A Julia Maestre Alarcón, una de las últimas Campera.
Querida Julia:
Dicen algunos que todo está mejor. Que el mundo es mejor. Leo y veo y escucho y siento (ya sabes; me sabías). No sé muy bien qué decirte. No sé muy bien cómo explicarte que a mí no me parece el mundo mejor ni peor, me parece igual que siempre. Lo que siento es que hay una necesidad de decir que todo cambia para que en realidad todo siga igual. Es lo que tiene haber sido curioso (digo haber sido porque ya no sé si lo soy con respecto a esto de lo que te escribo) que tienes la sensación de que esta propaganda - el progreso, la mejora. La evolución como mejora- se inició cuando al hombre le entró la necesidad de contar las ovejas que había en su rebaño.
Porque en realidad ha pasado muy poco tiempo. Muy poco. Establecían una comparación no sé dónde ni cuándo en la que se decía que el tiempo de vida del hombre en la tierra sería como la altura de una moneda de cinco centavos en relación a la altura del Empire State (sí, claro, un edificio yankee). Es realmente pequeña nuestra estadía en esta Tierra.
Y me acuerdo mucho de ti cuando Violeta, que ya está muy mayor, me comenta que ella está convencida de que en el Universo hay muchísimas civilizaciones que se relacionan unas con otras excepto nosotros que somos tan ignorantes que no sabemos salir de nuestra bola de mierda y aquí estamos solos y aislados. E imagina que una chica de un planeta- llamémosle Marion- le dice a su padre que el fin de semana se va con una basca del planeta Sionai que se encuentra a tres millones de años de luz de distancia y que han quedado a medio camino, en la constelación de Luaris, donde van a dar un concierto los interestelares Monfri. Cosas así me cuenta mientras bajamos los fines de semana desde Galapagar a Madrid. Y a mí esas conversaciones me emocionan mucho, me llenan de un extraño placer mientras veo a lo lejos las luces de ese poblachón manchego que te vio vivir y morir. Y hay veces en que cuando nos detenemos en un semáforo de la calle José Abascal, yo me acuerdo de ti -me acuerdo tantas veces de ti. Te echo tanto, tantísimo de menos- y creo sentirte en el asiento trasero, sonriendo con las ideas de Violeta y pensando, seguro que pensando, Esta niña es una de las nuestras.
También pienso en los últimos descubrimientos acerca del Universo cuando te recuerdo sentada en el sofá de tu casa, tu casita de la calle Emilio Ortuño, con tus uñas pintadas de rojo y la permanente recién hecha y espero que esa luz que emanaba ese momento viaje hasta el confín del espacio/tiempo para que quizá algún colgado de alguna de las constelaciones que imagina Violeta, la atrape y la esté reproduciendo ahora para toda la eternidad. Me gusta que el único corto que dirigí en mi vida ocurriera todo en tu casa. Tengo tu casa tal y como era. Tú ya habías muerto y tu sobrina Marisol me dio permiso para que rodáramos allí. Los últimos descubrimientos de los que te hablaba dicen que el Universo se está expandiendo y que las galaxias se están alejando unas de otras y que llegará un momento en que desde cualquier parte del universo que un observador mire no podrá ver nada, absolutamente nada, todo será una profunda y brutal ausencia: no estrellas, no soles, no galaxias... y al fin tenderemos a la melancólica idea de cero. El universo será cero.
Estas cosas te escribo. No recuerdo muy bien en qué año moriste, ni qué día (si fue hoy o mañana) y sí recuerdo bien el día, el mes y el año en que naciste: el 8 de noviembre de 1914. ¿Sabes? Mañana voy a cocinar un pisto manchego. Se lo he comentado a Liana y a Raúl (te gustarían mucho Liana y Raúl. Tú les gustas mucho a ellos) y Liana ha sonreído por el teléfono, hablamos mucho por teléfono, no sabes cuánto hablamos por teléfono y me ha dicho que era muy curioso y muy hermoso (y si no me lo ha dicho, yo he sentido que me lo decía) porque me he dado cuenta de que iba a hacer mi primer pisto manchego mañana, el día en que tú moriste, mi querida manchega, hija de Argamasilla de Calatrava. Sé que no tendrá la textura ni el sabor de los tuyos pero seguro que cuando vea su color y su hervor en la sartén, me acordaré de ti en aquellas tardes en la cocina de la casa de mis padres cuando planchabas y escuchabas a la señorita Francis mientras asentías con la cabeza por los dramas de las mujeres engañadas por hombres maliciosos.
