Escritos por Violeta García-Loygorri Tinajas a sus trece años.
No seré malo con mi hermana. No seré malo con mi hermana. No seré malo con mi hermana. No seré malo con mi hermana. No… no, porque ella va a morir. Como todos nosotros. Muerte.
No… no es una palabra muy bella y útil. No te quiero. No me gusta el queso. No me apetece ir a tu casa. No. NO. Yo soy no. Yo soy… yo no soy nada. Yo soy no. No soy nada. Yo soy nada, soy no. Pero soy. Soy no.
Pistola del calibre 34, eh… Buena pistola. Yo que tú la escondería bien. Te la quitarán… si te encuentran. Si nos encuentran. Bueno, eso te da igual, ¿no? Tú ya eres hombre muerto. Porque esos no perdonan. Ja, no perdonan, no. Así perdí la pierna. Creyendo que perdonaban. No. No perdonan. Nunca perdonan.
¿Te crees listo? Sí que te crees listo. Ese es tu problema. Que te crees muy listo. Y en realidad no lo eres. Eres más que listo. Eres un genio. Mejor que Mozart. Bueno, no. Hasta ahí no llegas. Todavía. Ya verás cuando te enseñe del todo. Ya verás.
Hola. Me llamo Luis. Soy de Bilbao. Tengo cuarenta años. Soy físico espacial de la NASA. Creo que he matado a alguien. Bueno, no. En realidad no sé para qué llamaba. En fin. Adiós.
Matemáticas. Esa horrible asignatura. Esa monstruosa ciencia. Esas temibles operaciones. Esos milagrosos números. Eso.
Canta. Habla. Sonríe. Llora. Haz algo. Lo que sea. Por favor, haz cualquier cosa. Pero sé feliz. Muy feliz. Incluso después de que muera. Venga. Sonríeme. Y ahora… FOTOOOOOOOO.
Bueno, no sé… tal vez no sea eso lo importante. Es que no sé si lo importante es eso. O tal vez sí que lo sé. Pero no sé si estoy segura. No sé si… la verdad es que… no estoy segura de que lo más importante para ti es lo más importante para mí. No sé. Lo siento.
Sí. Sí a todo lo que me digas. ¿Paté? Sí. ¿Azúcar? Sí. ¿Vómito frito con hojaldre? Buf… sí. Todo. Sí. Si me necesitas llámame, ¿vale? Sí. Sí. Sí. A ti te digo: Sí.
Eres una princesita muy guapa, ¿sabes? Eres una princesita preciosa. Tus papás deben estar muy contentos, ¿no? Seguro que sí. Me alegro de que hayas venido a pasar unos días conmigo. Nos lo vamos a pasar GENIAL. Ya verás. Vamos a hacer pases de modelos. Ya verás, bonita, ya verás.
Me tengo que ir al instituto. Lucy, llego tarde. De hecho, me voy. Papá, lo siento, pero me voy sin Lucy. ¿Papá? La llevas tú, ¿vale? A mí no me da tiempo. ¿Papá? ¡Papá! Bueno, pues eso, que me voy. Adiós. Me estoy yendo, eh… Estoy abriendo la puerta… Oh, por el amor de Dios. ¡¡¡LUCY, VEN AQUÍ YAAAAAAA!!!
¡Oh, Dios Mío! ¿Pero qué has hecho? ¿¡QUÉ HA PASADO AQUÍ!? Creo que me voy a desmayar ahora mismo. Madre del cielo. Uy, qué mal me encuentro… anda, tráeme algo de beber. ¿Agua? No, no… ¿tenéis vodka? ¿Sí? Vale, gracias.
¿Me puedo levantar ya? Porfi porfi porfi… Jo. ¡¡Pero si ya no estoy malo!! ¡Que no! Mira, tócame la frente. ¿Está caliente? No. Está fría. Congelada. Está congelada… congelada. Muerta. Muerto. Yo… no estoy enfermo. Muerto. Eso sí.
¡Corre! No llegaremos a tiempo. Es imposible. Nos cogerán. Ya verás, nos van a coger. Vale, tranquilidad… pero tú corre, eh… No, no, no pares. Si paras nos cogerán. Tú corre. Simplemente corre. Todo va a ir bien. Tú corre. Eres rápido. Corre.
