La Gitanilla, novela escrita por Miguel de Cervantes Saavedra en el año de Nuestro Señor de 1613. Editada por Clásicos Castalia.

pags. 120-122.
Andrés (en realidad Juan), un caballero payo, prendado de la belleza de la gitana Preciosa, decide irse con la gitanería para conseguir que sea su esposa. Un viejo gitano se la entrega tras largo y hermoso discurso. Lo que a continuación se transcribe es la respuesta de Preciosa tras el discurso del patriarca.
A lo cual respondió Preciosa:
- Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos. Dos años has de vivir en nuestra compañía primero que de la mía goces, porque tú no te arrepientas por ligero, ni yo quede engañada por presurosa. Condiciones rompen leyes; las que te he puesto sabes: si la quisieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú mío, y donde no, aun no es muerta la mula, tus vestidos están enteros, y de tus dineros no te falta un ardite; la ausencia que has hecho no ha sido aún de un día; que de lo que de él falta te puedes servir y dar lugar a que consideres lo que más te conviene. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere. Si te quedas, te estimaré en mucho; si te vuelves, no te tendré en menos; porque, a mi parecer, los ímpetus amorosos corren a rienda suelta, hasta que encuentran con la razón o con el desengaño; y no querría yo que fueses tú para conmigo como es el cazador, que en alcanzando la liebre que sigue, la coge y la deja por correr tras la otra que le huye. Ojos hay engañados que a la primera vista tan bien les parece el oropel como el oro; pero a poco rato bien conocen la diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura que tú dices que tengo, que la estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo si de cerca te parecerá sombra, y tocada, caerás en que es de alquimia? Dos años te doy de tiempo para que tantees y ponderes lo que será bien que escojas o será justo que deseches; que la prenda que una vez comprada nadie se puede deshacer de ella sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, para mirarla y remirarla, y ver en ella las faltas y virtudes que tiene; que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja; y como yo no pienso hacer cosa que llame al castigo , no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche.
Andrés (en realidad Juan), un caballero payo, prendado de la belleza de la gitana Preciosa, decide irse con la gitanería para conseguir que sea su esposa. Un viejo gitano se la entrega tras largo y hermoso discurso. Lo que a continuación se transcribe es la respuesta de Preciosa tras el discurso del patriarca.
A lo cual respondió Preciosa:
- Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos. Dos años has de vivir en nuestra compañía primero que de la mía goces, porque tú no te arrepientas por ligero, ni yo quede engañada por presurosa. Condiciones rompen leyes; las que te he puesto sabes: si la quisieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú mío, y donde no, aun no es muerta la mula, tus vestidos están enteros, y de tus dineros no te falta un ardite; la ausencia que has hecho no ha sido aún de un día; que de lo que de él falta te puedes servir y dar lugar a que consideres lo que más te conviene. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere. Si te quedas, te estimaré en mucho; si te vuelves, no te tendré en menos; porque, a mi parecer, los ímpetus amorosos corren a rienda suelta, hasta que encuentran con la razón o con el desengaño; y no querría yo que fueses tú para conmigo como es el cazador, que en alcanzando la liebre que sigue, la coge y la deja por correr tras la otra que le huye. Ojos hay engañados que a la primera vista tan bien les parece el oropel como el oro; pero a poco rato bien conocen la diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura que tú dices que tengo, que la estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo si de cerca te parecerá sombra, y tocada, caerás en que es de alquimia? Dos años te doy de tiempo para que tantees y ponderes lo que será bien que escojas o será justo que deseches; que la prenda que una vez comprada nadie se puede deshacer de ella sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, para mirarla y remirarla, y ver en ella las faltas y virtudes que tiene; que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja; y como yo no pienso hacer cosa que llame al castigo , no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche.
El arte de ser feliz. Explicado en cincuenta reglas para la vida. Arthur Schopenhauer. Traducción: Angela Ackermann Pilari. Editado por Herder.
