El sinsonte. ¡Ay, qué nombre tan grande para animal tan chico!
Si le quedara la fuerza de lo nuevo; la que se inicia frente a los grandes deltas; al inicio de la escuela.
Se dice: si hubiera sido en el siglo XIX y como paisaje: gran catarata, inmensos bosques, lagos de un pristinidad enfermiza, puro reflejo de algo tan ausente como la imagen que se observe.
Si hubiera estado allí -Mujer u Hombre- con ese aliento que hincha el pecho y la seguridad del que no sabe; con ese aliento que produce el saber que al final de la última capa queda la nada: esencia de cebolla, esencia de Mujer y esencia de Hombre, esencia de Abeja y esencia de Agua.
Entonces habría ido, habría abiertamente sonreído a los niños, los pueblos, las naciones, los estados, los amaneceres, lo sinsontes, las praderas, los extraños nombres de las lenguas extrajeras, la fisonomía de las gentes, los colores de las pieles, las músicas (que es, al fin y al cabo, siempre una y siempre la misma: formas de escalera). A todos habría celebrado.
Y ríe, ríe al pensar que quizá se ponga a escribir: Hojas de Mierda.
Primera hora
Todavía no lo sé.
Segunda hora
Ha sido un movimiento, una alteración. El mal. El mal.
Tercera hora
Se produce una congestión en el centro de la frente. Aún no la razono. Nada hay razonable. Pienso en el trabajo, en la carne picada: restos de restos mezclados. Pienso en la química de la mostaza. En la ausencia de frutos. En la hambruna. En el ser humano. Aprieto los dientes sin ser consciente. Pero ya respiro, de improviso, una gran bocanada de aire.
La locura, lo sé, necesita oxígeno.
Cuarta hora
No tengo hambre. No quiero hacer nada. El sonido de una puerta me inquieta. Intento no pensar. No saber. No recordar. Pero pienso. Sé. Recuerdo.
Quinta hora
Pavor. Lo resuelvo mal. Lo dejo a medias. La frente parece hincharse. Es como si me hubieran clavado una chincheta y no encontrara su cabeza.
Sexta hora
El mal no me abandonará jamás. ¡Me cago en Dios!
Séptima hora
Me ciega la luz. Ruego al destino que nadie se me cruce en el camino. No controlo en absoluto mi estado de ánimo. La ira. La ira. La ansiedad. La ira de nuevo. Como cada parada del autobús. La risa de alguien. Miro hacia abajo. Mi mirada debe desprender odio. ¿Por qué odio? ¿Qué está pasando? Por primera vez soy consciente y eso me calma algo. Larga e intensa bocanada de aire. Oxígeno para lo que está por venir.
Desde la octava hasta la decimosexta hora
¿Cómo estoy aquí?
¿Por qué comen animales podridos?
¿Qué le pasa a la cebolla?
¿Volveré a estar tranquilo?
¿Tendré que volverme a ir? ¿Subir a la montaña? ¿Morir allí?
¿Por qué viene hoy a la mujer a la que le recuerdo a Andreas Kartak?
¿Por qué le ruego que no me dirija la palabra?
¿Por qué me ha mirado con compasión?
¡Maldita, maldita compasión!
¿Por qué hoy?
¿Cuándo acabará este macabro trabajo? ¿Dar de comer a las Bestias?
¿Cómo coño se puede decir que una hamburguesa puede ser feliz?
¡Aire, aire, aire!
Aprieto los dientes para no abrirle la cabeza al coreano.
Aprieto los dientes tanto que me mello una muela. Me trago las esquirlas de la muela.
Nunca llega la hora de salir.
¿Han parado los relojes?
¿Por qué ha tenido que venir hoy el supervisor y exigirme que sonría más?
¿Me ha recordado que aún estoy a prueba?
¿Han probado a sonreir lleno de ira?
¡Por fin! ¡Por fin!
Decimoséptima hora
Al golpearme la cara. Fuerte. Muy fuerte. Al arrancarme los cabellos. Al golpearme el estómago. No he logrado sacármelo. El demomio sigue ahí dentro. ¿Se irá? ¿Se irá? Dios mío, Alma bendita, Corazón paciente, Sanador de todo, Última esperanza, sácalo de mí, sácalo de mí, te lo ruego por tu infinita Bondad.
