Al ver el tiempo (lo veo como una cuchara muy alta que tuviera en sus extremos puntas de calavera) se me ocurre empezar una historia cuyo protagonista fuera una mesa mora o el capitán Cook cuando en su tercer viaje a Tahití acompañado por el delicado nativo Omai, cuyo rostro quedó inmortalizado por sir Joshua Reynolds, asistió a la ceremonia de un sacrificio humano.
Podría empezar de forma poco sutil y clásica. Por ejemplo: Cuando la conoció, la mañana amaneció nublada y él acabado como la noche. Entonces surgirían las preguntas: ¿A quién conoció? ¿Cómo fue el encuentro? ¿Por qué se sentía acabado? Si la protagonista fuera la mesa mora quizá conoció esa mañana nublada a su próxima dueña y el él habría que convertirlo en ella y se sentiría acabada porque al día siguiente iba a ser entregada a un ropavejero para que la desmontara y vendiera por separado sus piezas.
Si se tratara del capitán Cook sería cuentión de elegir a quién o qué iba a conocer. Pudiera ser la grácil nave Resolution que la Armada de su Majestad ponía a su disposición para surcar los mares. O podría ser una dama la cual se hallaba en el salón de Mrs. Coventrie; Mrs. Coventrie, generosa mecenas de artistas y expedicionarios, había organizado la noche anterior a la partida del capitán hacia las islas soñadas por Gaughin casi cien años antes de nacer, una velada musical. Ante la locución velada musical se me ocurre que en vez de una dama, la mujer a la que el capitán Cook conoce es la cantante (una apreciada soprano en los ambientes cultos del Londres de finales del siglo XVIII) cuya voz le embelesará cuando la empiece a escuchar mientras mantiene, en otra estancia de la mansión, una conversación deliciosamente banal con el cronista de la vida de Samuel Johnson, James Boswell...
Podría empezar de forma poco sutil y clásica. Por ejemplo: Cuando la conoció, la mañana amaneció nublada y él acabado como la noche. Entonces surgirían las preguntas: ¿A quién conoció? ¿Cómo fue el encuentro? ¿Por qué se sentía acabado? Si la protagonista fuera la mesa mora quizá conoció esa mañana nublada a su próxima dueña y el él habría que convertirlo en ella y se sentiría acabada porque al día siguiente iba a ser entregada a un ropavejero para que la desmontara y vendiera por separado sus piezas.
Si se tratara del capitán Cook sería cuentión de elegir a quién o qué iba a conocer. Pudiera ser la grácil nave Resolution que la Armada de su Majestad ponía a su disposición para surcar los mares. O podría ser una dama la cual se hallaba en el salón de Mrs. Coventrie; Mrs. Coventrie, generosa mecenas de artistas y expedicionarios, había organizado la noche anterior a la partida del capitán hacia las islas soñadas por Gaughin casi cien años antes de nacer, una velada musical. Ante la locución velada musical se me ocurre que en vez de una dama, la mujer a la que el capitán Cook conoce es la cantante (una apreciada soprano en los ambientes cultos del Londres de finales del siglo XVIII) cuya voz le embelesará cuando la empiece a escuchar mientras mantiene, en otra estancia de la mansión, una conversación deliciosamente banal con el cronista de la vida de Samuel Johnson, James Boswell...
I
Te ha mirado
Cuando los ojos. O un silencio. Cuando algo en los dientes. O el movimiento de un dedo. Cuando el cuerpo acompaña al pensamiento: beso, ola, estrambote, cresta, alboroto, danza, sonrisa al aire de verano. Cuando la pulsión o la tiza de la niñez que se gasta en una pared limpia, sin promesas. Cuando la voz se adelanta a la noche y ya en el mediodía sobrevienen ecos y estrellas y anuncios de cometas. Cuando aún no sabemos y sin embargo... tensión, espejismo lento como dunas de playa en el invierno. Suave pulso. Engranaje de reloj. Cuando la juventud, sus sentires, arrasa y canta una vieja canción junto al alma de todas las almas. Cuando las palmeras callan. Cuando por fin se asalta la selva y todos sus animales y sus plantas todas y los viejos líquenes y las anémonas y la cresta de los gallos y los pies de los tucanes y una melodía leve como la ternilla de los recién nacidos. Entonces soñar, soñar y dejarse soñar y soñar realidad (esto que ahora ocurre es soñar) y soñar una vez más la dicha por todas las horas que perdimos despiertos.
