Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Blu: Te digo y no me escuchas. Te lo digo del derecho y de revés. Y no me escuchas. No me escuchas. Si me hubieras visto. Si al menos me hubieras visto, hundida, los cabellos flotando...

Caf: Cabellos, dices. Antes hubieras dicho pelos. Antes hubieras dicho: los pelos flotando.

Blu: No tiene gracia. No es nada cómodo decir cabellos. Parece fácil y no lo es. Tienes que coger aire. Mucho aire. Y ser consciente del velo del paladar. Pero, tú, ¿qué sabes? ¿qué has sabido nunca? ¿cuándo te ha interesado a ti...?

Caf: ...siempre me interesó la gruta de enfrente y la gata del vecino, la gata verde no la gata negra; esa gata, siempre, siempre he pensado: gata verde frita mala es de guardar; también me interesa la baba sobre todas las densa que se arrima a la comisura de los labios...

Blu: Lo oirás aunque no quieras. Me escucharás. Me había ido a la cama. Y creo que me desmayé. Porque no recuerdo. Porque no sé por qué el libro apareció junto a mí, yo que siempre lo dejo encima de la mesilla...

Caf: No es mesilla...

Blu: Cajonera...

Caf: Si dices cabellos no puedes decir mesilla, tienes que decir cajonera, ¡hostias!

Blu: El lenguaje siempre te hizo daño. Las palabras que suenan como valbanera o zodiacal o egido o me desperté con bocarriba, ahogándome como si soñara -también soñar es una palabra dulce que te duele- que unas manos apretaban mi cuello y entonces no sé si la luz estaba encendida, la luz de la mesilla, de la cajonera, no sé si estaba encendida, fue entonces cuando no sabía si la luz de la cajonera estaba encendida cuando pensé por primera vez que me había desmayado y que mis cabellos flotaban y todo tenía el sabor del ácido y el tacto de la escama -cuánto te duele la palabra escama- y yo, aferrada a las sábanas, quería llamarte...

Caf: No hubiera ido.

Blu: ...quería saber qué había pasado, que tú me lo dijeras, tú que siempre me ves dormir y te la cascas en la butaca...

Caf: Soñabas manos alrededor de tu cuello y quizá fuera la polla en tu boca abierta, bocarriba, medio asfixiada, quizá fuera éso el tacto de la escama, el sabor a ácido...

Blu: Y a almendra.

Caf: Tirito con la palabra almendra.

Blu: Esta mañana he sentido fragilidad. Y si desmayarse es eso. Y si me he desmayado más veces. Y si no supiéramos que nos desmayamos. Y si me desmayo cogiendo la sal, ¿se vuelve sosa?

Caf: Nunca te la metería sin tu consentimiento. Lo sabes, ¿verdad? Lo sabes. En la butaca sí. Desde la distancia sí. Ha sido una boutade. Puedo decir boutade porque las palabras francesas no me causan terror. Permíteme ser para siempre francés. Si me dejaras, entonces, tus desmayos, quizás entonces, tus desmayos los soportaría, los escucharía mejor. Incluso yo diría cheveux. ¿Has oído? Digo cheveux y no siento arcadas. Mírame. No soy tan bestia. No es una cuestión de amar la ignorancia, es más bien el color de las palabras, mi estómago no aguanta el color chillón de las palabras que pronuncias y menos aún dormida, menos, menos aún.

Blu: ¿Te quedarás en la butaca?

Caf: Endormie.

Blu: ¡Oh! ¡qué agitado este océano!

Blu cae desmayada en la cama.
Caf se sienta en la butaca. Con calma se desabotona la bragueta y se hurga.
Lentamente se hace el oscuro

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2015 a las 20:03 | Comentarios {0}


La voz de la razón del corazón, ¡Sigue, no desfallezcas! ¡Sigue, no te pierdas los amaneceres que tu lucha contra la enfermedad te ha concedido! ¡Sigue! ¡Ve crecer! Es cierto. Te digo es cierto. El páramo es cierto. Esas brumas. También esas brumas. Inclínate sobre la hoja. Apoya la frente en la mano. Puedes encender la luz y a tus espaldas el sol recorre su camino. Tan lejos, sí, tan lejos. Sabes que si se acercara un poco te quemaría. No lo mires ahora. Haz caso a la voz de la razón del corazón. Porque tienes toda la eternidad por delante, disfruta este tiempo/tránsito. No te dejes. No surja en ti esa amargura. Has abierto los ojos. Tus manos no están rotas y hay una respiración que junto a ti atraviesa las horas. ¡Sigue, no desfallezcas! ¡Recuerda tu mente en la noche! ¡Recuerda tu mente en la noche!

