¿Por qué tienen los instrumentos tan gran poder sobre el alma?
Aulos y Lira
Está el argumento de que el alma es una cierta armonía y que la armonía existe a través de los números. Dado que la armonía en la música está compuesta de esas mismas proporciones, cuando las proporciones similares se mueven, las pasiones similares se mueven también al mismo tiempo.
Antes de descender al cuerpo, el alma (esa cierta armonía) gira, pura, junto con el soberano de este universo presente. Al descender e irse mezclando va adquiriendo ciertas apariencias de las cosas de aquí y a medida que esto ocurre se va olvidando de las cosas hermosas del lugar primigenio donde estaba y se hunde y tras pasar la esfera de la Luna pierde su forma esferoidal -perfecta- y adopta la forma humana que es membranosa y tendinosa, luego le añade el aliento húmedo de la Tierra y así se conforma un cuerpo con alma a base de superficies membranosas, líneas sinuosas y aliento con la forma de una ostra y este instrumento con forma de ostra se mantiene solidificado y encerrado aquí en la tierra.
¿Qué hay de asombroso, pues, en que el alma después de tomar por naturaleza un cuerpo similar a las cosas que mueven los instrumentos -los tendones (cuerdas) y el aliento- se mueva al mismo tiempo que éstos se mueven?
De los instrumentos los equipados con cuerdas se asemejan a la región etérea y seca y sencilla del cosmos; los de viento se parecen mucho a la región ventosa y húmeda y cambiante.
El aulos - flauta que tocaban los antiguos griegos semejante a la actual flauta dulce- pertenece a la zona húmeda y la lira a la zona seca del alma y como ya dijo Heráclito en algún lugar, Un alma seca y desecada es la más sabia y también, Para las almas volverse agua es la muerte.
El aulos preside la parte irracional del alma mientras que la lira es señora de la parte racional. Pitágoras aconsejaba a sus alumnos que tras escuchar el aulos se limpiaran los oídos corrompidos por el aliento del instrumento y purificaran los impulsos irracionales de sus almas escuchando el sonido de la lira pequeña.
Armonía de las Esferas Edición de Joscelyn Godwin Editado por Atalanta
Antes de descender al cuerpo, el alma (esa cierta armonía) gira, pura, junto con el soberano de este universo presente. Al descender e irse mezclando va adquiriendo ciertas apariencias de las cosas de aquí y a medida que esto ocurre se va olvidando de las cosas hermosas del lugar primigenio donde estaba y se hunde y tras pasar la esfera de la Luna pierde su forma esferoidal -perfecta- y adopta la forma humana que es membranosa y tendinosa, luego le añade el aliento húmedo de la Tierra y así se conforma un cuerpo con alma a base de superficies membranosas, líneas sinuosas y aliento con la forma de una ostra y este instrumento con forma de ostra se mantiene solidificado y encerrado aquí en la tierra.
¿Qué hay de asombroso, pues, en que el alma después de tomar por naturaleza un cuerpo similar a las cosas que mueven los instrumentos -los tendones (cuerdas) y el aliento- se mueva al mismo tiempo que éstos se mueven?
De los instrumentos los equipados con cuerdas se asemejan a la región etérea y seca y sencilla del cosmos; los de viento se parecen mucho a la región ventosa y húmeda y cambiante.
El aulos - flauta que tocaban los antiguos griegos semejante a la actual flauta dulce- pertenece a la zona húmeda y la lira a la zona seca del alma y como ya dijo Heráclito en algún lugar, Un alma seca y desecada es la más sabia y también, Para las almas volverse agua es la muerte.
El aulos preside la parte irracional del alma mientras que la lira es señora de la parte racional. Pitágoras aconsejaba a sus alumnos que tras escuchar el aulos se limpiaran los oídos corrompidos por el aliento del instrumento y purificaran los impulsos irracionales de sus almas escuchando el sonido de la lira pequeña.
Armonía de las Esferas Edición de Joscelyn Godwin Editado por Atalanta
Sonia Delaunay. Dibujo (1917)
Iba a buscar nuevas informaciones sobre la música (nuevas para mí ¡qué poco sé!, me digo ¡cuántas lagunas culturales -y de todo tipo- tengo! Es un océano sin fondo el cúmulo de conocimientos que vertemos los humanos al infinito universo. Imagino -de nuevo la incultura- que también cualquier ser celular, incluso cualquier materia inorgánica, vierte su caudal de información. Es esa posibilidad de que si lográsemos capturar la luz de cualquier instante, éste se volvería a reproducir exactamente igual, pongamos por caso la toma de la ciudad de Granada y el llanto de Boabdil). Sobre la música iba a buscar y no lo hice. Había cogido el libro de Grout y Paliska y releía la historia musical de los griegos y era entretenido discurrir sobre el consejo de Platón de educar a los jóvenes a base de gimnasia para el cuerpo y sólo música para la mente. No lo hice. Dejé el libro.