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/08/2013 a las 01:26 | {0}
¿No es un velo y un buen pedazo de polla?
Dice Justo Navarro a propósito de Salvador Espriu que su obra gira en torno a la precariedad lamentable de los seres humanos (voy a escuchar mientras escribo una música que se acompase al ritmo de mis pensamientos).
Me intereso por la palabra precariedad la cual implica inseguridad, deficencia y escasez. Y así, sobre esta base, deduzco el juicio ético que sobre los hombres debió de tener Espriu según la interpretación de Navarro (que así se construye el mundo).
El hombre precario.
El hombre lamentable.
De alguna forma, justificamos el mundo (mi representación de él) en el que vivimos. Un mundo desafortunado, dígolo con suave ironía, donde las decisiones importantes casi nunca se toman y las baladíes no paran de tomarse; donde los hombres hablan y hablan y se alaban y se abrazan mientras la injusticia (que no es ninguna forma sutil de nombrar la cosa en sí) sigue campando por los campos, desiertos, valles, montañas y ciudades del mundo.
Y si hablas con grandes palabras te llaman demagogo, de lo cual ya escribí en su momento y si te ciñes a un hecho concreto te espetan eso de que no puedes definir el todo por la parte, con lo cual nunca puedes llamar a las cosas por su nombre sin que te venga el listo de turno para, retóricamente, ponerte en tu sitio. ¡Y, vive Dios, que te pone!
No hablar sería entonces la única vía revolucionaria.
No hablar por nunca jamás de esta apariencia de las cosas.
No pronunciar hasta el último suspiro las obviedades que en el país de los ciegos nadie ve (quizás algún adivino).
Lamentarse en silencio por los niños perdidos en los desiertos.
Lamentarse por los torturados.
Atender al que se encuentre cerca.
Escribir un verso una tarde verano mientras escuchas Kathy's song de Simon & Garfunkel.
Abrazar un cuerpo precario y lamentable que se ha despertado en la noche presa de una pesadilla.
Esas cosas que todos aplaudirán, que nadie pondrá en entredicho. Esas cosas incluso que la natural modestia hace que ni cuentes.
Hoy en cambio, desde esta tribuna que pago cada año, quiero denunciar la apariencia de las cosas y rogar a quien esto lea que sepa que somos puro engaño (ahora he silbado las primeras notas de una canción de Tom Waits: and I hope that don't fall in love whith you...) que existe la manipulación de las masas, que somos masa, que somos como ya dije también parangonando a Toynbee ganado humano listo para sacrificar cuando sea necesario y que nuestra única fortuna es el tiempo.
Quiero asegurar que el esfuerzo no es para tanto. Que nada merece en la vida una cultura del esfuerzo y la lucha. Y que si alguien viene a espolearte haciéndote ver lo poco que haces (o lo mal que lo haces) calles, mires al suelo y digas, profundamente arrepentido: Me cachis.
Hay en esta tragedia algo que huele a bufonada (muchos pensadores lo vieron y muchos artistas. Por eso ambas categorías serán siempre dignas de no ser enterradas en sagrado), a gran estafa cuya imagen más exacta sería la del obrero votando por el partido de los empresarios; hay en esta tragedia con el destino del ritual de la matanza de los más débiles, la sonrisa bárbara del que bebe en copa de cristal y abre el baile de salón con la primera dama. En esta tragedia los poderosos huelen a grasa humana y lo disimulan con esencias de flor. La apariencia, entonces, es la esencia de flor. Atención pues a los perfumes.
Me dice Isaac Alexander que hoy no le coloque esta perorata. Está cansado, me dice, de palabras y tallas. Ahora sólo disfruta cuando ríe y no hiere a nadie.
