Dormitorio pequeño en la casa de Olmo. La Mujer está delante de un espejo de pie. Vestida. Tras ella, Olmo huele su pelo, le sube un poco las faldas, justo hasta la parte superior de los muslos. Ella entreabre la boca. Sus labios tienen botox. Su cabello está teñido con mechas rubias. Sostiene el sostén un pecho que ya ha sucumbido al oficio de la gravedad. La Mujer es un poco menos vieja que Olmo.
Olmo:
Deberías haberme conocido más joven.
La Mujer:
Nada me dice la edad.
Olmo:
Mientes.
La Mujer:
Ya verás que no.
Olmo:
Deberías haberme conocido más joven.
La Mujer:
Está bien, cariño, ¿quieres que te pregunte por qué?
Olmo:
Sí, pregúntamelo.
La Mujer:
¿Por qué?
Olmo:
Tenía los labios gruesos. Mis ojos, grandes y oscuros, parecían irradiar una intensidad que prometía la ventura del amor carnal...
La Mujer:
¡Ole!
Olmo:
...mis manos eran suaves y conservaba el gusto por lo desconocido...
La Mujer:
¿Ya no sientes curiosidad por mi conejito?
Olmo:
Tu madriguera, dirás...
La Mujer:
Madriguera o conejo ¡qué más da! Sólo tienes que meterme la mano entre las bragas y empezar a mojarte con mi flujo. Ya verás lo rico que sabe. Sentirás en tu paladar sabores de allende los mares y cuando me muerdas los pezones, recordarás el principio de la vida.
Olmo:
¿Tanto ofreces?
La Mujer:
Tanto y más. Porque ya estás viejo has olvidado la esencia de este espacio, sí, mira, sólo por encima, acércate, aspira, mantén el aire en tus pulmones, recuéstate en mi regazo, escucha el palpitar de mi sexo, escucha la sangre entre mis muslos, atiende la tersura de mi piel, disfruta con mi voz que te lleva lejos, lejos, donde la paz.
Olmo:
En nada empujaré con mi polla la puta paz. No quiero paz. No quiero más esa palabra. Hoy he visto a un hombre que rige los destinos de una parte del mundo alentando la posibilidad de que otros seres humanos sean deportados y mueran de donde vinieron y se les hurte el derecho a una vida con alimento. Esos discursos los escucho todos los días. Me sorprende que la tierra esté tan dividida y haya personas que se dediquen a esquilmar a otras. No me hables de paz. Háblame sí, de tu coño porque es la hora...
La Mujer:
...mientras lo pagues mi tiempo es tuyo...
Olmo:
...eso sí me excita. Recuérdame cómo nos conocimos.
La Mujer:
¿Otra vez?
Pausa
La Mujer:
Estaba en la feria. Buscaba un cliente. Tú estabas en la caseta del tiro al blanco. Tenías a tu lado un vaso de plástico. Me acerqué. Miré al interior del vaso. Te pregunté ¿Sangría? Tú me miraste. Me dijiste que sí con la cabeza. Apuntaste con la carabina de mira trucada. Te pregunté, ¿Me das un sorbo? Me respondiste, sin dejar de mirar por la mira, ¿Eres muy cara? Te respondí, Lo bueno siempre es caro. Disparaste. Fallaste. Me dijiste, Bebe si quieres. Bebí mirándote a los ojos. Te dije, Llévame contigo, diablo cojuelo. Me llevaste.
Olmo:
Lo cuentas bien. No te enredas en detalles estúpidos.
La Mujer:
¿Te follo y sigo mi camino?
Olmo:
Sí.
La Mujer se folla a Olmo. Olmo paga mientras la mujer se viste. Se va La Mujer. Olmo vuelve a la feria, a la misma caseta y con un nuevo vaso de sangría.
