Poesía de Wislawa Szymborska de su libro Instante. Traducido por Gerardo Beltrán. Ediciones Igitur
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas,
las inofensivas de una en una
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
es mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas,
las inofensivas de una en una
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
es mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
ETIMOLOGÍA
(Según el ayudante de una escuela de gramática tuberculoso)
Me parece estar viendo todavía a aquel pálido vigilante -cuyos vestidos, corazón, cuerpo, cerebro estaban usados hasta la urdimbre-. No cesaba de desempolvar sus viejos vocabularios y gramáticas con un grotesco pañuelo adornado, como por irrisión, con las alegres banderas de todos los países conocidos. Le gustaba desempolvar sus gramáticas; lo que representaba, hasta cierto punto, una manera de acordarse suavemente de lo que sería de él después de la muerte.
... había caído la noche. La luz de la mesilla estaba encendida. El muchacho seguía leyendo: Cuando os proponéis instruir a los demás y enseñarles con qué nombre se designa en nuestra lengua a un wale-fish (ballena) omitiendo por ignorancia la letra "h" -whale-, que es la que compone casi todo el significado de la palabra, expresáis con ello una "contra-verdad". (Hackluyt). Es cierto que era tarde y que al día siguiente había que ir a la escuela. Es cierto que al muchacho le pesaban los párpados y que el sonido de la lluvia, fuera, le adormecía un tanto pero también lo era que su chica le había regalado su libro más deseado aquella misma tarde y le había dado un beso y había esperado ansiosa su reacción cuando terminara de abrir el papel verde de regalo para encontrarse de bruces con la primera edición de Moby Dick en castellano. Siguió leyendo: "Whale... del sueco y del danés "hval". Se ha nombrado este animal según su redondez y sus movimientos; porque en danés hvalt significa arqueado o abovedado" (Webster's Dictionary). El muchacho pronunció en voz alta la palabra "hvalt" con un ligero acento alemán. Su madre abrió la puerta. Se acercó a él, le dijo: A dormir, cariño. Le quitó el libro de las manos. Lo miró. Le dijo: ¡Qué bonito! Ya tendrás tiempo el fin de semana para leerlo. Y le apagó la luz. Y el muchacho, en la oscuridad, imaginó que se llamaba Ismael mientras seguía pronunciando, mentalmente, la palabra "hval".
Mi esposa me miró ayer y a mí me recorrió un escalofrío por el espinazo. Hacía tanto que no me miraba. Supe, en ese instante, que llevaba años sin recordar sus ojos y cuando los descubrí negros y pequeños temblé pero poco para que ella no se diera cuenta. También atisbé venillas y arrugas y pliegues innúmeros. Todo esto que cuento, todo esto que vi fue durante el tiempo que dura un parpadeo porque de inmediato yo aparté la vista y sorbí el café como si no tuviera prisa, aparentando rutina. ¿Escuché entonces una risita suya y que se frotaba las manos cuando se alejaba por el pasillo y decía, ya lejos, "Me voy a bañar. Si quieres ir al baño vete al pequeño"? O sólo fue un prodigio de imaginación, una descomposición cuántica como si la materia del sueño se hubiera transfigurado en realidad y la materia de la realidad fuera el sueño.
Lo sé, me dije, lo sé, volví a repetir en voz baja pero en voz. Y me acerqué a la ventana que daba a un prado pardo con un fondo de mar gris. Tengo miedo, dije en voz aún baja pero lo suficientemente alto para que el aliento necesario para pronunciar esas palabras quedara impreso como vaho en el cristal. El vaho de mis palabras. No evité un desahogo y me soné los mocos con la única manía que aún conservaba: pañuelos de tela.
En el baño pequeño miré mis ojos y recordé haberlos visto hacía poco.
Me fui sin hacer ruido pero antes me acerqué al baño grande. A través del cristal esmerilado vi que estaba a oscuras. Apoyé el oído en la puerta y escuché a mi esposa haciendo gorgoritos con agua en la boca. ¡Sus ojos, pensé, sus ojos!
Paseé por la rada del malecón hasta la hora de comer. Tomé la decisión y volví a casa.
Lo sé, me dije, lo sé, volví a repetir en voz baja pero en voz. Y me acerqué a la ventana que daba a un prado pardo con un fondo de mar gris. Tengo miedo, dije en voz aún baja pero lo suficientemente alto para que el aliento necesario para pronunciar esas palabras quedara impreso como vaho en el cristal. El vaho de mis palabras. No evité un desahogo y me soné los mocos con la única manía que aún conservaba: pañuelos de tela.
En el baño pequeño miré mis ojos y recordé haberlos visto hacía poco.