Vale.
Me intereso por la palabra precariedad la cual implica inseguridad, deficencia y escasez. Y así, sobre esta base, deduzco el juicio ético que sobre los hombres debió de tener Espriu según la interpretación de Navarro (que así se construye el mundo).
El hombre precario.
El hombre lamentable.
De alguna forma, justificamos el mundo (mi representación de él) en el que vivimos. Un mundo desafortunado, dígolo con suave ironía, donde las decisiones importantes casi nunca se toman y las baladíes no paran de tomarse; donde los hombres hablan y hablan y se alaban y se abrazan mientras la injusticia (que no es ninguna forma sutil de nombrar la cosa en sí) sigue campando por los campos, desiertos, valles, montañas y ciudades del mundo.
Y si hablas con grandes palabras te llaman demagogo, de lo cual ya escribí en su momento y si te ciñes a un hecho concreto te espetan eso de que no puedes definir el todo por la parte, con lo cual nunca puedes llamar a las cosas por su nombre sin que te venga el listo de turno para, retóricamente, ponerte en tu sitio. ¡Y, vive Dios, que te pone!
No hablar sería entonces la única vía revolucionaria.
No hablar por nunca jamás de esta apariencia de las cosas.
No pronunciar hasta el último suspiro las obviedades que en el país de los ciegos nadie ve (quizás algún adivino).
Lamentarse en silencio por los niños perdidos en los desiertos.
Lamentarse por los torturados.
Atender al que se encuentre cerca.
Escribir un verso una tarde verano mientras escuchas Kathy's song de Simon & Garfunkel.
Abrazar un cuerpo precario y lamentable que se ha despertado en la noche presa de una pesadilla.
Esas cosas que todos aplaudirán, que nadie pondrá en entredicho. Esas cosas incluso que la natural modestia hace que ni cuentes.
Hoy en cambio, desde esta tribuna que pago cada año, quiero denunciar la apariencia de las cosas y rogar a quien esto lea que sepa que somos puro engaño (ahora he silbado las primeras notas de una canción de Tom Waits: and I hope that don't fall in love whith you...) que existe la manipulación de las masas, que somos masa, que somos como ya dije también parangonando a Toynbee ganado humano listo para sacrificar cuando sea necesario y que nuestra única fortuna es el tiempo.
Quiero asegurar que el esfuerzo no es para tanto. Que nada merece en la vida una cultura del esfuerzo y la lucha. Y que si alguien viene a espolearte haciéndote ver lo poco que haces (o lo mal que lo haces) calles, mires al suelo y digas, profundamente arrepentido: Me cachis.
Hay en esta tragedia algo que huele a bufonada (muchos pensadores lo vieron y muchos artistas. Por eso ambas categorías serán siempre dignas de no ser enterradas en sagrado), a gran estafa cuya imagen más exacta sería la del obrero votando por el partido de los empresarios; hay en esta tragedia con el destino del ritual de la matanza de los más débiles, la sonrisa bárbara del que bebe en copa de cristal y abre el baile de salón con la primera dama. En esta tragedia los poderosos huelen a grasa humana y lo disimulan con esencias de flor. La apariencia, entonces, es la esencia de flor. Atención pues a los perfumes.
Me dice Isaac Alexander que hoy no le coloque esta perorata. Está cansado, me dice, de palabras y tallas. Ahora sólo disfruta cuando ríe y no hiere a nadie.
Vale.
1
Ahora abre los ojos,
mira tu mundo;
tan sólo es una caja de madera
con una tapa morada.
2
Ramas desnudas del árbol
golpean con calma los cristales;
tras ellas, la luna y su azul.
3
Al hundirte
no dejes de mirar:
hay un fondo y una línea negra.
4
Si pudiera cortarse la lengua
y al amanecer mañana estuviera entera
así la arena que aparece de nuevo
tras las grandes mareas.
5
Cuando se olvida la ignorancia.