Decimoctava hora
He roto dos puertas y la vajilla. He gritado tanto que no tengo voz. Estoy mejor.
Vigésima hora
La policía. Les he reconocido que he tenido un ataque de pánico. Les pido perdón a los vecinos del rellano de mi escalera. Un mal día, es mi único argumento. Los policías dejan que me quede tras ofrecerme el traslado a un hospital. No, gracias. No. Cierro la puerta.
Desde la vigesimoprimera hora hasta la primera hora del día siguiente
El mal entra cuando quiere y me atenaza. No tengo armas contra él. Volverá, una vez y otra. Volverá. Volverá. Volverá...
Todavía no lo sé.
Segunda hora
Ha sido un movimiento, una alteración. El mal. El mal.
Tercera hora
Se produce una congestión en el centro de la frente. Aún no la razono. Nada hay razonable. Pienso en el trabajo, en la carne picada: restos de restos mezclados. Pienso en la química de la mostaza. En la ausencia de frutos. En la hambruna. En el ser humano. Aprieto los dientes sin ser consciente. Pero ya respiro, de improviso, una gran bocanada de aire.
La locura, lo sé, necesita oxígeno.
Cuarta hora
No tengo hambre. No quiero hacer nada. El sonido de una puerta me inquieta. Intento no pensar. No saber. No recordar. Pero pienso. Sé. Recuerdo.
Quinta hora
Pavor. Lo resuelvo mal. Lo dejo a medias. La frente parece hincharse. Es como si me hubieran clavado una chincheta y no encontrara su cabeza.
Sexta hora
El mal no me abandonará jamás. ¡Me cago en Dios!
Séptima hora
Me ciega la luz. Ruego al destino que nadie se me cruce en el camino. No controlo en absoluto mi estado de ánimo. La ira. La ira. La ansiedad. La ira de nuevo. Como cada parada del autobús. La risa de alguien. Miro hacia abajo. Mi mirada debe desprender odio. ¿Por qué odio? ¿Qué está pasando? Por primera vez soy consciente y eso me calma algo. Larga e intensa bocanada de aire. Oxígeno para lo que está por venir.
Desde la octava hasta la decimosexta hora
¿Cómo estoy aquí?
¿Por qué comen animales podridos?
¿Qué le pasa a la cebolla?
¿Volveré a estar tranquilo?
¿Tendré que volverme a ir? ¿Subir a la montaña? ¿Morir allí?
¿Por qué viene hoy a la mujer a la que le recuerdo a Andreas Kartak?
¿Por qué le ruego que no me dirija la palabra?
¿Por qué me ha mirado con compasión?
¡Maldita, maldita compasión!
¿Por qué hoy?
¿Cuándo acabará este macabro trabajo? ¿Dar de comer a las Bestias?
¿Cómo coño se puede decir que una hamburguesa puede ser feliz?
¡Aire, aire, aire!
Aprieto los dientes para no abrirle la cabeza al coreano.
Aprieto los dientes tanto que me mello una muela. Me trago las esquirlas de la muela.
Nunca llega la hora de salir.
¿Han parado los relojes?
¿Por qué ha tenido que venir hoy el supervisor y exigirme que sonría más?
¿Me ha recordado que aún estoy a prueba?
¿Han probado a sonreir lleno de ira?
¡Por fin! ¡Por fin!
Decimoséptima hora
Al golpearme la cara. Fuerte. Muy fuerte. Al arrancarme los cabellos. Al golpearme el estómago. No he logrado sacármelo. El demomio sigue ahí dentro. ¿Se irá? ¿Se irá? Dios mío, Alma bendita, Corazón paciente, Sanador de todo, Última esperanza, sácalo de mí, sácalo de mí, te lo ruego por tu infinita Bondad.
Decimoctava hora
He roto dos puertas y la vajilla. He gritado tanto que no tengo voz. Estoy mejor.
Vigésima hora
La policía. Les he reconocido que he tenido un ataque de pánico. Les pido perdón a los vecinos del rellano de mi escalera. Un mal día, es mi único argumento. Los policías dejan que me quede tras ofrecerme el traslado a un hospital. No, gracias. No. Cierro la puerta.
Desde la vigesimoprimera hora hasta la primera hora del día siguiente
El mal entra cuando quiere y me atenaza. No tengo armas contra él. Volverá, una vez y otra. Volverá. Volverá. Volverá...
