Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
23h. 39m.
El sábado, séptimo y último día de la semana, lo dedica la Iglesia Católica a la Virgen Nuestra Señora y es éste el motivo que se arguye para que no se coma carne en este día o que sólo se permita que se coman los extremos, los despojos o la grosura de las carnes (la grosura se llama tanto a la grasa y manteca como también las extremidades e intestinos de los animales: cabeza, pies, manos y asadura. Como en Castilla se permite comer los sábados sólo estas partes de las reses, se le llamó Día de la Grosura). Si sucede morirse algún buey, untan todas las puertas de las casas con su grosura, escribía Sandoval en su Historia de Etiopía y Fray Fernando del Castillo escribía en su Historia de Santo Domingo en el Tomo I, libro 2ª, capítulo 3 Que dentro ni fuera de los Monasterios, ningún fraile coma carne ni grosura en ningún tiempo del año. Qué relación exista entre dedicar un día a la virgen María  y que ese día no se pueda comer carne, lo dejo a la imaginación de ti, Amado.
Entre los Hebreos es el día de fiesta, en el que cesan toda actividad servil incluso aunque fuera -esta actividad- necesaria para su sustento. A este Sábado festivo, lo llaman Sabbath que quiere decir descansar.
Hay un refrán antiguo y jocoso que dice: ni sábado sin sol, ni moza sin amor y venía a referirse este refrán a cualquier cosa que sucede regularmente. Hay una variante del refrán que a mí me gusta mucho: ni sábado sin sol, ni vieja sin arrebol.

La sabanilla es también palabra de ricas significaciones como aquella que nos dice que es aquella cubierta exterior de lienzo con que se cubre el altar, sobre el cual se ponen los Corporales (son los Corporales los lienzos que se ponen en el altar, encima del ara, sobre los cuales se coloca el Cuerpo de Nuestro Señor Jesu Christo, debajo de las especies de pan y vino. Se dicen en latín Eucharistica corporalia. En su libro Símbolo de la Fe, en la parte 2ª, capítulo 27, párrafo 9 escribe Fray Luis de Granada: El sacerdote que decía la misa, envolvió las seis formas en los corporales y a gran priesa los escondió debaxo de una piedra. Otro ejemplo nos lo ofrece el padre Juan de Mariana en su Historia de España libro 4º cap. 7ª: Están llenas grandes arcas, cofres y escritorios de mucha y curiosa ropa blanca para el servicio de la Iglesia: corporales preciosos, copia de albas guarnecidas y olorosas, sábanas, purificadores, amitos, tohallas y sobrepellices.
También es sabanilla, sólo en Navarra, un pedazo de beatilla (es la beatilla cierta tela de lino delgada y clara de que suelen hacer tocas las beatas y mujeres recoletas. Tiene varias medidas porque las hay de vara, de dos tercias y de media vara de ancho. En la Pragmática de tasas del año 1680 se detalla: La vara de beatilla de Mondoñedo a real y quartillo) con que las mujeres adornan el tocado mientras que en Aragón se llama así al pañuelo blanco.

Para terminar estas soledades, amado, una alborada de mujer hambrienta de caricias.

Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.
Venid a la luz del alba,
no traigáis gran compaña.
 
Todo, todo mi cuerpo. Versión de Loygorri. 2020 (en base a una foto previa de autor anónimo)
Todo, todo mi cuerpo. Versión de Loygorri. 2020 (en base a una foto previa de autor anónimo)

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/04/2020 a las 23:39 | Comentarios {0}