Nota 15 (pag. 27)
Quartant [1826], § 108: <Nada tiene un premio más seguro que la alegría: porque en ella el premio y el acto son lo mismo. [Nota: Aquel que está alegre, siempre tendrá un motivo para estarlo, a saber, justamente el estar alegre.] Nada puede substituir cualquier otro bien tan segura y abundantemente como la alegría. Cuando uno es rico, joven, apreciado y se quiere enjuiciar su felicidad, queda la pregunta de si además está alegre; pero, a la inversa, si está alegre, no importa si es joven, viejo, pobre o rico: es feliz. Por eso, siempre que llega la alegría, debemos abrirle todas las puertas. Porque nunca llega a deshora: en lugar de tener a menudo reservas de permitirle que entre, queriendo ponderar primero si realmente tenemos motivos de estar alegres o si no nos distrae de nuestras reflexiones serias y graves preocupaciones. Lo que mejoramos con éstas es muy incierto; la alegría, en cambio, es la ganancia más segura; y puesto que tiene su valor sólo para el presente, es el bien más elevado para seres cuya realidad tiene la forma de un presente indiviso entre dos tiempos infinitos. Si, por tanto, la alegría es el bien que sustituye a todos los demás pero al que no puede sustituir ningún otro, deberíamos preferir la adquisición de este bien a cualquier otra aspiración. Ahora bien, es cierto que nada contribuye menos a la alegría que las circunstancias exteriores de la felicidad y nada más que la salud. Por eso debemos preferir ésta a todo lo demás: todas las fuertes o desagradables emociones del ánimo; también todos los grandes y continuos esfuerzos intelectuales; y, en concreto, procurar mantener este alto grado de la salud perfecta, cuya flor es la alegría; finalmente a diario al menos dos horas de movimiento rápido al aire libre.>
[A. Schopenhauer, Der handschriftliche Nachlaß, vol. III, páginas 238-239]
Quartant [1826], § 108: <Nada tiene un premio más seguro que la alegría: porque en ella el premio y el acto son lo mismo. [Nota: Aquel que está alegre, siempre tendrá un motivo para estarlo, a saber, justamente el estar alegre.] Nada puede substituir cualquier otro bien tan segura y abundantemente como la alegría. Cuando uno es rico, joven, apreciado y se quiere enjuiciar su felicidad, queda la pregunta de si además está alegre; pero, a la inversa, si está alegre, no importa si es joven, viejo, pobre o rico: es feliz. Por eso, siempre que llega la alegría, debemos abrirle todas las puertas. Porque nunca llega a deshora: en lugar de tener a menudo reservas de permitirle que entre, queriendo ponderar primero si realmente tenemos motivos de estar alegres o si no nos distrae de nuestras reflexiones serias y graves preocupaciones. Lo que mejoramos con éstas es muy incierto; la alegría, en cambio, es la ganancia más segura; y puesto que tiene su valor sólo para el presente, es el bien más elevado para seres cuya realidad tiene la forma de un presente indiviso entre dos tiempos infinitos. Si, por tanto, la alegría es el bien que sustituye a todos los demás pero al que no puede sustituir ningún otro, deberíamos preferir la adquisición de este bien a cualquier otra aspiración. Ahora bien, es cierto que nada contribuye menos a la alegría que las circunstancias exteriores de la felicidad y nada más que la salud. Por eso debemos preferir ésta a todo lo demás: todas las fuertes o desagradables emociones del ánimo; también todos los grandes y continuos esfuerzos intelectuales; y, en concreto, procurar mantener este alto grado de la salud perfecta, cuya flor es la alegría; finalmente a diario al menos dos horas de movimiento rápido al aire libre.>
[A. Schopenhauer, Der handschriftliche Nachlaß, vol. III, páginas 238-239]
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Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/05/2013 a las 10:39 |
¿Cuál será? Las grandes corporaciones se oponen pero hay en el ganado humano (Toynbee) un sustrato de lobo o jabalí que de repente embiste y se come al pastor como si fuera hierba. ¿Aparecerán hordas de desesperados a una misma hora de un mismo día pactado secretamente mediante embases de una marca determinada asaltando todas las sacrosantas de mierda casas de la representación popular llamadas ampulosa y abyectamente parlamentos? ¿Surgirá un movimiento interestelar que invadirá la tierra y dará por fin el reinado a quien realmente lo detenta: los insectos? ¿O nacerán tres mil nuevos Mesías el mismo día a la misma hora en cuarenta y dos países; los definitivos que ya no necesitarán morir crucificados ni ausentarse bajo la sombra de una higuera ni dormir sobre el lomo de una serpiente para transmitir todo el sentido de esta colosal estafa que consiste en el velo de maya que oculta la esencia real de los hombres: la esclavitud? ¿Será la sorpresa arrancarnos ese velo y negando la paciencia y la virtud arrasar con esta cultura de la opresión y la mentira elevada a rango de verdad? ¿O quizá la negación de toda la especie a colaborar en el hundimiento y así tal día de tal año los millones de trabajadores de este mundo se negarán a poner el despertador, no se levantarán, no aguantarán atascos, apretones y ansiedades; no llevarán a sus hijos a las escuelas públicas que forman a nuevos esclavos -mientras las de pago forman a nuevos amos- y se quedarán mirando la mañana como si fuera la primera y la última y nadie comprará y nadie venderá y todo será un profundo estar y cuando llegue la noche no se encenderá farola alguna?
¡Cuál será esa gran sorpresa histórica que está a la vuelta de la esquina de la Avenida Capitalismo!


Gustave Moreau: Jason et Médée
Jasón, hijo de Esón y Polimede
Tifis, piloto de la nave, hijo de Hagnias.
Orfeo, hijo de Eagro.
Zetes y Calais, hijos de Bóreas.
Cástor y Pólux, hijos de Zeus.
Telamón y Peleo, hijos de Éaco.
Heracles, hijo de Zeus.
Teseo, hijo de Egeo.
Idas y Linceo, hijos de Afareo.
Anfiarao, hijo de Oícles.
Cefeo, hijo de Corono.
