Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
La cosa empezó en los dedos (¿o por los dedos?). No fue de improviso, más bien empezó siendo una intuición que nació al aire de su olvido. Parece que a sus dedos no les gustó su olvido y así él una mañana intuyó algo en ellos. Aún no era nada. No existía una marca física, un sarpullido, por ejemplo o un resquebrajamiento de la piel. Ahora puede decir que a finales de agosto supo que algo iba a empezar. Sin saber por qué decidió anotar las sensaciones en sus dedos en un cuaderno marrón que guardaba desde el año 1996 en uno de los últimos cajones de su escritorio. Tampoco se preguntó el por qué de ese cuaderno. Por qué había recordado ese cuaderno al que le puso pomposamente el título de Cuaderno Marrón, justo el día en el que en el intersticio entre el dedo anular y corazón de la mano izquierda surgió una mínima señal rojiza. Nada. No era nada. Él tomó su recuperado Cuaderno Marrón y escribió: 6 de septiembre. Señal rojiza entre el dedo anular y corazón de la mano izquierda. Quizá sea la última vez que me quedo mirando el teléfono como si fuera una nave interestelar. La soledad es esto: una mancha rojiza entre los dedos... o su importancia.
Eso escribió el primer día en que sus dedos empezaron a mostrar que la crisis acababa de estallar. Nunca se sabe por dónde empiezan. Nunca se sabe cómo acaban. La crisis, entonces, es la vida porque ¿cómo ocurre que el acto sexual de tus padres? Más ¿cómo ocurre que a tus padres se les ocurriera ese día, en ese instante, acoplarse? ¿Por qué ese óvulo con sus específicas mitocondrias? ¿por qué ese espermatozoide encontró el camino y le quedaron fuerzas para horadar la pared del óvulo y llegar hasta su núcleo? ¿qué ocurrió para que nada se estropeara? ¿qué jodida conjunción de astros se dio para que 40 años más tarde, un mes de febrero se encontrara con la mirada de Laura en un café del centro? ¿Por qué supo? ¿Por qué intuyó -como ahora con los dedos- que la persona que había quedado con ella le había dado plantón y que a ella ese plantón le había dolido especialmente -por qué supo ya que le había dolido especialmente-, decidió levantarse y temblando le dijo: Yo no soy a quien esperas pero a lo mejor soy lo que esperas? Y Laura rió y la risa se le mezcló con alguna lágrima (que ya se había deslizado justo antes de que él llegara) y le respondió, No creo que seas lo que espero. ¿Sabía su madre cuando le estaba abriendo las piernas a su padre que había de tener un hijo estúpido de aquel encuentro? ¿lo intuía cuando menos? ¿Sabía su padre que aquel vaivén de sus caderas montado sobre la grupa de su esposa iba a dar como resultado un vástago emocionalmente desequilibrado? ¿Sabían que su hijo sería capaz de intuir los desastres antes de que aparecieran los síntomas?

Cuento

Tags : Las manos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2016 a las 20:22 | Comentarios {0}


En las Bellas Artes: Decoración (dibujo, pintura o escultura) en los monumentos antiguos descubierta en Italia en las excavaciones que se realizaron en el Renacimiento que representan seres fantásticos, composiciones caprichosas donde figuran personajes, aninales y plantas extrañas.
Grotesco viene de la palabra italiana grotta (cueva, gruta).