Me llamo Colocilia. Soy de Noquiernande. Todas las mujeres de mi familia se llaman Colocilia. Es, digamos, el nombre de mi familia. Los hombres se llaman Cadaninio… bueno, menos mi primo, él se llama Candadadio. Es un nombre un poco raro, pero a mi tía le gustaba. Yo empiezo aquí mi historia, en Noquiernande, y no sé dónde acabará. Allá vamos.
Mamá, no. No. Espera, escúchame. No, no. Espera. Sí, pero ¿te puedes callar un momento? Gracias. Vale, el caso es que Marta y yo pensábamos quedar mañana por la tarde. ¿A qué hora? Pues sobre las seis o las siete, supongo. ¿Eso qué más da, una hora más que una menos? Vale, mamá. A las seis y media. ¿Que qué vamos a hacer? Pues no sé, charlar, supongo. ¿Dónde? Quedaremos en casa y daremos una vuelta, digo yo… ¿Eh? Mamá, que no. Pero… escucha. Mamá… esc… ¡VALE, DÉJALO!
Entro en la habitación oscura en silencio. No se oye ni mi respiración. Cojo a la chica por el pelo y, sin hacer ruido, lo embadurno todo entero de crema depilatoria. Después salgo de la habitación en silencio de nuevo y cojo un cuchillo. Vuelvo a entrar y me quedo mirando a la pobre Lala. Qué mala soy. Me acerco a ella y con el cuchillo le corto las uñas de toda una mano. Sigo con la otra y con las de los pies. Después me voy con sumo sigilo. Nadie sabrá que he sido yo y ella tendrá que suicidarse. Soy feliz. Muy feliz.
Hola. ¿Qué tal? Jajajaja, yo también. Bueno, ¿qué te trae por aquí esta vez? Oh. Sí, lo recuerdo. Vale, eh… déjame que piense… sí, creo que está aquí. Toma. Estos son los papeles que buscan. Recuerda, si te los llevas ahora, no podrás devolverlos nunca. No, no. Si te los llevas, te los quedas, que muchos problemas me han traído a mí. No. Lo siento. Vale, bien. Pues ya nos veremos. Jajajaja, estoy seguro de que sí. Ya verás. Hasta pronto, Sean, hasta pronto.
Chon chon, soy elefante. Chon chon, aquí llego. Chon chon, a comerme al ratoncito. Chon chon, que me asusta con ingenio.
No… no es una palabra muy bella y útil. No te quiero. No me gusta el queso. No me apetece ir a tu casa. No. NO. Yo soy no. Yo soy… yo no soy nada. Yo soy no. No soy nada. Yo soy nada, soy no. Pero soy. Soy no.
Pistola del calibre 34, eh… Buena pistola. Yo que tú la escondería bien. Te la quitarán… si te encuentran. Si nos encuentran. Bueno, eso te da igual, ¿no? Tú ya eres hombre muerto. Porque esos no perdonan. Ja, no perdonan, no. Así perdí la pierna. Creyendo que perdonaban. No. No perdonan. Nunca perdonan.
¿Te crees listo? Sí que te crees listo. Ese es tu problema. Que te crees muy listo. Y en realidad no lo eres. Eres más que listo. Eres un genio. Mejor que Mozart. Bueno, no. Hasta ahí no llegas. Todavía. Ya verás cuando te enseñe del todo. Ya verás.
Hola. Me llamo Luis. Soy de Bilbao. Tengo cuarenta años. Soy físico espacial de la NASA. Creo que he matado a alguien. Bueno, no. En realidad no sé para qué llamaba. En fin. Adiós.
Matemáticas. Esa horrible asignatura. Esa monstruosa ciencia. Esas temibles operaciones. Esos milagrosos números. Eso.
Canta. Habla. Sonríe. Llora. Haz algo. Lo que sea. Por favor, haz cualquier cosa. Pero sé feliz. Muy feliz. Incluso después de que muera. Venga. Sonríeme. Y ahora… FOTOOOOOOOO.