Palemón, hijo de Hefesto o de Etolo.
Cefeo, hijo de Áleo.
Laertes, hijo de Arcisio.
Autólico, hijo de Hermes.
Atalanta, hijo de Esqueneo.
Menecio, hijo de Áctor.
Áctor, hijo de Hípaso.
Admeto, hijo de Feres.
Acasto, hijo de Pelias.
Éurito, hijo de Hermes.
Meleagro, hijo de Eneo.
Anceo, hijo de Licurgo.
Eufemo, hijo de Posidón.
Peante, hijo de Taúmaco.
Butes, hijo de Teleonte.
Fano y Estáfilo, hijos de Dioniso.
Ergino, hijo de Posidón.
Periclímeno, hijo de Neleo.
Augías, hijo de Helios.
Íflico, hijo de Testio.
Argos, hijo de Frixo.
Euríalo, hijo de Mecisteo.
Penéleo, hijo de Hipalmo.
Leito, hijo de Aléctor.
Ífito, hijo de Náubolo.
Ascálafo y Yálmeno, hijos de Ares.
Asterio, hijo de Cometes.
Polifemo, hijo de Élato.
Tifis, piloto de la nave, hijo de Hagnias.
Orfeo, hijo de Eagro.
Zetes y Calais, hijos de Bóreas.
Cástor y Pólux, hijos de Zeus.
Telamón y Peleo, hijos de Éaco.
Heracles, hijo de Zeus.
Teseo, hijo de Egeo.
Idas y Linceo, hijos de Afareo.
Anfiarao, hijo de Oícles.
Cefeo, hijo de Corono.
Palemón, hijo de Hefesto o de Etolo.
Cefeo, hijo de Áleo.
Laertes, hijo de Arcisio.
Autólico, hijo de Hermes.
Atalanta, hijo de Esqueneo.
Menecio, hijo de Áctor.
Áctor, hijo de Hípaso.
Admeto, hijo de Feres.
Acasto, hijo de Pelias.
Éurito, hijo de Hermes.
Meleagro, hijo de Eneo.
Anceo, hijo de Licurgo.
Eufemo, hijo de Posidón.
Peante, hijo de Taúmaco.
Butes, hijo de Teleonte.
Fano y Estáfilo, hijos de Dioniso.
Ergino, hijo de Posidón.
Periclímeno, hijo de Neleo.
Augías, hijo de Helios.
Íflico, hijo de Testio.
Argos, hijo de Frixo.
Euríalo, hijo de Mecisteo.
Penéleo, hijo de Hipalmo.
Leito, hijo de Aléctor.
Ífito, hijo de Náubolo.
Ascálafo y Yálmeno, hijos de Ares.
Asterio, hijo de Cometes.
Polifemo, hijo de Élato.
Hace tanto sol. Ya llega a la pared. Unas señoras mayores se abren un poco para que pueda darse impulso con los pies. Un joven, minutos antes, le ha dicho que tiene una espalda que parece de nadador. Ahora nada a espalda bajo un sol de verano, en una piscina pública que ha acotado tres calles para nadadores y el resto de la piscina para juegos de niños.
Al colocarse encima de la plataforma de aire que permite flotar, él no flota. No puede volar. Entonces es una guitarra y una antigua canción de amor y se dice que por mucho que se quiera el llanto y la risa no son lo mismo, no tienen el mismo grado de intensidad ni de importancia. Aunque eso sea un puto juicio de valor pues que sea un puto de juicio de valor. Se lo repite: el llanto y la risa no son, en absoluto, lo mismo.
Cuando le sobreviene el recuerdo, la herida se abre y sangra y escuece. Quisiera olvidarlo. Lo sabe. Los recuerdos no se pueden olvidar cuando aparecen con ímpetu tal. Es aconsejable dejarlo ser y como en una meditación antigua permitir que llegue y pase sin detenerse. La mente, ha pensado, no es una estación de servicio.
También.
Luego el baile.
Y una montañita que, persitente (casi obstinada), mantiene en su cima una coronita de nieve.
Volar sobre la sábana.
Al colocarse encima de la plataforma de aire que permite flotar, él no flota. No puede volar. Entonces es una guitarra y una antigua canción de amor y se dice que por mucho que se quiera el llanto y la risa no son lo mismo, no tienen el mismo grado de intensidad ni de importancia. Aunque eso sea un puto juicio de valor pues que sea un puto de juicio de valor. Se lo repite: el llanto y la risa no son, en absoluto, lo mismo.
Cuando le sobreviene el recuerdo, la herida se abre y sangra y escuece. Quisiera olvidarlo. Lo sabe. Los recuerdos no se pueden olvidar cuando aparecen con ímpetu tal. Es aconsejable dejarlo ser y como en una meditación antigua permitir que llegue y pase sin detenerse. La mente, ha pensado, no es una estación de servicio.
También.
Luego el baile.
Y una montañita que, persitente (casi obstinada), mantiene en su cima una coronita de nieve.
Volar sobre la sábana.
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Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/05/2013 a las 21:53 |