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2015 a las 08:45 | Comentarios {0}


Los sentimientos pequeño burgueses son los únicos sentimientos (ver al hombre maduro con miedo a amar o la hija que encuentra al padre -que es el hombre maduro que teme amar); los sentimientos de clase son otra cosa, son sentimientos sin esperanza y así dejan, en el fondo, de serlo; los sentimientos de cambios sociales son maquinarias de construcción; una construcción cuyos ladrillos... (y ahí la metáfora, ¡ay, las metáforas!) ¿por qué Sabato no pone el primer signo de interrogación o exclamación? La crítica me la trae al pairo y apenas sé nada más que vivir es traición porque al vivir se muere; los sentimientos pequeño burgueses que se decía en los años sesenta; ¿cómo se podía defender la Unión Soviética? esos sentimientos de pañuelo y abrazo; ese abrazarse a una mujer desnuda un día de otoño con los ventanales abiertos y en la habitación entra la suave brisa de la última hora de la tarde y dentro de la cama huele a dos cuerpos que acaban de follar y huele a melancolía y a fatiga y huele a hambre y a boca mientras fuera todo se desperdiga y apenas importa la mujer reventada en un sótano ni el niño lleno de moscas ni el viejo abandonado ni el hombre desolado por no tener un puto trabajo que llevarse a las espaldas porque en esa habitación con los ventanales abiertos, en una buena casa burguesa, con algún cuadro abstracto colgado en la pared y unas cuantas cerámicas tradicionales colocadas con primor en sus repisas y unas hileras de libros que todos deberíamos leer y en la nevera carne, pescados, frutas, verduras, lácteos y una pizza, esa mujer desnuda y ese hombre desnudo descansan del esfuerzo de amarse, de amarse mucho, de amarse hasta mañana, de estar vivos hasta mañana, mañana que se levanta espantada con los ojos vendados como la justicia y cuando chirríen las palomas y cuando viertan los colectores detritus de todas las ciudades y los ríos se inunden de heces y mueran los peces transexuados y bailen las putas sin gracia y golpeen los proxenetas con sus cintos y se pinchen los drogados de sí mismos y surjan las locomotoras y se eleven los aviones y por los circuitos de mil millones de toneladas de cobre se envíen mensajes y códigos secretos y se hagan transacciones unas más legales que otras y en todas las pantallas se divulguen las noticias y sean unos más guapos que otros y unos tengan éxito y otros se enfanguen hasta quedar podridos, hasta el pelo de mierda y en los colectores y en los suburbios y en las faldas de las montañas y en las grandes cumbres y en los hoteles y en las aceras y en los bares y en los cementerios, todos, todos, alienados como se decía en el pasado siglo como se sienten tantos hombres, tantas niñas, tantos agrimensores, tantos perdularios, tantos presidentes, tantos magnates, tantos chupatintas, tantos escolares, tantos barrenderos, tantos nacionales que defienden sus causas armados de plomo y sigamos mendigando los más, con la extraña prepotencia del cristal los menos, un segundo más de vida por si al final de la mina se encuentra el  filón de diamantes que nos de para comprarnos lo que de ley habría de ser... ¡oh, no! esos, esos sentimientos pequeño burgueses que surgen en La sonata a Kreuzer y por qué no en Doctor Zhivago, esos ojos de Omar Sharif o la vendimia y su fiesta báquica, hombres, hombres, relacionándose, buscándose, perdiéndose, yéndose de este infierno, desapareciendo para siempre, carne de olvido, todo para el olvido, todo, todo para el olvido, ¿será el espíritu de Cioran? ¿O ha venido a visitarme el bueno de Estragón al que acaban de golpear de nuevo y aún no sabe cómo ahorcarse del único árbol del páramo? ¿Y esa escarcha, esa heladura mortal? ¿Y esa idea de desconyuntar a un recién nacido y con la boca rellena de nieve abandonarlo en la estepa para que sirva de aperitivo a los lobos ?

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2015 a las 19:47 | Comentarios {0}


...

sueña que todo sucumbe sueña que la vida llega sueña mecerse la palmera en las cumbres de Nepal sueña el corsé muy ceñido sueña el libre albedrío y por no dejar de soñar sueña la voz del señor que a tus plantas se postró pidiendo para sí perdón y para ti luna nueva

sueña la bestia el tesoro sueña la selva inclemencias sueña el barco la deriva sueña la nube la ira de un viento provocador sueña la niña la estirpe sueña la sierpe el camino sueña el loco el embrión y sueña el trigo la mies y la mies sueña el trigal por donde corre un zagal que apenas alcanza a ser

sueña el corzo leopardos sueña la mano ser pie y sueña el ave caer de la rama al almirez sueña el acantilado un faro y el faro sueña volar con las luces desplegadas parejo a un cormorán sueña la sed agua fresca sueña la noche la luz y la luz jamás se acuesta sin haber soñado tú sueña el laud melodías sueña el enamorado versos sueña la doncella siestas y sueña el alba el azur

sueña la esclava sirenas sueña el mirlo una cadencia  sueña el centro del mar su frontera de coral

sueña el cantante una voz sueña un negro la revuelta sueña el militar esposas sueña el arcabuz cadenas sueña la bala el reposo y el oso sueña dormir todo el tiempo y a su antojo

...

