Sé escribir en tinta verde
y detenerme en tu cuerpo
a contemplar el verano
He venido para quedarme en tu cintura
mientras sobre nosotros las aspas
de un ventilador vaguean
Hemos paseado bajo un tórrido sol
en busca de una residencia
donde refrescarnos algo
y tomar conciencia
He adquirido el hábito lento en tu boca lenta
y detenerme en tu cuerpo
a contemplar el verano
He venido para quedarme en tu cintura
mientras sobre nosotros las aspas
de un ventilador vaguean
Hemos paseado bajo un tórrido sol
en busca de una residencia
donde refrescarnos algo
y tomar conciencia
He adquirido el hábito lento en tu boca lenta
Joseph Adison parece un tipo curioso. Quizá se encontrara con Samuel Johnson por las calles de Londres cuando éste era aún un niño. Aunque ninguna referencia a este posible encuentro haya sido contada por Boswell en su Vida de Samuel Johnson.
Franck Guyon en su presentación del personaje lo muestra como un hombre de su siglo, enciclopédico, sagaz, casi pre-revolucionario: brillante estudiante en Oxford, viajero, poeta, autor teatral, hombre de Estado y creador o precursor de la crónica periodística actual aunque a este respecto hay algunos que otorgan semejante honor justamente a James Boswell. No entremos en controversias porque la razón, por lo menos en cuanto a cronología se refiere, cae del lado de Adison el cual junto con Richard Steele fundó en 1711 el periódico The Spectator mientras que Boswell publicó sus reportajes en la segunda mitad del mismo siglo.
Ces autres regards es el ensayo previo a la lectura de dos artículos de Adison. Franck Guyon con un texto ágil, interesantísimo, nos lleva por unos lugares que abren el apetito para leer a Adison en sus dos artículos sobre la disección: Précieux dont le crâne est disséqué y Coquette dont le coeur est anatomisé.
La traducción al castellano del término precieux no es fácil o se podría decir es delicada. Precieux, según Franck (el texto que se muestra es traducción del original inglés cuyo término a traducir al francés es beau) , ha de tomarse en el sentido moral de aquellas damas del siglo XVII que adoptaron una actitud novedosa y refinada con respecto a los sentimientos y con un lenguaje refinado (según definición del Petit Robert). A ellas dedica Moliére unas de sus obras, Les Précieuses ridicules. Bien, la traducción de precieux podría ser: Amanerado, afectado o (a Franck le parece sibilina y a mí, en castellano, me resulta graciosa) petimetre (en francés petit-maître). Por la parte alta de la estima se podría traducir precieux por el término inglés dandi pero entonces ¿por qué no poner el original inglés beau? Lo hermoso, en todo caso, es que el título en castellano puede ir, según mis escasos conocimientos, desde Petimetre cuyo cráneo está disecado hasta Dandi cuyo cráneo está disecado. Escribo dandi porque me parece la palabra más reconocible. En el diccionario de Julio Casares bajo el término Afectación aparece esta preciosa lista de adjetivos: Petimetre. Pisaverde. Lechuguino. Figurín. Virote. Gomoso. Paquete. Dandi. Niño gótico. Roto. Fifiriche. Caballerete. Currutaco. Dije.
El segundo título parece más sencillo de traducir, Coqueta cuyo corazón es diseccionado.. Estos títulos me recuerdan a los colores que escribí en Sensaciones los cuales no puedo ni siquiera describir porque nunca los vi. Son títulos (o nombres de colores) cuyo subtexto o cuya interpretación sugieren ya el ánimo a su lectura. Son títulos inteligentes.
Dos de las laminas del libro me parecen magníficas Wildes Herz de Birgit Dieker y una foto-fija de la película muda, en blanco y negro, K, de Jayne Parker.
Franck Guyon en su presentación del personaje lo muestra como un hombre de su siglo, enciclopédico, sagaz, casi pre-revolucionario: brillante estudiante en Oxford, viajero, poeta, autor teatral, hombre de Estado y creador o precursor de la crónica periodística actual aunque a este respecto hay algunos que otorgan semejante honor justamente a James Boswell. No entremos en controversias porque la razón, por lo menos en cuanto a cronología se refiere, cae del lado de Adison el cual junto con Richard Steele fundó en 1711 el periódico The Spectator mientras que Boswell publicó sus reportajes en la segunda mitad del mismo siglo.
Ces autres regards es el ensayo previo a la lectura de dos artículos de Adison. Franck Guyon con un texto ágil, interesantísimo, nos lleva por unos lugares que abren el apetito para leer a Adison en sus dos artículos sobre la disección: Précieux dont le crâne est disséqué y Coquette dont le coeur est anatomisé.