6
Dicen que fueron dos notas de piano
y tras ellas los niños
y tras los niños las piedras
y tras las piedras el fuego
y tras el fuego un grito
y tras el grito
7
La taza y la esfera
8
Frágiles, aleluya.
Empeñados (hechos peñas), aleluya.
Sin apenas certezas, aleluya.
9
Invocación de otros (ser otros).
10
Hubo el día alegre
y la alegre espera;
hubo la noche caliente en el tejado del mundo
y la caliente boca que susurra.
11
Mano.
12
Le dijeron: Fue Fineo,
el adivino ciego,
quien indicó la ruta a los argonautas
y les previno de las terribles Simplégades.
Él les respondió: ¿Dónde el ciego
que prevenga mis escollos?
¿Dónde? ¿Dónde?
13
Al fin se turbó la niebla.
14
Al volver a sentir miedo
recobró la infancia.
15
Acordes.
Ahora abre los ojos,
mira tu mundo;
tan sólo es una caja de madera
con una tapa morada.
2
Ramas desnudas del árbol
golpean con calma los cristales;
tras ellas, la luna y su azul.
3
Al hundirte
no dejes de mirar:
hay un fondo y una línea negra.
4
Si pudiera cortarse la lengua
y al amanecer mañana estuviera entera
así la arena que aparece de nuevo
tras las grandes mareas.
5
Cuando se olvida la ignorancia.
6
Dicen que fueron dos notas de piano
y tras ellas los niños
y tras los niños las piedras
y tras las piedras el fuego
y tras el fuego un grito
y tras el grito
7
La taza y la esfera
8
Frágiles, aleluya.
Empeñados (hechos peñas), aleluya.
Sin apenas certezas, aleluya.
9
Invocación de otros (ser otros).
10
Hubo el día alegre
y la alegre espera;
hubo la noche caliente en el tejado del mundo
y la caliente boca que susurra.
11
Mano.
12
Le dijeron: Fue Fineo,
el adivino ciego,
quien indicó la ruta a los argonautas
y les previno de las terribles Simplégades.
Él les respondió: ¿Dónde el ciego
que prevenga mis escollos?
¿Dónde? ¿Dónde?
13
Al fin se turbó la niebla.
14
Al volver a sentir miedo
recobró la infancia.
15
Acordes.
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/08/2013 a las 17:35 | {0}
El día anterior fue de limpieza. Duele limpiarse. Todo lo que ha de evacuarse puede doler como tantas palabras dichas a destiempo, como tantas palabras que nunca se dijeron. El día anterior a este vigésimo primero, sintió la cercanía de su voz lejana y cuando hubo de permanecer tumbado mientras el calor hacía de las suyas sometiendo a las cabezas locas a esgrimir argumentos para seguir vivas, él, entre retortijones, ensoñaba su cabello, su espalda, su mano.
Luego vino la noche y una larga nada. No pudo el calor con él ni tampoco los artilugios ni tan siquiera las voces altas en la gran madrugada.
Supo que la luna se estaba yendo. Y alabó la delicadeza de algunas caligrafías. Al levantarse sintió la debilidad del naúfrago o el cansancio tormentoso del errabundo de desiertos pero llegó hasta el lugar de los fuegos y se hizo una infusión. Se dijo, Me encuentro mejor y cayó en la cuenta de que el calor se había callado un poco.
Bebió despacio y fumó poco. Así empezó el vigésimo primer día del resto de su vida.
Luego vino la noche y una larga nada. No pudo el calor con él ni tampoco los artilugios ni tan siquiera las voces altas en la gran madrugada.
Supo que la luna se estaba yendo. Y alabó la delicadeza de algunas caligrafías. Al levantarse sintió la debilidad del naúfrago o el cansancio tormentoso del errabundo de desiertos pero llegó hasta el lugar de los fuegos y se hizo una infusión. Se dijo, Me encuentro mejor y cayó en la cuenta de que el calor se había callado un poco.
Bebió despacio y fumó poco. Así empezó el vigésimo primer día del resto de su vida.
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/08/2013 a las 10:13 | {0}
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Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/08/2013 a las 10:53 | {0}