Cuento
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/07/2011 a las 19:33 | {0}Recopilación atribuida a Isaac Alexander al alimón con La del Soto del Parral
En sus notas sobre el deseo escribe el profesor Marcus Elding: El deseo, etimológicamente, viene del latín desiderare que traducido al español significa: echar de menos un astro. El deseo, por lo tanto, quiere ver lo que no está. Escrita esta obviedad, el profesor Marcus Elding se pegó un tiro entre pecho y espalda.
En sus notas sobre la perfección escribe la antropóloga Ernestine Blanche: En terracota vi la figura de una mujer embarazada. Su fragilidad me hizo sentir antigua como si la Tierra me hubiera devuelto la niñez que un día tuve. En un esfuerzo fuera de lo común le pedí a mi ayudante que me alejara aquella figura. Por nada del mundo quería volver a la niñez. La niñez es la perfección y yo ya era demasiado adulta como para empezar a sentir nostalgia.
Entonces me pregunté (se pregunta un filósofo ecuatoriano que con muy bien criterio se hacía llamar Anónimo): ¿Repulsión y atracción a un mismo tiempo? ¿Querer saber y luego olvidar? ¿Mantener viva una llama y luego cautamente deslizarse hacia la penumbra? ¿En vilo la esperanza? ¿Llama que se sopla no para que se avive sino para que se atempere -casi se apague-? ¿Ansia de incienso? ¿Espejismo en la tundra? Nomeolvides.
En su cuadragésimo tercer aniversario la famosa prestidigitadora Manuela Alva Alva dejó caer su pañuelo a los pies de los caballos y éstos piafaron y se lanzaron, en local carrera -todo esto ocurría en Aveiro, Portugal-, hacia el corazón de las tinieblas. Amar, pensó Manuela Alva Alva, es impropio de una dama con mis dedos.
Por último: la muchacha (ya mujer) llamó, se interesó por aquel hombre, esperó, volvió a interesarse y cuando el hombre respondió a sus atenciones, ella desapareció. ¡Ojos del Guadiana! exclamó el hombre y se introdujo en una gruta a donde la luz apenas se asoma.
Miscelánea
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/07/2011 a las 10:46 | {0}
Boga
no fuerces
la sal
se empeña
en secar
la espalda
del pez
Boga
eleva
la proa
encara
la ola
y cae
Boga
sin límite
coge el timón
y no obligues
el rumbo
Boga
Deja la mano
sumergida
en la mar
Bogue ella
también
Boga
hacia el horizonte
el que nunca llega
el que siempre se alcanza
el que se desplaza
el que se oscurece y aclara
Boga
con la sonrisa del ser
y el amparo del dios
Boga
hasta la noche
Boga
hasta la bóveda
Boga
Boga
no fuerces
la sal
se empeña
en secar
la espalda
del pez
Boga
eleva
la proa
encara
la ola
y cae
Boga
sin límite
coge el timón
y no obligues
el rumbo
Boga
Deja la mano
sumergida
en la mar
Bogue ella
también
Boga
hacia el horizonte
el que nunca llega
el que siempre se alcanza
el que se desplaza
el que se oscurece y aclara
Boga
con la sonrisa del ser
y el amparo del dios
Boga
hasta la noche
Boga
hasta la bóveda
Boga
Boga
Terrorismo: Método de lucha política basado en el terror (Diccionario del español actual. Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos)
Terrorismo: Uso de la violencia, particularmente comisión de atentados, como instrumento político. (Diccionario de uso del español. María Moliner)
Política: II f 5 Actividad relativa al gobierno de la sociedad. (Diccionario del español actual. Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos)
¿Qué ha ocurrido en Oslo? La actuación de Anders Behring Breivik ¿se puede calificar de acto terrorista? Basado en las definiciones dadas, yo diría que no. Lo que ha hecho este asesino es asesinar (los motivos de los asesinos, por decirlo de alguna forma, forman parte de la instrucción del Sumario. No son el sumario en sí. No son el hecho en sí. En ocasiones, son atenuantes y en otras gravan la pena).
Tenemos, en Europa, un terrible sentimiento de culpa. De culpa antigua. Que a saber de dónde vendrá. Por lo que leo, tan sólo por las informaciones, yo aplicaría a este hombre los calificativos de perturbado, de criminal. Porque en su acto -solitario- no existe una relación con la actividad relativa al gobierno de la sociedad (política) sino un decisión de asesinar por cuestiones que -puedo equivocarme- son muy distintas de un mero enfoque político.