Bueno, no sé… tal vez no sea eso lo importante. Es que no sé si lo importante es eso. O tal vez sí que lo sé. Pero no sé si estoy segura. No sé si… la verdad es que… no estoy segura de que lo más importante para ti es lo más importante para mí. No sé. Lo siento.
Sí. Sí a todo lo que me digas. ¿Paté? Sí. ¿Azúcar? Sí. ¿Vómito frito con hojaldre? Buf… sí. Todo. Sí. Si me necesitas llámame, ¿vale? Sí. Sí. Sí. A ti te digo: Sí.
Eres una princesita muy guapa, ¿sabes? Eres una princesita preciosa. Tus papás deben estar muy contentos, ¿no? Seguro que sí. Me alegro de que hayas venido a pasar unos días conmigo. Nos lo vamos a pasar GENIAL. Ya verás. Vamos a hacer pases de modelos. Ya verás, bonita, ya verás.
Me tengo que ir al instituto. Lucy, llego tarde. De hecho, me voy. Papá, lo siento, pero me voy sin Lucy. ¿Papá? La llevas tú, ¿vale? A mí no me da tiempo. ¿Papá? ¡Papá! Bueno, pues eso, que me voy. Adiós. Me estoy yendo, eh… Estoy abriendo la puerta… Oh, por el amor de Dios. ¡¡¡LUCY, VEN AQUÍ YAAAAAAA!!!
¡Oh, Dios Mío! ¿Pero qué has hecho? ¿¡QUÉ HA PASADO AQUÍ!? Creo que me voy a desmayar ahora mismo. Madre del cielo. Uy, qué mal me encuentro… anda, tráeme algo de beber. ¿Agua? No, no… ¿tenéis vodka? ¿Sí? Vale, gracias.
¿Me puedo levantar ya? Porfi porfi porfi… Jo. ¡¡Pero si ya no estoy malo!! ¡Que no! Mira, tócame la frente. ¿Está caliente? No. Está fría. Congelada. Está congelada… congelada. Muerta. Muerto. Yo… no estoy enfermo. Muerto. Eso sí.
¡Corre! No llegaremos a tiempo. Es imposible. Nos cogerán. Ya verás, nos van a coger. Vale, tranquilidad… pero tú corre, eh… No, no, no pares. Si paras nos cogerán. Tú corre. Simplemente corre. Todo va a ir bien. Tú corre. Eres rápido. Corre.
Me llamo Colocilia. Soy de Noquiernande. Todas las mujeres de mi familia se llaman Colocilia. Es, digamos, el nombre de mi familia. Los hombres se llaman Cadaninio… bueno, menos mi primo, él se llama Candadadio. Es un nombre un poco raro, pero a mi tía le gustaba. Yo empiezo aquí mi historia, en Noquiernande, y no sé dónde acabará. Allá vamos.
Mamá, no. No. Espera, escúchame. No, no. Espera. Sí, pero ¿te puedes callar un momento? Gracias. Vale, el caso es que Marta y yo pensábamos quedar mañana por la tarde. ¿A qué hora? Pues sobre las seis o las siete, supongo. ¿Eso qué más da, una hora más que una menos? Vale, mamá. A las seis y media. ¿Que qué vamos a hacer? Pues no sé, charlar, supongo. ¿Dónde? Quedaremos en casa y daremos una vuelta, digo yo… ¿Eh? Mamá, que no. Pero… escucha. Mamá… esc… ¡VALE, DÉJALO!
Entro en la habitación oscura en silencio. No se oye ni mi respiración. Cojo a la chica por el pelo y, sin hacer ruido, lo embadurno todo entero de crema depilatoria. Después salgo de la habitación en silencio de nuevo y cojo un cuchillo. Vuelvo a entrar y me quedo mirando a la pobre Lala. Qué mala soy. Me acerco a ella y con el cuchillo le corto las uñas de toda una mano. Sigo con la otra y con las de los pies. Después me voy con sumo sigilo. Nadie sabrá que he sido yo y ella tendrá que suicidarse. Soy feliz. Muy feliz.