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/02/2015 a las 19:20 | Comentarios {0}


(Piensa el  hombre que está apoyado en la farola):
Mantenido en este alambre me ha nacido el vómito con sangre. ¿Por qué me he tapado la boca con la mano? ¿Por discreción? ¿Por la repulsión de los otros? ¿Cuándo empezó este venirse abajo? ¿Estos pulmones que empiezan a despedirse del aire? ¿A quién se lo diré? ¿Mantendré la dignidad ante el médico de turno? ¿Querré que ese médico simpatice conmigo? ¿Querré que haga suya mi enfermedad? ¿Le preguntaré sobre la agonía? ¿Aceptaré el tratamiento? ¿Cómo pasaré las horas en el hospital? ¿Tendré fiebre? ¿Me dolerá el cuerpo? ¿Dormiré mucho? ¿Cuánto tardaré en volver a estar apoyado en esta farola? ¿Volveré a estar apoyado en esta farola? ¿Piensa esta farola?

(Piensa la farola en la que está apoyado el hombre):
Hierro. Calambre. Altura. Dar el paso. Desarraigarme. Pedestal. Plaza. No me manche. Yo recuerdo a un niño que corrió hacia mí sin saber que era dura y al golpearse contra mi fuste y al prorrumpir en llanto, hice un esfuerzo sobrefarolero y quise encenderme como si fuera un milagro. Vi de lejos -aún con la bombilla apagada- cómo la madre se acercaba y en su gesto adiviné la tensión de la carne en el aire que penetra la materia blanda. A mis pies cogió al niño en sus brazos. Apoyada en mí limpió la sangre de la nariz del niño. Luego se quedó callada, apoyada en mí, abrazando al niño.

(Piensa la mujer apoyada en la farola con su hijo en brazos):
No debí dejarlo correr. Nunca, nunca más te dejaré correr. Te llevaré siempre a mi lado, cogida tu mano. No sé cómo ha podido pasar. No sé cómo me interesaba más la estupidez que escuchaba que la carrera de mi hijo. ¿Qué es un hijo? ¿Cuál es la naturaleza de este amor? ¿Qué significa esa palabra? ¿Cómo se podría definir con lenguaje el sentimiento de angustia y alegría que a un mismo tiempo circula por mi cuerpo cuando decidio que he de dejar a mi hijo que camine solo, solo por el mundo, solo por este mundo? ¿Qué será al verle crecer? ¿Cómo seré capaz de enseñarle a que se vaya? ¿Y cuando lo haga? ¿Cómo le veré marchar? ¿Cómo es posible no amar -sea lo que sea ese amar- a un ser que apenas sabe correr y que se extraña con la dureza en su nariz del material con que esta hecho este objeto que no sabe ni siquiera cómo se llama? ¿Habrá hecho la relación entre farola/correr/golpe/sangre/dolor en la nariz? ¿Ha funcionado esa electricidad? ¿La sangre está taponando ya la herida? ¿Los leucocitos están luchando ya? ¿Le evitarán la infección?

(Piensa el niño en los brazos de su madre mientras toca fascinado el metal de la farola):
Cuando sea grande vendré a por ti. Sabré acercarme. Vendré solo. Mamá no lo sabrá. Caminaré despacio, armado con mi inteligencia y te prometo que no te tendré miedo. Mira, haré lo siguiente: te rodearé, te estudiaré, te abrazaré, te escalaré, llegaré hasta lo más alto de ti, te encenderé, te haré caminar sobre el asfalto y tu luz nos guiará hacia el mar y cuando lleguemos, derramando luz a nuestro paso, te pondré el flotador, te tumbaré con cuidado, te fletaré sobre las aguas del mar y subido en ti, agarrado a ti, sin dolor, te haré navegar hasta el siguiente continente y allí conquistaremos el encuentro entre el mineral y el hombre.

Cuando cae la noche y la cabeza de la farola se ilumina, todo está desierto; es una farola de polígono industrial y centros comerciales, a las afueras de la gran ciudad; un espacio diurno; tan sólo los fines de semana se acercan por la noche amantes borrachos que se besan bajo su luz, jóvenes drogados y algún lunático que canta extrañas canciones venidas de muy lejos. Hoy es lunes y la soledad es absoluta, el último vestigio de vida pasó hace ya horas, fue una mujer en bicicleta. Quieta y hermosa la farola ilumina nada. Poco a poco van llegando hacia su círculo de luz un pie y un trébol. El trébol va montado en el empeine del pie. Es un trébol de tres hojas. No tiene nada de especial. El pie es largo y estrecho. Sus uñas estás perfectamente cortadas y camina con un ritmo justo, como si fuera el pie de un ángel. Al llegar al círculo de luz de la farola se detienen y parecen descansar. El trébol se estira. El pie se relaja. La farola los mira con cierta sorpresa.

(Piensa la farola con el pie y el trébol apoyados en su base):
Parecen fugitivos.

(Piensa el trébol bajo el círculo de luz) :
Un poco de luz me vendrá bien.

(Piensa el pie apoyado en la base de la farola):
¡Qué frescos el hierro y la vejez!

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/02/2015 a las 18:39 | Comentarios {4}


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