Pausa
La Mujer:
Estaba en la feria. Buscaba un cliente. Tú estabas en la caseta del tiro al blanco. Tenías a tu lado un vaso de plástico. Me acerqué. Miré al interior del vaso. Te pregunté ¿Sangría? Tú me miraste. Me dijiste que sí con la cabeza. Apuntaste con la carabina de mira trucada. Te pregunté, ¿Me das un sorbo? Me respondiste, sin dejar de mirar por la mira, ¿Eres muy cara? Te respondí, Lo bueno siempre es caro. Disparaste. Fallaste. Me dijiste, Bebe si quieres. Bebí mirándote a los ojos. Te dije, Llévame contigo, diablo cojuelo. Me llevaste.
Olmo:
Lo cuentas bien. No te enredas en detalles estúpidos.
La Mujer:
¿Te follo y sigo mi camino?
Olmo:
Sí.
La Mujer se folla a Olmo. Olmo paga mientras la mujer se viste. Se va La Mujer. Olmo vuelve a la feria, a la misma caseta y con un nuevo vaso de sangría.
Nada sé del orden
Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/08/2024 a las 19:09 | {0}Estoy sordo a esos embates. No puedo explicarlo de otro modo Vmd. Usted comprenderá: mi vida, para qué decirlo, ha sido una derrota tras otra. No he sabido comportarme. Siempre he preferido no hacerlo -como Bartleby-, usted sabe, Vmd., que los años cabalgan a lomos del desengaño, que a unos más y a otros menos ese ir desengañándose nos va, ¿cómo le explicaría yo? oxidando en la boca la sonrisa y yo que de natural he sido siempre poco gracioso (también podría argüir que la naturaleza se me echó encima desde la cuna; podría recordar a los energúmenos que asolaban mi casa por las noches o recitar, casi de memoria, las veces que la sangre corrió por las mejillas de mi madre; podría detestar el mundo, podría ponerlo a él como el gran acusado de mis días... no lo voy a hacer porque ya no creo en la culpa ni en el mundo. Todo se construye. Tan sólo opondría una construcción que me esforzaría en que fuera a mi favor; intentaría como todos intentamos, que aquel que me escuchara acabara entendiendo mis razones, mis desvelos, el rostro esquivo que la vida ha cincelado al pasar por él) tengo en los rasgos de viejo la huella de aquella sangre que corrió por las mejillas de mi madre tras las palizas que los hombres le pagaban por dejarse dar. ¿Cómo saber en la cuna que aquello no era más que una transacción comercial? ¿cómo iba yo a conocer la técnica del sado masoquismo? Me quedé sordo a las explicaciones. Me quedé sordo. He navegado el mundo sordo. Probablemente Vmd. haya deducido que no he aprendido a perdonar, ni tan siquiera aprendí, cuando debía, a relacionarme. Y así me ha ido. De un lugar a otro del mundo a lomos de las cuatro monturas. He tocado trompetas. Me he derramado entero. He suplicado el perdón. He subido y me he escondido de todos. He creído amar. He sufrido una especie de desamor. Creí incluso que al fin había aprendido algo cuando el derrumbe fue aún más sonoro y entonces, Vmd. me perdone, descubrí que tan sólo la inacción me salvaría no del mundo, no, me salvaría de mi mismo. Porque me confieso culpable de mis días. Me confieso culpable de mis constructos. Me confieso culpable del horror que me producen las ciudades de occidente y también me reconozco humilde y absolutamente culpable de no querer servirle a Vmd. No lo haré, ya puede usted condenarme a trabajos forzados o lanzarme a la desolación de la tundra o someterme a la tortura de un desierto veraniego que yo no moveré un dedo, no pediré agua, por Dios un poco de agua, no, no lo haré, Vmd. lo sabe bien, ni intentaré quitarme los grilletes, ni dejaré de sentir la grupa de los caballos furiosos golpeando con cadencia de tambores de guerra en mi entrepierna. He decidido someterme al imperio existencial. Existencialista soy y de ahí no paso. Esa es la raya que he pintado con tiza en el suelo... el suelo que es metáfora de mis días... el suelo que es metáfora de mis anhelos... porque yo, se lo confieso a Vmd., sé sonreír y dentro de mí bulle, en ocasiones, el ardid de la risa... el suelo que es metáfora de los lugares que reconozco de mí... Déjeme en paz, se lo pido a Vmd. Acepte que preferiría no hacerlo. Sométame o déjeme marchar. Dejé de luchar. Mi nombre es Olmo.
Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/08/2024 a las 18:35 | {0}La vida de los sueños ¿nos pertenece? o ¿somos nosotros quienes le pertenecemos? Muchas mañanas descubro que el día de la vigilia estará marcado por el mundo de los sueños. ¿Me sueña Vishnu? ¿Me sigue soñando dormido entre lotos o tumbado en la más ancha cima del mundo? ¿Está dormido Vishnu y no sabe que me sueña y no sabe que en su soñar provoca que mi vigilia se pueble de una nostalgia que no reconozco como mía? No, no es mía esta nostalgia. No recuerdo haber criado criatura en toda mi vida. No recuerdo en mi vigilia haber convivido con mujer. Sí tengo la clara imagen de estar fornicando. Mi falo guarda la memoria de la humedad del sexo femenino y cierto olor que podría llamar del acto sexual se despierta en mi cerebro si lo provoco. En el sueño (¿mío o de Vishnu?) alguien me trata de padre y yo me veo respondiendo que no me llame así, que nadie que haya sido buen padre puede ser tratado como la que que me llama así me trata. Así es que, le ruego, llámame, si es que me tienes que llamar, Olmo o Z. pero papá nunca, padre nunca. No podría llevar ese nombre si mi función de tal fue tan desastrosa como para no merecer siquiera un mínimo de atención. Eso sueño. Eso me sueña Vishnu. ¿Por qué Vishnu me sueñas padre? y ¿Por qué mal padre? ¿Dónde me han colocado los dioses del Panteón de los dioses? ¿Por qué me arrastro esta mañana con una sensación de nostalgia y dolor por algo que no he vivido? Soy impotente. Soy estéril. Probablemente sea viudo. Quizá sea viudo desde antes de cumplir los veinte años. Quizá me casé con una mujer que se parecía a mi madre, una mujer llamada Wislawa (mi madre), albanesa de origen, según recuerdo confusamente. Quizás esa mujer con la que me casé también se llamaba Wislawa, también era albanesa, también me pegaba por las noches llena de una desesperación semejante a la erupción de los volcanes. Viudo joven. Errante por los caminos de un dios que me sueña, caminos por los que aún joven, si bien viudo, voy cantando cancioncillas de mi tierra con la vana esperanza de encontrar un grupo que me alabe el buen cantar y me invite a sentarme a su mesa para compartir la comida. Ocurrió con toda seguridad. Todos nos encontramos más tarde o más temprano con la horma de nuestros zapatos. Encargaros vosotros de mis enemigos que de mis amigos ya me encargo yo, clamaba Voltaire, el de Zaida. Pudo ser que en noche de jarana, yaciera con una dona fértil y fuera tanto el ímpetu de la juventud que uno de mis espermatozoides entrara por la pared acogedora de su óvulo y concibiera la criatura a la que no crié -porque nunca supe que la había tenido. Escribo una posibilidad. No una certeza. La escribo ante el sueño que me sueña Vishnu.- y esa criatura, ya hecha carne y huesos jóvenes se me viene a los sueños a exigirme responsabilidades. ¡Oh, corazón mío -le respondería si pudiera- quisiera estrecharte entre mis brazos y enseñarte la tabla de multiplicar por tres! ¡Oh, qué bella eres! ¡Cómo pudo pasar tanto tiempo sin verte! ¡Oh, chiquilla, perdóname. Vishnu me sueña como un desastre y ante su soñar no puedo sino plegarme y dejarle soñar! Pero ven, cuéntame, ¿cómo es tu vida? ¿sonríes y eres querida? ¿tienes grandes esperanzas? ¿anhelas los imposibles que todos anhelamos? No, no te vayas aún. No me llames papá. No te vayas. ¡Vishnu, suéñanos un poco más juntos! Permite que no se me olviden sus ojos nunca. Vete, vete, pequeña, a quien nunca conocí y que tanto amo.