Viaja, viejecita mía, por los espacios universales y que tu luz ilumine al extraterrestre que disponga de la tecnología para conocerte al igual que iluminaste mi vida en unos tiempos que a ratos fueron oscuros y dolorosos. Un beso con abrazo y después risa.
Dicen algunos que todo está mejor. Que el mundo es mejor. Leo y veo y escucho y siento (ya sabes; me sabías). No sé muy bien qué decirte. No sé muy bien cómo explicarte que a mí no me parece el mundo mejor ni peor, me parece igual que siempre. Lo que siento es que hay una necesidad de decir que todo cambia para que en realidad todo siga igual. Es lo que tiene haber sido curioso (digo haber sido porque ya no sé si lo soy con respecto a esto de lo que te escribo) que tienes la sensación de que esta propaganda - el progreso, la mejora. La evolución como mejora- se inició cuando al hombre le entró la necesidad de contar las ovejas que había en su rebaño.
Porque en realidad ha pasado muy poco tiempo. Muy poco. Establecían una comparación no sé dónde ni cuándo en la que se decía que el tiempo de vida del hombre en la tierra sería como la altura de una moneda de cinco centavos en relación a la altura del Empire State (sí, claro, un edificio yankee). Es realmente pequeña nuestra estadía en esta Tierra.
Y me acuerdo mucho de ti cuando Violeta, que ya está muy mayor, me comenta que ella está convencida de que en el Universo hay muchísimas civilizaciones que se relacionan unas con otras excepto nosotros que somos tan ignorantes que no sabemos salir de nuestra bola de mierda y aquí estamos solos y aislados. E imagina que una chica de un planeta- llamémosle Marion- le dice a su padre que el fin de semana se va con una basca del planeta Sionai que se encuentra a tres millones de años de luz de distancia y que han quedado a medio camino, en la constelación de Luaris, donde van a dar un concierto los interestelares Monfri. Cosas así me cuenta mientras bajamos los fines de semana desde Galapagar a Madrid. Y a mí esas conversaciones me emocionan mucho, me llenan de un extraño placer mientras veo a lo lejos las luces de ese poblachón manchego que te vio vivir y morir. Y hay veces en que cuando nos detenemos en un semáforo de la calle José Abascal, yo me acuerdo de ti -me acuerdo tantas veces de ti. Te echo tanto, tantísimo de menos- y creo sentirte en el asiento trasero, sonriendo con las ideas de Violeta y pensando, seguro que pensando, Esta niña es una de las nuestras.
También pienso en los últimos descubrimientos acerca del Universo cuando te recuerdo sentada en el sofá de tu casa, tu casita de la calle Emilio Ortuño, con tus uñas pintadas de rojo y la permanente recién hecha y espero que esa luz que emanaba ese momento viaje hasta el confín del espacio/tiempo para que quizá algún colgado de alguna de las constelaciones que imagina Violeta, la atrape y la esté reproduciendo ahora para toda la eternidad. Me gusta que el único corto que dirigí en mi vida ocurriera todo en tu casa. Tengo tu casa tal y como era. Tú ya habías muerto y tu sobrina Marisol me dio permiso para que rodáramos allí. Los últimos descubrimientos de los que te hablaba dicen que el Universo se está expandiendo y que las galaxias se están alejando unas de otras y que llegará un momento en que desde cualquier parte del universo que un observador mire no podrá ver nada, absolutamente nada, todo será una profunda y brutal ausencia: no estrellas, no soles, no galaxias... y al fin tenderemos a la melancólica idea de cero. El universo será cero.
