vuestro orgullo sin peinetas, vuestra religión sin dios, vuestra fe sin hábitos. Enseñadme esa humanidad que hoy de nuevo, como tantas otras veces en la historia de los hombres, se quiere exterminar.

Ensayo

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/03/2013 a las 17:30 | Comentarios {0}


A propósito de The Master, película escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson


Fragilidad (2)
¿Cuánto, dime tú ¡Oh, Diosa!, habremos de no saber nunca?
¿Está en el mar, turquesa, el secreto? O es en las bolsas de basura, innumerables como las naves de los argivos, donde se encuentra el secreto: somos sujetos de fragilidad.
Un hombre solo siempre será frágil.
Un hombre en grupo aparentará fortaleza.
¿Qué hiciste, ¡Oh, Sócrates!, al descubrir la individualidad (o alma) humana? ¿A qué abismos de creencias -u opiniones- nos lanzaste?
Frágil, ése es el término (y el inicio).
Donde la naturaleza nos enseña de continuo su Fuerza (la fuerza de las olas, la fuerza de las tierras, la fuerza de los aires, las terribles lenguas de los fuegos). Donde, sometidos a la existencia, aciaga, de ser siempre, cada uno, el Primer Hombre (genérico), apenas el tiempo (eso que mata sin ser) nos da su jugo para exprimir en algo lo que el corazón anhela.
¡Oh, Estafadores! Permitidme entenderos y compadecer vuestra instrucción y vuestras alas... rotas.
¡Oh, Estafados! Seguid junto a vuestros Maestros. No os lamentéis nunca del muro ciego, de la congoja en el pecho, del atardecer quemado por Visiones del Cosmos. Nuestra fragilidad nos exculpa de ser audaces.
Porque el ocaso en soledad es menos ocaso.
Porque el descubrimiento en soledad descubre menos.
Porque el amor en soledad es un oximoron.
Si yo pudiera, si en mi vibrara el acero, afirmaría: la vida es esto. Y cerraría los ojos y observaría el miedo pánico a las selvas nocturnas, a la noche del alma (la individualidad). Y diría: ¿Cómo no aterrarse (quedarse sin tierra) ante las jaurías? ¿Cómo no temblar ante la sentencia de la Hembra Implacable, la Adoradora del Grupo, la Generadora de Tribus? Si frágiles y solos, el ser humano implica estar roto.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2013 a las 09:33 | Comentarios {1}


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