Hola. ¿Qué tal? Jajajaja, yo también. Bueno, ¿qué te trae por aquí esta vez? Oh. Sí, lo recuerdo. Vale, eh… déjame que piense… sí, creo que está aquí. Toma. Estos son los papeles que buscan. Recuerda, si te los llevas ahora, no podrás devolverlos nunca. No, no. Si te los llevas, te los quedas, que muchos problemas me han traído a mí. No. Lo siento. Vale, bien. Pues ya nos veremos. Jajajaja, estoy seguro de que sí. Ya verás. Hasta pronto, Sean, hasta pronto.
Chon chon, soy elefante. Chon chon, aquí llego. Chon chon, a comerme al ratoncito. Chon chon, que me asusta con ingenio.
Baltasar Garzón
"Rechazo frontalmente la sentencia que me ha sido notificada en el día de hoy.
Lo hago por entender que no se ajusta a derecho, que me condena de forma injusta y predeterminada.
He trabajado contra el terrorismo, el narcotráfico, los crímenes contra la humanidad y la corrupción. Lo he hecho con la ley en la mano y en unión de fiscales, jueces y policía. En este trabajo, siempre he cumplido con rigor las normas, he defendido los derechos de los justiciables y de las víctimas en situaciones muy adversas.
Ahora y a lo largo de este procedimiento, mis derechos han sido sistemáticamente violentados, mis peticiones de defensa desatendidas, el juicio oral una excusa, cuyo contenido ha sido utilizado sólo contra mí, prescindiendo de los elementos favorables que me beneficiaban, para, con ello, poder dar forma a una sentencia que ya estaba anunciada desde hace meses.
Mi actuación en el denominado caso Gürtel, se ajustó a la ley y en su desarrollo, tomé todas las medidas para garantizar el derecho de defensa y la investigación de delitos muy graves relacionados con la corrupción, partiendo de los contundentes indicios y para evitar la continuidad delictiva de blanqueo de dinero de los jefes mafiosos que utilizaban, como ya lo habían hecho antes, a los abogados designados.
Se me ha impedido aportar las pruebas que lo demostraban y se ha prescindido de la implicación y participación de abogados en la trama.
La afirmación que se contiene en la sentencia para justificar el supuesto dolo de que "la inclusión de la cláusula previniendo el derecho de defensa dejando a un lado su efectividad, revela que sabía que su resolución afectaba a este derecho" es una aberración que contradice todo el sentido de la misma y se utiliza para eliminar la base de mi absolución. La sentencia no dice en ningún momento cuál es el daño producido en el derecho de defensa y no lo dice sencillamente porque no existe. Lo inventa. Así mismo falta a la verdad cuando se dice que no se ejecutó la medida de salvaguardar dicho derecho, cuando personalmente me cuide de garantizarlo y así lo avalan las pruebas practicadas e ignoradas por el tribunal.
Esta sentencia, sin razón jurídica para ello ni pruebas que la sustenten, elimina toda posibilidad para investigar la corrupción y sus delitos asociados abriendo espacios de impunidad y contribuye gravemente, en el afán de acabar con un concreto juez, a laminar la independencia de los jueces en España.
Acudiré a las vías legales que correspondan para combatir esta sentencia y ejerceré todas las acciones que sean pertinentes para tratar de paliar el perjuicio irreparable que los autores de esta sentencia han cometido.
Madrid a 9 de febrero de 2012"
Lo hago por entender que no se ajusta a derecho, que me condena de forma injusta y predeterminada.
He trabajado contra el terrorismo, el narcotráfico, los crímenes contra la humanidad y la corrupción. Lo he hecho con la ley en la mano y en unión de fiscales, jueces y policía. En este trabajo, siempre he cumplido con rigor las normas, he defendido los derechos de los justiciables y de las víctimas en situaciones muy adversas.
Ahora y a lo largo de este procedimiento, mis derechos han sido sistemáticamente violentados, mis peticiones de defensa desatendidas, el juicio oral una excusa, cuyo contenido ha sido utilizado sólo contra mí, prescindiendo de los elementos favorables que me beneficiaban, para, con ello, poder dar forma a una sentencia que ya estaba anunciada desde hace meses.
Mi actuación en el denominado caso Gürtel, se ajustó a la ley y en su desarrollo, tomé todas las medidas para garantizar el derecho de defensa y la investigación de delitos muy graves relacionados con la corrupción, partiendo de los contundentes indicios y para evitar la continuidad delictiva de blanqueo de dinero de los jefes mafiosos que utilizaban, como ya lo habían hecho antes, a los abogados designados.