Estas cosas te escribo. No recuerdo muy bien en qué año moriste, ni qué día (si fue hoy o mañana) y sí recuerdo bien el día, el mes y el año en que naciste: el 8 de noviembre de 1914. ¿Sabes? Mañana voy a cocinar un pisto manchego. Se lo he comentado a Liana y a Raúl (te gustarían mucho Liana y Raúl. Tú les gustas mucho a ellos) y Liana ha sonreído por el teléfono, hablamos mucho por teléfono, no sabes cuánto hablamos por teléfono y me ha dicho que era muy curioso y muy hermoso (y si no me lo ha dicho, yo he sentido que me lo decía) porque me he dado cuenta de que iba a hacer mi primer pisto manchego mañana, el día en que tú moriste, mi querida manchega, hija de Argamasilla de Calatrava. Sé que no tendrá la textura ni el sabor de los tuyos pero seguro que cuando vea su color y su hervor en la sartén, me acordaré de ti en aquellas tardes en la cocina de la casa de mis padres cuando planchabas y escuchabas a la señorita Francis mientras asentías con la cabeza por los dramas de las mujeres engañadas por hombres maliciosos.
Viaja, viejecita mía, por los espacios universales y que tu luz ilumine al extraterrestre que disponga de la tecnología para conocerte al igual que iluminaste mi vida en unos tiempos que a ratos fueron oscuros y dolorosos. Un beso con abrazo y después risa.
William Blake Cancerbero
Estas idas de la mente (es decir de la concepción del mundo o aún menos de la representación del mundo que no es el mundo y de seguro ni se le acerca a eso que objetivamente -¡qué carajo es objetivamente! ¡sobre qué estoy escribiendo! ¡qué lapso en mi corazón y en mi memoria! ¡qué es ese yo, eso mío! ¡dónde empiezo -no, no debería existir la primera persona del singular; no debería existir ninguna persona; si no existimos en el existir en sí sino en la representación del existir que nos hacemos; o como mucho deberían existir las terceras personas: él, ella, ellas, ellos, ello); estas ventoleras tan grotescas como Anfeón, Carmadón, Bruciferno, Boralto Dragontino, Brutillón, Arrastronio el Bravo, Pronastor el Orgulloso, Grindalafo, Furibundo, Astrobando (que cabalga sobre un elefante porque ningún caballo puede soportar su peso), Mandanfabul, Calfurnio, Baledón, Bravorante (criado con leche de tigre y alimentándose con carne de fieras), Pacanaldo, grotescos sí, grotescas mis ventoleras, mente que se derrite, mente que en la noche se diluye como azucarillo en agua, mente alevosa, mente en cuadrilla que asalta la calma y la pone a cuatro patas y la sodomiza con rabia y le tira del pelo y la hace horrorizarse como la vista se horroriza ante la visión de los jayanes Cartaduque (el guardián de la Montaña Defendida), Daliagán de la Cueva Oscura, Frandamón el Desmesurado, Galpatrafo, Luciferno de la Boca Negra, Pasaronte el Malo, Marisgolfo, sí, gigantes, gigantes mis ventoleras que aturden y me aturden, que se van haciendo grandes como sombras cuando se alejan de la luz, grandes, gigantes, carnívoras, afiladas, sedientas de mal como Mondragón el Feo, Bracamonte el Espantable, Mordacho de las Desemejadas Orejas, Serpentino de la Fuente Sangrienta, Nabón el Negro, así como ellos digo, así espantable caballo loco, agarrado a su cuello mientras observo en el paisaje que dejo atrás el juego de la pelota con la cabeza cortada de un recién nacido; horrísono dejo nimio a Candramarte o al mismísimo Tenuronte el Malo.