Domingo de Ramos. Fragmento de fotograma de la película Interior de un convento. Walerian Borowczyk 1977
Domingo de Ramos. Fragmento de fotograma de la película Interior de un convento. Walerian Borowczyk 1977
19h. 43m.
Nunca tuve devociones.
Los dioses me están machacando el hígado.
He salido esta mañana.
Me he desligado después del quehacer.
Quisiera tus manos en mis pechos. Quisiera que lamieras mi sangre menstrual... con placer.
Estoy loca. Eres mi Muso.
Muchos días me mantengo burguesamente delicada, dejo entrever apetencias de mujer. Leo textos libertinos franceses del siglo XVII y me entran ganas de follarte. Tomarte entero. Obligarte a mis apetitos.
Debe ser algo que va más allá de un apetito nacido de la soledad.
Estamos tan solos, amigo. ¿Puedo ser feminista si sigo utilizando el genérico masculino? ¿Si me niego al doble enunciado por principio? ¿Incluso si juego con los géneros según me plazca?
Debe ser el domingo. Lo rojas que están las hojas del árbol de enfrente. Un rojerío de Octubre de 1917. Un rojerío que podría conmover el mundo. ¿Existe algo que podría conmover el mundo? Todo el mundo. Ya no es mucho decir todo el mundo.
Me he mirado desnuda en el espejo. MIs pechos devastados tras la lactancia. Mis pechos jóvenes fueron atractivos. Me he mirado las axilas en las que empieza a crecer el vello. Quizás me deje pelo. Para cuando tú vuelvas y te pida que me comas los sobacos como si me estuvieras comiendo el coño.
Quizá no sea por los libertinos franceses sino por la Semana Santa. Recuerdo en la niñez que nos pegaban si se nos veían las bragas durante esa semana y a mí me entraban unas ganas locas de enseñarlas pero, ¡pobre mía! no como desafío erótico -tenía esas ganas con seis o siete años- sino como puta desobediencia civil. Siempre me he sentido atea. Nunca me interesaron las imágenes de Dios o de las Vírgenes. Una de las causas de mi ateísmo fue justamente la cantidad de vírgenes que había. Me preguntaba cómo era posible que un sólo hombre tuviera tantas madres y tan alejadas unas de otras. Un día se lo pregunté a sor Jacinta y sor Jacinta como toda respuesta me hizo escribir mil veces para el día siguiente so pena de expulsión: Santa Virgen María, ruega por mí ante Dios Nuestro Señor y pídele que me de Luz. Fue duro el trabajo pero no ejerció ningún efecto beatífico en mí, si cabe produjo efecto contrario porque desde entonces siempre relacioné esas mayúsculas y esos nombres con el dolor en las manos y las ganas de llorar y de dormir. Aún me sigue pasando: si alguien pronuncia el nombre de la Virgen María bostezo y me masajeo la mano izquierda (es que soy zurda). También aún hoy, cuando llega la Semana Santa, lo que más me apetece es que procesiones por mi cuerpo y no te dejes ni el más mínimo rincón por hollar mientras yo me acaricio el monte de Venus sobre la tela sacramental de mi ropa interior.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/04/2020 a las 23:43 | Comentarios {0}


Las lluvias del oeste llegarán. Fragmento de una fotografía de André Garban c. 1930. Impresión en gelatina de bromuro de plata
Las lluvias del oeste llegarán. Fragmento de una fotografía de André Garban c. 1930. Impresión en gelatina de bromuro de plata