La traducción al castellano del término precieux no es fácil o se podría decir es delicada. Precieux, según Franck (el texto que se muestra es traducción del original inglés cuyo término a traducir al francés es beau) , ha de tomarse en el sentido moral de aquellas damas del siglo XVII que adoptaron una actitud novedosa y refinada con respecto a los sentimientos y con un lenguaje refinado (según definición del Petit Robert). A ellas dedica Moliére unas de sus obras, Les Précieuses ridicules. Bien, la traducción de precieux podría ser: Amanerado, afectado o (a Franck le parece sibilina y a mí, en castellano, me resulta graciosa) petimetre (en francés petit-maître). Por la parte alta de la estima se podría traducir precieux por el término inglés dandi pero entonces ¿por qué no poner el original inglés beau? Lo hermoso, en todo caso, es que el título en castellano puede ir, según mis escasos conocimientos, desde Petimetre cuyo cráneo está disecado hasta Dandi cuyo cráneo está disecado. Escribo dandi porque me parece la palabra más reconocible. En el diccionario de Julio Casares bajo el término Afectación aparece esta preciosa lista de adjetivos: Petimetre. Pisaverde. Lechuguino. Figurín. Virote. Gomoso. Paquete. Dandi. Niño gótico. Roto. Fifiriche. Caballerete. Currutaco. Dije.
El segundo título parece más sencillo de traducir, Coqueta cuyo corazón es diseccionado.. Estos títulos me recuerdan a los colores que escribí en Sensaciones los cuales no puedo ni siquiera describir porque nunca los vi. Son títulos (o nombres de colores) cuyo subtexto o cuya interpretación sugieren ya el ánimo a su lectura. Son títulos inteligentes.
Dos de las laminas del libro me parecen magníficas Wildes Herz de Birgit Dieker y una foto-fija de la película muda, en blanco y negro, K, de Jayne Parker.
Anatómica de Clemente Susini
La voz y las imágenes de una disección.
También una sórdida historia que sale en las televisiones, insistente, en su sordidez. Ahora, en España, hay unos delincuentes a los que se les llama monstruos. No sé, no sé por qué ésos precisamente, debe de ser quizá por la mezcla entre lo largo de crimen y una cuestión sexual. Sí, salen mucho.
Hoy he escrito poco, lo he intentado en varias ocasiones, he tenido la intención. No, no me arrepiento. Me viene a la cabeza. Luego se olvida como tantas cosas.
He tenido ganas de utilizar mi pasaporte. Salir de la ciudad. Salir del país. Ir a Caen. Mirar la lluvia.
Ahora es de madrugada. Muy cerca aún de la medianoche y escucho a Jane Monhei, es la primera vez que la escucho en toda mi vida.
Así, dando rodeos, se divaga mejor.
Hace un rato me ha dado un golpe de calor, quizás esto haya sido emocionante.
La voz. La voz.
Navegaba. La mar estaba en la calma. No echaba de menos nada. Sabía que al día siguiente se entregaría. Pagaría su crimen. Sí, estaba dispuesta. Se sentó en la butaca de mimbre y se sirvió un trago de vino, blanco ambarino, muy frío. El cadáver de su marido estaba tendido en el suelo; se le había quedado en la comisura de los labios una mueca antipática y su mano había adquirido una postura antinatural. La vela, fuera, a fuerza de viento, hacía avanzar el barco; la quilla abría el agua y el agua chocaba, mansamente, contra el casco. Se entregaría, sí, eso pensaba hacer, ¿qué si no? ¿huir? ¿deshacerse del cadáver? ¿inventar una historia sencilla? ¿un golpe de mar? Siempre, se dijo, quedará una mancha de sangre. Y un poco más tarde ¿cuántos crímenes no son descubiertos?
Hay películas que veo varias veces. No son buenas. Pero las veo. Más tarde pienso la pérdida de tiempo. Tan sólo un momento. Solo. En la habitación, con un aire que corre por mis piernas. Ahora me haré un peta y seguiré escribiendo. Así es la noche cuando se escribe y acompaña Duke Ellington al piano. En el salón Pedro ve una película sobre la batalla de Waterloo, comerciantes y familias nobles inglesas. Me resulta anacrónico que la Revolución Francesa deviniera en Napoleón. Siempre he sentido que hubo en ese momento un salto espacio-temporal que ningún historiador ha sido capaz de captar. Quizá necesitara consultar a un físico teórico ¿Podría ser?
Hay días en que me gusta la buhardilla tan elegante en la que vivo, tan amplia y tan angosta al mismo tiempo, tan grande y tan vieja.
Me voy a la cama. Voy a leer L'art de la disection editado por la editorial Marguerite Waknine en su colección écrits sur l'art
Bueno, aún no, me gusta este tema que interpreta Jimmy Smith, tiene swing.