Esta mañana, al mirar las estadísticas de este blog que vengo escribiendo desde hace ya cinco años, me he encontrado con que entre los enlaces que más me habían visitado se encontraba el siguiente de Arturo González (ya sabes: si haces un click sobre él podrás acceder al lugar en cuestión), un articulista del diario Público. Y cuál ha sido mi sorpresa cuando mirando dónde aparecía mi nombre o el del blog para que desde ese lugar se hubiera entrado hasta cincuenta y cinco veces, me he encontrado con que un tal ANPV66, en el comentario 48 al artículo escrito por el señor González, había copiado íntegro un artículo que escribí yo hace ya algunos días llamado Extrañeza. ANPV66 se permitía además añadir algunas frases de su propia cosecha (son la siguientes -para que quede clara la autoría-: o una puta ministra se inventa un puto Copago para enfermos graves. O un puto clown de ministro se carga la educación pública. O un puto Presidente embustero crónico te dice en tu cara que todo va de coña, mientras tu no ves más que miseria y dolor...No entiendo cómo en ese mismo momento estos pavos_as...). En el siguiente comentario -el 49- el propio autor del artículo Arturo González felicita a ANPV66 de la siguiente forma: ¡Extraordinario! Saludo cordial. En el comentario 52, un tal Zizero felicita a ANPV66 de la siguiente forma: Comentario por ANPV66: Si yo fuera doctor (de la privada) y me apareciera por la visita un "enfermo" como tú, te pagaría yo a ti la visita y me sentiría honrado si me aceptabas unas rondas por los bares.Con tu permiso, voy a mandar tu escrito para que se divulgue por la red. ¡Boinazo, ANPV66! Osasuna y Enseñanza públicas. Y en el comentario 53, una tal Petru Culianu le contesta a Zizero y de paso a ANPV66: al paño ANPV66 http://www.fernandoloygorri.com/Extraneza_a1082.html no es asunto mío por qué razón suele colgar usted textos pillados de diversos blogs sin entrecomillar ni indicar la autoría y la fuente, pero, en términos exactos, no es una acción correcta.
Luego se inicia un debate sobre la corrección o no de utilizar textos de otros sin citar las fuentes y la cosa, he de decir, se animó bastante. Pero como alguien insinuó si quizá era yo ANPV66, le diré que no y aunque no me la hayan pedido les daré mi opinión: es deleznable que alguien utilice tus textos no ya sin permiso -pues desde hace tiempo sé que si escribo en este espacio público, cualquiera puede utilizar mis textos y de hecho aquí están- sino sin decir su procedencia; es lisa y llanamente una putada. Porque uno no llega a escribir como escribe (sin comparación), ni a pensar como piensa por generación espontánea hay un trabajo detrás, un mundo detrás que le ha llevado hasta aquí.
En todo caso a todos los que felicitaron a ANPV66 por mi texto, gracias.
Y a ti ANPV66 sé un poquito honrado, hombre, y por favor no introduzcas frases malas en -al parecer- textos buenos y sí, en serio, cita a los escritores que los escribieron.
Nota: Quiero agradecer a Petru Culianu su aclaración de la autoría de Extrañeza. Me comenta Liana -buena amiga y mejor historiadora- que también la persona cuyo nick es ElBuhopardo refirió enlaces a mi página y mi perfil. Gracias también.
Fantasma de Vladimir Gardin
No temía la llaga en su espalda. No temía el olor a podre. Sólo no saber. No saber. Se arrugó en la madrugada y la madrugada le arrulló palabras endemoniadas. No temía la muerte en sí (como espacio nuevo como nueva espada). Temía no saber si realmente estaba. Si nada le concernía. Alzó los brazos y se preguntó, ¿se alzan? Caminó un trecho y se preguntó, ¿Caminaba? Se acercó a la habitación contigua donde una respiración respiraba. Llegó hasta otra estancia con ventana y creyó poder afirmar que la ventana cumplía su función de entrada. Y la rueda giraba. Y el candil ardía. Y la noche podría ser un estadío anterior al día (¿por qué no al revés? se preguntaba ¿Por qué no: Y se hizo la oscuridad?) Al principio fue todo luz. Todo luz que ciega y si ciega entonces... la oscuridad se decía como mis pies se apoyan en la madera. La madera, con toda seguridad, dedujo, hubo de ser árbol y el árbol semilla y la semilla árbol antes. Antes no estuvo esa llaga y desde la llaga escara y desde la escara hasta el tuétano muro de hueso. ¿Seguro? ¿Así?
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2013 a las 21:00 | {0}