Se me ha impedido aportar las pruebas que lo demostraban y se ha prescindido de la implicación y participación de abogados en la trama.
La afirmación que se contiene en la sentencia para justificar el supuesto dolo de que "la inclusión de la cláusula previniendo el derecho de defensa dejando a un lado su efectividad, revela que sabía que su resolución afectaba a este derecho" es una aberración que contradice todo el sentido de la misma y se utiliza para eliminar la base de mi absolución. La sentencia no dice en ningún momento cuál es el daño producido en el derecho de defensa y no lo dice sencillamente porque no existe. Lo inventa. Así mismo falta a la verdad cuando se dice que no se ejecutó la medida de salvaguardar dicho derecho, cuando personalmente me cuide de garantizarlo y así lo avalan las pruebas practicadas e ignoradas por el tribunal.
Esta sentencia, sin razón jurídica para ello ni pruebas que la sustenten, elimina toda posibilidad para investigar la corrupción y sus delitos asociados abriendo espacios de impunidad y contribuye gravemente, en el afán de acabar con un concreto juez, a laminar la independencia de los jueces en España.
Acudiré a las vías legales que correspondan para combatir esta sentencia y ejerceré todas las acciones que sean pertinentes para tratar de paliar el perjuicio irreparable que los autores de esta sentencia han cometido.
Madrid a 9 de febrero de 2012"
(Por César) in memoriam Antoni Tàpies (también)
Antoni Tàpies Composición con ropa y cuerda
Se cortó el cabello en el Monte Pelado. (Mussorgsky).
Descalzó sus pies ante una congregación de Pieds-Noirs.
Tintó sus manos de rojo.
Desbastó todo un bosque.
No mató a Eugenia con su hacha.
Desenvolvió con cuidado el perfil de una cintura.
Acudió entusiasmado a la decapitación de la Esfinge.
No le hizo ascos a Medusa y supo mirarla de frente. (no así Perseo).
Se encaramó a la Diosa de la Fertilidad y se hizo la vasectomía.
Durmió como un bendito.
Con guante de seda golpeó con mano férrea.
Desanduvo absolutamente todo lo que había andado.
Se desnudó frente a sí y se puso a dar saltos.
Rompió el hielo y se hundió en el lago.
Decidió decidir y no se hizo sabio.
Masculló oraciones en latín medieval.
Socorrió a unas monjas con una sopa castellana.
Escurrió el bulto que resultó ser niña.
Fue capaz de conciliar al rayo y al trueno en una calma chicha.
Mantuvo recta la espalda.
Olisqueó el aire en busca de la lluvia.
Se mareó hasta el vómito emulando a los derviches.
Fue hasta un universo paralelo y se quedó tonto.
Calló a los que le increpaban recurriendo al caramillo.
Se santiguó dos veces con la mano nefanda.
Le rió dios la broma y le regaló una espada.
Volvió y surgió el renacimiento.
Con la nieve a cuestas se encaramó en la cima y produjo el manantial puro.
No dijo esta boca es mía cuando se la abrieron.
Aprendió a hacer pis detrás de la rueca.
Los cabellos albos le sugirieron lomas.
Tomó el pincel y emuló la cadera.
Tomó la cadera y jugueteó con ella.
Despertó en enero y se supo a marzo.
Quiso rendirse pero le faltó valor.
Las lentejas no le parecieron cosa de viejas sino vestigios de un asunto milenario.
Esbozó el plan para su eternidad.
Se lanzó al abismo y aterrizó en el trono.
Le casaron pronto y se disparó en la sién y aún tuvo tiempo para decir una palabra o mil doscientas cuatro.
Regurgitó el oro.
No quedó en él ni rastro de plomo.
Cosa de la alquimia, se dijo.
Volvió a por otra.
Capítulo 5. Ana
Cuando llega la hora de ir, Ana se pone nerviosa. Los ojos de Ana a sus cincuenta años. Los brackets de Ana a sus cincuenta años. Su piel tan cuidada. Los liftings de Ana. Las medias de Ana siempre sorprendentes. Los abrigos de Ana. Los labios con botox de Ana. Los términos ingleses en el cuerpo de Ana.