Grotesque
Monólogo sin personaje
De tus entrañas entonces. Sin calma. Que me abro en canal. No, verte desnuda no es recordar la tierra. Ya tu desnudez no me recuerda a nada, pérfida. Que te has ido. Que ya no me hueles ni yo podré oler tu celo -fuerte olor a sangre de hembra- en los plenilunios. ¡Ah, lasciva, cómo aspiraba el aire cuando la luna estaba preñada y los cielos andaban descubiertos y se abrían de piernas las aguas sin restos de amoniaco en mis venas! ¡Cómo te mordí la boca! ¡Cómo apreté con mis dientes tus pezones! ¡Cómo ordeñé tu pecho una noche vieja en la que todo era nuevo! Ya nada me recuerda a ti excepto mi memoria al despertar cada mañana o una hoja de otoño que cayó desde no sé qué árbol hacia mí ayer cuando volvía o el color del azúcar moreno o el pis según lo que haya comido o un zapateado lento que escuché no sé si en la vida o en los sueños o cuando maniobro en el garaje con el coche o si me detengo en un paso de cebra o si compro leche semidesnatada y unas habas para hacerlas con jamón o si suena el teléfono, perra, a las nueve y media de la noche. Porque en la mesa reposa un libro titulado Aimer l'amour, l'écrire, en la mesa de cristal, en la mesa en la que una tarde, al poco de conocernos, te apoyaste, te bajaste las bragas y me dijiste, ¡Cómemelo! y yo te lo comí y me deshice en elogios de tu coño y balbuceé no sé cuántas expresiones estúpidas sobre tu flujo y manoseé con nerviosidad tus muslos. Y tú y tus ojos, tus grandes ojos, tu boca grande, tus orejas grandes, tus manos grandes, loba, loba, loba que me engulles entero, que me dejas en los huesos para festín de las carroñeras. Sí, arrasaste mi tierra que era fértil y llena de versos; sí, empozoñaste mis manantiales. Mi semen, desde que te fuiste, ya no sabe a almendra y limón sino a vainilla y lubricante artificial. Sí, desnudo de cintura para abajo me has dejado; al aire mis vergüenzas en este día gris, ya el otoño, puta gata de mierda, ¿por qué esta lluvia? ¿por qué me he duchado? ¿por qué lo he dejado todo en silencio? ¿por qué arrastro mis palabras como si fuera un viajero muy cansado en una noche de invierno y tú fueras la única candela que podría calentar mi cuerpo? No te odio y quisiera odiarte para poder insultarte los más pavorosos insultos de amor.
¿Te estás mirando en el espejo de tu cuarto de baño? ¿Has entrado en el salón y has recordado nuestros arrebatos en el sofá de la abuela? ¿Alguna vez te asalta mi mirada? ¿O mi boca? No ronronees. Ya no te escucho excepto si cae la lluvia o viene el matarife con su capapuercos o un fuego artificial estalla de repente o si cruje el árbol en el monte o si rasca un poco el cambio de marcha o cuando hierve el agua, justo antes de poner la pasta o si en la madrugada el trueno me recuerda tu explosión sonora en el orgasmo. ¡Córrete! ¡Córrete! Grita tu placer en mi oído y descansa después, gata muerta, entre mis brazos que yo te dejaré que te pudras sin moverte ni una miajita.

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/11/2016 a las 13:24 | Comentarios {0}


Decidle si el ave ha volado hoy
Ayer le dijeron aleteo (y algo sonó -una llama, el aire del fuego- en su cabeza mientras pisaba una y otra vez)
Aseguradle que es cierto que hubo un tiempo de poesía grosera donde la belleza no radicaba en la belleza sino en otra cosa (podría ser como el hielo quema)
No le dejéis esconderse. Sacadle a campo abierto donde ahora el amarillo tiende al gris
Hay que avisarle de que acabó el verano
Tranquilizadle con la aparente lejanía de otra guerra
Nosotros, entretanto, coceremos las primeras ramas de fresno en la marmita de barro
Nosotros abriremos el libro maestro por donde corresponda y anotaremos sin descanso los balances
Nosotros haremos que la nave navegue rumbo al último planeta
y seremos locuaces en la nana
como la rana, a merced de la corriente, apenas pudo serlo con el escorpión a cuestas
Nosotros venderemos cara nuestra piel
Decídselo para que pueda disfrutar del aleteo del ave
si es que hoy el ave aletea
Y si no: nostalgia o caída o como el colibrí, fragilidad
Naturaleza muerta con café. Albert Anker (1877)
Naturaleza muerta con café. Albert Anker (1877)

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/11/2016 a las 13:03 | Comentarios {0}