Creo que en un rato lo intentaré de nuevo tras haber escuchado La Sinfonía Opus 49 de Haydn La Pasión. La escuché por primera vez en casa de César. Su padre, Luis, tenía una magnífica colección de música clásica. También allí descubrí La Danza de lo Sagrado y lo Profano de Debussy, un concierto para arpa y orquesta lleno de misterio y escalas mixolidias. Luego he relacionado a Haydn con Mstislav Rostropovich y he estado escuchando varios conciertos para cello -entre ellos uno de Dvorak muy hermoso- y de ahí me he ido a Yo-Yo Ma y el cello se ha convertido en el protagonista de la mañana y este inicio de la tarde.
Y estas músicas me han recordado a mi padre, un gran amante de la música clásica. Cuando éramos niños, algunas noches en que venía alegre, nos levantaba de la cama, nos llevaba a la sala y mientras ponía un disco, La Patética de Tchaikovsky por ejemplo, nos iba asignando a cada uno un instrumento y cuando la música empezaba a sonar, él se concentraba, cerraba los ojos y empezaba a dirigirnos. Soñoliento recuerdo rasgar las cuerdas de un violín con el arco. Ambos, claro, invisibles.
¿Quizá escribir sobre la música y la memoria?
¿Realmente hace falta?
Creo que en un rato lo intentaré de nuevo tras haber escuchado La Sinfonía Opus 49 de Haydn La Pasión. La escuché por primera vez en casa de César. Su padre, Luis, tenía una magnífica colección de música clásica. También allí descubrí La Danza de lo Sagrado y lo Profano de Debussy, un concierto para arpa y orquesta lleno de misterio y escalas mixolidias. Luego he relacionado a Haydn con Mstislav Rostropovich y he estado escuchando varios conciertos para cello -entre ellos uno de Dvorak muy hermoso- y de ahí me he ido a Yo-Yo Ma y el cello se ha convertido en el protagonista de la mañana y este inicio de la tarde.
Y estas músicas me han recordado a mi padre, un gran amante de la música clásica. Cuando éramos niños, algunas noches en que venía alegre, nos levantaba de la cama, nos llevaba a la sala y mientras ponía un disco, La Patética de Tchaikovsky por ejemplo, nos iba asignando a cada uno un instrumento y cuando la música empezaba a sonar, él se concentraba, cerraba los ojos y empezaba a dirigirnos. Soñoliento recuerdo rasgar las cuerdas de un violín con el arco. Ambos, claro, invisibles.
¿Quizá escribir sobre la música y la memoria?
¿Realmente hace falta?
Aunque llegue ese instante de tormento y las manos se agarren a sí mismas para no cometer una locura, contente, amigo, porque el viento siempre acaba por amainar.
Si viene la mar de fondo y un suspiro sale tras otro y una saliva se seca en el velo del paladar y no hay palabras y no hay alientos, contente, amigo, su color volverá a ser turquesa.
No cejes en tu empeño de no esperar. No sucumbas a la ironía de un acento. No dejes que los presagios nefastos se incrusten en tu hígado hasta dejarte la tez cetrina, a punto de abandonar y contente, amigo, y duerme como si ayer sólo hubieras nacido.
Mira, mira siempre, el alba va a surgir y Venus se mantiene orgullosa en el centro del Mundo. Suena el universo aunque tú no lo escuches y hay una nota esperándote para que ella marque al mismo tiempo tu silencio, por eso contente, amigo, la noche es sólo un tránsito.
Sé que te parece imposible pero tu piel volverá a ser suave y tus brazos se alzarán y clamarán por todos; sé que apenas alcanzas a mirarte y te preguntas, ¿Pies para qué os quiero? si no sé dónde huir porque no sé de qué huyo. Sé que no te puedes contener y aún así, te ruego, contente, amigo.
Si viene la mar de fondo y un suspiro sale tras otro y una saliva se seca en el velo del paladar y no hay palabras y no hay alientos, contente, amigo, su color volverá a ser turquesa.