Cuando entra, Ana se coloca en la silla que se podría determinar como el centro de la habitación. Frente al espejo. Exquisitamente maquillada. Exquisitamente vestida. Exquisitamente peinada. Saca un cuaderno de marca y un bolígrafo de plata y esparce entre todos una sonrisa bien estudiada. Luego se coloca muy recta para que el sweater ceñido realce los implantes en el pecho de Ana. El perfume caro de Ana... su insondable verdad, sus anillos, sus complementos, sus collares de perlas salvajes, sus zarcillos de esmeraldas.
Ana: Bueno, es que tampoco tengo nada especial que contar. Para mí la vida es una ensalada, ya sabéis: de vez en cuando te encuentras un trozo de algo que no sabes qué narices es. Yo soy feliz. He venido a aprender algunas cosas. Creo que el camino espiritual, la comprensión de una misma, es algo excitante. Quiero saber. Me muero por saber. Quiero decir que por ejemplo cuando me puse los brackets, le pregunté de todo al dentista antes de hacerlo, bueno al ortodoncista, que menuda palabrita. Tengo menos de cincuenta de años y aparento menos de cuarenta porque para mí el escaparate del espíritu está en el cuerpo. Los demás te tienen que ver con un cuerpo juvenil, con una tersura de la piel que muestre que por debajo todo está bien prieto, que hay donde agarrarse con la seguridad de que no se te va a escurrir entre las manos. Soy muy deportista. Soy muy intelectual. Soy decidida defensora de la autoayuda y creo que todo el poder reside en una misma. Por eso a mí, desde hace muchos años, nada ni nadie me hace daño. Estoy casada con un hombre encantador que se pasa el día viajando y al que apenas veo. Creo que esa particularidad hace que nos queramos más. Cuando estamos juntos lo apuramos al máximo, ya me entendéis ¿no? Él también es fuerte, apasionado, detallista y romántico. Tenemos dos hijos que están estudiando en Princeton y me comunico con ellos por Skype. Sé que están bien. Los están preparando bien. Su padre y yo les hemos dado siempre lo mejor. Son unos buenos chicos. Así es que en general, puedo decir que vivo sola y muy acompañada. Bueno sola del todo no. Tengo a mi perrro Niles que es un encanto y que me hace mucha compañía. Y luego me paso el día de compromiso en compromiso, que si el gimnasio, que si una presentación, que si un mercadillo, que si un cóctel, que si una partidita de cartas, que si el dentista, que si la esteticien. La verdad es que no me aburro. Por eso digo que si estoy aquí no es porque tenga un problema o me sienta desorientada -no quiero decir por supuesto que ese sea vuestro caso- sino por ese afán de aprender, de saber de todo, de tener en forma el alma. Para mí estas sesiones son como la cinta en el gimnasio: una buena gimnasia espiritual. Siento no poder contar ningún conflicto, ningún trauma porque realmente no los tengo, ni los he tenido nunca. Mi vida es casi perfecta y añado el casi por no parecer arrogante. Sus cosillas tiene. Pero pequeñas. Insignificantes. Y bueno como estamos aquí para eso ¿no? (Ana mira a la Profesora y la profesora mantiene su gesto quieto sin asentir ni disentir) pues aunque he tenido que pensármelo mucho, sí que algunas cosillas no funcionan como debieran y quizá la que más me preocupe sea si Dios existe. Desde hace un tiempo, todas las mañanas mientras desayuno y miro a mi criada trajinando en la casa, sobre todo cuando enchufa el aspirador, me viene ese pensamiento a la cabeza, ¿Existe Dios? Y ése es el mayor problema que tengo ahora mismo. Todo lo demás es perfecto. Me siento muy afortunada. Mucho.
Y sonríe Ana y sus brackets brillan con las luces indirectas de la habitación y su mirada se pasea nerviosa entre nosotros como si esperara advertir reproche o duda o -quizá peor- cierto tipo de conmiseración. Se ha hecho el silencio. Se alarga. Ana enlaza sus manos. Mira a la profesora. Baja la vista. Se rasca con sus uñas largas y pintadas del color de las esmeraldas la parte superior izquierda de su labio, justo donde tiene un gracioso lunar. Todos escuchamos la lágrima al golpear contra su bolso de cuero. Todos vemos su sonrisa aniñada.