A mi tata Julia


Un año más siguo sin llevar la cuenta de cuánto hace que moriste. En este 2016 ha pasado algo que no puedo dejar de contarte: he estado enfadado contigo. Sí, Julia, que he estado enfadado contigo. Aunque en realidad debería decir el niño Fernando se ha enfadado contigo. El motivo tiene su miga pero más miga tiene aún el que los vivos quieran encizañar con los muertos. Y lo consiguen cuando la cizaña se disimula pongamos por caso en un té verde y así su sabor amargo, su tósigo, apenas lo alcanza a vislumbrar el velo del paladar.
No te voy a contar el motivo ni quién fue el encizañador (o cizañero) sobre todo porque si en una de las posibilidades del Ser tú has trascendido, seguro que eres un ángel que nos sigue protegiendo. Y así en este día treinta y uno de octubre, víspera del día de Todos los Muertos, te siento viva en mi corazón y ya aliviado porque tras mucha razón -que es la única manera que conozco de atacar con fiereza al Mal- me he reencontrado contigo y he escuchado tu voz en años muy lejanos y he visto, en mis sueños de esta noche, dibujada tu sonrisa, y he vuelto a oler el aroma de los geranios en tu ventana y escuchaba tus consejos una tarde de diciembre cuando la lluvia nada mansa caía sobre el Barrio de Vallecas y tú me has escuchado cuando te decía que en mi corazón hay ahora un stock, un almacén de ausencias y tú, de nuevo, como cuando joven te hablaba soñadoramente del amor y del amar, me contestabas, ¡Ay, Fernandito, estás hecho un don Juan de vía estrecha! y esa imagen a mí me hacía sonreír y aliviaba mi dolerme (fíjate hasta dónde ha llegado mi enfado contigo que esta frase la llegué a entender como una crítica real, como una manera de despreciar mi locura de amar, porque amar -no nos engañemos, es una puta locura- sólo que es una locura tan plástica, tan llena de vida y muerte a un mismo tiempo, tan abrasadora que no la cambiaría por ninguna otra locura que en el mundo haya sido) y he revivido tu cervecita con unas aceitunas de Camporreal y la mesa de tu comedorcito y el pisto magistral y manchego y tus filetes rusos y tus uñas rojas y tu saber castellano y campesino que sigue recorriendo mi vida como un libro abierto al que acudo cada tanto.
Nunca te olvido porque olvidarte sería olvidar el rincón protegido de mi infancia; ese rincón donde era igual a mis pares (no el primus inter pares) pero si par con igualdad de derechos para el beso de antes de dormir, para el consuelo en la desdicha, para la ayuda en la necesidad, para el aliento, para el abrazo, para la risa, para el ánimo. Que no se me olvida que dentro de ocho días cumplirías ciento dos años y sigues tan lozana: tortuga marina que navegas los mares siglo tras siglo, con la lentitud sonora de tu concha, y la tranquilidad que da el haber visto las mismas cosas año tras año.
Un beso tan fuerte e inmenso como la frontera que nos separa, Julia Maestre Alarcón de la familia de Los Campera de Argamasilla de Calatrava.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2016 a las 11:38 | Comentarios {0}