Esa nostalgia tan real como la que siento por los bosques de un lugar del mundo llamado Normandie en los que juro que nunca he estado y que sin embargo siento tan míos como los aromas que de la higuera me llegan en este mes de septiembre, en una casa que no recuerdo haber tenido nunca, con una perra que me muerde con una dulzura infinita el dedo meñique y a quien agradezco ese detalle. ¡Vishnu! ¡Vishnu! ¡Vishnu!
Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/08/2024 a las 12:30 | {0}¡Oh, Símaco! ¡Oh, Probo! Vosotros que vivíais en los palacios más opulentos de la opulenta Roma, decidme, nobles, si de algo sirve andar mendigando la luna llena.
Hay en la continuidad de los días una constante. Fue ayer cuando la descubrí. Subía por un camino hacia ninguna parte. Lo más llamativo era el silencio que me abrazaba como si me hubiera salvado de un naufragio y con su abrazo me diera calor, calor para vivir, para vivir un día más. No había viento. Sí un sol dorado, el sol del verano cuando camina hacia septiembre, debilitado. Yo respiraba mientras la perra husmeaba el camino nuevo y buscaba rastros de liebre o de gato montés. La perra se alejaba mucho. El sol iba cayendo. Creo que en mi interior latía la monotonía de un rezo o cuando menos gotas que cayeran sobre mi alma como notas aisladas y agudas de piano. Había cambios de plano en la sonoridad de la tarde. De repente sentía más lejos el silencio o, giro de un viento sobre sí mismo, se acercaba tanto que me rozaba el estómago y me hacía estremecer. Yo seguía ascendiendo por una pendiente no demasiado empinada pero sí constante. ¿Hasta dónde llegaba ese camino? me preguntaba. ¿Sería capaz de llegar hasta el final? me preguntaba. ¿Debería haber traído algo de agua y alimento incluso una linterna por si la noche nos atrapaba en mitad de aquella pendiente interminable? Era feliz. Respiraba bien. No me fatigaba el desnivel. No sé por qué me vino a la mente la idea de un daimon que me hubiera guiado hasta allí para hacerme comprender algo. Ese pensamiento se disipó cuando vi aparecer a la perra delante de mí. Movía el rabo. Corrió hacia mí. Se me abalanzó y sentí algo semejante al abrazo del silencio. Luego se volvió a marchar. ¿Cuánto -me preguntaba- pesará la montaña? (frente a mí había una imponente cuya cima, absolutamente pelada, parecía fundirse con el color casi malva del cielo) ¿Por qué no recuerdo ahora -me preguntaba- cuáles son los movimientos que provocan que siempre la luna nos oculte la misma cara? Porque había aparecido, llena y majestuosa, la quintaesencia del fantasma, el ejemplo más hermoso de lo ajeno, la luna llena blanca sin ser blanca, con luz sin tener luz, flotando en un espacio que me hablaba de infinitudes y ligerezas que jamás podría comprender en su pura simplicidad. ¿Cuánto pesa la tierra? me preguntaba ¿Por qué no tendré vida para educar al máximo cada uno de mis sentidos? ¿Cómo es que la vida nos da tan poco tiempo? Respiraba. La perra corría por campos cada vez más oscuros. No quería morir. Por fin no quería morir. Grité, ¡Mi nombre es Olmo! Caí de hinojos sobre la tierra y la besé.
Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/08/2024 a las 18:29 | {0}
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Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/08/2024 a las 17:56 | {0}