Ana: Es que a mí esa duda que os digo que tengo, me entristece mucho, mucho, de verdad...
Y durante un largo tiempo, muy largo, continuamos callados, escuchando la vida de los otros, hasta que la profesora habla.
Cuando entra, Ana se coloca en la silla que se podría determinar como el centro de la habitación. Frente al espejo. Exquisitamente maquillada. Exquisitamente vestida. Exquisitamente peinada. Saca un cuaderno de marca y un bolígrafo de plata y esparce entre todos una sonrisa bien estudiada. Luego se coloca muy recta para que el sweater ceñido realce los implantes en el pecho de Ana. El perfume caro de Ana... su insondable verdad, sus anillos, sus complementos, sus collares de perlas salvajes, sus zarcillos de esmeraldas.
Ana: Bueno, es que tampoco tengo nada especial que contar. Para mí la vida es una ensalada, ya sabéis: de vez en cuando te encuentras un trozo de algo que no sabes qué narices es. Yo soy feliz. He venido a aprender algunas cosas. Creo que el camino espiritual, la comprensión de una misma, es algo excitante. Quiero saber. Me muero por saber. Quiero decir que por ejemplo cuando me puse los brackets, le pregunté de todo al dentista antes de hacerlo, bueno al ortodoncista, que menuda palabrita. Tengo menos de cincuenta de años y aparento menos de cuarenta porque para mí el escaparate del espíritu está en el cuerpo. Los demás te tienen que ver con un cuerpo juvenil, con una tersura de la piel que muestre que por debajo todo está bien prieto, que hay donde agarrarse con la seguridad de que no se te va a escurrir entre las manos. Soy muy deportista. Soy muy intelectual. Soy decidida defensora de la autoayuda y creo que todo el poder reside en una misma. Por eso a mí, desde hace muchos años, nada ni nadie me hace daño. Estoy casada con un hombre encantador que se pasa el día viajando y al que apenas veo. Creo que esa particularidad hace que nos queramos más. Cuando estamos juntos lo apuramos al máximo, ya me entendéis ¿no? Él también es fuerte, apasionado, detallista y romántico. Tenemos dos hijos que están estudiando en Princeton y me comunico con ellos por Skype. Sé que están bien. Los están preparando bien. Su padre y yo les hemos dado siempre lo mejor. Son unos buenos chicos. Así es que en general, puedo decir que vivo sola y muy acompañada. Bueno sola del todo no. Tengo a mi perrro Niles que es un encanto y que me hace mucha compañía. Y luego me paso el día de compromiso en compromiso, que si el gimnasio, que si una presentación, que si un mercadillo, que si un cóctel, que si una partidita de cartas, que si el dentista, que si la esteticien. La verdad es que no me aburro. Por eso digo que si estoy aquí no es porque tenga un problema o me sienta desorientada -no quiero decir por supuesto que ese sea vuestro caso- sino por ese afán de aprender, de saber de todo, de tener en forma el alma. Para mí estas sesiones son como la cinta en el gimnasio: una buena gimnasia espiritual. Siento no poder contar ningún conflicto, ningún trauma porque realmente no los tengo, ni los he tenido nunca. Mi vida es casi perfecta y añado el casi por no parecer arrogante. Sus cosillas tiene. Pero pequeñas. Insignificantes. Y bueno como estamos aquí para eso ¿no? (Ana mira a la Profesora y la profesora mantiene su gesto quieto sin asentir ni disentir) pues aunque he tenido que pensármelo mucho, sí que algunas cosillas no funcionan como debieran y quizá la que más me preocupe sea si Dios existe. Desde hace un tiempo, todas las mañanas mientras desayuno y miro a mi criada trajinando en la casa, sobre todo cuando enchufa el aspirador, me viene ese pensamiento a la cabeza, ¿Existe Dios? Y ése es el mayor problema que tengo ahora mismo. Todo lo demás es perfecto. Me siento muy afortunada. Mucho.