Adan y Eva. Grabado de Hans Sebald Beham (1543)
Adan y Eva. Grabado de Hans Sebald Beham (1543)
Ἃγαλμα puede significar ornamento o adorno y también joya, objeto precioso (algo que está en el interior). Debido a mi desconocimiento absoluto de la Verdad, no sé si Jacques Lacan es un genio o un estafador; como desconozco los cánones ortodoxos decidí hace tiempo que tan sólo valoro lo que me atrapa en su discurso; como considero que la infancia -debido a su fragilidad- es el territorio abonado para el manejo de las mentes y que esos manejos pueden destruir para siempre la libertad de pensamiento, de emoción, de sentimientos verdaderos (?) de una persona, me interesan las ciencias o las terapias que buscan en los primeros años las fuentes de los conflictos del presente (En otro ámbito de las ciencias sociales el fin primero del Derecho es la disciplina de los sentimientos y la inoculación del sentido de Orden). No sé por lo tanto si el psicoanálisis tiene valor de ley ni si el intento de Lacan de crear un sincretismo entre psicoanálisis freudiano, lingüística de Saussure y Estructuralismo sirve para aclarar el terrible enigma del vivir humano pero cuando leo su interpretación de El Banquete de Platón me atrapa y me hace reflexionar sobre ese sentimiento que yo llamaría Caja de Pandora que es el amor.
Tras lanzar -si no recuerdo mal- Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes, Agatón y Sócrates sus elogios -o disertaciones- sobre Eros -que es una de las formas de amor, las otros dos son: filia y ágape- hace acto de presencia en casa de Agatón, Alcibíades absolutamente borracho. Alcibíades es un hombre maduro, hermoso y jefe natural que quiere conseguir los favores del poeta Agatón y cuando al sentarse junto a él descubre que en el mismo diván se encuentra Sócrates, le da un vuelco corazón porque él -Alcibíades- siempre hubiera querido que Sócrates lo amase. Y entonces de una forma descarada (y descarnada) Alcibíades cuenta a los comensales cómo fue su deseo/amor de Sócrates.
Alcibíades empieza su narración de esta manera: A Sócrates, señores, yo intentaré elogiarlo de la siguiente manera: por medio de imágenes. Quizás él creerá que es para provocar la risa, pero la imagen tendrá por objeto la verdad, no la burla. Pues es mi opinión que Sócrates es lo más parecido a esos silenos existentes en los talleres de escultura, que fabrican los artesanos con siringas o flautas en la mano y que, cuando se abren en dos mitades, aparecen con estatuas de dioses en su interior.
Los silenos eran unas cajas que tendrían la forma del viejo sátiro, gordo y viejo, dios menor de la embriaguez (y recordemos que Sócrates era famoso, a parte de por su oratoria y su método, por su extrema fealdad y por su aguante con el vino. De hecho jamás se le vio borracho y bebió siempre como el que más) que solían contener agálmatas que se puede traducir como estatuas de dioses-theón agálmata- pero también como he escrito al principio como joya u objeto precioso. Lo que viene a decir Alcibíades es que él logró ver el ἂγαλμα de Sócrates y desde entonces Alcibíades cae rendido a los pies del filósofo. Alcibíades desea a Sócrates.
La narración es soberbia, divertida y sentimental pero no es de ella de lo que quería hablar sino del rastreo que Lacan, a partir del texto de Platón, hace del término ágalma. En primer lugar dice que la primera vez que se encontró con esta palabra fue en la Hécuba de Eurípides y que ya entonces dedujo que aquella palabra no quería decir estatua de dios sino más bien fetiche y dice Lacan: cuando se encuentren ustedes con la palabra ágalma, presten mucha atención. Aunque parezca que se trata de las estatuas de los dioses, examínenlo ustedes con más cuidado y verán que se trata siempre de otra cosa.
La raíz de ágalma  -γαλ- podría estar relacionada con palabras que quieren decir, admirar, envidiar, estar celoso de, soportar penosamente o estar indignado además de tener relación con lo que brilla, con lo brillante, en el sentido de galante porque este término (galante) viene de gal, brillo en francés antiguo.
El ágalma entonces es algo que se encuentra en el interior de algo/alguien que si es visto engalana, gratifica, brilla, se admira, se está celoso de ello, incluso se soporta penosamente hasta llegar a la indignación. Es decir se desea. Es decir se ama.
Alcibíades al compararnos a Sócrates con un sileno en cuyo interior vislumbró su ágalma echa por tierra todos los discursos más o menos ingeniosos o acertados que sobre Eros hicieron los asistentes al banquete y lo baja a la tierra y lo muestra en sus carnes de hombre enamorado en toda su complejidad porque a quien, en realidad, venía buscando Alcibíades no era a Sócrates sino al amado de Sócrates, Agatón, destrozando así la dualidad que sobre el amor se nos había venido contando hasta su irrupción y mostrando -demostrando- que el amor siempre es cosa de tres.

Ensayo

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2016 a las 00:31 | Comentarios {0}


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