Me fui sin hacer ruido pero antes me acerqué al baño grande. A través del cristal esmerilado vi que estaba a oscuras. Apoyé el oído en la puerta y escuché a mi esposa haciendo gorgoritos con agua en la boca. ¡Sus ojos, pensé, sus ojos!
Paseé por la rada del malecón hasta la hora de comer. Tomé la decisión y volví a casa.
Audiolibros y Mundo Sonoro Dom & Loy (si haces un click en el texto resaltado en verde accederás de inmediato a la web de la editorial) publicamos Bola de Sebo la novela que Guy de Maupassant publicó en 1880 y que le lanzó directo a la fama y a la riqueza.
Bola de Sebo narra la historia de unos viajeros en una diligencia. También narra la situación de Normandía durante la ocupación prusiana del año 1870, en una de las muchas guerras que Francia y la actual Alemania han mantenido a lo largo de su historia. Bola de Sebo narra la codicia del ser humano y también la lealtad. Y también el deseo vehemente que por el cuerpo de una mujer han tenido siempre los hombres.
Guy de Maupassant, discípulo de Flaubert, con un estilo directo, casi seco, y frío, como el paisaje que nos describe, abre en canal a la sociedad francesa de su tiempo y muestra las miserias de lo que en realidad no es patrimonio exclusivo de los franceses sino de la humanidad entera: la codicia y la indiferencia ante el sacrificio de un ser humano por conseguir nuestros propios fines. Sólo que en mitad de tanta hipocresía, surge carnal, deliciosa y honrada la figura de Bola de Sebo, una puta más decente que todas las señoras, monjas, caballeros y revolucionarios de medio pelo que la empujan al abismo y luego la abandonan.
Bola de Sebo narra la historia de unos viajeros en una diligencia. También narra la situación de Normandía durante la ocupación prusiana del año 1870, en una de las muchas guerras que Francia y la actual Alemania han mantenido a lo largo de su historia. Bola de Sebo narra la codicia del ser humano y también la lealtad. Y también el deseo vehemente que por el cuerpo de una mujer han tenido siempre los hombres.
Guy de Maupassant, discípulo de Flaubert, con un estilo directo, casi seco, y frío, como el paisaje que nos describe, abre en canal a la sociedad francesa de su tiempo y muestra las miserias de lo que en realidad no es patrimonio exclusivo de los franceses sino de la humanidad entera: la codicia y la indiferencia ante el sacrificio de un ser humano por conseguir nuestros propios fines. Sólo que en mitad de tanta hipocresía, surge carnal, deliciosa y honrada la figura de Bola de Sebo, una puta más decente que todas las señoras, monjas, caballeros y revolucionarios de medio pelo que la empujan al abismo y luego la abandonan.
Volveré mañana, querida, hoy, hoy la palabra se ha vuelto esquiva. No sabes cómo me hubiera gustado abrir la boca y modular como siempre la letra O. La boca, querida, se ha quedado helada como las tierras de Kelvala en las largas noches del Norte.
Volveré mañana y cual bardo viejo y sabio entonaré loas a la belleza y descripción de pájaros y espaldas; miraré de frente la luz del sol que acaricia faúnica la duna y cantaré los undosos versos de una diosa que cayó al mar desde el cielo y se dejó mecer por las olas durante milenios.
Volveré, sí, porque siempre vuelvo. Me acogeré para mi ausencia de hoy al concepto de sombra. Sombra la palabra que se asombra de mi semblante sombrío. Sombra la longitud de mi dicha. Sombra Casiopea y sombra Cassandra y sombra Pandora y sombra Escarlata. Y aún así, en los fríos de esta tumba, arañando con mis uñas largas la tierra que me ahoga, volveré mañana afeitado y limpio, con la arrogancia del que sabe que le late el corazón.
Volveré mañana y cual bardo viejo y sabio entonaré loas a la belleza y descripción de pájaros y espaldas; miraré de frente la luz del sol que acaricia faúnica la duna y cantaré los undosos versos de una diosa que cayó al mar desde el cielo y se dejó mecer por las olas durante milenios.
Volveré, sí, porque siempre vuelvo. Me acogeré para mi ausencia de hoy al concepto de sombra. Sombra la palabra que se asombra de mi semblante sombrío. Sombra la longitud de mi dicha. Sombra Casiopea y sombra Cassandra y sombra Pandora y sombra Escarlata. Y aún así, en los fríos de esta tumba, arañando con mis uñas largas la tierra que me ahoga, volveré mañana afeitado y limpio, con la arrogancia del que sabe que le late el corazón.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2013 a las 17:02 | {0}