¿Qué siginifica asesinar la juventud?
¿Qué significa vestirse de orden? Iba disfrazado de policía.
No me parece saludable, ni alentador, que la masacre de un loco se tiña de política, de ataque a un sistema de vida; no me parece justo que sintamos miedo de vivir como vivimos. La sociedad occidental, muy lejos aún de los ideales democráticos, parece querer seguir esa vía y no será calificando como terrorismo cualquier acto de barbarie ejecutado por un hombre -es decir, como método de lucha política basado en el terror y por lo tanto con apoyo de un grupo porque es consustancial a la lucha política la existencia de una organización de personas- como podremos avanzar en nuestras justas aspiraciones. Creo que la democracia es la más justa de las aspiraciones de una sociedad.
En nuestro español más castizo diríamos que este hombre es un hijo de puta -con mis disculpas para las mujeres que ejercen tan digna profesión-. Tiempo habrá para que destapen el tarro de las esencias psicólogos, criminalistas y gentes que gusten de opinar.
A mí me da por pensar últimamente que la maldad se engendra en la ausencia de afectos y que ese hombre no pudo resistirse a la belleza de un grupo de jóvenes, en una isla hermosa, soñando y hablando su futuro, llenos de esperanza -que es condición humana- mientras él, en una granja, se retorcía las tripas con argumentos que, en vez de calmarle, le apretaban y supuraban su odio. Un odio que él tenía que resolver odiando y siendo, ahora sí, -justamente- odiado.
Terrorismo: Uso de la violencia, particularmente comisión de atentados, como instrumento político. (Diccionario de uso del español. María Moliner)
Política: II f 5 Actividad relativa al gobierno de la sociedad. (Diccionario del español actual. Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos)
¿Qué ha ocurrido en Oslo? La actuación de Anders Behring Breivik ¿se puede calificar de acto terrorista? Basado en las definiciones dadas, yo diría que no. Lo que ha hecho este asesino es asesinar (los motivos de los asesinos, por decirlo de alguna forma, forman parte de la instrucción del Sumario. No son el sumario en sí. No son el hecho en sí. En ocasiones, son atenuantes y en otras gravan la pena).
Tenemos, en Europa, un terrible sentimiento de culpa. De culpa antigua. Que a saber de dónde vendrá. Por lo que leo, tan sólo por las informaciones, yo aplicaría a este hombre los calificativos de perturbado, de criminal. Porque en su acto -solitario- no existe una relación con la actividad relativa al gobierno de la sociedad (política) sino un decisión de asesinar por cuestiones que -puedo equivocarme- son muy distintas de un mero enfoque político.
¿Qué siginifica asesinar la juventud?
¿Qué significa vestirse de orden? Iba disfrazado de policía.
No me parece saludable, ni alentador, que la masacre de un loco se tiña de política, de ataque a un sistema de vida; no me parece justo que sintamos miedo de vivir como vivimos. La sociedad occidental, muy lejos aún de los ideales democráticos, parece querer seguir esa vía y no será calificando como terrorismo cualquier acto de barbarie ejecutado por un hombre -es decir, como método de lucha política basado en el terror y por lo tanto con apoyo de un grupo porque es consustancial a la lucha política la existencia de una organización de personas- como podremos avanzar en nuestras justas aspiraciones. Creo que la democracia es la más justa de las aspiraciones de una sociedad.
En nuestro español más castizo diríamos que este hombre es un hijo de puta -con mis disculpas para las mujeres que ejercen tan digna profesión-. Tiempo habrá para que destapen el tarro de las esencias psicólogos, criminalistas y gentes que gusten de opinar.
A mí me da por pensar últimamente que la maldad se engendra en la ausencia de afectos y que ese hombre no pudo resistirse a la belleza de un grupo de jóvenes, en una isla hermosa, soñando y hablando su futuro, llenos de esperanza -que es condición humana- mientras él, en una granja, se retorcía las tripas con argumentos que, en vez de calmarle, le apretaban y supuraban su odio. Un odio que él tenía que resolver odiando y siendo, ahora sí, -justamente- odiado.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/07/2011 a las 18:07 | {0}