No cejes en tu empeño de no esperar. No sucumbas a la ironía de un acento. No dejes que los presagios nefastos se incrusten en tu hígado hasta dejarte la tez cetrina, a punto de abandonar y contente, amigo, y duerme como si ayer sólo hubieras nacido.
Mira, mira siempre, el alba va a surgir y Venus se mantiene orgullosa en el centro del Mundo. Suena el universo aunque tú no lo escuches y hay una nota esperándote para que ella marque al mismo tiempo tu silencio, por eso contente, amigo, la noche es sólo un tránsito.
Sé que te parece imposible pero tu piel volverá a ser suave y tus brazos se alzarán y clamarán por todos; sé que apenas alcanzas a mirarte y te preguntas, ¿Pies para qué os quiero? si no sé dónde huir porque no sé de qué huyo. Sé que no te puedes contener y aún así, te ruego, contente, amigo.
Eran sus manos atentas;
su mirada vagaba
del vaso a mi boca
y de mi boca al mundo.
Era su talle lento,
como el mecerse del junco
a merced de un viento,
el que albergaba mi brazo.
Era ella,
joven y madura
a un tiempo,
quien sentía el requiebro
de mi sonrisa bajo el castaño.
Era su pecho
el que exhalaba un gemido
chiquito, sin ausencias,
mientras el mundo se resumía
en el clamor de un picaporte.
Y así transcurría entre ella y yo
eso que nos lleva.
su mirada vagaba
del vaso a mi boca
y de mi boca al mundo.
Era su talle lento,
como el mecerse del junco
a merced de un viento,
el que albergaba mi brazo.
Era ella,
joven y madura
a un tiempo,
quien sentía el requiebro
de mi sonrisa bajo el castaño.
Era su pecho
el que exhalaba un gemido
chiquito, sin ausencias,
mientras el mundo se resumía
en el clamor de un picaporte.
Y así transcurría entre ella y yo
eso que nos lleva.
He sentido que quizá fuera ese un sentido de la vida. (Un pensamiento que me da pudor expresar).
Por supuesto me desdigo.
Es tan sólo una intuición. Como aquella de que el alma rodea al cuerpo y no a la inversa. Y así no sabemos las verdaderas dimensiones del alma. No sabemos dónde llega. No sabemos qué convoca. Ni por cuánto tiempo.
Unas cervezas.
El tiempo, a veces, no pasa.
El alma como palabra que podría ser trasladada -en su sentido- a otras como energía (que es más científica y por lo tanto está más de moda [o de creer] o de tener esperanza. La esperanza en el alma va muriendo).
Ahora he vuelto. Y he pensado, Hazlo con alegría. Hazlo a gusto. Anímate (ánima/alma). Cuando vuelva el sol habrá caído y el infierno de la Puerta del Sol (su hervidero de gentes sudadas, los malos olores que desprenden algunos humanos, la fealdad de edificios y suelos, lo triste de tantos escaparates, los pobres de solemnidad y los del Patio de Monipodio, los autobuses para turistas, el calor que surge del frío de los acondicionadores, el aire seco) se habrá suavizado un poco. Será la hora en la que el viento arrecia y los pájaros vuelan locos, con los picos abiertos para cazar insectos. Cuando vuelva, me digo, cuando vuelva...
Por supuesto me desdigo.
Es tan sólo una intuición. Como aquella de que el alma rodea al cuerpo y no a la inversa. Y así no sabemos las verdaderas dimensiones del alma. No sabemos dónde llega. No sabemos qué convoca. Ni por cuánto tiempo.
Unas cervezas.
El tiempo, a veces, no pasa.
El alma como palabra que podría ser trasladada -en su sentido- a otras como energía (que es más científica y por lo tanto está más de moda [o de creer] o de tener esperanza. La esperanza en el alma va muriendo).
Ahora he vuelto. Y he pensado, Hazlo con alegría. Hazlo a gusto. Anímate (ánima/alma). Cuando vuelva el sol habrá caído y el infierno de la Puerta del Sol (su hervidero de gentes sudadas, los malos olores que desprenden algunos humanos, la fealdad de edificios y suelos, lo triste de tantos escaparates, los pobres de solemnidad y los del Patio de Monipodio, los autobuses para turistas, el calor que surge del frío de los acondicionadores, el aire seco) se habrá suavizado un poco. Será la hora en la que el viento arrecia y los pájaros vuelan locos, con los picos abiertos para cazar insectos. Cuando vuelva, me digo, cuando vuelva...
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Ensayo
Tags : Sobre la música Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/07/2009 a las 19:20 | {0}