23h 06m.
Sí, amigo, una voz podría significar la salvación. No sé si la salvación sería seguir viviendo o si podríamos llamar salvarse a la siguiente respiración porque, te voy a ser franca, si no hay siguiente respiración no hay salvación.
¿Para qué me voy a esforzar? El día ha sido duro. Me levanto tarde porque no me puedo acostar pronto. La luz es la de abril y ya sabes, mi querida naricita de juguete, que a mí abril me desagrada. No me gusta el nacimiento a la vida. Si por mí hubiera sido jamás habría tenido los hijos que tuve. Más habría negado su existencia al que se me murió tan pronto. Aún no te conocía. ¿Te he hablado ya de él? Fue el segundo. Era lindo como un manzano y creció robusto. Creció como si fuera a vivir para siempre. Tenía la risa contagiosa y las manos más hermosas que jamás vi, que jamás toqué. Me habría pasado la vida agarrada a esas manos. Era su piel como la calma tras una tormenta de agosto; era como el aire que se llena de frescor. Es cierto que fue en abril cuando empezó a enfermar... no, no, yo ya detestaba abril desde antes, que mi hijo enfermara en ese mes no fue sino la constatación de que es un mes maldito. Un mes maldito para mí. Porque yo sabía. Supe desde niña que no quería ser madre y en la juventud supe que tendría que luchar contra el reloj biológico que todas las mujeres llevamos en el vientre. Tú de eso no puedes saber. Yo luché, luché con todas mis fuerzas hasta que no sé por qué a finales de un mes de enero el hombre fecundó de nuevo en mí y yo dejé que la fecundación siguiera, como ya había hecho con el primero. Dejaba que mi cuerpo gestara por mucho que mi mente se resistiera. Porque yo nunca podría ser una madre adecuada. Porque ser madre es algo que no se le puede exigir a todas las mujeres. Ser madre, amigo, es una tentación demasiado golosa. No quise a mi primer hijo. ¿Alguna vez te hablé de él? Tampoco al segundo. Hombre sí los quiso y si tuviera que poner una nota a su ser padre, le daría una nota alta. Quería más al primero que al segundo. Nunca le dije que yo no podía querer a ninguno de los dos. Nunca pude decir, gritar, ¡Quitad esos labios succionadores de mis pezones! ¡Apartadme a esas bestias! Sólo que el segundo... las manos del segundo... la voz del segundo... la voz del segundo cuando enfermó un tres de abril a las once y cinco de la noche... esa voz que me dijo al oído, me dijo ¡Mamá me duele! ¡Mamá me quema! Yo cogí sus manos, calientes y suaves como piel de visón, y se las apreté un poquito y las llevé hasta mis labios y se las besé y él me miró con sus ojos castaños, él miró con sus ojos castaños... ¿Por qué me laceraba el alma su dolor? ¿Por qué hubiera dado mi cuerpo por el suyo para que fuera el mío quien sufriera su dolor si yo no lo quería? ¿Por qué no me aparté de su cama? ¿Por qué mesé con la dulzura de una buena madre sus cabellos? ¿Por qué la vida dejó de existir cuando mi hijo segundo murió?
Si pudiera escuchar su voz hoy. Su voz acompañada por una carrera en el pasillo de la casa de Mahón.  Ahora entenderás que te pida que me dejes sola en abril. No, no vengas. Espera a que mayo reviente a no ser que antes, una noche, en el sueño que todo lo unifica, mi hijo segundo volviera a mirarme con sus ojos castaños, libre de fiebre y con su voz de infante dispuesto a conquistar el mundo me dijera, ¡Mira que eres torpe, mamá, pero cuánto te quiero! y me acariciara la mejilla con sus manos como hacía cuando, noche tras noche, me inclinaba para darle un beso de buenas noches, yo que nos los quería, que era una mala madre y ellos lo sabían.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/04/2020 a las 23:06 | Comentarios {0}