También una sórdida historia que sale en las televisiones, insistente, en su sordidez. Ahora, en España, hay unos delincuentes a los que se les llama monstruos. No sé, no sé por qué ésos precisamente, debe de ser quizá por la mezcla entre lo largo de crimen y una cuestión sexual. Sí, salen mucho.
Hoy he escrito poco, lo he intentado en varias ocasiones, he tenido la intención. No, no me arrepiento. Me viene a la cabeza. Luego se olvida como tantas cosas.
He tenido ganas de utilizar mi pasaporte. Salir de la ciudad. Salir del país. Ir a Caen. Mirar la lluvia.
Ahora es de madrugada. Muy cerca aún de la medianoche y escucho a Jane Monhei, es la primera vez que la escucho en toda mi vida.
Así, dando rodeos, se divaga mejor.
Hace un rato me ha dado un golpe de calor, quizás esto haya sido emocionante.
La voz. La voz.
Navegaba. La mar estaba en la calma. No echaba de menos nada. Sabía que al día siguiente se entregaría. Pagaría su crimen. Sí, estaba dispuesta. Se sentó en la butaca de mimbre y se sirvió un trago de vino, blanco ambarino, muy frío. El cadáver de su marido estaba tendido en el suelo; se le había quedado en la comisura de los labios una mueca antipática y su mano había adquirido una postura antinatural. La vela, fuera, a fuerza de viento, hacía avanzar el barco; la quilla abría el agua y el agua chocaba, mansamente, contra el casco. Se entregaría, sí, eso pensaba hacer, ¿qué si no? ¿huir? ¿deshacerse del cadáver? ¿inventar una historia sencilla? ¿un golpe de mar? Siempre, se dijo, quedará una mancha de sangre. Y un poco más tarde ¿cuántos crímenes no son descubiertos?
Hay películas que veo varias veces. No son buenas. Pero las veo. Más tarde pienso la pérdida de tiempo. Tan sólo un momento. Solo. En la habitación, con un aire que corre por mis piernas. Ahora me haré un peta y seguiré escribiendo. Así es la noche cuando se escribe y acompaña Duke Ellington al piano. En el salón Pedro ve una película sobre la batalla de Waterloo, comerciantes y familias nobles inglesas. Me resulta anacrónico que la Revolución Francesa deviniera en Napoleón. Siempre he sentido que hubo en ese momento un salto espacio-temporal que ningún historiador ha sido capaz de captar. Quizá necesitara consultar a un físico teórico ¿Podría ser?
Hay días en que me gusta la buhardilla tan elegante en la que vivo, tan amplia y tan angosta al mismo tiempo, tan grande y tan vieja.
Me voy a la cama. Voy a leer L'art de la disection editado por la editorial Marguerite Waknine en su colección écrits sur l'art
Bueno, aún no, me gusta este tema que interpreta Jimmy Smith, tiene swing.
Columna radiofónica del programa El Puente emitida el 5 de febrero de 2006 en la emisora Círculo de Bellas Artes
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero. Islas que se podrían resumir en una de ellas, una isla mayor del pensamiento, un hombre aislado. Me refiero a Montaigne, isla que sólo habla de sí misma y al hacerlo nos habla de todos nosotros. Islas que a veces formamos archipiélagos. Islas que lanzan lenguas de tierra entre el mar, terreno movedizo de nosotros mismos, rodeados por él. Acosados.
Las islas, ya lo dijimos, atesoran dos opuestos: el aislamiento y la posibilidad de compañía. El encuentro.
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero a cargo de Montaigne, extraño maestro sin discípulos:
No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción. No existe mal alguno en la vida para aquel que ha comprendido que no es un mal la pérdida de la vida.
Vigésimo ensayo del volumen I titulado De cómo filosofar es aprender a morir.
Sería una buena forma de pasar la tarde.
Las islas, ya lo dijimos, atesoran dos opuestos: el aislamiento y la posibilidad de compañía. El encuentro.
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero a cargo de Montaigne, extraño maestro sin discípulos:
No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción. No existe mal alguno en la vida para aquel que ha comprendido que no es un mal la pérdida de la vida.
Vigésimo ensayo del volumen I titulado De cómo filosofar es aprender a morir.
Sería una buena forma de pasar la tarde.
Libro V
11. ¿Para qué me sirve ahora mi alma? En toda ocasión plantearme esta pregunta e indagar qué tengo ahora en esa parte que precisamente llaman guía interior, y de quién tengo alma en el momento presente ¿Acaso de un niño, de un jovencito, de una mujercita, de un tirano, de una bestia, de una fiera?
Traducción: Ramón Bach Pellicer
Traducción: Ramón Bach Pellicer
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Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
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Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
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Sobre la música
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Tasador de bibliotecas
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Poesía
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/08/2009 a las 18:54 | {0}