Y sonríe Ana y sus brackets brillan con las luces indirectas de la habitación y su mirada se pasea nerviosa entre nosotros como si esperara advertir reproche o duda o -quizá peor- cierto tipo de conmiseración. Se ha hecho el silencio. Se alarga. Ana enlaza sus manos. Mira a la profesora. Baja la vista. Se rasca con sus uñas largas y pintadas del color de las esmeraldas la parte superior izquierda de su labio, justo donde tiene un gracioso lunar. Todos escuchamos la lágrima al golpear contra su bolso de cuero. Todos vemos su sonrisa aniñada.
Ana: Es que a mí esa duda que os digo que tengo, me entristece mucho, mucho, de verdad...
Y durante un largo tiempo, muy largo, continuamos callados, escuchando la vida de los otros, hasta que la profesora habla.
Ayer no supe. Me quedé mirándola. En sus ojos había un pesar grande. Podría haber recogido de un pasado remoto palabras de aliento. Ayer no supe hacer eso. Por primera vez tan sólo acompañé el dolor de esa persona. No alivio. No esperanza. Sólo compañía. Al principio mis pensamientos corrieron en pos de lo que he escrito más arriba. Quise hacer ver. Pronto supe que la oscuridad, en ocasiones, es una mecha a punto de encenderse.
Hace diez días me avergoncé de mi ignorancia. Eso creía. Hoy he descubierto que me avergonzaba de mi deshonestidad.
Estoy descubriendo que es mucho más difícil ser ignorante que ser sabio. Algún adagio decía que la sabiduría contiene crueldad. La ignorancia no puede permitirse ese lujo. La ignorancia está desnuda.
Ayer miré sus ojos. Sólo eso. Y tan sólo me atreví a afirmar que sólo sintiéndose libre de culpas, se puede ser capaz de no hacer sentirse culpable al otro. No sé muy bien por qué dije eso. Y ahí me callé. En el fondo de mí latía la necesidad de seguir hablando. La imagen sería la de una puerta que da paso a una biblioteca en donde se acumulan libros y libros y libros. Entonces pensé (aunque no sé si este pensamiento ha sido en el sueño de la noche) que ya va siendo de dejar de leer. Ya va siendo hora de dejar de aprender. Ya va siendo hora de callarse.
Ayer vislumbré el juego. Sé que sólo fue ayer.
El frío de febrero ¿por qué será?
Dejar de creer en saber.
Tampoco sé por qué escribo estas líneas. Me cuestan mucho. Es la sensación de estar perdiendo las palabras. O de no conocer su verdadero sentido. O, ¡ay! vislumbrar que quizás haya llegado el momento de dejar de escribir.
Porque escribir la ignorancia es imposible.
Hace diez días me avergoncé de mi ignorancia. Eso creía. Hoy he descubierto que me avergonzaba de mi deshonestidad.
Estoy descubriendo que es mucho más difícil ser ignorante que ser sabio. Algún adagio decía que la sabiduría contiene crueldad. La ignorancia no puede permitirse ese lujo. La ignorancia está desnuda.
Ayer miré sus ojos. Sólo eso. Y tan sólo me atreví a afirmar que sólo sintiéndose libre de culpas, se puede ser capaz de no hacer sentirse culpable al otro. No sé muy bien por qué dije eso. Y ahí me callé. En el fondo de mí latía la necesidad de seguir hablando. La imagen sería la de una puerta que da paso a una biblioteca en donde se acumulan libros y libros y libros. Entonces pensé (aunque no sé si este pensamiento ha sido en el sueño de la noche) que ya va siendo de dejar de leer. Ya va siendo hora de dejar de aprender. Ya va siendo hora de callarse.
Ayer vislumbré el juego. Sé que sólo fue ayer.
El frío de febrero ¿por qué será?
Dejar de creer en saber.
Tampoco sé por qué escribo estas líneas. Me cuestan mucho. Es la sensación de estar perdiendo las palabras. O de no conocer su verdadero sentido. O, ¡ay! vislumbrar que quizás haya llegado el momento de dejar de escribir.
Porque escribir la ignorancia es imposible.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/02/2012 a las 19:27 | {1}