Hereje. Versión de Loygorri. 2020 (en base a una foto previa de autor anónimo)
Hereje. Versión de Loygorri. 2020 (en base a una foto previa de autor anónimo)
23h. 53m.
En la antigua Grecia el término αἱρετικὁϛ significaba partidista sectario y este nombre venía a su vez del verbo αἱρεῖσθαι que significa coger, escoger, abrazar un partido. Es curioso cómo hay palabras que desde un significado más o menos neutro, van derivando hasta convertirse en palabras con un significado peyorativo. En el caso de hereje ocurrió así porque el castellano tomó prestado en el siglo XII del occitano antiguo el término eretge debido a la gran extensión que alcanzaron las herejías de los Cátaros y los Albigenses frente a la ortodoxia católica.
En el diccionario de doña María Moliner se define hereje como la persona que sostiene o cree doctrinas contrarias a los dogmas de la religión católica; también es hereje el que dice o hace irreverencias o blasfemias y también -según el D.R.A.E.- es hereje sinónimo de desvergonzado, descarado, procaz. Ya de mi cosecha, añado, que por extensión se relaciona lo herético con lo heterodoxo.
Desde el Romanticismo los heterodoxos empezaron a ser reivindicados en la literatura y el Arte; el siglo XX es la culminación de la adoración a la Herejía y en las Bellas Artes las vanguardias son buena prueba de ello. El conservador Chesterton, que tanto gustaba a Borges -nunca he entendido muy bien por qué si no es porque ambos eran conservadores- se sintió en la obligación -moral, imagino- de escribir un libro en defensa de la Ortodoxia como si ésta necesitara de más Padres que la avalaran.
Te escribo todo esto, querido, porque a parte la idealización que se quiera hacer de las bondades de salirse de la recta doctrina, ser hereje te condena al ostracismo y al repudio social. Por eso estoy por asegurar que ser hereje nunca puede ser una elección sino que las circunstancias de la vida y cierta predisposición mental llevan a determinadas personas a encontrarse un día rechazadas, perdidas y solas. Rechazadas no por cualquiera sino por los suyos o los que ellas creían suyos, por aquéllos con los que les unía un lazo de los llamados de sangre, ya sea madre, padre, hermano o hija. Porque has de saber que herejes hay muy pocos, muy pocos y lo terrible de esa escasez es que, a diferencia del genio, el hereje no tiene valor añadido ninguno. Ese repudio suele llevar a la perdición que es una de las experiencias más desoladoras del ser humano. Nosotros, como tales, necesitamos certezas, ubicaciones, puntos fijos desde donde trazar rumbos. Imagina a un navegante solitario sin ningún instrumento con el que ubicarse que atravesara un mar bajo un cielo constantemente cubierto. Esta es una buena imagen tanto para la perdición del hereje como para su soledad.
Yo por ejemplo me pregunto: ¿me podrán aceptar las feministas ortodoxas a mí que acompaño cada artículo con un cuerpo de mujer semi desnudo que alimenta la erótica del varón colocando el cuerpo de la mujer como objeto de deseo? Por mucho que yo sepa que ninguna mujer puede ser objeto sino sólo puede ser sujeto... y sí, también sujeto de deseo. (Recuerdo ahora una respuesta del filósofo español José Bergamín que decía, ¿Cómo quiere usted que sea objetivo si no soy un objeto? Como sujeto sólo puedo ser subjetivo... juegos de la imaginación, traducidos al absurdo del lenguaje.
Ser hereje es quedarse apartada para siempre.
Ser hereje es no poder pertenecer a ningún grupo.
Ser hereje te convierte en una apestada social y familiar.
Ser hereje, querido, te deja a los pies de los caballos... los cuatro del Apocalipsis.
No te apartes de la recta vía, amigo, para que puedas vivir por ti y por mí la dulzura de una bienvenida.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/04/2020 a las 23:53 | Comentarios {0}


La fuente de la eterna juventud de Lucas Cranach. 1546.
La fuente de la eterna juventud de Lucas Cranach. 1546.
20h. 09m.
Me he dejado calar por la lluvia. No me he quitado los leotardos después. Quiero tener los pies fríos y húmedos para caer enferma y meterme en la cama sabiendo por qué me meto en la cama.
Ya no sé por qué me meto en la cama.
Deambulo por mis ideas como si fuera vagabunda de mí misma. No quiero explicarlo mejor.
Ayer me olvidé de poner la hora en la que escribí. No me importa. Sé más o menos cuando fue. Era la tarde. Sólo que lo transcribí a la revista de Loygorri ya por la madrugada. Le agradezco a Fernando que me permita publicar en su revista. Quedamos en conocernos cuando pasara todo esto. Lo curioso es que él no sabe dónde vivo yo. Yo tampoco sé dónde vive él. Ni él sabe cómo soy yo físicamente. Yo sí sé de él que es cojo. Recuerdo habérselo leído. Sólo que no sé si su cojera es muy severa o si sólo se adivinaría cuando ya estuviera muy cerca. Tampoco sé cuándo prefiero escribir su apellido y cuándo su nombre. Me duelen los pies del frío que tengo. No me importa que me duelan los pies. No sé tampoco si filosóficamente será apropiado conocer a Loygorri. Ni por supuesto entiendo qué es lo que acabo de expresar... lo de los permisos... lo de su apellido o su nombre... o su cojera...
Simetrías.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/03/2020 a las 20:09 | Comentarios {0}


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